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España España · Valencia
Críticas de Sapristioca
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Críticas 54
Críticas ordenadas por utilidad
8
5 de febrero de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay algo que me gusta de las películas policiacas del cine francés; no sé bien lo que es. Hay algo que desde el punto de vista más subjetivo e inconsciente me atrae, me atrae tanto como me repele ciertos haceres del cine policiaco americano. En esta cinta hay un nexo común: el personaje del bueno de Auteil me recuerda (lo siento por los mitómanos/mitomaníacos) a Humphrey Bogart: cara de palo e incierta sonrisa, perdedor de aguante, bestia de corazón grande, bruto que no parece tener físicamente media hostia, amargura a raudales. Salvando las distancias del tiempo y de todo lo que se quiera. No hay ningún americano que me recuerde tanto a Bogart como Auteil.
Ya digo que es visceral. Porque en esta cinta hay maniqueísmo (que perdonábamos al cine negro americano de los cuarenta), quizá un exceso de pretenciosidad. Y una música que a veces está tan alta que molesta mucho.
Aun así, me lo he pasado en grande con la corrupción policial, con la grandeza de espíritu de Auteil y la perversidad de Depardieu, con el sufrimiento del protagonista, con el flojo compañerismo de los subordinados, con las secas y contundentes escenas de violencia (sin exceso de florituras), con el trasfondo francés. Ya digo, visceral. Ojalá hubiera más.
Sapristioca
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9
28 de febrero de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Haneke bucea en el dolor una vez más. Le interesa, como a muchos de nosotros, la génesis, el motivo, el objetivo del sufrimiento. El desarrollo del dolor que muchas veces tiene en la degradación de la dignidad humana su mayor exponente. Entonces, conceptos como humillación, indignidad, injusticia, arbitrariedad, perversidad, maldad, cobran la dimensión de inquietud en la mente de Haneke y, de esa inquietud, nace el arte.
Amor es una película lenta (en el magnífico sentido de la palabra), que mima sin ñoñerías los planos, los gestos nunca superfluos, el devenir en pendiente de la historia. Siempre me han gustado las películas donde la propia casa es un protagonista más, donde desde ópticas distintas vas conociendo pasillos, distribuidores, habitaciones, librerías, etc. desde todos o muchos de sus posibles ángulos. En Amor tenemos casa, mucha casa porque, para (imagino) horror de muchos, la película podría desarrollarse en un escenario teatral.
Poco voy a desvelar del argumento: a través de una enfermedad invalidante vemos la degradación lenta del enfermo, el cuidado amoroso, torpe, perplejo, del cónyuge; las perspectivas horrendas de la evolución prevista. Dónde va quedando …”nuestra” dignidad, nuestras esperanzas, nuestra misma consciencia. Haneke bucea en el dolor que supone el tránsito de la vida plena y llena de arte y belleza (la Bagatela de Beethoven, los cuadros de románticos paisajes, las fotos de un tiempo feliz: “qué bonita es”, “¿qué?, “la vida”), desde esa plenitud hasta la incontinencia, la amnesia, la pendiente sucia hacia el fin.
A partir de ahí, nuestras reflexiones: ¿dónde está el punto a partir del cual queremos seguir viviendo? ¿a costa de qué? ¿cuentan acaso las voluntades anticipadas, la propia voluntad de un enfermo para parar el sufrimiento?
Impagables las actuaciones de los dos olímpicos actores protagonistas, más allá de los gestos, sus miradas.
El giro brusco del Haneke más incontenible libera un final de premio.
Sapristioca
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9
5 de septiembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
He cambiado mi puntuación de esta película tiempo después de verla. Cuando leí el libro Los muertos, de James Joyce, hice mentalmente lo mismo. El "no pasar nada" del costumbrismo del relato (de todos los de Dublineses) es una falsa apariencia. Obviamente, este libro no es Ulysses, cuya adaptación cinematográfica sería imposible.
En Dublineses se ve lo que en Los muertos se lee, y eso es la gran maestría de un Huston enfisematoso, en silla de ruedas y portador de oxígeno: que el mismo trazo que describe con apariencia desapasionada Joyce se siente en la cinta; y es tan solo apariencia porque destila ternura, homenaje, cercanía, intemporalidad.
No sé cuántas vesces he leído el final; ni sé cuántas veces he visto el (ligeramente cambiado) final de la película. Cómo me he sentido traspasado por esa nieve que cae oblicuamente tras la ventana mientras el protagonista reflexiona en un monólogo interior (preludio de obras futuras) sobre la vida y la muerte, sobre sus sentimientos, sobre su esposa y aquel novio que dio la vida por ella. Cómo cae la nieve sobre toda Irlanda...y sobre los vivos y sobre los muertos.
Sapristioca
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7
13 de octubre de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta película hay delincuentes que van de un lado a otro en un tono de comedia que no elude la sangre.
Algo así recuerda el tono del Tarantino de sus mejores creaciones.
Toda la enmarañada historia, donde no hay un respiro ni de falta de ritmo ni de concesión a cualquier crítica (social, moral…y demás consideraciones), se adorna con impulsos de músicas diversas, bien metidas, y con particiones de pantalla, aceleraciones de imágenes, guiños de película de animación o cómic a ultravueltas.
El formato aparece como novedoso, aunque el fondo sea (una vez más) una historia rocambolesca de animaladas que hacen sonreír.
El ritmo es ágil y apenas, como digo, deja un momento para el respiro. La mezcla de risa y sangre funciona bien. Las caras conocidas de los actores principales están bien introducidas en sus papeles (qué bueno, Pitt, aunque doblar la película con acento y argot gitano del nuestro hubiera sido demasiado).
La historia contada desde la voz en off de uno de los protagonistas recuerda, no obstante el embalaje nuevo de la cinta, a los clásicos-clásicos, ya sea El crepúsculo de los dioses o Perdición (salvando las distancias, claro).
Creo que la sana (¿sana?) mezcla de los ingredientes está perfectamente realizada y la película brinda un entretenimiento de grueso calibre que no deja indiferente. 7'5
Sapristioca
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8
27 de enero de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de leer las buenas críticas de mis predecesores poco queda más por decir desde el punto de vista del análisis de esta película. Sólo intento describir lo que ha sido capaz de producirme como espectador que adrede no había leído nada de ella y conoce poco a Haneke. Dolor. Desde la más aséptica de las narraciones, desde la pura sucesión de imágenes, desde la nula expliación de los hechos, desde la ausencia de los razonamientos. Dolor. Porque para describir el vacío no son necesarios los razonamientos, las explicaciones.
Me gustan y agradezco los detalles técnicos (planos fijos, escasos travellings, ausencia casi completa de música), pero la suma de todo ello inconscientemente llega al poco analítico o versado como el despliegue brutal de una historia en pendiente que nace en la fría descripción de una vida familiar, anodina como tantas, y se desarrolla sin concesiones ni aclaraciones. Hay momentos clave (en esa expresión buscadamente fría, pero sumamente eficaz), como el llanto incontenible de la mujer en el tren de autolavado o la mirada fija de la niña que parece asumir todo de una forma escalofriante.
Descripción desnuda del vacío de una sociedad que ha perdido hace tiempo los argumentos de su potencial felicidad.
Sapristioca
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