Esta serie llegó a mis manos de forma casual (y gratuita) y desde luego no tenía el más mínimo interés en verla. Argumento folletinesco de amoríos de instituto, dirigido al público adolescente femenino japonés. Como podeis intuir, no cumplo ni una sola de las premisas del target. Pero en el afán de practicar mi (pobre) japonés, empecé a verla. Por suerte, la serie enseguida se hace entretenida, pues de otro modo no hubiese llegado al tercer episodio, con lo que me habría perdido el particular lenguaje narrativo que Kare Kano establece. Coincido con un buen amigo (de la vida real y de Filmaffinity) en mi rechazo a esa irritante tendencia nipona a deformar los rasgos de los personajes de forma cómica para evidenciar sus momentos de ridículo. Sin embargo, y pese a la profusión de este recurso, esta serie ofrece mucho más. Si tenéis paciencia para superar el sarpullido que inicialmente os puede causar tanto almíbar, veréis que algunas de sus soluciones expositivas son realmente brillantes. Yo al menos no conozco ninguna otra serie en que hasta los títulos de crédito final, siempre diferentes y en los que no se ve ni una imagen directamente relacionada con su argumento, tienen un valor narrativo en el desarrollo de la trama. Normalmente los endings de una serie animada japonesa no son más que una forma de vender la insufrible cancioncilla de turno, pero fijaos aquí por ejemplo en la evolución de los 4 primeros episodios, o como enlaza con el final del capítulo y el argumento del siguiente el del episodio 11. Sorprendente.

Impresionante Sean Penn, una historia sorprendente y conmovedora. Además hay que valorar el riesgo y maestria que demuestra su autor al filmarla.
Con Imamura queda una sensación agridulce, una obra sublime en lo estético y que logra, como acostumbra este realizador, un impacto directo. No coincido con otros usuarios en que sea un mal corto, al contrario me parece brillante. El problema es que el halo de misterio, que a menudo es la gran virtud del cine de Imamura, queda en este caso superado por la impresión de incomprensión con la que nos deja a los espectadores.
Magistral Iñárritu, con un nuevo capítulo de exerimentación. Evocación de emoción religiosa directamente a las tripas.
Bellísimo el capítulo de Lelouch, invita a investigar la obra de este autor (personalmente lo desconocia) y ver si esa emotividad no es algo puntual en su filmografia.
Necesaria la reflexión de Loach, a pesar de la convencionalidad de su cinta. Un reproche a extender para los demás... excepto dos:
una vez más, el punto de vista del tercer mundo nos golpea magistralmente la conciencia, recordandonos que, por dura que fuera la realidad en Nueva York, fue simplemente una circustancia más en un mundo que sufre. Brillante Makhmalbaf, pero me quedo con Uedraogo (ya hemos descubierto de forma explosiva el cine asiático, ojala se pueda desarrollar y difundir la creatividad africana). Se atreve a abordar un tema tan delicado con exquisito sentido del humor y unos personajes adorables. El Gran Dictador, El Verdugo, ... ¿no es a menudo el humor el mejor vehículo de denuncia?
Lo dicho, la gran riqueza de esta cinta es la diversidad de sus puntos de vista.

Una película divertida y que salva con solvencia la dificultad, siempre considerable, de adaptar una buena obra literaria. Que no te aburras viendo una película de más de dos horas ya es un dato favorable al trabajo realizado con el guión y el ritmo narrativo. Otro punto destacable es poder ver cine de otros paises que no sean los de siempre, reconforta saber que tambien hay talento interpretativo y realizador en paises como Perú, con su mirada particular y diferente a la que conocemos. La factura técnica es aceptable, aunque tal vez no alcance brillantez. Es por eso que cabe destacar el trabajo de Angie Cepeda, si bien todos los elementos importan para el éxito de una película, sin duda, si el personaje de la Colombiana no hubiese estado a la altura, la cinta hubiese caído en el ridículo. Angie se basta sola para levantar la película, con una de las presencias más turbadoras que recuerdo en un film. Un gran trabajo que dignifica a esta actriz.

Pese a sus logros estéticos, atractiva presentación y ameno visionado, no se puede aprobar esta cinta por su contenido explícitamente xenófobo. La raza negra que se nos muestra no es buena más que como carne de cañón para engrosar las filas de la US army en ese periodo de guerra (el corto se produjo en el 43), sus mujeres son promiscuas, sus hombres dados al juego y todos a la juerga, la bebida, y otros vicios... alegres y simpáticos pero ignorantes personajes válidos sólo para servir a otros.
Alguien mencionaría aquí que a los films de Leni Riefenstahl, de objetivos no mucho más edificantes, si se les reconoce su calidad. Cierto, pero al menos la alemana consiguió una explotación visual perfecta de los movimientos de masas, un hito en la historia de nuestro amado séptimo arte, por más que detestemos para quien y para qué lo hizo. En cambio Coal Black, con todo y sus virtudes, no deja de ser en esa historia una anécdota, una mala anécdota.

Oiran, prostituta de alto rango. Sí, un oficio como este también jerarquizado. Para disuadir a un pez dorado de abandonar su estrecha pecera hay que hacerle creer que, si es que la suerte lo devuelve a aguas abiertas en lugar de impedirle respirar, adoptaría la mísera vida de una carpa. Y si no hay riesgo de fuga ¿qué mejor manera de mantener la opresión que enfrentar entre ellos a los oprimidos?

Las prostitutas de Yoshiwara no eran las únicas mujeres del decadente Japón neoconfuciano del periodo Edo que vivían sometidas, pero este es el ámbito que nos muestra Sakuran. Estimulante título que juega con su neutra grafía en hiragana (alfabeto silábico japonés) a esconder tras la evocación a las flores de cerezo (sakura) el velado sentido de la palabra escrita en kanji (caracteres de origen chino que expresan un sentido completo): confusión; distracción; trastorno. Con preciosista fotografía multicolor, tomada de la estética marcada por el manga que la inspiró, si algo echo en falta en la narración es que, en determinados momentos, los personajes hablen menos y lo hagan más las imágenes. La historia de una atípica oiran que se atreve a soñar queda subrayado de con el sugerente y sofisticado sonido, extemporáneo y lleno de talento, de la música aportada por la admirable Shiina Ringo.

Sakuran, una sugerente propuesta.