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Críticas ordenadas por utilidad
8 de octubre de 2007
25 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Icono de la filosofía mod y llena de guiños a su forma de vida, fue convertida en película de culto por la legión de seguidores de los Who, Quadrophenia es, por otra parte, totalmente indigna al disco al que hace referencia, obra maestra del rock de los 70. Pretende seguir la linea argumental de la ópera-rock compuesta en su día, ese ambiente de lucha interna del protagonista por ser alguien en la vida, por sentirse identificado con su entorno y ese tono externo de la complicada situación de la Inglaterra de las tribus urbanas, de la expansión a gran escala de la drogadicción, que la transforma, incluso, en un icono de la pre-modernidad.
Pero todo lo bonito que pueda resultar esto en palabras, no lo es cuando es llevado a la pantalla. Salvo la escena inicial de la película, el espectador se encuentra inmerso en una vulgar presentación que tiene todos los visos de convertirse en una burda cinta teen más. Y lo es hasta el consabido viaje a Brighton, donde la cinta recupera las aspiraciones y retoma altura en su particular vuelo, se encamina más a la situación de angustia existencial del personaje, enmarañado en una serie de circunstancias que lo acompañarán hasta el momento de tomar la decisión final. A disgusto con el mundo y con su mundo, superado por todo lo que le rodea, se da cuenta de lo inútil de la postura de sus amigos y decide quitarse el disfraz, ser él mismo, Brighton lo ha cambiado para siempre. Porque él, que era mod para no ser como los demás, observa con cierta trsiteza el absurdo de subordinarse a un subgrupo, incluso al de sus propios amigos. Se desencadena, entonces, la brillante escena final con el gran desengaño y los blancos acantilados de Dover son, como al principio, testigo de un paseo destinado, en especial, al disfrute de nuestro oído, sin duda, el sentido de nuestro cuerpo al que Quadrophenia va a gustar más.
PD: Y me llama la atención el que me haya pasado por alto o haya desaparecido la personificación de Jimmy en los 4 Who, tal y como se hace en el disco con 4 canciones donde el personaje central se convierte en el alter ego de cada uno de los integrantes de la banda británica.
Pero todo lo bonito que pueda resultar esto en palabras, no lo es cuando es llevado a la pantalla. Salvo la escena inicial de la película, el espectador se encuentra inmerso en una vulgar presentación que tiene todos los visos de convertirse en una burda cinta teen más. Y lo es hasta el consabido viaje a Brighton, donde la cinta recupera las aspiraciones y retoma altura en su particular vuelo, se encamina más a la situación de angustia existencial del personaje, enmarañado en una serie de circunstancias que lo acompañarán hasta el momento de tomar la decisión final. A disgusto con el mundo y con su mundo, superado por todo lo que le rodea, se da cuenta de lo inútil de la postura de sus amigos y decide quitarse el disfraz, ser él mismo, Brighton lo ha cambiado para siempre. Porque él, que era mod para no ser como los demás, observa con cierta trsiteza el absurdo de subordinarse a un subgrupo, incluso al de sus propios amigos. Se desencadena, entonces, la brillante escena final con el gran desengaño y los blancos acantilados de Dover son, como al principio, testigo de un paseo destinado, en especial, al disfrute de nuestro oído, sin duda, el sentido de nuestro cuerpo al que Quadrophenia va a gustar más.
PD: Y me llama la atención el que me haya pasado por alto o haya desaparecido la personificación de Jimmy en los 4 Who, tal y como se hace en el disco con 4 canciones donde el personaje central se convierte en el alter ego de cada uno de los integrantes de la banda británica.
6 de abril de 2008
35 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es extraño que haya tanta controversia con esta obra pues no es ni más políticamente incorrecta ni menos graciosa que cualquiera del resto de grabaciones de esos genios que son los Python. Es extraño, también, que una de las críticas más repetidas sea la de su falta de cohesión y, por tanto, de sentido. Y digo que es extraño, puesto que los propios actores ironizan al respecto durante el metraje. En definitiva, y como corrobora su brillante final con la visita de la muerte para cortar los setos, la película no hace más que hablar del sentido de la vida, o más bien, de su sinsentido.
Desde la estructura de la historia de una vida humana, dividida en capítulos independientes, se hilvana una sólida metáfora sobre los estados de la existencia de una persona cualquiera, de una vida cualquiera. De eso trata, de nuestra locura, de nuestro absurdo, de nuestro sentido.
Reúnen lo mejor de los más grandes absurdistas de su siglo y lo traen a la gran pantalla, y añaden humor, del bueno. ¿Alguien da más?
Desde la estructura de la historia de una vida humana, dividida en capítulos independientes, se hilvana una sólida metáfora sobre los estados de la existencia de una persona cualquiera, de una vida cualquiera. De eso trata, de nuestra locura, de nuestro absurdo, de nuestro sentido.
Reúnen lo mejor de los más grandes absurdistas de su siglo y lo traen a la gran pantalla, y añaden humor, del bueno. ¿Alguien da más?
Episodio
1990
23 de marzo de 2009
25 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Miedo, miedo y soledad o miedo a la soledad. Amor y odio que se entrecruzan. Es Kieslowski un director al que le gustan especialmente los conceptos y en su particular y actual visión del decálogo judeo-cristiano hace especial hincapié en muchos de esos temas universales comunes a la vida de la mayoría de hombres y mujeres, pareciéndole interesar el viaje que éstos temas realizan desde su origen bíblico hasta su reescritura en la actualidad.
Decálogo 3 no es, pues, excepción a ello y se retratan con mayor o menor acierto cómo estos conceptos nos condicionan por completo a la hora de tomar decisiones.
Por otra parte, nuevamente nos encontramos con que las referencias religiosas marcan el entorno inicial de la película y es que no se le pueden restar importancia a éstas por muy nimias que sean, ya que son la base de la situación social que nos quiere transmitir el polaco. El hecho de que estemos en Navidad y la fuerte y arraigada tradición que esta fiesta tiene en el país es un hecho que impide que ésto sea pasado por alto.
Este hecho, las celebraciones navideñas y en especial sus decoraciones, es aprovechado por el director para ofrecernos su vertiente más estética. Luces de colores, reflejos en los cristales, exceso de flare en muchas ocasiones, encuadres sobrecargados de color con tendencia a la sobreexposición y tomas casi de lomografía dentro de la oscuridad general que reina en las películas de este Decálogo. Dicen que para cada capítulo utilizó un fotógrafo diferente con el objetivo de dotar de mayor fuerza creativa al conjunto de la obra y se puede decir que, realmente, se nota y, en este caso concreto, acierta de pleno.
En definitiva, otro discurso moral destinado a calar hondo en la, por aquel entonces, preocupada y deprimida sociedad polaca. Interesante planteamiento, buena puesta en escena y meritoria tonalidad estética (para los pocos medios con los que se contó para el rodaje) que no hacen mella, en absoluto, en la consistente carga dramática de la historia.
Decálogo 3 no es, pues, excepción a ello y se retratan con mayor o menor acierto cómo estos conceptos nos condicionan por completo a la hora de tomar decisiones.
Por otra parte, nuevamente nos encontramos con que las referencias religiosas marcan el entorno inicial de la película y es que no se le pueden restar importancia a éstas por muy nimias que sean, ya que son la base de la situación social que nos quiere transmitir el polaco. El hecho de que estemos en Navidad y la fuerte y arraigada tradición que esta fiesta tiene en el país es un hecho que impide que ésto sea pasado por alto.
Este hecho, las celebraciones navideñas y en especial sus decoraciones, es aprovechado por el director para ofrecernos su vertiente más estética. Luces de colores, reflejos en los cristales, exceso de flare en muchas ocasiones, encuadres sobrecargados de color con tendencia a la sobreexposición y tomas casi de lomografía dentro de la oscuridad general que reina en las películas de este Decálogo. Dicen que para cada capítulo utilizó un fotógrafo diferente con el objetivo de dotar de mayor fuerza creativa al conjunto de la obra y se puede decir que, realmente, se nota y, en este caso concreto, acierta de pleno.
En definitiva, otro discurso moral destinado a calar hondo en la, por aquel entonces, preocupada y deprimida sociedad polaca. Interesante planteamiento, buena puesta en escena y meritoria tonalidad estética (para los pocos medios con los que se contó para el rodaje) que no hacen mella, en absoluto, en la consistente carga dramática de la historia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
7 de enero de 2008
29 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto es así, o los amas o los odias. Y yo sigo enamorado de ellos desde la primera vez que esta película pasó por delante de mis ojos, hará ya más de 5 años, esa época en la que te ríes de casi cualquier cosa se terminó por completo, desde ese instante cualquier situación mínimamente cómica me resulta insuficiente en comparación al más tonto gag que hayan podido realizar.
Aunque acepto que no son perfectos ni mucho menos, que sus múltiples y psicodélicas idas de olla hoy en día quizá estén desfasadas, pero no lo está el resto de sus diálogos y dobles sentidos, el resto de sus absurdas y desternillantes situaciones. Monty Python, que ya se habían hecho un gran hueco con su muy británico humor de la pequeña pantalla, dieron un excelente paso adelante con esta parodia sobre la vida de Jesucristo y, por ende, de muchos de los cimientos que, queramos o no, sostienen nuestra sociedad actual. Ahí donde muchos ni siquiera han llegado todavía, ahí vivían estos genios, capaces de reírse de todo y de todos con una bruta sutilidad que incluso te hace enorgullecer.
Y es que Brian es mucho Brian, y mientras su madre se coloca la barba para asistir a las lapidaciones en mi mente todavía colea el narizotas, mientras Pijus Magnificus comienza su largo camino desde Roma hasta su descacharrante discurso final separándose así de su esposa Incontinencia Suma yo todavía me estoy riendo de los del maldito Frente Popular de Judea, ¡disidentes, disidentes!
Porque La vida de Brian es una bomba de gran alcance y, con el paso de los días, te das cuenta de que sigues mirando al lado Monty Python de la vida, porque estas joyas te alegran la existencia, porque esto sí es un buen clásico de Navidad.
Aunque acepto que no son perfectos ni mucho menos, que sus múltiples y psicodélicas idas de olla hoy en día quizá estén desfasadas, pero no lo está el resto de sus diálogos y dobles sentidos, el resto de sus absurdas y desternillantes situaciones. Monty Python, que ya se habían hecho un gran hueco con su muy británico humor de la pequeña pantalla, dieron un excelente paso adelante con esta parodia sobre la vida de Jesucristo y, por ende, de muchos de los cimientos que, queramos o no, sostienen nuestra sociedad actual. Ahí donde muchos ni siquiera han llegado todavía, ahí vivían estos genios, capaces de reírse de todo y de todos con una bruta sutilidad que incluso te hace enorgullecer.
Y es que Brian es mucho Brian, y mientras su madre se coloca la barba para asistir a las lapidaciones en mi mente todavía colea el narizotas, mientras Pijus Magnificus comienza su largo camino desde Roma hasta su descacharrante discurso final separándose así de su esposa Incontinencia Suma yo todavía me estoy riendo de los del maldito Frente Popular de Judea, ¡disidentes, disidentes!
Porque La vida de Brian es una bomba de gran alcance y, con el paso de los días, te das cuenta de que sigues mirando al lado Monty Python de la vida, porque estas joyas te alegran la existencia, porque esto sí es un buen clásico de Navidad.
29 de abril de 2008
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al más puro estilo Python y adaptando un ya existente musical, A Funny Thing Happened On The Way To The Forum reescribe de manera actual los tópicos de la comedia de situación clásica. Encontronazos inoportunos, suplantación de personalidades, coincidencias, reencuentros, sátira más bien burlesca... Elementos todos ellos condicionados por la capacidad inventiva del creador, que en este caso el mismo Aristófanes firmaría, o Menandro, o Plauto. Porque quien haya leído o visto la representación de cualquier comedia de la época, descubrirá en estos 100 minutos multitud de guiños y virtudes con las que aquellas contaban y que se conservarían en la literatura durante muchos siglos, aunque echará de menos coro y corifeo respaldando la acción.
Dejando de lado todo ésto, que puede resultar hasta cierto punto discutible, de lo que trata una comedia es de hacer reír. Como ya dije en su momento en mis críticas a cualquier pieza de los Python, entiendo que no lo consiga con todo el mundo, entiendo que llegue a aburrir o a parecer todo rematadamente absurdo y/o estúpido, pero no es mi caso. No sé si es porque he visto esta película demasiadas veces desde que era bastante niño (quién sabe lo que podía entender o no), pero años después la he vuelto a ver y me sigo partiendo la caja, desde la canción inicial hasta los títulos de crédito. Si hemos coincidido en que el objetivo era hacer reír, conmigo desde luego, lo logra y con creces.
Mención aparte merece el papel de Zero Mostel y el título de la película en castellano. El uno por conducir la obra de manera genialmente teatral (ni siquiera le harían falta las máscaras que antaño usaban), el otro por ser una de las estúpidas genialidades del humor patrio, que sólo podría ser superada por las brillantes mentes que en Sudamérica también dedican sus desorbitados esfuerzos a destrozar titulitos. Y es que esta película con su original pierde enteros, pues en los momentos en los que la comedia decae (la canción de amor entre los tortolitos es un soberano coñazo), uno puede pasar el tiempo recordando a los artistas que se estrujaron el cerebro, el hipotálamo y todas las palabras que se les ocurran acabadas en -céfalo, para pensar una frase con tan sutil ironía: Golfus de Roma. Sencillamente genial, tanto la peli, como el título.
Dejando de lado todo ésto, que puede resultar hasta cierto punto discutible, de lo que trata una comedia es de hacer reír. Como ya dije en su momento en mis críticas a cualquier pieza de los Python, entiendo que no lo consiga con todo el mundo, entiendo que llegue a aburrir o a parecer todo rematadamente absurdo y/o estúpido, pero no es mi caso. No sé si es porque he visto esta película demasiadas veces desde que era bastante niño (quién sabe lo que podía entender o no), pero años después la he vuelto a ver y me sigo partiendo la caja, desde la canción inicial hasta los títulos de crédito. Si hemos coincidido en que el objetivo era hacer reír, conmigo desde luego, lo logra y con creces.
Mención aparte merece el papel de Zero Mostel y el título de la película en castellano. El uno por conducir la obra de manera genialmente teatral (ni siquiera le harían falta las máscaras que antaño usaban), el otro por ser una de las estúpidas genialidades del humor patrio, que sólo podría ser superada por las brillantes mentes que en Sudamérica también dedican sus desorbitados esfuerzos a destrozar titulitos. Y es que esta película con su original pierde enteros, pues en los momentos en los que la comedia decae (la canción de amor entre los tortolitos es un soberano coñazo), uno puede pasar el tiempo recordando a los artistas que se estrujaron el cerebro, el hipotálamo y todas las palabras que se les ocurran acabadas en -céfalo, para pensar una frase con tan sutil ironía: Golfus de Roma. Sencillamente genial, tanto la peli, como el título.
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