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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3,333
Críticas ordenadas por utilidad
10
18 de febrero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Stella -la masajista de L. B. Jeffries-, describe la manera como quizás pudo haber actuado el hombre que, se especula, ha descuartizado a su mujer, Lisa Fremont -la encantadora novia de Jeff-, le reclama por ser tan descriptiva. Stella entonces pregunta: ¿Hay una forma bonita de contar un asesinato?

Es esta una buena pregunta, y la respuesta está muy bien plasmada en esta magnífica película que ha realizado Alfred Hitchcock, cuidando hasta el último detalle, con enorme sensibilidad, y rodando en un solo set con 31 habitaciones de las cuales, 12, se adecuaron debidamente.

L. B. Jeffries, es un fotógrafo profesional que se encuentra incapacitado tras la fractura de una pierna. Está a escasos días de que le sea retirado el yeso y pueda volver a trabajar, pero ya está harto de aburrimiento por la vida de prisionero que, en su pequeño apartamento, le toca llevar: Vive en un vecindario en el que, desde su ventana, puede observar la vida que algunos moradores llevan, pero no ha tratado a ninguno, no sabe sus nombres, y entonces, les identifica por conceptos que él mismo les ha puesto: Miss Torso, Miss Corazónsolitario, el Viajante, el Compositor… Limitado a ir de la cama a la ventana y de la ventana al baño, Jeff se ha vuelto un mirón… o quizás lo ha sido siempre y por eso se hizo fotógrafo.

Ahora pareciera que, como un imaginario espectador cinematográfico, mira diversas pantallas donde transcurren historias de diferentes géneros: el softcore de la sensual gimnasta (Georgine Darcy)… el drama de la mujer sin amor (Judith Evelyn), la comedia de la pareja que hace camping en el balcón (Sarah Berner y Frank Cady), el musical del pianista (Ross Bagdasarian)… pero todas son historias rutinarias hasta que, el hombre que riñe a diario con su esposa enferma (Irene Winston), se convertirá en El Misterioso Viajante y una trama detectivesca, de excelente suspenso a lo Alfred Hitchcock, va a iniciarse ante sus ojos… incluso, por un momento, “le parecerá” ver al director inglés en el apartamento del compositor.

La historia, basada en el cuento del prolífico Cornell Woolrich, “It had to be murder” (1942), tuvo con John Michael Hayes sustanciales agregados, siendo los principales, el jugueteo amoroso entre el fotógrafo inconforme e inestable y la fascinante y enamorada rubia, cuya carrera como modelo va viento en popa. Y como condimento, unos diálogos de precisas observaciones sociológicas, con apuntes de la más fina mordacidad y con un tono picaresco de una altura regocijante.

En la copia recientemente restaurada, vamos a poder ver, por fin, la prohibida y “caliente” escena de los muchos besos que, ahora con Grace Kelly y James Stewart, se hace rememoración de aquella otra inolvidable que ya Hitchcok había hecho, con Ingrid Bergman y Cary Grant, en la recordada “Notorious”. Kelly fue otra santa que pugnó por quitarse el hábito.

¡Cómo no hacer mención de Thelma Ritter (Stella)!, una gran actriz de reparto que solía ponerse a la altura de los protagonistas y no por nada fue nominada ¡seis veces! a los premios Oscar. Por su parte, Raymond Burr (Lars Thorwald, el viajante) es la suerte de cazador cazado, que, en la escena de los flashes, consigue quitarnos cualquier sentimiento de juicio que pudiera preservarse en nuestro corazón. Y creo que esto es lo que más me gusta de la película.

“LA VENTANA INDISCRETA” es la clase de obra que se disfruta plenamente en cada visionado.
Luis Guillermo Cardona
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7
30 de enero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Junto a “Cuarteto” y “Trio”, “Encore” (CADA VIDA ES UN MUNDO) culmina la trilogía de obras cinematográficas que, con magníficos cuentos del gran escritor, W. Somerset Maugham, se realizara en Inglaterra, entre 1948 y 1951. Presentadas de nuevo por él mismo, esta vez son tres historias que estuvieron en manos de los directores Pat Jackson, Anthony Pelissier y Harold French, respectivamente, y en las cuales habrá nuevas sorpresas y muy interesante lecciones de vida que, bien seguro, nos motivarán unas buenas sonrisas… y probablemente, una penosa vergüenza.

El primer cuento parodia la vieja enseñanza de Esopo y con el título invertido, “The ant and the grasshopper” (La hormiga y la cigarra), nos cuenta la historia de los hermanos Ramsey, de los que George (Roland Culver), es un hombre disciplinado y dedicado a su trabajo, pudiendo mantener un nivel social bastante respetable; mientras que, Tom (Nigel Patrick), es un “holgazán, inútil y disoluto” y va a verse abocado a trabajos de tercera categoría como recurso para presionar a su ya hastiado hermano. Pero una oportunidad va a llegar a su vida y Tom va a aprovecharla para sorpresa del mundo entero… porque a veces, con un buen canto, el universo puede sentirse complacido.

“Winter cruise” (Crucero de invierno) nos habla de un viaje en barco que realiza la señorita Molly Reid (Kay Walsh), una mujer inteligente y afable, pero que habla como una lora mojada, y pronto tendrá a los miembros de la tripulación -a quienes frecuenta durante el trayecto- a punto de hacerle un consejo de guerra… hasta que, al médico de a bordo (Ronald Squire), se le ocurrirá una ingeniosa idea y pronto sabremos quién alecciona a quien.

Tras estas afortunadas dosis de comedia, “CADA VIDA ES UN MUNDO” concluye con una dramática historia, “Gigolo and Gigolette”, en la que deberíamos alertar nuestro inconsciente, porque muy sutilmente, escritor y director van a involucrarnos en la poderosa lección que está latente en los hechos que aquí se cuentan. Se trata de una atractiva mujer, llamada Madame Stella (Glynis Johns, quien aparece también en un cameo en el primer episodio), quien, con la asistencia de su esposo, realiza un riesgoso espectáculo saltando desde una escalera de 24 metros de alto, hasta un tanque de agua de 1.5 metros de profundidad, cuya superficie es regada con aceite que es encendido en el momento previo a su salto.

Todo andará bien, hasta el momento en que, Madame Stella conoce a la señora Penezzi (Mary Merrall), otra vieja gloria del espectáculo y entonces las dudas y los temores entrarán en su corazón, al tiempo que se cuestiona sobre los particulares intereses del público. Me sentí ruborizado al terminar de ver este segmento... y quizás, a muchos de ustedes les ocurra algo parecido.

W. Somerset Maugham sabía harto de la esencia humana.

Título para Latinoamérica: “CADA VIDA ES UN MUNDO”
Luis Guillermo Cardona
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10
28 de enero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La exitosa novela que, Patricia Highsmith, publicara en 1950, “Extraños en un tren”, interesó enseguida al director Alfred Hitchcock, quien se hizo con los derechos a un costo bastante razonable, pero, aunque quiso dársela a Ben Hecht (“Spellbound”, “Notorious”), para que de nuevo se ocupara de la adaptación cinematográfica, éste se hallaba harto ocupado, así que le recomendó al director a su amiga y asistente, Czenzi Ormonde, para que se ocupara del asunto. Hecha una muy buena labor por ella, a Hitchcock le hacía falta un nombre importante en los créditos, así que le pasó el guion a Raymond Chandler y luego a Whitfield Cook para que cada uno le echara un último vistazo… y no obstante el escaso aporte que Chandler consiguiera hacerle, el director lo puso en primer término en los créditos, dejando de segundo a Ormonde y de tercero a Cook.

Pero, amén de estas “pequeñas minucias” también comunes en el medio cinematográfico (no ha de olvidarse que, antes que arte, el cine es un negocio), el resultado ha sido una exquisita película -con la que, Hitchcock, da comienzo al período más fértil de su carrera- en la que se introduce en una serie de planteamientos que, para la época, resultaban progresistas y bastante evolucionados.

En primer lugar, se parte de una propuesta argumental súperinteresante, que, en las facultades de derecho y otros espacios, podría dar lugar a valiosísimos debates: ¿Se puede cometer un crimen perfecto?... ¿La no existencia de un móvil es garantía para lograr la impunidad?... ¿Intervienen fuerzas superiores en los propósitos que tiene el hombre?... Cuando una persona entra en esa especie de trance que lo induce a cometer un crimen ¿es él mismo impulsado por una obsesiva idea de odio hacia alguien o hacia cierto tipo de personas o cosas, o es quizás otra entidad la que lo posee y lo usa para que asesine?... ¿El hombre, forzosamente usado para cometer un crimen, es responsable o inocente de sus actos?...

Hitchcock, abre aquí una gran puerta que todavía no ha dado los frutos que mereciera, porque la mal, pero, muy mal llamada justicia, sigue anclada en códigos y en valoración rigurosa de hechos, teniendo muy poco en cuenta las instancias sociológicas, psíquicas y metapsíquicas que, sin duda, intervienen en este tipo de casos.

La historia está contada en un constante crescendo en el que, el tenista Guy Heinz (quien en este medio traspasa la red sin mayores dificultades), se va sintiendo cada vez más atrapado en la red que le viene tendiendo, Bruno Anthony, pretendiendo que intercambien crímenes, pues, así como Heinz se encuentra ofendido por la traición de su frívola esposa, Anthony desea librarse de su padre a quien odia profundamente.

Fue, éste, el penúltimo filme del gran actor, Robert Walker, quien, al año siguiente y mientras actuaba en, “My son John” para Leo McCarey, fallecería cuando se hallaba en tratamiento médico por un alto grado de depresión. (¿sería por estar actuando en semejante bodrio?). La fascinante, Ruth Roman, es la novia que espera con frustrante anhelo a que, su novio Guy (Farley Granger), por fin resuelva el complicado embrollo en que ha resultado envuelto.

Una puesta en escena sumamente cuidada, unos diálogos sutiles y mordaces, y un juego psicológico de enorme significado, contribuyen a que, <<EXTRAÑOS EN UN TREN>>, sea un filme de poderosa trascendencia.

Título para Latinoamérica: PACTO SINIESTRO
Luis Guillermo Cardona
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6
23 de enero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Transcurría el año 1951, y por aquellos días, Christopher Emmanuel Balestrero, era un hombre de 42 años, felizmente casado y con dos pequeños hijos que comenzaban a demostrar inclinaciones por el arte de su papá, quien se desempeñaba como músico en la orquesta del Stork Club de Nueva York. Un día, necesitada su esposa, Rose, de un dinero para hacerse un arreglo dental, “Manny” -como le llamaban sus más cercanos- acudió a la compañía de seguros con la que tenía contratadas algunas pólizas, confiando en que allí podría conseguir el dinero… y ese sería un día gris para él, cuando las empleadas, una a una, se van sugestionando y resultan convencidas de que, él, es el mismo hombre que días atrás las había asaltado.

Se convirtió este en un sonado caso de identificación errónea, donde un falso culpable terminó sufriendo el asedio de la “justicia”, al tiempo que vio a su esposa padecer trastornos mentales a consecuencia de un acerado sentimiento de culpa y por haberse convencido de que, el mundo entero, se había confabulado contra ellos.

En 1953, en la edición de junio de la revista Life, saldría publicado un artículo sobre el tema y éste sería la base que, luego, el renombrado escritor Maxwell Anderson, transformaría en un guión dramático escrito con la colaboración de Angus MacPhail y el cual sería llevado al cine por el director Alfred Hitchcock, como variación del cine de suspenso a que nos traía acostumbrados.

La historia no es rigurosamente fidedigna, pues Hitchcock retiene ciertos hechos reales para lograr una mayor carga emotiva, pero en términos generales, “FALSO CULPABLE” es otra de las tantas historias que han dado cuenta de los errores judiciales que tanta desgracia han causado a incontables hombres y mujeres de nuestro planeta.

Hitchcock hace lo que puede… y hasta se atreve a darle su personal impulso al filme, haciendo un breve discurso en el inicio como si se tratara de otro episodio de su seriado “Alfred Hitchcock presenta”. Y claro, la película lo necesitaba, porque los personajes no consiguen convencernos plenamente con su fragilidad de carácter, y todo resulta de un tono tan lastimero que queda bien lejos lo que uno realmente podría esperar: un drama potente y edificante. Aunque, necesario es decirlo, cabe destacar el sosegado carácter del protagonista que, en su momento, le merecerá el aprecio y la credibilidad de los policías que atendieron su caso inicialmente. El problema es que posee serenidad, pero le falta empuje.

Henry Fonda tiene aquí una actuación que le reclama muy poco, y con esa manera como su personaje acoge las cosas que van presentándose, ¡cuán lejos resulta de ese Jean Valjean de “Los miserables” al que esta historia nos remite inevitablemente! Por su parte, Vera Miles consigue conmovernos con su dramática actuación, pero al tiempo, es el personaje más débil de la historia al llevar ésta al punto de los más cursis melodramas. Y Anthony Quayle, muy poco que hacer como abogado.

A la película le falta espíritu de fuerte drama… no tiene tampoco un solo personaje secundario que funcione significativamente… el juicio no deja ni la más mínima huella… y la resolución es el resultado absoluto de las oraciones. Anímicamente, Hitchcock debía estar aquí en uno de sus momentos más bajos.

Título para Latinoamérica: “EL HOMBRE EQUIVOCADO”
Luis Guillermo Cardona
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6
19 de enero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy un gran conocedor de la obra de John Steinbeck. Apenas he leído, "De ratones y de hombres” y “Al este del edén”, pudiendo sumarle el que, de éstas y otras de sus obras, he visto versiones cinematográficas. Leídos también algunos artículos y entrevistas, me hice a la idea de que, Steinbeck, era un hombre crítico, de gran conciencia y corazón sangrante, que llevaba en su ser una marcada valoración y un serio compromiso con los sectores excluidos de la sociedad.

Por esta razón, quedé muy inquieto cuando al ver, <<NÁUFRAGOS>>, sentí que el director, Alfred Hitchcock, había recreado a la clase obrera asumiendo actitudes bastante necias (Kovac, Gus, Mrs. Higgins…) y, en consecuencia, alguien se refería a ellos como "la chusma". En cambio, el empresario (Rittenhouse) y la escritora burguesa (Constance Porter), resultan enaltecidos en su generosidad, cultura y brillantez… y peor aún, el marino alemán al que ellos rescatan luce en todo momento como el más culto, astuto y precavido miembro de aquel plural grupo humano (las frases antialemanas validando un incidente acabado de ocurrir, son apenas una manera de justificarse por todo lo mostrado antes). Para rematar, a Joe Spencer -el afroamericano a quien vemos en principio como un hombre sensible y piadoso-, luego le serán sacados los trapitos al sol para que entendamos que, también él, hace parte de "la chusma”.

¿Fue, todo esto, idea de John Steinbeck?, me pregunté enseguida, ¿O fue, Hitchcock, el que manipuló a su antojo la historia y terminó cometiendo semejante despropósito? Como suele ocurrir siempre que termino lleno de interrogantes, me puse a indagar... y esto fue, en resumen, lo que encontré:

Durante el transcurso de la II Guerra Mundial, y mientras se enteraba de todo lo que ocurría alrededor de ella, por la inquieta cabeza del director, Alfred Hitchcock, comenzó a tomar forma la idea de que sería interesante recrear una suerte de microcosmos de la guerra, con un grupo de personas de muy diversas clases sociales, razas, profesiones y nacionalidades que, tras alguna suerte de naufragio, se vieran compartiendo en un bote salvavidas. Sabiendo que escribir no era lo suyo, el director quiso poner el encargo en manos de Ernest Hemingway, pero éste nunca respondió; así que, sería John Steinbeck -a quien se dirigió luego-, quien aceptó escribir la historia partiendo de la idea que proponía el realizador inglés.

Entregado el manuscrito en 1943, Hitchcock lo pasó al renombrado guionista, Jo Swerling (especialmente recordado por sus créditos junto a Frank Capra), para que hiciera la adaptación cinematográfica… y finalmente, el filme pudo rodarse en 1944, justo un año antes de que se firmara el armisticio. Steinbeck tenía muchas expectativas con el resultado... pero, de la sala en que vio la película, salió iracundo y ofendido, porque sintió que, Hitchcock, había traicionado ideas que para él eran esenciales.

Tan pronto volvió a su casa, el novelista redactó una carta dirigida a la 20th Century Fox, en la que, entre otras cosas, dijo lo siguiente:
“Aunque es cierto que yo escribí <<Lifeboat>>, no es verdad que haya incluido alusiones despectivas contra la clase trabajadora, ni que me hubiera mofado en manera alguna del hombre negro, pues al contrario, quise mostrarlo como un inteligente y lucido marino que sabía de manera muy realista lo que había sido. Así que, no admito que semejantes oblicuidades puedan serme adscritas”.

Pocos días después, considerando que sus ideas definitivamente habían sido traicionadas, Steinbeck solicitó que su nombre fuera retirado de los créditos de la película… pero la productora no atendió su requerimiento.

Queda para el recuerdo, una muy buena actuación de Tallulah Bankhead, y un innegable ingenio del director para mantener el interés en una historia que fue rodada completamente con backprojection y en un Estudio, a excepción de una toma que se hizo directamente mirando al mar... y merece una sonrisa, la manera como se las ingenió para hacer su habitual aparición en una aventura en la que parecía imposible lograrlo.

Título para Latinoamérica: OCHO A LA DERIVA
Luis Guillermo Cardona
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