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España España · Madrid
Críticas de Juanma
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Críticas 111
Críticas ordenadas por utilidad
7
3 de junio de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida inesperada, segundo largo de Jorge Torregrossa, con guión de Elvira Lindo, deja mejor sabor de boca de lo que nos temíamos. Para esta historia de dos primos que se reencuentran en la ciudad de las oportunidades por excelencia, Nueva York, centrada en remarcar las bondades del individuo y en hacer hincapié en la tragedia personal que puede suponer madurar de golpe y porrazo y entender que aquello por lo que tanto luchabas jamás llegará a ser un sueño hecho realidad, Torregrossa parece haberse chutado de lo mejorcito de la comedia dramática norteamericana, con Frank Capra como referente espiritual y el clasicismo de Rob Reiner y Nora Ephron como probeta donde operar. La mezcla les sale bastante bien a Lindo y Torregrossa, significando para ambos La vida inesperada un cambio de signo bastante elocuente de la madurez y la experiencia adquiridos, proporcionando al espectador un producto de sólido andamiaje, sin costuras, perfectamente equilibrado en su mezcla de comedia y drama, que genera una película verdaderamente amable y deliciosa, tan apta para la taquilla como podría serlo cualquier producción norteamericana de la misma índole, a las que ésta tiene poco que envidiar, en su factura y su puesta en escena, principalmente, por no hablar de la magnífica música compuesta por Lucio Godoy y Federico Jusid, pero también en el alcance de su sensiblera narración.

El problema en La vida inesperada es que no logra superar a sus bien reconocibles referentes y puede ser tildado de una copia españolizada de la típica comedia edulcorada y con moraleja hecha en Hollywood. Eso es porque, si bien Torregrossa y Lindo han absorvido de una forma bastante precisa y ejemplar todas las virtudes de ese género en sí mismo, también han dejado colarse en su criatura sus más acérrimos defectos. A La vida inesperada le falta algo de acidez, un punto de mala uva o, simplemente, costumbrismo que la ubique como una película de identidad claramente española y no por ser patriota, sino porque a lo largo de su metraje el humor que mejor le funciona a la cinta es precisamente el más autóctono (el personaje de la madre a la que da vida, en permanente videoconferencia, una enorme Gloria Muñoz). En La vida inesperada se desperdicia mucho el juego que podría haber dado la relación de opuestos de los dos protagonistas, que podría haber generado una especie de homenaje a otra grande de la comedia americana, La extraña pareja (The Odd Couple) (1968), de Gene Saks, y se peca además de ofrecer una visión absolutamente ilustrativa y, por momentos, idealizada de la vida de un extranjero en la capital del mundo, por mucho que las penurias de la misma se dialoguen a menudo entre los personajes. A su favor, de nuevo, La vida inesperada obsequia dos encantadoras interpretaciones de su pareja protagonista, un conmovedor Javier Cámara y un modélico Raúl Arévalo, además de permitir a Carmen Ruiz lucirse a gusto en un papel francamente mágico. Eso, y un cameo de nada menos que Maribel Verdú.
Juanma
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2
18 de febrero de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Van a tener razón aquellos que afirman que es mucho más difícil hacer reír que hacer llorar. Y si no, que se lo digan a Roberto Santiago, director y guionista de esta Sólo para dos, comedia que bebe sin disimulo de referentes clásicos para contarnos lo que muchas otras muestras del género ya nos contaron: el típico enredo de amores y desamores, de fidelidades e infidelidades, de equívocos y aciertos que se establece entre un grupo reducido de personajes. Sí, sí, eso que lleva décadas siendo motor y razón de ser de buena parte de la producción cinematográfica adscrita al género que más instantáneas adhesiones establece con el gran público. Un género que, dado el número de muestras verdaderamente remarcables e inolvidables que podemos mencionar de las llegadas en los últimos tiempos, las tan imprescindibles obras maestras de la comedia, no pasa por su mejor momento. El Cine Español posee una larga tradición en esto de abordar los conflictos sentimentales de unas determinadas parejas desde una óptica ligeramente desenfadada, sin embargo, hace tiempo que la comedia nacional no se adentra en tales derroteros precisamente por la saturación y desgaste evidente que padeció la fórmula a lo largo de la década de los noventa.

Por esta razón, Sólo para dos emerge como un oasis en el desierto, tratando de aportar un punto de frescura al secarral en el que habita la comedia de enredo nacional. Sin embargo, pese al puntual gozo que pueda suponer el recuperar para la gran pantalla un patrón que creíamos asfixiado por culpa de la reiteración y la casi nula capacidad para dotarlo de elementos mínimamente originales que manifestaron algunos de sus artífices tiempo atrás, la existencia de un producto como este en la cartelera deviene bastante innecesaria. En primer lugar, porque Santiago, en su doble labor de guionista y director, se muestra torpemente capacitado para desmarcar su película del grueso de producciones que degradaron al género hasta convertirlo en un chabacano vodevil exagerada e irrisoriamente erotizado, cumpliendo a rajatabla con las normas establecidas para este tipo de tramas tanto en el acartonado y esquemático dibujo de los personajes, como en la descripción y trenzado de las situaciones. Dada esta fidelidad hacia el modelo, Santiago anula en su película toda posibilidad de sorpresa, facilitando con ello que la puesta en pie de los equívocos que hacen avanzar la película y sus posterior desarrollo desluzcan por su alta previsibilidad.

Pero el problema no está en que Sólo para dos se ajuste tan impersonalmente a los cánones conocidos, pues a estas alturas resulta casi imposible encontrar un producto de género que no sea ampliamente reconocible en virtud de sus referentes. El gran hándicap de la película estriba en que ni aún jugando con elementos de contrastada efectividad tanto en el apartado narrativo como también en la construcción de una competente puesta en escena, de inconfundible aire clásico aunque sin lograr evitar cierto deje televisivo, de sitcom con posibles, Roberto Santiago da en la diana de lo que ha de ser una comedia, en cualquiera de sus variantes: la risa. Sólo uno de los gags, si me apuran dos, pero no más, consigue su propósito. El resto se suceden por la pantalla altamente desangelados, aportando un puntito de ligereza a toda la función, lo que evita el tedio, pero sin lograr aportarle un mínimo de interés a una película que, en definitiva, se halla falta de verdadero punch, de auténtica chispa, de una más que necesaria garra corrosiva para impactar como debiera. Situaciones y chistes mal escritos o directamente alargados, lo que conlleva su correspondiente pérdida de efecto, por no hablar de algunos literalmente desfasados (el relativo a los tríos parece rescatado de una cinta de Mariano Ozores) y escenas mal estructuradas, con altibajos en el tempo del todo inadmisibles en una comedia, podrían ser las principales causas del desastre.

Del que, mal que nos pese, tampoco se libran unos intérpretes que no aciertan con el tono, ni en su propio trabajo con el texto ni con el de sus compañeros de reparto. Martina Gusmán tira de mohínes y tics varios para hacer gracia con su personaje de mujer en perpetua crisis sentimental, mientras su compatriota Nicolás Cabré opta por hacerlo todo 'a lo grande', recurriendo a aspavientos varios que pueden colar según el momento y más por su indiscutible encanto personal, el cual tampoco le ayuda a soliviantar la nula química que posee con Gusmán. La parte española del reparto tampoco sale bien parada, siendo una discreta Dafne Fernández la que menos vilipendio merece: Antonio Garrido y Santi Millán formarían un competente dúo cómico si no fuera porque ambos reinciden en la archiconocida y arquetípica representación de sus más conocidos registros y tipos. El desequilibrio interpretativo habrá que achacárselo, en última instancia, a un Santiago que aquí ha defraudado las expectativas que en el pasado hubiéramos podido tener sobre él como uno de los más funcionales y edificantes artesanos de la comedia española, en virtud del oficio del que Sólo para dos carece.

http://actoressinverguenza.blogspot.com
Juanma
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7
10 de abril de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
"¿Quieres que se haga justicia o demostrar que tienes razón?". Para cuando uno de los personajes secundarios de Tesis sobre un homicidio, de Hernán Goldfrid, le hace esta pregunta al protagonista, es ya bastante tarde para que uno, en primera persona, sea capaz de responder, mentalmente, a semejante cuestión de manera objetiva. Lo mismo le ocurre al personaje interpretado por Ricardo Darín, que en esas, decide responder con el silencio y una mirada incómoda, que delata el orgullo, el amor propio completamente atacado, herido. A nosotros, ahí, nos duele también el orgullo. Tal es la identificación que sentimos con ese abogado retirado, ahora prestigioso profesor de Derecho Penal, que obsesionado con un crimen ocurrido en la universidad, decide investigar por su cuenta, convencido que el asesino es uno de sus propios alumnos y que su motivación no es otra que ponerle a prueba. Tesis sobre un homicidio acierta de pleno al optar por contarnos la historia desde el sujestivo y muy subjetivo punto de vista de un personaje que, admitámoslo desde el principio, de no estar interpretado por quien lo está, no alcanzaría tremendo efecto en el espectador. Darín, sobrio, impecable, ínfinítamente matizado, proverbialmente expresivo, es el alma, el motor y la estructura base de Tesis sobre un homicidio. Sin la magistral capacidad de la estrella argentina para, tras los primeros minutos de metraje, haber desaparecido por completo dentro de su hermético personaje sin dejar en ningún momento de traspasar la pantalla, conectar con el espectador y que éste empatice hasta el paroxismo con su rol, toda la trama de la película parecería ridícula por su obviedad. Y no queremos decir con esto que estemos ante una película obvia, aunque hay que reconocer que su giro final no es nada espectacular, al modo habitual de otras cintas del mismo género venidas desde USA, algo que también, este humilde servidor agradece, por su manifiesta honestidad.
Así, nos inmiscuimos en Tesis sobre un homicidio llevados de la mano de un inconmensurable Darín y lo primero que nos llama la atención es una puesta en escena que rebosa sentido, lógica y no poca clase. A excepción de algún inserto algo videoclipero, donde literalmente nos metemos en la mente del protagonista, toda la película está planteada en lo formal de manera sobria, con algunas soluciones de cámara funcionales, sí, pero muy efectivas, y otras verdaderamente geniales (se me viene a la cabeza, la prodigiosa panorámica horizontal que establece un sugestivo juego con Darín, entrando y saliendo continuamente de campo mientras registra al completo toda su casa). Sobre esto, destaca la creación de un clima claramente oscuro, a pesar de la luminosidad de una fotografía convenientemente gélida, que enmarca toda la trama dentro de los márgenes del thriller psicológico, alejándolo del más que manido y facilón judicial o policíaco, dejándonos bien claro que cada detalle, cada nuevo descubrimiento, cada prueba incriminatoria hacia ese alumno aventajado al que da vida un correcto y verborreico Alberto Ammann (¿lo de su confusión de acentos es una marca dada por el director?), todo en la película, ocurre según el punto de vista de su protagonista, todo surge de su imaginación, de lo que él quiere ver o mirar o, en otras palabras, de lo que el director y su guionista quieren que veamos o miremos. Sólo dejándonos llevar por esta premisa, engatusados por Darín, causará Tesis sobre un homicidio el efecto deseado.

http://actoressinverguenza.blogspot.com
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juanma
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4
20 de abril de 2009
15 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con varios altibajos de ritmo a partir de la segunda mitad del metraje, así como algunas situaciones que no logran apartarse de los tópicos (mil veces vistos) y que pueden provocar cierta sensación de sonrojo en el espectador en esa segunda mitad, "Un buen hombre" queda grabada en la retina del espectador gracias al excelente duelo interpretativo que sostienen sus dos máximos protagonistas masculinos: un Tristán Ulloa contenido, frío, distante y espléndido, y un Emilio Gutiérrez Caba arrollador, verosímil, emotivo, impresionante (como debe ser norma en un intérprete de su talla). Ambos logran que esos momentos en los que el guión se desliza (involuntariamente, me inclino a pensar por ser un poco benévolo) no pierdan interés y la propuesta se cierre con resultados dignos, aunque los constantes "dejá-vu" puedan arruinarle su visión a más de uno.
Si algo ha de quedar de cara a la futura temporada de premios son, desde luego, las actuaciones de Ulloa y Gutiérrez Caba.
Juanma
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7
22 de abril de 2009
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
No va a ser la primera ni la última vez que se decida desentrañar las miserias de varios miembros de una familia y, menos aún, si esas miserias pueden ofrecerse ante el espectador en forma de espejos que proyecten sobre él la idea de que no hay edades ni momentos específicos para cada trauma, sino que éstos nos visitan cuando nuestra alma más lo necesita.
El director Carles Torras disecciona en su película "Trash" sentimientos como el miedo a la soledad, el abandono, el amor (roto, correspondido o no, encontrado) a traves de las vivencias en pocas horas (días) de tres miembros de una familia esencialmente femenina. A través de ellas, el director se pasea de manera impune por las necesidades del alma (no sólo femenina, sino humana), hincando el dedo en la llaga de esas heridas con no poca valentía y sí con mucha escasez de pudor. Para ello, se sirve de un efectivo realismo que incide a menudo en la truculencia debido a una cámara nerviosa (quizás el único pero del conjunto) y de una atención corrosiva a los rostros de sus actrices, todas ellas espléndidas, desde la que mayor protagonismo soporta, una Judit Uriach que es emoción a flor de piel (otra gran apuesta este año al Goya revelación), hasta la aparente simpleza, que no es más que dulce sencillez de Marta Solaz, pasando por la cercanía, delicadeza y aplastante fuerza que, en pocas secuencias, es capaz de desprender la mirada (y todo lo demás) de una Assumpta Serna gloriosamente recuperada para el cine español (favorita para este servidor al Goya a la mejor actriz secundaria el próximo año).
La parte masculina del reparto convence rotundamente también, aunque han de soportar la lectura más desagradable de la película: la de que los hombres son seres que hieren sin querer siempre y, casi siempre, llevados por la sinrazón de sus bajas pasiones (el personaje lésbico de Núria Prims -fantástica también- parece tener su razón de ser en la película como una especie de sentencia final e irremisible de esta idea).
En definitiva, una película con garra y fuerza, que va desarrollando una emoción soterrada desde el principio, que irá en 'crescendo' a lo largo de todo el metraje para, al final... quedar contenida casi de forma natural, invitando al espectador a una reflexión del todo gratificante sobre la condición humana y, más importante aún, la razón de ser de nuestras relaciones más íntimas.
Juanma
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