Biografía de Hildegarda von Bingen, una mujer intelectual y artista muy adelantada a su época. Bajo una cuidada ambientación del contexto histórico, se trata de un acercamiento complejo y multilateral al personaje, muy convincentemente interpretado por Barbara Sukova, del que se muestran sus dudas y contradicciones, a la vez que su fe y determinación. Un acercamiento austero y, casi diríamos imparcial, pero que mantiene durante todo el film un timbre emocional alto.
Los aspectos religiosos también son tocados, aunque no profundamente. Hildegarda destila humanismo y se desmarca de los intentos de control del Mal y la culpa mediante la represión y el autocastigo. La clave está en su frase "es la misma fuerza", esa que subyace en todas las manifestaciones del amor. Un pensamiento impensable en aquella época, para aquel que no bebiera de una fuente espiritual genuina, como lo hacía Hildegarda.

La publicidad hablaba de "una comedia desternillante", y quizá por ello, hasta la mitad de la película se me mantuvo esa molesta sensación de ver a Ben Stiller esperando un gag cómico que nunca llegaba... 
No, se trata de una interpretación dramática, muy bien encarnada por cierto, de un personaje con acusados rasgos psicopáticos, un carácter con unas defensas tan rígidas que es incapaz de salir de su egocentrismo patológico para relacionarse realmente con el otro. 
Pero, a diferencia del obsesivo-compulsivo de Jack Nicholson pintado en tono cómico en "Mejor...imposible", este film se empeña en analizar en serio a los personajes sin llegar a ser ser convincente, y por ello la historia no llega a involucrarte ni a entretenerte.     

Espectacular superproducción "a la oriental" que envuelve una historia de amores, odios y celos en el seno de la familia imperial en la China medieval. Aunque a mi no me gustan los despliegues no-realistas de este tipo de películas, reconozco lograda una magnificencia formal que debe ser vista en clave de montaje operístico y, en este sentido, tiene un indudable valor.
Pero lo principal es el aire de tragedia clásica, con ribetes de sofisticación oriental, que consigue transmitir al espectador una huella emocional bastante durable, casi diríamos" a pesar" del despliegue teatral que rodea la acción.

En esta cinta, Haneke nos muestra cómo la "sombra", aquellos sentimientos no permitidos por la moral imperante, se va desplegando como una "cinta negra" que sobresalta la vida de una pequeña aldea.
La trama es desgranada poco a poco, sin perder interés en ningún momento, a través de una magistral sucesión de imágenes que podrían haber sido extraídas de una exposición de fotografía.
Los personajes parecen esquemáticos, a veces casi sin vida, por su incapacidad de conectar con los sentimientos, fruto de la moralidad protestante que impregna su cultura. Una cultura sin amor, basada en el castigo e incapaz de perdonar.
Esta cultura autoritaria, la ley del Antiguo Testamento, máxima expresión de la ideología patriarcal, una ideología que produce monstruos, es la que el director ha querido retratar, y creo que lo ha conseguido. 
Pero, sería una interpretación demasiado restrictiva el pensar que estamos hablando sólo de un contexto concreto, de los orígenes del nazismo desde la época de los inicios de la Gran Guerra. No, la violencia y el rencor están en la condición humana, y el autoritarismo y la represión en la educación que lleva siglos tratando de encauzarlas.
Si el espectador puede pasar por "la cinta blanca", digamos, sin darse por aludido, sin conectar con su propia sombra a través de los personajes, sin reconocer su nazismo interior, es que la película no ha logrado su vocación de universalidad, su proyección al momento actual. Esto es lo único importante, lo que distingue una obra de arte de un ejercicio de salón, y en esto, Haneke, con su exceso de didactismo, falla. Por eso, aún estando ante una obra importante, no estamos ante una obra maestra.

Un intrigante thriller psicológico basado en hechos reales. Chris Cooper hace una gran interpretación del espía doble Hanssen, que vendió información confidencial a la URSS. El núcleo de la trama es la relación de confianza que el joven agente Eric consigue desarrollar en Hanssen con la misión de desenmascararlo. Una misión a la que el se entrega en cuerpo y alma pero, entre él y su jefe Hanssen va a surgir una relación que complicará las cosas.