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Críticas de Gabi Oldman
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Críticas 96
Críticas ordenadas por utilidad
2
19 de diciembre de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando M. Night Syamalan surgió de entre las grandes promesas de Hollywood allá por el año 1999, con la alabada, y por otra parte algo sobrevalorada, “El Sexto Sentido” nadie podía imaginar que su obra caería en picado desde ya su siguiente película, “El protegido”, tan sólo un año después. Y es que el cineasta hindú ha parecido siempre estar más concentrado en dar giros inesperados en los argumentos de sus películas que en hacer cine.

“La joven del agua” trata de una ninfa que aparece en la piscina de un bloque de apartamentos. La película se nos presenta así como un cuento de hadas adulto que pretende hacernos pensar, reír, llorar, entretener e, incluso, pasar algo de miedo, y todo ello en un mismo pack y al mismo precio. Y es éste el principal error de la película: en ocasiones los refranes tienen razón, y el Sr. Shyamalan no conoce el de “quien mucho abarca, poco aprieta” o tiene una visión de él mismo como cineasta demasiado buena. Porque al pretender hacer algo así, no es de extrañar que los géneros acaben por confundirse, y confundirnos, encontrándonos durante el metraje con escenas dramáticas que dan risa, escenas cómicas que hacen llorar, y escenas de presunto terror que rozan el ridículo. Abro paréntesis; esa estúpida manía de este director, repetida en varias de sus películas, que es capaz de conseguir cierta atmósfera inquietante y cae de bruces y sin red en cuanto aparece el primer “monstruo”, quitándole toda la seriedad que pudiese tener; cierro paréntesis.

También, por supuesto, hay hueco para la fantasía, pero el director se olvida de que no todo vale, y que dentro de cualquier imaginativa, por muy absurda que sea, tiene que existir una lógica: no se puede plantear una historia donde los perros son verdes y de repente aparezca uno azul, por poner un ejemplo.

Un guión lleno de lagunas en el que ninguno de los personajes se sorprende ni pregunta nada, todo pasa porque sí, y donde la mayoría de ellos sobra, están de relleno o para cubrir esas escenas de dudoso humor. Del reparto sólo se salva Paul Giamatti, de suerte el protagonista, que pese a presentar pasajes que producen vergüenza ajena, es el único que encaja en esta historia. En cuanto a Bryce Dallas Howard, tan sosa como su padre cuando actuaba, nos deleita con una interpretación digna de estatua de cera: una ninfa que se pasa más de la mitad del film atontada, que no asustada, fuera del agua y que, llegado un punto, se convierte casi en una heroína de acción.

Puede que esta historia contada a niños pequeños para irse a dormir, como el propio Shyamalan afirma haber hecho con sus hijos, esté muy bien. Pero como película puede que esté muy bien para que los hijos de Shyamalan se vayan a dormir.
Gabi Oldman
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7
7 de febrero de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Salir de una guerra para entrar en otra guerra. Jacques Audiard, director que ya ha traído buenas muestras de drama social como Un profeta (2009) o De óxido y hueso (2012), relata aquí una profunda reflexión sobre la inmigración, cruda, muy cruda, y verosímil, que puede valer como cura de la visión occidental que se tiene del extranjero.

Una película, bajo la visión del miedo del protagonista, que viaja de la guerra civil de Sri Lanka hasta las peligrosas afueras de París junto a una mujer y una niña que hará pasar por su familia. De esta forma se puede entender el comportamiento de cualquier persona que tiene que dejar su país y adaptarse a otro cuyas condiciones no son tan buenas, ni diferentes, a las de su origen y lidiar una guerra más personal pero no menos peligrosa contra aquéllos que lo ven como un peligro sólo por su color de piel.

El protagonista, interpretado por el debutante Antonythasan Jesuthasan quien hasta ahora era escritor y había tenido una vida paralela al personaje de la película, algo que dota de mayor credibilidad a la cinta, formó parte de los Tigres de Liberación de Eelam Tamil, en continua guerra con el gobierno central, y también huyó a Francia.

Una guerra de 30 años, finalizada en 2009 de la que, como en todas las guerras donde el capitalismo no tiene nada que aprovechar son invisibles para el mundo occidental. De todo ello se desprende la llegada de un ser desconocido para Europa, donde es rechazado y en el que ha de sobrevivir como sea.

La marginalidad y el hecho de encontrarse solos obligarán a los tres protagonistas de la falsa familia a crear un vínculo para protegerse de su nuevo hábitat. Así aparece el peligro en forma de clan mafioso, con su habitual gángster en arresto domiciliario al que no le caen demasiado bien los extraños.

Una película que funciona como bomba de relojería que en cualquier momento puede estallar. La tensión, a pesar de algún altibajo, se mantiene constante durante todo el metraje hasta un epílogo inevitable que no lo da todo por perdido.
Gabi Oldman
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7
4 de febrero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seis historias independientes con un denominador común: la violencia, y de cómo el cordero ha de convertirse en lobo para matar a otro lobo. Y así lo muestra el relato-cortometraje y los títulos de crédito iniciales.

Con un guión muy inteligente, de diálogos rápidos y directos, lleno de irónico humor negro, se nos presentan una serie de personajes que son llevados hasta el límite de su tolerancia, justificando de alguna forma la chispa que engendra la violencia y las consecuencias de tomarse la justicia por su mano.

Una serie de casualidades en pleno vuelo, un amargo encuentro en un restaurante de paso durante una noche solitaria, un conductor que se encuentra al diablo en la carretera, un humilde ingeniero experto en explosivos con algunos problemillas con la burocracia, un millonario que debe salvar el nombre de su familia a base de talonario y una novia que descubre el engaño el día de su boda. Son éstas las seis historias que, bajo título propio, componen un film cuyo punto fuerte se encuentra en una potente y firme narración, in crescendo, cercana al mejor cuento breve sudamericano, que te mantiene en vilo incluso en los momentos menos creíbles. Momentos inverosímiles que son salvados gracias a las interpretaciones, todas ellas, pero sobre todo las de los protagonistas, que encajan perfectamente en su papel.

Érica Rivas borda a esa novia despechada, contagiándonos su locura y sed de venganza en la más divertida de las historias, pese a que su explosión final no esté a la altura del resto. Por otro lado, vamos descubriendo los escrúpulos del padre millonario, interpretado por Óscar Martínez, que navega en un barco de ratas. En una tercera historia, Ricardo Darín consigue desde el primer fotograma la empatía con el espectador, al más puro estilo de ese ciudadano tranquilo llamado Jack Lemmon, guardando las distancias y sin menospreciar al actor argentino. Leonardo Sbaraglia, en la que es la historia más redonda, con aire a road movie setentera, deja sus habituales papeles de guaperas inteligente, siempre bien interpretados, por el de un guaperas más humano cuya transformación y desenlace son lo mejor de la cinta. Julieta Zyllberberg está muy correcta como la desaborida y algo neurótica camarera, pese a que su relato sea el más desaprovechado. Y como prueba a todo esto, es que la aparición de un actor como Darío Grandinetti, auténtico depredador interpretativo, pasa casi desapercibida, en el mejor de los sentidos.

Relatos salvajes es una película que muestra empatía por el débil, crítica social y buenas dosis de humor negro. El pero, porque hay un pero, es que esa postura moral quede finalmente como postura y no como ideal de principios haciendo, como debería, literal el título del film.
Gabi Oldman
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7
31 de diciembre de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde mucho antes de La fuerza del cariño (1983) se nos ha mostrado, en el cine en este caso, lo sencillo que resulta tocar la fibra sensible de cualquier persona a base de tópicos lacrimógenos, a los que por motivos de empatía o miedo a la crítica se hacen muy difíciles de cuestionar. Niño huérfano y enfermo que al menos tiene una familia que le quiere, por poner un ejemplo.

En este caso, que por suerte no es el primero, se trata el tema de una enfermedad tan seria (y triste) como el cáncer desde los dos puntos de vista, cincuenta cincuenta, positivo y negativo, cargando más el primero al no recurrir en ningún momento a la lágrima fácil, incluso cuando ésta se asoma inevitablemente.

Así se nos presenta a un joven protagonista, muy bien elaborado, que a pesar de sus desgracias intenta mostrar siempre su mejor cara, interpretado por Joseph Gordon-Levitt que se erige como uno de los mejores actores actuales.

Le siguen una novia bastante egoísta y previsible, a la que presta su bonita cara, y poco más, Bryce Dallas Howard; y un incuestionable amigo que, pese a estar interpretado por el cansino Seth Rogen, con su típico afán de protagonismo e intentando ser siempre más gracioso de lo que puede, tiene buena química con Gordon-Levitt. Además de una Anne Kendrick que cumple con su papel de terapeuta, primeriza e inteligente, y una Anjelica Huston, como la madre protectora, que a estas alturas no necesita alabanzas.

Sin contar con lo previsible de la historia, que no tendría que tenerse en cuenta al no ser precisamente una película de Hitchcock, el film tiene como puntos más negativos algún que otro exceso del señor Rogen, la falta de crítica social y al sistema estadounidense, y algo típico ya en el cine indie americano como es ese acercamiento inicial a unas ideas liberales que después no lo son tanto.
Gabi Oldman
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7
6 de octubre de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Alfred Hitchcok hubiese vivido para contarlo, nunca habría hecho una película así. Si Alfred Hitchcok hubiese vivido para hacer su propia película, nunca habría existido, porque pese a que sus personajes fuesen tan retorcidos, e irónicamente desagradables como él, jamás se pondría su propia máscara. Y aquí reside la gracia, el chiste rocambolesco convertido en cine.

En manos de un Anthony Hopkins genial, cuyo juego de meterse en el cuerpo de personajes ilustres parece especialidad suya; desde Picasso hasta Nixon, pasando por un telefilmico Hitler; y que no le sale nada mal, nos muestra en esta ocasión al maestro del suspense que todos imaginamos, tan egocéntrico como tímido, socarrón y sarcástico, y que en ningún momento piensas en el actor, sino en el personaje que no es capaz de quitarse el traje, ni siquiera en sus labores de jardinero.

Bajo la batuta de un periodista, y a ratos guionista, llamado Sacha Gervasi, entramos en el mundo de lo que fue, o quizás no, la idea y ejecución de una de las obras maestras del suspense de todos los tiempos como fue “Psicosis” y de, sobre todo, su creador. Con una recreación digna de la época, y un reparto en estado de gracia, el Universo Hitchcock puede descansar tranquilo.

Aunque, a decir verdad, todos los biocpics pueden parecen iguales, pero como dice la canción “la vida es así, y no la he inventado yo”.
Gabi Oldman
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