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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3,369
Críticas ordenadas por utilidad
4
7 de abril de 2014
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este era un hombre que sabía que, “todos los hombres tenemos una estrella que deberíamos seguir”, pero él actuaba como el ganado: guiándose solamente por los pastos. Cuando de Kansas city decide ir hasta Wyoming para huir de su pasado, Dempsey Rae, lleva todavía en su mente la atormentada idea de que, el alambre de púas con el que se hacen las cercas, es el gran enemigo de la libertad del hombre.

Y esta idea se la inculca a su nuevo protegido, Jeff Jimson, a quien ahora los empleados del rancho de Strap Davis llaman, “Texas”, porque de allí proviene. Pronto, Davis se cansará de las dificultades que ofrecen los nuevos tiempos y venderá su propiedad a una mujer de ideas muy precisas, Reed Bowman (Jeanne Crain), quien, como Rae, y como “Texas”, piensa que el agua y el pasto son un regalo del cielo para todos y que, mientras el gobierno no diga que tal cosa le pertenece a alguien, la tierra es un bien común y nadie tiene derecho a cercarla... pero los colonos insisten en hacer suyo lo que ahora usan, y de esta manera comienza un conflicto que costará unas buenas rencillas.

La historia luce, en principio, bastante interesante, pero, quizás porque el director, King Vidor, no logró conectar con ella: “La hice solo por dinero y con cierto desgano” -confesaría luego-, el personaje de Dempsey que interpreta, Kirk Douglas (y que parece que se le salió de las manos a Vidor), termina teniendo un excesivo protagonismo hasta el punto de resultar pedante, teniendo además una inestabilidad de ideas que lo pone de tumbo en tumbo, sin que al final sepamos qué es lo que realmente piensa.

El título que optó por ponerle el director a su filme: “A man without star” (Hombre sin Rumbo), da plena cuenta de la personalidad de este aventurero que, a cada momento, sorprende con sus nuevas y disparatadas actuaciones... y peores decisiones. El mismo, Jeff, termina contagiado por esta inestable personalidad y también él asumirá ciertas salidas que rompen con cualquier idea que podamos tener de él.

Con tales altibajos, el filme se torna incoherente y ese principio de, “libertad y tierra para todos”, que parecía inamisible en la mente de los protagonistas, de pronto se acomoda al lamentable presente histórico y, el prepotente Rae (leído suena rey), terminará haciendo lo que jamás pensábamos que haría, para quien todos sentíamos que era su principal enemigo... y alguien más seguirá sus pasos.

<<LA PRADERA SIN LEY>>, contiene una fotografía a color bastante atractiva; la puesta en escena se advierte muy esmerada, pero el guion de, Borden Chase y D.D. Beauchamp -basados en el libro de Dee Linford (1915-1971), escritor que se hiciera famoso por su publicación mensual titulada, “La vida salvaje de Wyoming”-, no logra defender una posición clara y el personaje central resulta más perdido que el avión de Malaysia airlines.

¡Bienvenido el momento en que decide marcharse sin decirle a nadie a donde va!

Título para Latinoamérica: <<HOMBRE SIN RUMBO>>
Luis Guillermo Cardona
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8
18 de marzo de 2012
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cuál es la técnica correcta que habrá que aplicar para poder llevarse bien con los hijos?, ¿Convendrá aplicar el antiguo modelo de fuete e imposición, como les tocó a nuestros padres? Pero ¿qué hicieron de ellos con esta particular técnica? Mírense (o mírenlos) bien y digan si son ejemplo de seres felices… ¿Convendrá entonces poner en práctica la recomendación de los psicólogos, modelo 60’s, que hablaban de que a los hijos hay que dejarlos ser y hacer sin restricción alguna? Evalúen quién manda hoy en los hogares, qué clase de autoridad estamos ejerciendo, y qué futuro espera a la juventud de ahora, y se sabrá si vamos por buen camino.

Recientemente, asistí a una de esas charlas que ofrecen en algunos colegios donde, por no gastarse un peso, acuerdan con esos señores que dictan su perorata gratuitamente a cambio de que se les permita hacer mercadeo con sus libros y/o conferencias grabadas. Se habló de la autoestima, pero el argumento expuesto fue el más común: “Los muchachos son unos tontos desubicados y los padres deben procurar que hagan tales cosas para que los chicos mejoren”. Como siempre, el problema es del otro.

Se olvida entonces que, el problema central soy yo como padre, que no puedo dar de lo que no tengo, y que hasta que no revise y modifique mi manera de comportarme, no podré afectar a los hijos para que su evolución se produzca en el cauce del entendimiento. Pues no se trata de pretender cambiar al otro, sino de cambiar yo, para que todo cambie a mi alrededor.

La relación padres-hijos, es precisamente el problema que, en estupendo tono de comedia mordaz y picaresca, y con un encantador conjunto de prototipos, pone esta película sobre la mesa -o mejor sobre la playa- en unas vacaciones la mar de entretenidas. Roger Hobbs, su linda esposa Peggy, sus hijos, Katey y Danny, y su refunfuñona pero buenaza empleada Brenda, se han ido de vacaciones a una casa situada frente al mar, apenas más cómoda que la que consiguen, Bill y Connie Fuller, en la memorable “Aquí durmió George Washington”, película con la que, “UN OPTIMISTA DE VACACIONES”, podría relacionarse.

Cuando llegan las hijas casadas, Suzie y Jenny, con sus esposos e hijos, el conjunto se completa con Marisa, la sirena que juega a leer a Tolstoi cuando las sirenas nunca fueron a la escuela; con Joe, el chico que mostrará los valores de la juventud; y con Martin Turner el empresario ornitólogo y su peculiar esposa Lucy. Y el resultado es un juego de travesuras, aprendizajes que vienen de mayor a menor edad y viceversa, y quizás un comprender que, contra toda la guerra que los hijos puedan darnos, la familia es la familia y lo será hasta la muerte, porque pase lo que pase, es en ella donde podemos hallar el poquito de sosiego que puede encontrarse en este mundo.

Título para Latinoamérica: “LAS VACACIONES DE PAPÁ”
Luis Guillermo Cardona
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6
22 de noviembre de 2011
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ésta, es de esa clase de películas en las que no se puede seguir hablando cháchara o dándole besitos melosos a la novia tan pronto ha comenzado. ¿Por qué? Porque la primera escena nos da elementos precisos para entender lo que sentía en realidad, el capitán Alan Thorndike, en el momento de tener en la mira de su escopeta al führer Adolf Hitler, pues este es el tema que se debatirá en diferentes momentos claves de la historia.

Veamos: En un silencio total, la cámara se desplaza enseñando la vegetación de una zona montañosa y continúa hasta que entra en escena un cazador armado de una estupenda escopeta. Caminando sigilosamente, el cazador se oculta al descubrir a un soldado alemán que hace la guardia… y cuando éste se aleja, avanza hasta un promontorio donde observa adelante con unos binóculos y luego instala un teleobjetivo a su arma… gradúa la distancia… y, a tráves del lente, consigue ver al líder nazi en compañía de un general… Cuando éste se retira, el cazador apunta al pecho de Hitler quien pareciera dispuesto a cumplir con el destino de morir asesinado. El cazador dispara con el arma descargada… y al instante, sonríe satisfecho como si hubiera cumplido con su cometido. Entonces, reflexiona un par de segundos, y enseguida se apresta a cargar el arma con una intención bastante clara esta vez. Apunta de nuevo, pero lo piensa demasiado, dando tiempo a que una hoja caída de un árbol se interponga tapándole el lente… y enseguida, el guardia lo descubra y lo ataque dispuesto a impedir su acción.

Están ahí las respuestas y el espectador avizado sabrá si creerle o no al capitán Thorndike (Walter Pidgeon) toda vez que hable con el nazi Quive-Smith (George Sanders) quien, no cesa en su empeño de hacerle firmar un documento que justifique la guerra contra Inglaterra.

Pero, lo que se inicia como un thriller bien estructurado que nos mantiene interesados en los hechos, se debilita sensiblemente ante el facilismo con que se resuelven algunas acciones (toque bíblico incluido en ese “prestar todo lo que se tiene es un préstamo muy grande”), en aquella larga huída donde los sabuesos nazis no dan muestra alguna de estar dispuestos a olvidarse de su presa.

Tampoco resultan suficientemente sólidas las actuaciones y, Pidgeon, demasiado maduro, no encaja para nada con Joan Bennett, demasiado pequeña a su lado, ligeramente enamoradiza y con aspecto perfecto para servirle de hijastra. No obstante, queda reconocer que la escena del puente estuvo bien lograda y con un convincente toque romántico. Y, en definitiva, el filme cumple con su propósito de alegato antifascista con el que Lang ponía su cuota en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.

Título para Latinoamérica: “INDECISIÓN FATAL”
Luis Guillermo Cardona
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3
10 de agosto de 2011
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Soy multifacético, talentoso, saludable, un genio de fama internacional. Tengo un cociente intelectual de 190, lo que supuestamente me hace un genio. Mi respuesta a todos mis críticos es sencilla: Me gusta, me gusta en lo que me he convertido”. Jerry Lewis

A Jerry Lewis yo lo considero un buen comediante. Le debo momentos muy gratos, un buen número de películas muy entretenidas y, como suele ocurrirle a todos los artistas, también le hemos visto uno que otro fiasco. Pero, ya lo hemos dicho: De tanto en tanto, la musa a todos nos juega sus malas pasadas.

“TRES EN UN SOFÁ” es, para mi gusto, una de las apariciones más infortunadas que haya tenido este actor y director. Su salida de la Paramount, por razones que apuntaban al insatisfactorio resultado económico que venían teniendo sus últimos filmes, no le sirvió para reflexionar seriamente sobre lo que seguía para él de ahí en adelante, y al llegar a la Columbia, siguió haciendo lo mismo convencido, de seguro, de que el problema era de los demás y en ningún caso suyo. Si su IQ estaba en 190 como el mismo Lewis afirma, creo que su ego andaba por los 750 sobre un máximo de 500.

Como “Jerry Calamidad” o “Las joyas de la familia”, “TRES EN UN SOFÁ” nos sigue mostrando a Jerry inflándose e inflándose (el cuerpo pronto seguirá a la mente como precisa metáfora)… y además de que deja a las mujeres como tontas, requetetontas, incluida su enamorada Elizabeth Acord, una psiquiatra que consigue una peligrosa transferencia con sus pacientes, en ambas direcciones (Janet Leigh creo que debió sentirse como una codorniz bailando con un avestruz), Jerry Lewis vuelve a aparecer casi todo el tiempo haciendo, él mismo, cinco insulsos papeles con tres de los cuales vuelve a jugar al “seductor irresistible”. De paso, nos regalará el que podría ser el striptease de peor gusto que haya habido en la historia del cine.

Para pisotear la psiquiatría, profesión de muy alta acogida entre los norteamericanos, Lewis osa poner en un obstetra, y en su propio “talento seductor”, la solución “simplísima” que, en meses, no había podido visionar la atractiva, pero ilusa psicoanalista, para sus tres pacientes. No obstante, todo esto lo habría aceptado de buena gana -¡pues también es cierto que hay psicoanalistas que dejan muy mal parada la profesión!- si Lewis, por su parte, se hubiese mostrado cáustico y divertido. Pero, siendo justos, lo que aquí vemos es a un requetetonto mofándose de cuatro tontas. Por esto, quizás el mejor acierto del filme, sea esa toma donde vemos a Christopher-Lewis colgado, como un niño, de la falda de la psiquiatra.
Luis Guillermo Cardona
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9
2 de agosto de 2011
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que ésta es una de las historias de amor más encantadoras que haya podido presenciar en una sala de cine. La vi por primera vez hace muchos años y la tenía en mi recuerdo como uno de aquellos filmes románticos en los que siempre se piensa con agrado. Después, cuando oía con cierta frecuencia la canción de Roberto Carlos “Ilegal, inmoral o engorda”, siempre me decía que, el título y el tema, de seguro se los inspiró esta inolvidable película. Ahora, se me ha dado la feliz ocasión de volver a verla, y he vuelto a desplazarme en cuerpo y alma a aquel memorable crucero donde, dos seres que han alcanzado la edad del asentamiento y convencidos de que ya han encontrado el amor, de repente sienten que era una incipiente llama la que habían encendido, porque, lo que ahora refulge entre ellos, es capaz de iluminar al mundo entero.

Michel Marnay es un escéptico francés que “no ha trabajado nunca”, pintaba y lo hacía bien, pero dejó de hacerlo y se dedicó a viajar y a enamorar a cuanta dama atractiva se cruzaba con él en los cruceros. Ahora, a bordo del Napoli, vuelve a América para casarse con una chica de la “nobleza industrial” que le espera ansiosamente. Terry McKay es una frustrada cantante (como lo fuera en la vida real Irene Dunne), pero brillante e ingeniosa, con sobrada razón teme casarse de manera improvisada. Ahora viaja sola, pero la espera otro caballero que se siente dueño de su corazón. Cuando Michel y Terry se conocen, la magia surge enseguida, se conectan en su lenguaje y en su manera de apreciar la vida… y entonces comienza una bella, dulce, dramática y deliciosa historia que nos palpa muy adentro y nos remueve aquellas fibras que, la mayor parte del tiempo, viven tan adormecidas.

Leo McCarey, basado en una estupenda historia de Delmer Daves y Donald Ogden Stewart, añade sus habituales toques humorísticos a una historia cálida donde se exulta la bondad y la fe en uno mismo, la comprensión y el amor que se sobrepone a los mayores obstáculos que antepone la vida para probar sus raíces.

Charles Boyer, en su salsa como el gran amante que se metió en los corazones de tantísimas chicas de aquellos tiempos. Su grata presencia, su carisma y su intensa mirada, lo hacen perfecto para caracterizar a ese hombre que “no creció con cuentos de hadas sino con las memorias de Casanova”. Irene Dunne, atractiva y graciosa, con un gran carácter y un claro sentido de lo justo… y probando luego que también tiene una bella voz, hace la pareja perfecta para redondear una historia extraída de las mejores fuentes que nos proporciona el universo.

De no ser porque he sentido que los sets de rodaje (en especial la casa de la abuela) y la iluminación, concuerdan muy poco con la fuerza emotiva y con lo que visionan Terry y Michel en sus desplazamientos, esta sería para mi una obra maestra.

Título para Latinoamérica: “CITA DE AMOR”
Luis Guillermo Cardona
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