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España España · Granada
Críticas de Kikivall
Críticas 2,037
Críticas ordenadas por utilidad
7
4 de mayo de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Harry Tasker (Arnold Schwarzenegger) es un agente especial que hace una doble vida que su esposa Helen (Jamie Lee Curtis) desconoce, creyendo que su marido es un representante comercial de ordenadores normal y corriente. Ésta empieza a aburrirse de su anodina vida e incluso hace un intento de relacionarse con un fanfarrón vendedor de coche usados que se hace pasar por un avezado espía. Harry, con todo su bagaje de gran agente, se ha de emplear a fondo para salvar su matrimonio. Cuando Helen descubre la verdadera profesión de su marido, excitada por la novedad, decide ayudarle a acabar con un comando integrista que planea un sangriento atentado.

"Mentiras arriesgadas" es una de esas películas con la que te lo pasas bien. Tiene un guión muy entretenido, con aventuras de todo tipo y escenas cómicas que hacen de esta cinta una historia sencilla, sin calentamientos de cabeza, pero muy recomendable para disfrutar de Arnold Schwarzenegger y Jamie Lee Curtis, junto al resto del reparto, amén de una dirección bastante aceptable y unos efectos especiales de primera. Y además, inserta la trama la confrontación de sexos, el aburrimiento marital, el terrorismo internacional y sobre todo, la acción, una acción que por momentos es trepidante.
Kikivall
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9
10 de marzo de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El filme “El estanque dorado” es una cinta que trata sobre la vejez y las relaciones intergeneracionales de manera magistral y conmovedora. Narra la historia de un matrimonio de edad avanzada interpretado por Henry Fonda y Katherine Hepburn, que pasan sus vacaciones en un hermoso lugar llamado el Estanque Dorado. Norman, que siempre ha sido una persona capaz y activa, tolera mal los impedimentos que le supone ser ya una persona de edad avanzada, con un proceso de demenciación incipiente pero evidente. Su mujer trata de restar importancia a estas pequeñas contrariedades, apoyando y ayudando en todo momento a su esposo.

En un momento dado, de manera inesperada aparece Chelsea, la hija de los Tayler magistralmente interpretada por una pujante Jane Fonda. Y en esta parte de la historia se reeditan las tensas relaciones que siempre han existido entre padre e hija. A la par, tras quedar el hijo de la Fonda, el nieto, un joven animoso al cuidado de los abuelos durante unos días en los que su madre se ausenta con su actual pareja, permite también escudriñar en el rico y sensible mundo de las relaciones entre los abuelos y los nietos.

La trama está espléndidamente contada por el Director Mark Ryder, que obra con oficio y bien hacer en esta película donde los platos fuertes están en las interpretaciones de la Hepburn y de Fonda, lo que en su momento les hizo merecedores de sendos Oscars de la Academia de Hollywood.

Pero sobre todo, la película rezuma ternura porque describe de manera sentida y sin tapujos la época de la vejez, el afrontamiento con las dificultades en la última fase de la vida, el enfrentamiento con la posibilidad de la muerte. El Director no cae en sensiblerías y hace que la trama fluya libremente. Muchos espectadores podrán, tras ver este film, descubrir que la vejez es una etapa más de la vida, con sus pérdidas y sus ganancias, con sus avatares y sus momentos felices, con momentos de ternura y amor. La vejez, tan vilipendiada, es tratada en este filme con respeto y profundo sentido de la realidad. En resolución, muy recomendable.
Kikivall
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10
7 de marzo de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atrapado en el tiempo es una película maravillosa. Tiene buen guión, excelente dirección, magnífca interpretación, montaje perfecto para mantener la atención de manera permanente... y más. Pero sobre todo es un a película para quedarte pensando una semana al menos.

Un filme rebosante de ideas, de filosofía, de carga ética, sirve para que nos identifiquemos con la situación, o sea, con cómo sería nuestra vida si la pudiéramos reeditar, atiende a nuestras fantasías más añoradas, nos hace reír y, en definitiva, no nos deja indiferentes.

Bill Murray está genial y Andie McDowell está encantadora.

Anoche la volví a ver en TV por enésima vez y grité: "¡Viva la marmota!, ¡viva la vida!"
Kikivall
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8
30 de septiembre de 2018
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es un documental sobre Jorge Mario Bergoglio, conducido por la sabia mano de Win Wenders, documental que habla desde unos pasos atrás (breves), antes de ser elegido Papa, el número 266 de la Iglesia Católica. El mundo quedó sorprendido de esta elección por ser el primer papa suramericano. También por ser el primer Papa jesuita, una orden ‘avanzada’ y por lo común en la vanguardia. Y también Bergoglio es el primer Papa que elige el nombre de Francisco, en honor a uno de los santos más emblemáticos de la cristiandad: el humilde, pobre, conciliador y gran revolucionario-reformador Francisco de Asís (1181-1226), que a partir de una experiencia mística decidió vivir toda su vida en suma pobreza, a lo que unió su amor intenso y sentido por la naturaleza toda: la “Hermana Tierra”.

La dirección de Win Wenders sabe recoger, dentro de su tradición documental, los momentos cumbre del papado de Francisco, un hombre con una enorme capacidad de comunicación y un carisma inapelable idóneo para transmitir el valor de la caridad con tal potencia de sensibilidad, que hace llorar a los más curtidos políticos del senado Norteamericano, y por supuesto a muchos espectadores que van a la sala a ver esta vibrante cinta. Un Papa que mira fijamente a la cámara seduciendo al espectador como seduce a sus feligreses e incluso los que no lo son; e igual ocurre a lo largo y ancho del mundo, en sus viajes y prédicas. Francisco defiende y manifiesta su amor por los pobres, menesterosos y excluidos, muestra su preocupación por la Tierra a la que califica como la más pobre entre los pobres, dado el mal trato que recibe de un hombre endiosado que la sobreexplota y desatiende. Y se muestra tajante contra los pedófilos en el seno de la iglesia, en ocasiones amparados por el poder.

El director alemán hace una larga entrevista al Papa, marcada por el contrapunto constante de su acción pastoral en el mundo, sin réplica al entrevistador, en la que Francisco muestra su gran magnetismo y credibilidad en cuanto dice (“un hombre de palabra”). Es tan franco y directo Francisco, que por momentos puede parecer que Wenders retrata la vida de un santo, como que hiciera de hagiógrafo de un hombre que canta verdades indiscutibles, que dice lo que siete y piensa, y que tiene siempre su sonrisa dispuesta cuando abraza a niños o tullidos, o atiende a las multitudes. Papa que rompe con las frases hechas y los lugares comunes y que cuando se acerca a los más frágiles entre las multitudes que le veneran, lo hace de verdad. Un Papa poco común.

El guion también de Wim Wenders está bien organizado y en las dos largas entrevistas con Francisco, Wenders presenta a un hombre de enorme tolerancia, que explica lo más profundo desde territorios de sencillez, con llaneza y naturalidad, para que hasta un niño lo entienda.

Película que deviene ineludible reflejo del poder de seducción de un hombre que es líder de millones de católicos en el mundo y que incluso va más allá de las fronteras del vaticanismo. Esta es la razón esencial de un Wenders en este film que, de forma sobria, nos ofrece un íntimo acercamiento a Francisco sin mediadores e incluso casi sin pantalla. Es la película de un respetuoso admirador del personaje, que se expresa en una entrevista que no deja asomar sombra de duda tras los discursos que filma durante más de una hora y que a veces –lo digo como anécdota- contradice las palabras del Pontífice: “Habla poco, escucha mucho”. Pero bueno, esto es cine documental, tampoco podemos pedir una entrevista plagada de réplicas y contra-réplicas cuando además, lo que el Papa dice son aportes que pueden ser universalmente aceptados, salvo por los ‘mal nacidos’: no a la exclusión, cuidado del planeta Tierra, no a las armas de destrucción masiva, apuesta por los pobres, el inexcusable valor de la mujer en el mundo, labor de reforma y la contra por parte de los círculos más conservadores del Vaticano, etc.

La filmación acaba cuando el Papa Francisco apela a algo que la Iglesia y el cristianismo en general han tenido casi siempre fuera de la esfera del apostolado e incluso de su tradición: ¡el humor! No hay más que recordar la novela de Umberto Eco o el film de basado en la misma, “El nombre de la Rosa”, del director Jean-Jacques Annaud (https://www.filmaffinity.com/es/user/rating/559502/288865.html). Pues bien, por fin un Papa hace gala de su excelente “humor” citando la oración del Buen Humor de Santo Tomás Moro, que empieza así: “Concédeme, Señor, una buena digestión / Y también algo para digerir”.

Es una cinta que recoge el testimonio de un Papa comprometido con su prédica, lo cual se expresa en su propia vida y hechos, en el mensaje cristiano del amor a Dios y al prójimo. El amor por encima de todo y los pobres por bandera.
Kikivall
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7
19 de febrero de 2023
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nadie negará que el director sueco Ruben Östlund, con apenas 48 años, es un cineasta meritorio y suertudo, pues con sus dos últimas películas: “The Square” (2017) y la que ahora comento, ha obtenido igual o más premios que algunos de los grandes genios del cine, ya en edad provecta y al final de su carrera. Entre estos premios están dos Palmas de Oro en Cannes y varias candidaturas al Oscar.

El título de este filme se refiere a las arrugas del entrecejo que muchos/as modelos se operan, para no amilanar a los compradores con un aire de preocupación o severidad. Cuenta la obra, en tres actos, la complicada relación de Carl (Dickinson) y Yaya (Dean), y las aventuras y desventuras en un crucero de lujo.

I. El primer episodio vale como prólogo al dulce penar de dos cuerpos perfectos, los de una pareja de jóvenes modelos. Con una gloriosa e incomodísima discusión en un restaurante entre ambos sobre quién paga o deja de pagar, quien gana más, etc., que acaba a duras penas en una discusión bizantina referida a el rol femenino y masculino.

II. En el segundo capítulo, tras la Semana de la moda, Carl y Yaya son ya una pareja consolidada de modelos e influencers, que son invitados a un yate en un crucero de alto standing donde los pasajeros compiten a ver quién tiene más dinero.

No tardan en hacer su aparición, amén de otros personajes pintorescos, el capitán del buque, un americano marxista encarnado por un Woody Harrelson de excelencia; y un oligarca ruso liberal y antimarxista, personaje sensacional encarnado por un brillante Zlatko Buric. Se escuchan frases puntiagudas entre ambos personajes como esa en que se dice: "La diferencia entre uno de izquierdas y uno de derechas es que el primero ha leído a Marx y el segundo lo ha entendido".

Una pareja de viejecitos británicos que se han hecho millonarios vendiendo granadas y minas antipersonas, una aristócrata francesa que obliga a toda la plantilla de trabajadores a bañarse… Östlund mete a la sociedad capitalista y de clases -siempre hay alguien más abajo que tú- en un barco y la abre en canal.

Y mientras la tripulación brinda todas las atenciones necesarias a los ricos invitados y atienden incluso a los antojos más peregrinos de estos millonarios estúpidos, nuestro capitán, ebrio, se niega a salir de su cabina, a pesar de los ruegos del segundo de a bordo y la jefa de personal, pues es inminente la célebre cena de gala que él debe presidir. Cena que con la zozobra de la tormenta da lugar a una escena bastante larga en la que una panda de ricos egoístas e idiotas vomitan y se vomitan entre sí, defecan y otras lindezas: un festival escatológico de altura.

Y es en estos pasajes cuando uno puede recordar “La gran comilona” (1973), de Marco Ferreri, ; o “El ángel exterminador” (1962) o “Viridiana” (1961), las dos de Buñuel. Vómito sobre vómito.

Los acontecimientos toman un giro inesperado por una tormenta que pone en peligro el confort de los pasajeros y además hay bombas y asalto de piratas.

III. En el episodio tercero y final, el barco naufraga tras una grandiosa explosión. A una isla supuestamente desierta llega a duras penas un contingente de los pasajeros y tripulación. La única que sabe pescar, cocinar, apañárselas y adaptarse a la inclemencia de la situación es la limpiadora filipina del barco (De Leon) que, de golpe y porrazo, se hace con el mando. El equilibrio de poder se invierte.

No manda por el dinero, como antes con los antojadizos y cretinos turistas de lujo. La limpiadora filipina, que horas antes limpiaba sus vómitos, se alza como poderosa matriarca tomando el mando por su capacidad para mantener la supervivencia de una pandilla de inútiles cuyos Rolex, joyas y dinero no sirven para buscar alimento o encontrar cobijo.

La filipina será también la que se va a “beneficiar” a Carl, el muchacho bonito, el influencer y modelo, para tormento y celos de su novia Yaya. Ahora ella ejerce el poder y puede disfrutar, como los ricos antes, de ciertas ventajas, sobre todo alimenticias y sexuales. Y en este punto cabe también asociar y recordar, de Luís Buñuel: “El discreto encanto de la burguesía” (1972), en esta era “Supervivientes”; igualmente recuerda a “Parásitos” (2019), de Bong Joon-ho. Östlund vuelve a ejecutar al capitalismo.

El reparto es importante. Para conectar con la estupidez de los personajes y la capacidad de los actores para traspasarla tenemos a Harris Dickinson y Charlbi Dean, la volátil pareja joven (ella, la actriz, falleció el verano pasado); un Woody Harrelson desmelenado y en su salsa es el capitán marxista y beodo del barco; el croata Zlatko Buric es el impresentable ruso, el Emperador de la mierda (fertilizantes); y la filipina Dolly De Leon, es la pieza que pone finalmente a todo el mundo frente a sus contradicciones.

Digamos que Östlund disecciona a los influencers, los hombres deconstruidos, el feminismo, la lucha de clases, los juegos de poder, el sexo como botín, el marxismo, la opulencia, el abuso de poder, el esclavismo y tantas cosas más que el director ataca con tanta mala uva que al final hay que aplaudir y decir ¡chapó!

Tragimedia divertida, ácida, brutal y sarcástica que arremete sin piedad a una parte al menos de la actual sociedad del dispendio y el exceso. Mucha acidez, genialidad también, causticidad a raudales, surrealismo y verismo a la vez.

En suma, película insurrecta y políticamente incorrecta. Una crónica, a través de la sátira, de las miserias del capitalismo silvestre.
Kikivall
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