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España España · Barcelona
Críticas de reporter
Críticas 629
Críticas ordenadas por utilidad
8
29 de mayo de 2014
34 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otro día a tachar en el calendario... y poco más. El plan de hoy, idéntico al de ayer... y probablemente calcado al del mañana. ¿Qué le vamos a hacer? ''Es lo que hay.'' Al mal tiempo... a saber. Sin pensarlo, Juan (por ponerle un nombre al personaje) se viste, comprueba los mensajes que su móvil ha ido acumulando a lo largo de la noche, rapiña algo de la nevera y sale de casa, no sin antes haber efectuado las más habilidosas maniobras con tal de evitar cualquier contacto (físico, dialéctico, visual...) con su madre. Una vez fuera, lo de siempre, que no está tan mal, ojo. Reunión semi-improvisada con los colegas. En el banco del parque de toda la vida. Hoy parece que sólo faltan dos. Da igual, ya aparecerán, y si no, ellos se lo pierden. Al fin y al cabo, aquí se está la mar de bien... ¿no? Es decir, ¿qué mejor sitio en el mundo que este rinconcito? ¿Y qué si hay pocos otros sitios a los que ir? ¿Y qué si a uno no le queda otra alternativa más allá de la de pudrirse aquí?

Hablemos de España, donde cualquier sueño de prosperidad lleva muerto desde hace mucho tiempo, o si se prefiere, lleva enterrado en el más increíble de los mitos. Esto es así, para ponerle fecha a la efeméride, desde hace aproximadamente ocho años. A partir de ahí empezó el ''Es que la cosa está muy mal'', el ''Está jodío' el asunto'', el ''¿Qué le vamos a hacer?, es la crisis'' y el ''Nada que hacer aquí''. No es país para jóvenes. 'Hermosa juventud' (título que todavía no se sabe si responde a un incremento repentino y dramático en la acidez del discurso o a un ataque de esperanzadora sinceridad), es el nuevo trabajo de uno de los cineastas más valiosos de nuestra querida cinematografía, últimamente tan marginada (¿casualidad?) en los grandes festivales. Hablando de... Jaime Rosales presentó en la Sección Un Certain Regard de la 67ª edición del Festival de Cine de Cannes (¿por qué demonios no le han permitido hacerlo en la Competición Oficial?) el que seguramente su mejor filme de su carrera. El más ambicioso, seguro.

La premisa es aparentemente sencilla (seguir el día a día de Natalia y Carlos, una pareja de veinteañeros de bajo estrato social que sobrevive, como puede, y por así llamarlo, en el Madrid actual), pero exige un esfuerzo colosal para que pueda llegar a adquirir un verdadero sentido. Vuelve Rosales ''el intruso'' en su mejor versión; vuelve esa especie de ente al que no se le escapa ningún detalle; el que se niega a concederse cualquier momento de flaqueza. El observador no se conforma con pegarse a sus víctimas (sin que ellas se enteren de dicho acoso, importante), sino que además se aferra a todos los detalles; a todos los gestos, y los exprime hasta dejarlos secos. Como si de una bestia insaciable se tratara, el director y guionista se alimenta de sus propias creaciones, brillantemente interpretadas por Ingrid García-Jonsson y Carlos Rodríguez, a quienes tendríamos que preguntar en qué parte de su -impecable- trabajo empieza la actuación y en cuál sigue la prolongación natural de lo que debe ser muy cercano a sus respectivas vidas.

En las bromas más espontáneas, en las broncas más contundentes, en los detalles que nos hunden en la depresión más incurable y en aquellos que por el contario hacen que esta puta mierda de vida que se nos ha dado sea, a fin de cuentas, el regalo más valioso. También en los balbuceos, en las estupideces y en el argot callejero... Rosales lo capta y lo entiende todo. No es feísmo, tampoco son amaños preciosistas (mucho menos arrebatos pornográficos), es que ''la cosa está así''. Es que simplemente en algunos pocos días la vida te sonríe, y en otros dos días se porta como una inmisericorde zorra. El espíritu neorrealista renace, a 24 imágenes de whatsapp por segundo, en el corazón de un país que se desangra: 'Hermosa juventud' es un drama profundamente humano... e inseparable del entorno y las circunstancias donde ha nacido. Por cierto, tanto los economistas como los filósofos de hoy en día opinan que en este mundo ultra-globalizado, las naciones que van a salir adelante van a ser aquellas capaces de ofrecer a su población un más completo y mejor marco (de oportunidades) en el que poder desarrollarse como individuos.

Volvemos a nuestro hogar y... ''Sin comentarios''. Lo sabemos nosotros, lo sabe el director y por lo visto lo saben también sus personajes, convertidos en personas ((en mayúsculas)... convertidas, a las primeras de cambio, en reflejo perfecto de su entorno. Y se rompe así una de las más inamovibles normas del cine de Rosales: la de la rutina rota súbitamente por el más violento y contundente de los golpes. Aquí ''las horas'' del día a día se ven constantemente interrumpidas (o marcadas) por la vida misma. Hablamos de la híper-contextualización (en una realidad vampiresca y caniblizadora), no como un recurso sádico, sino como la única herramienta para alcanzar un compromiso (total) para con un momento dramático que, al menos, y no es poco consuelo, ya tiene una imprescindible película con vocación generacional a la que acudir en momentos de máxima necesidad. Todo en ella atrapa por su veracidad. ''Los lunes al sol''. Y los martes, y los miércoles, y los jueves, y... Algo así como la reedición de aquel tan inspirado Fernando León de Aranoa, solo que dedicada a la gente a la que todavía le queda mucho por vivir. Y ahora sí, hablemos todo lo que queramos sobre el cine español. Por favor.
reporter
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8
20 de octubre de 2008
33 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde hace tiempo, cuando Hayao Miyazaki estrena una película, me invaden sensaciones contradictorias. Por una parte es maravilloso asistir al espectáculo de un genio que año tras año ha conseguido que su nombre sea ya un sinónimo de excelencia. En cambio, dada su ya avanzada edad, es inevitable no pensar en que ésta sea quizás la última ocasión en la que nos deleite con su desbordante imaginación. Sea como fuere, lo que hay que hacer cuando se nos brinda un gozo de tales magnitudes es vaciar nuestra mente, acomodarnos en la butaca y dejarnos transportar a los mágicos mundos trazados por este soberbio maestro.

La palabra clave aquí es “trazar”. En pleno auge de la animación creada por ordenador, Hayao Miyazaki se convierte en una figura romántica que se resiste a abandonar los principios de la vieja escuela. Él afirma que sigue confiando en el poder del pincel frente al de la “electricidad” (nótese que en ningún momento habla de “computadoras”… es auténtico incluso con eso). El resultado salta a la vista: sus películas son un auténtico retorno a nuestra infancia. Y si además el filme está descaradamente dirigido al público infantil, la experiencia es todavía más entrañable. Porque así es ‘Ponyo en el acantilado del mar’, una revisión de ‘La Sirenita’ en la que reinan la bondad y la exquisitez visual.

Curiosa la decisión de adaptar ese clásico de la factoría Disney, sobretodo teniendo en cuenta que jamás ha logrado desembarazarse de las desafortunadas comparaciones que le llegaron a poner al mismo nivel que el mítico animador americano. Porque una cosa hay que tener clara. Y es que en absoluto se le puede considerar como el “Walt Disney nipón”, pues a mi entender él está por encima de su homónimo. Está mucho más avanzado en cuanto a lo que ideología se refiere (dan prueba de ello por ejemplo los constantes y logrados mensajes ecologistas y feministas que se extraen de la mayoría de sus películas), su trazo es mucho más agradecido con los pequeños grandes detalles y domina un sinfín de registros: desde la violencia sin tapujos de ‘La princesa Mononoke’ hasta la más tierna inocencia en la inmejorable ‘Mi vecino Totoro’.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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7
3 de diciembre de 2010
33 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Prostitución, drogadicción, inmigración ilegal, esclavitud, alcohol, sexo, muerte... no, no es otra -estúpida- entrega de ''Callejeros'', es la nueva película de Alejandro González Iñárritu. ¿Qué diferencia hay entre una propuesta y la otra? En apariencia no demasiada: ambas plantean un casi interminable repaso a la enciclopedia de miserias humanas, que si algo nos ha enseñado la experiencia, no anda precisamente ligera de peso. Pero si escarbamos un poco, veremos que en realidad el primer producto no tiene absolutamente nada que ver con el segundo. Uno hace de la mierda su alma mater. Fin. El otro se fija también en lo más bajo... pero para demostrarnos que incluso en lo más feo; en lo más asqueroso (a todos los niveles) puede encontrarse algo bonito. En ínglis, biutiful.

Vuelve pues con la pilas cargadas uno de los miembros que componen esa Santísima Trinidad mexicana también conocida como Tequila Connection. Vuelve Alejandro González Iñárritu... sin Guillermo Arriaga. Por si la sinopsis del filme no desprendía suficiente morbo (admitámoslo, en cierto modo a todos nos gusta ver el sufrimiento ajeno desde la comodidad de una butaca de cine, y que levante la mano quien no piense igual... ¿nadie? Gracias), con 'Biutiful' se escribe el presunto último capítulo de una de las relaciones de amor-odio más sonadas que nos ha dado el séptimo arte en los últimos años.

Como son adultos, han decidido dejar las riñas para los más jóvenes, y emprender cada uno su propio camino. Así pues, mientras el famoso guionista se sitúa lejos de la ''tierra quemada'', el famoso director decide hacer una visita a Barcelona. La capital catalana está de moda y no para de guiñarle el ojo a una industria cinematográfica ansiosa por sumergirse en sus calles, adentrarse en sus edificios y diseccionar a sus habitantes. Con el recuerdo aún presente de la muy discutida 'Vicky Cristina Barcelona', 'Biutiful' nos brinda una versión de la ciudad condal muy alejada de la visión idealizada, romántica y romanticona que en su día ofreció Woody Allen. Ahora estamos en las antípodas del esplendor modernista, de la bonanza adinerada de Pedralbes o del agradable ambiente modernillo de Gràcia.

El único punto en común entre la película del de Nueva York y el de Ciudad de México es la ligera -y puñetera- sospecha de que las autoridades quizás no dejaron actuar con plena libertad a los artistas. Y ahí lo dejamos, por escasez de pruebas sólidas y sobre todo por falta de ganas de entrar en terrenos demasiado pantanosos. Lo importante es que Iñárritu en ningún momento busca la postal, busca el escenario perfecto para depositar en él un pedazo de su alma... y su alma es muy oscura, pero llena de vida. La excelente fotografía de Rodrigo Prieto le tiene la medida tomada a estas pulsiones feístas y preciosistas del cineasta. Resultado: una ciudad gris, sucia, casi apocalíptica, fantasmagórica... y bella. En ínglis, biutiful.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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8
16 de febrero de 2012
30 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llega a la ciudad que nunca duerme un viajante despistado que no conoce nada del país en el que se encuentra. No obstante, a los pocos minutos de pasear por sus calles se da cuenta de que se hala con toda seguridad en una de las urbes más importantes del planeta. Al llegar a un sitio llamado Times Square, ya no tiene ninguna duda al respecto: está en la capital de la Tierra... quizás del universo. Nueva York, dicen que se lama, y en ella caben todas las maravillas imaginables. Parques gigantescos, rascacielos cuya cumbre tapan las nubes, tiendas que no podrían vaciarse ni en cuatro vidas, luces de neón que dan un colorido inconfundible al asfalto... Es el mejor sitio del mundo, y un lugar ideal para sentirse solo.

Precisamente por sus calles el viajante solitario se cruza con un sudoroso neoyorquino del que no se diría que padece dicho mal. Hace footing a altas horas de la madrugada en una conocida avenida. Salta a la vista que acaba de mantener relaciones sexuales con una chica despampanante... y que seguramente vuelva a tenerlas cuando vuelva a su casa, que sin duda se tratará de un apartamento lujoso con vistas impresionantes sobre la ciudad. Quizás practique estas actividades para descargar tensión tras un arduo día de trabajo en el que se habrán conquistado nuevas metas profesionales, ayudando así a la empresa en la que trabaja a ser un poco más exageradamente poderosa. Cualquiera pensaría lo mismo: ¡Qué poderío!

Pero Steve McQueen (el director, no el actor), no se lo cree, de modo que decide desenfundar su arma más letal (la cámara, por supuesto) y seguirle allá donde vaya. A los pocos minutos de estar con él, llega a la conclusión de que efectivamente, no serían pocos los que harían cola para ponerse en su lugar. Al menos a simple vista, pues a veces la fachada esconde una realidad terrible, y éste es el caso. Brandon Sullivan, exitoso hombre de negocios, cuyo piso está abarrotado de muebles y aparatos carísimos, y cuya cama nunca llega a enfriarse... está solo.

Así, las reuniones de trabajo en las que se mueven millones de dólares, son tan pobres e intrascendentes como el vagabundo que le pide limosna cada mañana cuando sale de casa. Las chicas conquistadas y los elaborados cócteles degustados en las noches locas de fiesta con sus amigotes saben respectivamente a fruta podrida y a ceniza. No valen nada. Del mismo modo, el hecho de que su contestador automático eche humo no significa que pueda decirse lo mismo de su vida social. Todo lo contrario, al haber éste cortado comunicaciones con cualquier ser remotamente querido... hasta que uno de estos, quizás el que más, llame sin previo aviso a la puerta de su piso.
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reporter
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3
22 de abril de 2008
34 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Henry es un joven panoli/agente del FBI que acaba de volver a casa después de un largo tiempo en una misión secreta. Marty Durand es su madre, una rebelde sin causa que ha abandonado su antigua faceta de desperdicio humano para adoptar la de putón verbenero, que mola más (aunque en el fondo preferíamos a la de antes). Emily la verdad es que pinta poco en la historia, pero como es la prometida del bueno de Henry, le permiten acomodarse durante unos días en la acogedora residencia de los Durand. Y por último está Tommy. Es la monda. Es ladrón -en serio, es ladrón- de obras de arte y su idea de causar buena impresión a sus nuevos amigos es llevárselos de copas a un tugurio donde se dan cita los más distinguidos miembros de la mafia albanesa. Lo sé y lo avisé: el tío es la monda lironda.

Con todos estos elementos, la fiesta está servida. Ya sólo hace falta desconectar el cerebro durante la hora y media de metraje y listos! Si es que ocho de cada diez médicos recomiendan fervientemente una pequeña ración de “encefalogramaplanyl” a la semana. No hay nada mejor para desconectar. Y a Dios pongo por testigo que con ‘Mi novio es un ladrón’ la dosis mínima recomendada de tan preciada sustancia está más que garantizada. Así que repito, a desconectar el cerebro durante un ratillo y a reír en los dos únicos chistes buenos que hay en la película -sí, hay dos gags decentes- por aquello de que el de al lado no se percate que nos hemos quedado fritos durante la proyección, que es algo feo.

Y bromas aparte, aunque el título de la cinta se empeñe en demostrar lo contrario, el material con el que trabaja el director y guionista George Gallo no es tan malo como parece. Al principio se podría esperar una simpática comedia familiar, o incluso una parodia decentilla sobre espías (y para demostrar que no miento, que conste que hasta se intenta homenajear a cintas como ‘Mentiras arriesgadas’!). Es más, Antonio Banderas no está del todo mal, y el joven Hanks apunta buenas maneras. Pero ni con esas. Cero patatero. No hay nada a lo que agarrarse.

A medida que avanza la trama y se van sucediendo las “bromas”, la probabilidad de mejora se reduce. Mientras, el cabreo va en aumento. Pero quizás lo más preocupante sea que a estas alturas todavía exista gente que permita a Meg Ryan erigirse como la protagonista principal de una película. A esto se le llama jugar con fuego. Y quien juega con fuego se quema. La actriz lapida el poco crédito que le debía quedar y consigue convertir una presunta comedia en un dramón de moco y pañuelo. En efecto, por si no había suficiente con todo lo demás, verla hacer el payaso, intentando en vano en cada toma arrancar una sonrisa al espectador, es uno de los espectáculos más tristes -y a la postre patéticos- de la temporada.
reporter
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