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España España · Lugo de Llanera
Críticas de davidgvidal
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Críticas 9
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
24 de enero de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crítica originalmente escrita por mí en https://destinoorphanikiv.wordpress.com/2019/01/24/aquaman/

A la hora de hablar de una adaptación cinematográfica del universo cómico de DC, son inevitables las comparaciones con su más exitoso némesis, Marvel Studios. Ambos han tenido el afán estos últimos años de llevar de forma perenne los superhéroes a la gran pantalla y construir un universo a partir de ellos, en la que tramas y superhéroes de las distintas películas se acaban mezclando. Marvel, por su lado, a través de una propuesta basada en el color, el espectáculo y el humor blanco y ligero, ha logrado el éxito mediante un meditado y bien planeado universo de películas, mientras que DC, con su propuesta densa, oscura y de colores apagados, ha navegado entre una irregularidad de lanzamientos, siendo varios de ellos bastante desafortunados.

De la mano de James Wan, DC trae finalmente a la gran pantalla a uno de sus más icónicos héroes, Aquaman, en la más reciente intentona por revitalizar el cine de la franquicia. Desde el principio a la película se le notan diferentes elementos a anteriores obras de la productora, como un abundante y certero humor blanco o una más alegre paleta de colores que atenúa la escesiva densidad que aprisionaba al cine de DC, por lo que se puede presuponer una mírada crítica hacia el éxito de Marvel y los factores que lo componen. Aquaman, como gran parte del cine de su género, no deja de ser un blockbuster con un argumento prediseñado, en este caso por el mito artúrico, pero consigue dotar de dignidad un personaje cuyos mayores poderes son hablar con animales marinos y cabalgar caballitos de mar, elementos por los que siempre se le ha denostado y, quizá, por lo que no había tenido adpatación cinematográfica propia hasta ahora.

El trabajo en la dirección de James Wan, además de para dotar a la obra de solidez y que no pierda el rumbo, también le aporta acertadas e imaginativas escenas, como la secuencia que abre la película, las transiciones entre el pasado y presente, o las adrenalínicas persecuciones y peleas en Sicilia, todo esperable más en Marvel que en DC.

Sin embargo, algo en lo que Marvel está empezando a avanzar y su rival no es en materia de villanos. Los villanos de Aquaman son prácticamente unidimensionales y con motivaciones simples y poco claras, aparte de prácticamente desperdiciar el villano secundario (interpretado por Yahya Abdul-Mateen II), del que se presuponía más protagonistmo en la película dada la relevancia de su introducción. El villano principal tiene pocos matices, buscando la mera destrucción con escasa argumentación. Es algo habitual en la filmografía de DC, pues incluso la genialidad del joker de El Caballero Oscuro radicaba más en la actuación de Heath Ledger que en otra cosa. Además, aunque la película tenga elementos que la aligeren, sigue padeciendo la densidad de DC combinada con elementos kitsch que pueden romper la inmersión hacia un trabajo serio, por lo que se queda en tierra de nadie entre la comicidad y la fantasía épica y lucha por el mundo.

Aquaman, pese a todo, consigue crear una nueva dirección para el desarrollo del cine de DC e inciar una prometedora franquicia en su universo, rescatando un personaje de las profundidades marinas del olvido.
davidgvidal
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7
19 de enero de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crítica originalmente escrita por mi en https://destinoorphanikiv.wordpress.com/2018/12/08/el-veredicto-la-ley-del-menor/

Las adaptaciones fílmicas de obras literarias suelen ser un arma de doble filo. Por un lado, expone al gran público una obra, más o menos desconocida, que merece ser adaptada a la gran pantalla pero, por otro lado, estas adaptaciones suelen desmerecer la obra original debido a la imposibilidad de trasladar todos los elementos que componen una obra literaria al cine por tiempo, criterio y simplemente por diferencia de medio, que exige unas convenciones de estructura y ritmo distintas. El problema real llega cuando son omitidos elementos clave en la comprensión de los acontecimientos o la psique de los personajes. El Veredicto es uno de esos casos, con el debatible agravante de que el guionista y encargado de adaptar la obra literaria al cine es el propio autor de la misma, Ian McEwan.

Como resultado de ese guión adaptado, la película pierde fuelle en sus estadios avanzados, ya que las motivaciones de ciertos personajes, en concreto el de Fiona Maye (Emma Thompson) y el de Adam (Fionn Whitehead), resultan increíblemente ambiguas, empañando este hecho la notable caracterización de los personajes. Sin embargo, la película, por su condición, trata un muy amplio catálogo de temas: elección del mal menor, postulados teológicos radicales, amparo legal no deseado, o hasta qué punto es un adolescente consciente de sus actos y de lo que le rodea. El personaje de Fiona Maye, en su condición de jueza de asuntos familiares y de menores de edad, se encuentra diariamente con situaciones complejas y resoluciones polémicas según para qué sector de la sociedad. El caso que vertebra la película, el de Adam, un chico casi mayor de edad con leucemia que no quiere recibir tratamiento debido a las creencias de su grupo religioso, los testigos de Jehová, ofrece una antítesis al dilema visto en la tragedia de Antígona (Sófocles): las leyes humanas contra las leyes divinas, que más que divinas son las que conocemos como morales. En este caso las leyes humanas amparan la cuestión moral y las leyes divinas son vistas como el lado conflictivo de la situación.

Pero no todo es blanco o negro aquí, pues la película logra moverse con solvencia en una región de claroscuros que dota a la obra de sustancial carga temática, canalizada a través de un drama humano de personajes y autodescubrimiento, que sería difícil de asimilar debido a todos los elementos presentados sin saturarse entre sí de no ser por su ocasional humor (eminentemente británico, pero nunca fuera de lugar) y, sobre todo, la sobresaliente actuación de Emma Thompson. Con su interpretación consigue sostener la película prácticamente ella sola desde la primera escena hasta la última: rigurosa e intimidante en el juzgado, precavida y formidablemente irónica con su marido Jack, y lentamente desmoronándose por dentro debido a sus dilemas sentimentales y morales durante toda la película.

La actriz, pese a estar en muchos momentos brillante diciendo mucho sin decir nada, tuvo su momento de gloria al final de la película con un catártico colapso expositivo, aunque algo empequeñecido debido a un pobre trabajo de dirección. Richard Eyre dotó a la obra, en general, de una dirección poco inspirada. Aunque esta es decente en la estructura propia de la película, por otro lado los encuadres y las transiciones son bastante desafortunados y empequeñecen un poco las virtudes de la obra.

El Veredicto es una obra con sensibilidad hacia sus personajes y hacia su temática. Desempeña ambos factores y los entrelaza de forma solvente, pero debido a sus problemas de adaptación la película se diluye y difumina debido a la ambigüedad de sus personajes al no terminar de perfilarlos en su parte final. Eso y una extremadamente convencional dirección hacen que la película pierda una, en su inicio, posible solidez y estemos ante una obra con geniales elementos vertebrados por una actriz en una de sus cimas interpretativas.
davidgvidal
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5
16 de enero de 2019
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crítica originalmente escrita por mí en https://destinoorphanikiv.wordpress.com/2019/01/17/los-fantasmas-de-ismael/

Ahondando en las tribulaciones psicológicas que padece un director de cine debido a su pasado, Los Fantasmas de Ismael comienza con inusitada potencia, mostrándonos una situación que no se corresponde con la sinopsis, al atraparnos en una, en teoría, película de espionajes que nuestro protagonista está rodando. Con una dirección alegre y ágil, así como sobria en los momentos adecuados, el director Arnaud Desplechin firma en esta obra una primera hora muy sólida, con un buen desarrollo de la trama y presentación de personajes, así como la interacción entre estos. Juega muy bien con el pasado y el presente en un aparente galimatías narrativo para definir mejor a sus personajes, consiguiendo cerrar el arco correspondiente al trío protagonista y sus situaciones sentimentales en un punto alto.

Sin embargo, al culminar el arco central de la película en la primera hora, la obra parece quedarse sin fuelle en la siguiente hora y cuarto de metraje, al poner su foco en numerosas tramas tildadas de secundarias desde el principio de la película. Si bien es cierto que los fantasmas de Ismaël no son sólo los referentes a su mujer desaparecida 20 años atrás, si no también los relacionados con su hermano y su familia, mezcla conflictos amorosos, existenciales y familiares, la película dentro de la película (una visión que el protagonista tiene acerca de la vida que lleva su hermano), así como la trama de la mujer y su padre, en un popurrí de nadería. De por sí son buenos ingredientes, con algunas escenas realmente buenas para cada subtrama, pero la sensación de falta de rumbo tras el primer tercio de película es notable. A esto se le suma su final basado en mera exposición, que parece ciertamente apresurado.

Pese a todo, durante toda la película Desplechin consigue mostrar la desazón, confusión y progresiva locura a la que se está arrastrando el protagonista debido a todos sus fantasmas, traumas y últimas vivencias. Muestra al público un hombre roto, tóxico y que se siente culpable debido a su confusión amorosa, para reforzar al final el mensaje del amor como cura del tormento. De esta manera, pese a lo irregular de su narrativa y propuesta múltiple, consigue llevar sus temas a buen puerto. Todo esto es ayudado enormemente por las interpretaciones de Charlotte Gainsbourg y la conocida Marion Cotillard.
davidgvidal
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8
16 de diciembre de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crítica originalmente escrita por mí en https://destinoorphanikiv.wordpress.com/2018/12/16/roma/

La plataforma de visionado online Netflix ha estado mucho tiempo en entredicho por el público debido a la debatible calidad de las películas que distribuye. Esto es posible que se deba a una combinación de promoción excesiva de las películas y una general falta de ambición de las mismas, quedando muchas de ellas relegadas al ocasional entretenimiento de salón. Sin embargo, esto parece estar cambiando recientemente con la liberación en Netflix de obras como La Balada de Buster Scruggs, de los Coen; Al Otro Lado del Viento, el “último” trabajo de Orson Welles; o la película que nos ocupa hoy, Roma, de Alfonso Cuarón. Películas que, sin duda, tienen algo que contar.

Alfonso Cuarón, de la mano de Netflix, decide volver a sus orígenes con esta semi autobiográfica obra, que sigue la vida de Cleo, una criada de rasgos indígenas empleada en el hogar de una acaudalada familia mexicana en la década de los 70. Interpretada magistralmente por Yalitza Aparicio, Cleo se erige como la protagonista absoluta de la obra, mostrándonos Cuarón con meticulosidad tan solo lo que ella oye y ve, lo que sirve para, junto a otros elementos, construir una narrativa más sólida, pues los ojos de Cleo son aprovechados para ir mostrando de soslayo acontecimientos relevantes pero externos a ella, como el derrumbe de la familia, que es magistralmente cimentado mediante conversaciones de fondo o cortas escenas en segundo plano. El mundo que diseña Cuarón es realista y vivo, avanza a la vez que la protagonista y, aunque no todos los personajes relevantes en la película tengan el mismo desarrollo que Cleo, no son meros instrumentos narrativos para servir a la trama, sino personajes orgánicos con sus propios dilemas, tramas y vidas paralelas, que interactúan de forma natural con Cleo cuando es necesario.

Practicamente nada en Roma se siente artificial o forzado, ya que todo fluye de forma natural a lo largo de la obra. La primera parte de la película es una formidable presentación en clave slice of life: seguimos la vida diaria de nuestra protagonista mientras trabaja, interactúa con sus amigos la familia para la que trabaja, se enamora y, general, vive su vida sin sobresaltos. Para cuando la trama empieza a avanzar velozmente, todo lo que ocurre se siente conectado y con sentido narrativo, pues tiene un poso previo en la vida de Cleo.

Uno de los puntos más relevantes de Roma es su belleza visual. En esta película se hablan 3 lenguas: español, mexteco (lengua indígena), y el silencio. Cuarón recurre mucho a la imagen y a la narrativa visual para dar fuerza a su obra restándole peso al diálogo como tal, haciendo una obra más personal e introspectiva. Esto da resultados como que una protagonista prácticamente silente sea capaz de transmitir y expresar tanto. Su uso del plano también es muy marcado: combina escenas estáticas de magistral composición para inspirar emociones de forma más marcada, como la del cine o la del parto en el hospital, con recurrentes (excesivamente recurrentes) travellings cuyo sentido estético depende de la escena, pero que suele dotar de dinamismo a la película. Incluso la escena del incendio en el bosque, que es posible que sea la más desconcertante de la película, tiene una inusitada belleza.

A su vez, Cuarón hace una lectura feminista en su obra, pero lo hace sin dar un discurso: recrea, a través del homenaje a la mujer que lo crió junto con su madre, la vida de la mujer luchadora, cotidiana y maternal y lo vacía todo en su obra. Tanto el personaje de Cleo como el de la madre de la casa, que interpreta Marina de Tavira, son abandonados por los hombres con quienes compartían importantes lazos por motivos egoístas, y ellas se adaptan, crecen como personas y siguen avanzando. Cuarón toca también las diferencias de clases y socioeconómicas del México de la época, pues si bien a Cleo siempre la acogieron bien en la casa, su relación con la patrona fue inconsistente hasta que ambas fueron abandonadas por el hombre al que amaban, o cómo la abuela de la familia no sabía nada de ella salvo su nombre, pese a convivir a diario con ella. Aún así, Cleo nunca tuvo unas condiciones laborales excepcionalmente precarias, lo que genera la duda de si Cuarón está viendo la situación desde la nostalgia, de si quiere generar una excepción diciendo al público que la situación puede ser mejor sin demasiado esfuerzo, o de si en verdad está presentando una situación general ligeramente edulcorada, aunque sea realista en muchos puntos.

Cuarón toca estos temas y otros como la ya mencionada diferencia de clases sociales del país, pero también, la discriminación, la libertad de opinión o los estereotipos sociales o la crisis política y económica y el ambiente de crispación existente en el país en aquella época, esto último mostrado través de las manifestaciones, revueltas y agitaciones en ciertos momentos de la película. No ahonda en ello porque su mensaje es positivo: a través de Cleo, prefiere mostrar el amor inherente al ser humano, llorando esta por una hija a quien no quería y salvando y amando a los hijos de otros. Sin embargo, es un optimismo moderado: aunque sea considerada de la familia, al final del día sigue siendo la criada, y socialmente no tiene ningún privilegio añadido.

Cuarón ha volcado absolutamente todo lo que tenía en Roma. Ha juntado con solvencia una historia del día a día con unos temas bien presentados. Se le nota el amor y empeño en cada plano, en cada sonido. Tras ganar el Óscar por Gravity, con Roma se termina de confirmar como uno de los grandes realizadores del medio.
davidgvidal
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6
5 de diciembre de 2018
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Crítica originalmente escrita por mí en https://destinoorphanikiv.wordpress.com/2018/12/05/mi-obra-maestra/

“Para ser un artista de éxito es necesario ser ambicioso y egoísta. El que hace arte porque no sabe hacer otra cosa tiene una especie de discapacidad.”, decía en uno de sus extremadamente sinceros diálogos el personaje interpretado por Luis Brandoni, el pintor en decadencia Renzo Nervi. Y es que tal y como ocurría en películas anteriores del director, Gastón Duprat, el arte es vista como una industria cruel y mercantilista en la que las cualidades que hacen notoria a cierta obra artística sólo es mostrado para conseguir vender el cuadro de turno al mejor postor. Eso provoca que Renzo y todos los artistas, en cierto modo, compitan agresivamente por su sustento, pero Renzo, ya sea por la industria como por su propia misantropía, es una caricatura de lo que fue décadas atrás. Confinado a una ruinosa casa de la que no puede pagar el alquiler, transita trastornado su vida clamando al viento su grandeza pero sin vender una sola obra, sin avanzar a la vez que el tiempo. Su único contacto y apoyo es su marchante de arte, Arturo (Guillermo Francella), que le brinda su amistad aparentemente casi de forma unilateral debido a los trastornos elitistas.

Uno de los grandes problemas de Mi Obra Maestra es que no parece tener un rumbo claro o temática definida. Ahonda en su crítica a sistema de comercio del arte y a su movimiento de carácter pecunario, pero es dispersa durante la obra y poco sutil. En cierto momento de la película, también toca el concepto de la eutanasia con una aproximación interesante al querer darse debido a autoconscientes limitaciones mentales y vitales, y no tanto debido a limitaciones físicas, como en Million Dollar Baby (Clint Eastwood, 2004) o Mar Adentro (Alejandro Amenábar, 2004). Sin embargo, la película no se la llega a tomar en serio y prácticamente se convierte en parte del humor negro presente en la obra.

El punto que podríamos catalogar como céntrico en la película es la relación de amistad entre los dos protagonistas. Con grandes interpretaciones de los dos actores, la química existente y las realistas interacciones entre ellos dotan de una inusitada vida a la película. Son dos personajes con una caracterización amena y marcada, con un desarrollo decente durante la obra. Chirría sin embargo la incuestionable amistad de Arturo por Renzo, dado que no tenemos contexto tangible de esa amistad que dura décadas. Aún así, es mejor que recurrir a múltiples y convenientes saltos en el tiempo, que hubieran alterado el notable ritmo y dinámica de la película. Es posible que el personaje de relevancia más flojo sea el encarnado por Raúl Arévalo, que parece una caricatura de un niño bien que busca lavar su autoimpuesta culpa primermundista mediante un tour de pobreza por las américas. Llama la atención su incorruptible unidimensionalidad al ser una persona buena por el simple hecho de ser buena, un personaje cuya mera existencia fuerza la trama a avanzar a su final, pero su personaje como tal no llega a ser desarrollado en ningún momento.

Mi Obra Maestra es una obra inconsistente. No tiene un rumbo fijo, por lo que trata varios temas, además de su propia sátira, con superficialidad y su final carece realmente de consecuencias, pero explora mejor la amistad, sus límites y el vínculo que puede unir a dos personas. Su ocasional comedia negra está bien colocada y elegida, aunque a veces resta fuerza a posibles momentos dramáticos. Irregular en cuanto a estructura, bien en cuanto a ideas y actuaciones y correcta en ejecución, salvo la mencionada superficialidad y algún giro de trama previsible. Estamos ante una obra que pone su foco en los personajes y cómo interactúan más que en la propia sátira que podría haber pulido y ocupado el eje central, pero sin duda el resultado es entretenido y disfrutable.
davidgvidal
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