"Fin de Siglo" No se puede entender, excepto que seas homosexual y habites en estos tiempos sumido en sus realidades. Ciertas películas de género, adoptan roles heteros, cuyos argumentos simplemente son trasladados, con lo que se alejan del cine de orientación LGTB. No es el caso...

En este trabajo dirigido por Lucio Castro, nos encontramos con la radicalidad y dureza de los comportamientos habituales entre gays, donde la frialdad de las relaciones (la mayor parte de ellas mecánicas e insatisfactorias) escasamente pueden ser comprendidas por el público en general.
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Refleja con acierto el submundo, en ocasiones oscuro y distante, donde lo que cuenta es la inmediatez. Aborda temas atemporales de la comunidad, conflictos, miedos, desarraigos, así como los escasos anclajes que surgen en contadas ocasiones.

Posee esa fuerza que en los inicios de la década de los 70, pude hallar en títulos, como LUNA DE PAPEL o VERANO DEL 42.

Los personajes de EL SEDUCTOR, se manifiestan con rotundidad, La tranquilidad del lugar se ve comprometida, ante la llegada de John McBurney, un cabo herido perteneciente al ejercito de La Unión. Destaca la dureza de Geraldine Page, que sucumbe a sus necesidades al igual que alguna de las señoritas de la escuela, que se encuentra enclavada en el lado Confederado.

Existe una parte onírica en las escenas de pasión; realizadas con exquisitez; no se extravía en los detalles, siempre atravesados por una impecable realización de Don Siegel, el cual tenía perfectamente definido su objetivo.

Jenna Coleman interpreta con solvencia el retorcido papel de Liv, la esposa engañada que busca una salida perversa a la situación que atraviesa su matrimonio. Existe una actuación maquiavélica y sinuosa, que contrasta con la de Oliver Jackson-Cohen, por un desliz con una compañera de trabajo, finalmente descubierto.

Los capítulos se suceden mientras esperamos el giro que de sentido a todo lo que con acierto se relata; buena fotografía e interpretaciones acertadas.

Roberto, amiguete de esta página, criticó algo que creo le recomendé... y bueno, está en otro momento vital. Yo necesito vivir en una subida de azúcar continua, por lo menos durante un tiempo... y esta película cumple.

Dylan Sprouse es atractivo, conjuga su masculinidad con ternura, algo complicado, que suele dejar a una u otra de lado; aquí ambas se equilibran, en uno de esos productos románticos que tanto gusta a un público concreto.

Banda sonora ambientada con temas conocidos que desatan emociones fácilmente.

No es una película brillante, pero posee cierta sensibilidad... Sus inicios me recordaron al cine de Marco Berger, alojado en miradas y elocuentes gestos.

Basada en una historia real, la película juega con elementos tradicionales... tal vez en cierta manera manidos, aunque he de admitir que gestionados con pericia y bien resueltos.

Existe en ella una lectura de desesperanza, enseñanzas sobre el desprecio gratuito, el daño innecesario... la ausencia de felicidad, o esos instantes de satisfacción esquiva.