Con un pulso magistral para el suspense, Stanley Kubrick nos brinda una inquietante película que explora en profundidad la complicada psicología de las relaciones de pareja. En Eyes Wide Shut se funde la fantasía del deseo con aquella oscura atracción que produce en nuestro subconsciente aquello que nos resulta ajeno y desconocido.

El despecho, los celos o la fidelidad hacia la pareja, son algunos de los temas que Kubrick pone en bandeja en esta fascinante película que nos descubre algunos de nuestros propios fantasmas que temen ver la luz. En Eyes Wide Shut la verdad y la mentira están separadas únicamente por un fino velo que resulta casi transparente, y todo se tambalea alrededor del delicado borde de aquello que separa lo real de lo imaginario.

Trabajo complejo de un Kubrick que nos muestra su faceta más personal. La ambientación de la película es inmejorable, seductora e intrigante, y en todo el metraje está presente la mano de Kubrick, que rinde tributo a su propia genialidad.

Gran película de Woody Allen, que nos hace reflexionar sobre la complejidad que tiene ese mecanismo híbrido de raciocinio y sentimiento que compone nuestra conciencia. Un hombre que se debate entre un apasionado amor imposible o la renuncia a él, con tal de acceder a la elitista alta sociedad británica de la mano de su esposa. Y es que es esta carencia de ética la que hace moverse a las personas tan en función de sus intereses, que en ocasiones sólo pueden hallar infelicidad en ese complicado laberinto que es nuestro corazón.
Una dirección perfecta. Una película clara, brillante y real como la vida misma, con un desenlace que culmina perfectamente la moraleja, y unos protagonistas que consiguen plasmar sin lugar a dudas la nueva genialidad que hervía en la cabeza de Woody Allen. Sus actuaciones están a la altura de la perfección del film, en especial la de Jonathan Rhys Meyers, que sin tener un papel extremadamente visceral, se luce con una actuación magistral en la que logra transmitir al espectador la indecisión y el cinismo de su mezquino personaje. No dejará indiferente a nadie, y a muchos les encantará. Yo soy uno de esos a los que les ha encantado, y por eso la recomiendo encarecidamente.

Hancock, el superhéroe, encaja en el perfil de tipo gruñón de buen corazón. Él intenta ayudar a la gente pero, debido a su carácter asocial y a un grave problema de autodominio, los sentimientos que despierta en la mayoría de los ciudadanos están bastante alejados del agradecimiento y la admiración. Esta situación cambia cuando se cruza en su camino con un publicista idealista y fracasado, que intentará hacer de él un nuevo hombre.

Hancock, como película, resulta ser una historieta hecha sin demasiadas pretensiones, de las que se conforman con mantener entretenido al espectador. Cuenta con un guión simple que pone en evidencia no pocos fallos, si bien es cierto que este experimento de superhéroe marginal está bien aliñado con unos cuántos golpes de humor acertados.

La presencia de Will Smith es la principal baza del film. Sin él, la película sería mucho más mediocre. Como ya es costumbre, el ya desencasillado Príncipe de Bel-Air nos deja satisfechos con su papel de contención, dando a la película la dimensión dramática que la salva de ser un fiasco absoluto.

Por otro lado, Smith también sabe explotar muy bien esa faceta cómica y chulesca tan suya, que resulta muy efectiva para crear empatía con el público. La sala de cine estaba llena de gente de todas las edades, y no nos engañemos: esta película no habría llenado salas (ni mucho menos) de no ser por Will Smith. Él es la estrella de esta producción comercial, con un papel hecho a su medida y para su lucimiento individual. No en vano es productor de la película.

Poco más se puede decir de esta película veraniega, simple pero simpática, y que al menos a mí me ha hecho pasar un buen rato en el cine. Para entretenerse y nada más.

Definitivamente, no es de sus obras maestras. Ni tampoco se puede catalogar de película profunda. Es una comedia inteligente y entretenida, en la que un bohemio pintor -con un pasado algo turbio- seduce con su pasional forma de ver la vida a dos turistas americanas, que van a pasar un verano a Barcelona por distintos motivos. Hasta ahí puedo leer.

Las he visto mucho mejores de Woody Allen. Woody Allen es un genio, sin duda. Pero desde Match Point (2005), que es una obra maestra absoluta y que sí tiene la profundidad de la que carece Vicky Cristina Barcelona, el cineasta neoyorquino ha sido incapaz de sacar a la luz otra de sus magistrales y complejas películas. Vicky Cristina Barcelona es un vano intento de rescatar el mejor cine de Woody Allen. Pero se queda en el intento.

Como comedia funciona. La mano del aclamado guionista y director se nota y nos regala no pocas sonrisas con sus situaciones esperpénticas, sus ingeniosos diálogos y su ácida crítica los prejuicios y la forma de pensar de las personas. El casting es de lujo. Atención a una Penélope Cruz que hace uno de los mejores papeles de su carrera. Javier Bardem en su línea: sobrio y convincente. Scarlett algo desaprovechada, luce más el palmito que no deleita con su interpretación, ya que a pesar de ser una buena actriz su personaje es bastante plano.

Por último, especial mención al papelazo de Rebecca Hall, que está excelente en su papel de Vicky, el personaje más creíble y conseguido de la película. Vicky es el único personaje del que sí se puede decir que aporta algo de reflexión a esta película de Woody Allen, por su condición de mujer que se debate entre el amor seguro y racional, frente al entregarse a una intensa pasión que podría poner en jaque su corazón y todo aquello por lo que había luchado. No puedo evitar extraer un analogismo con el conflicto interno del personaje de Jonathan Rhys Meyers en Match Point, que debe decidir entre una vida opulenta y aristócrata con una mujer de la que no está enamorado, o una vida sencilla junto a la mujer que ama.

A pesar de quedar por debajo de las obras maestras del delicioso cineasta, Vicky Cristina Barcelona es una comedia muy entretenida y divertida. Es inteligente y tiene un nivel de calidad muy por encima de la gran mayoría de comedias que se estrenan cada año. La propuesta de Woody Allen es seductora, pero aquellos que hayan seguido con atención la trayectoria del cineasta neoyorquino saben que el incombustible Woody Allen puede darnos mucho más.

Una película que fuí a ver sin muchas expectativas, llevándome una grata sorpresa. Buena interpretación por parte de Ingrid Rubio y Nawja Nimri, sembrada de detalles sutiles y de calidad, y muy bien pulida hasta el más pequeño matiz. Parece que por fin los films españoles salen del pozo de lo cutre en el que estaban sumergidos. Gracias a personas como Alejandro Amenábar, Jaume Balagueró, y otros nuevos talentos de nuestro cine, nuestro país goza de una generación de guionistas y directores dispuestos a romper con los tópicos y las malas costumbres que hacían de las películas de producción nacional un mal chiste. Por poner un ejemplo, Trastorno goza de un sonido de calidad, con unos buenos efectos sonoros que acompañan al suspense y a la acción, algo de lo que rara vez podemos disfrutar con nuestras películas, y la voz de los actores se oye alta y clara, como sucede también en Darkness de Balagueró, y no como en la mayoría de las películas españolas, en las que uno se tiene que esfrozar para enterarse de qué demonios están hablando los personajes, y aún así no se queda ni con la mitad.
A parte de estos detalles técnicos que están por encima de la media, la película entretiene y se pasa en un suspiro. El guión mantiene la tensión de principio a fin; durante todo el visionado el espectador está con aquella inquietud de no saber qué es lo que pasará, y sufre pero en el buen sentido, sin necesidad de caer en las vísceras ni el gore, ni el retrato del sufrimiento de las personas. Es una película de intriga, con una historia no muy elaborada pero sí convincente, que tiene sus sustos, sus momentos de tensión, y con muchas sutilezas que se pueden leer entre líneas, los guiños del director que el buen observador puede ver, lo cuál sorprende en una película tan modesta.
En definitiva, una película sin grandes pretensiones y de bajo presupuesto, hecha por gente que rebosa talento, y que pasará desapercibida ya que no se le dará la promoción que se merece, y durará poco en cartelera. Una película infravalorada más, entre otras tantas, y un buen ejemplo de cómo para hacer buen cine, no son necesarios grandes presupuestos, efectos digitales, ni despilfarros innecesarios. Únicamente bastan un grupo humano con talento, con ganas de crear e innovar, y que sepa contar una historia de interés, como en su día hizo un desconocido Quentin Tarantino con su notable Reservoir Dogs. Recomendable.