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España España · Madrid
Críticas de jrcheca
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
8
10 de febrero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Militares e investigadores surcoreanos en la actualidad desentierran y preservan con reverencial respeto los restos mortales de soldados caídos la guerra de Corea acaecida hace más de medio siglo y que partió para siempre el país en dos mitades. Esqueletos y uniformes que son envueltos en la bandera, la Tae guk gi, uno por uno. La noticia del descubrimiento llega a un hombre ya mayor que espera encontrar en el hallazgo a su hermano. Así arranca el filme, con gran emotividad, antes de trasladar la acción a aquellos tiempos de heroismo y enfrentamiento fraticida.

Este rompetaquillas surcoreano (fue el segundo en romper la barrera de los 10 millones de espectadores) sumerje al espectador en la brutalidad de la guerra a través de los ojos de dos hermanos de origen humilde, alistados a la fuerza en Seúl en 1950. Siempre desde el punto de vista del Sur de Corea, acompañamos a Jin-tae, limpiabotas y aspirante a zapatero en la vida civil (interpretado magníficamente por Dong-gun Jang, quien había saltado a la fama cinematográfica con Friend, de 2001) y su hermano menor el estudiante Jin-seok (encarnado por Bin won) al que viene cuidando y protegiendo desde siempre.

Desde el momento en que se enfundan los uniformes verdes capitalistas para combatir los caquis comunistas de Corea del Norte se nos describen sin edulcorantes los rigores del frente, el hambre, la desesperanza en la derrota y la euforia en la victoria, la camaradería y la tensión entre los compañeros de armas y su lucha por sobrevivir aún a riesgo de sacrificar su humanidad en el empeño.

La evolución sufrida por los hermanos Jin a lo largo de su odisea pone el acento personal y particular en medio del horror colectivo en que se ven inmersos. El mayor, en principio empujado por el deseo de proteger al menor haciendo méritos que le permitan enviarlo de vuelta a casa, se ofrecerá desde el principio para encabezar las misiones más audaces y temerarias, lo que le convertirá en un héroe y le permitirá ascender en el escalafón militar a la vez que paradójicamente se insensibiliza y aleja de su familia.

Las constantes escenas bélicas que una tras otra dan forma a la cinta no dan cuartel al espectador y renuncian a maquillar lo más mínimo la crudeza del derramamiento de sangre, el salvajismo en el frenesí de la batalla, la crueldad al servicio de una causa, las terribles heridas y amputaciones, por lo que no es un filme recomendable para los espíritus más sensibles o melindrosos a este respecto. Aunque la parte mollar de estas algo más de dos horas de drama se desarrolla en primera línea del frente, en un momento dado también se describe el sufrimiento de los civiles que quedan atrás, denunciando incluso crímenes perpetrados por el propio bando.

La producción no escatima en gastos técnicos y el filme rebosa grandes y multitudinarias escenas de acción desde la selva hasta las ciudades y los pueblos, con todo tipo de explosiones, carros de combate, armamento y uniformes cuidados al detalle para hacer las delicias de los aficionados al género. No en vano se la ha llamado en ocasiones el equivalente surcoreano de la useña Saving private Ryan (1998), como si dijéramos la Stalingrad (1993) alemana.

Por añadir alguna crítica, la película obvia la participación de combatientes extranjeros (estadounidenses con los sureños y chinos con los norteños, principalmente) a los que se cita pero que no vemos prácticamente por ningún lado pese a su nutrida representación en aquel conflicto. Es de entender esta circunstancia en el interés de los autores de dedicar la película a los propios coreanos y al espíritu patriótico que destila.
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jrcheca
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3
18 de noviembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucha leyenda y poca Historia, eso hay que tenerlo claro, empezando porque Vlad Draculea gobernó Valaquia y no la vecina Transilvania, aunque en este error (?) ya cayó Bram Stoker posiblemente porque el paisaje transilvano les pareció más sugestivo. Leyenda hollywoodiense del siglo XXI para ser concreto, porque tiene poco que ver con la leyenda tradicional del vampiro, a la cual la película hace la aportación de que la maldición vampírica se pueda transmitir por 72h con posibilidad de reembolso.

La innovación permite presentar un Vlad el Empalador encantador y bienintencionado incluso después de vampirizado, marido y padre ejemplar, lleno de buenos sentimientos, amante de la paz hasta que no le queda otro remedio y muy lejano a un cruel gobernante del siglo XV o a un monstruo inhumando sediento de sangre. En este caso se nos explica que el voivoda se presta a convertirse en vampiro a fin de adquirir superpoderes que (literalmente) le permitan enfrentarse en solitario al ejército invasor otomano, al punto que su soldadesca no parece tener mayor utilidad que figurar.

Con estos mimbres, Luke Evans (El Hobbit: La desolación de Smaug) encarna un superhéroe musculado y bonachón al uso, atormentado por las dificultades y la sed de sangre y acompañado de la guapa actriz canadiense Sarah Gadon (Spiderman 2) con permanente gesto de pasmo en el papel de su esposa, enfrentado tanto al perverso Dominic Cooper (le recordaba de pelis como Abraham Lincoln cazador de vampiros y Capitán América: El primer vengador) interpretando al líder turco Mehmed que conquistó Constantinopla como al vampiro original, al que da vida un veterano y apreciado Charles Dance, casi irreconocible bajo el maquillaje. Cada cual cumple con su rol dentro de las posibilidades que ofrece el guión, dando vida a personajes bastante planos y previsibles, sin honduras que serían impropias de un film de acción sin grandes pretensiones y bastante convencional. En este sentido cumple con todos los cánones: Muchos efectos especiales, bien los apartados técnicos de ambientación, vestuario, decoración, sonido y demás, grandes escenas de acción (bastante caóticas por cierto) antes de que el interés decaiga y sencillez argumentativa.

En definitiva es una película entretenida, se consume sin mucho pesar y mejor con palomitas. A los que de verdad estén interesados en el Vlad Tepes histórico mejor les recomendaría la película rumana homónima de 1979.
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jrcheca
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9
18 de octubre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede sorprender que el director de películas de acción tan violentas y rotundas como Oldboy o Sympathy for Mr. Vengeance sea capaz de tomar una situación (pre- o post-, como se prefiera) bélica como es la frontera entre Corea del Norte y del Sur, añadir como detonante de la trama un doble asesinato a tiros y contra todo pronóstico dar como resultado un drama humano y un canto antibelicista y de exaltación de la amistad y la reconciliación rebosante de sensibilidad, pero tal es el caso de esta genial Joint Security Area (JSA).

El espectador entra a la historia, ambientada enteramente en el contexto de tensión militar y amenaza constante que caracteriza a la línea de separación entre Norte y Sur de la península de Corea desde hace más de medio siglo, a través de los ojos de una bella oficial de Inteligencia del ejército suizo, de padre coreano pero que nunca antes había viajado al país. Reclamada por la Comisión de Países Neutrales (Suiza y Suecia), su misión es investigar un tiroteo en la frontera que se ha saldado con dos militares norcoreanos muertos y un sargento surcoreano detenido. Ambos países, siempre al borde de la guerra abierta, se acusan mutuamente haber iniciado las hostilidades, uno de haberse visto invadido y el otro de haber intentado secuestrar al sargento, de manera que el organismo neutro es encargado de arbitrar la verdad del caso.

A partir de este punto, mediante un continuo e inteligente uso de flashbacks y la reconstrucción por episodios de lo sucedido, el filme va desgranando los motivos y las razones que como piezas de dominó llevan inevitablemente al sangriento final conocido de antemano, sin dejar cabos por atar, hasta un final redondo y brillante en la última secuencia. Destacan la convincente interpretación del elenco protagonista, la excelente factura técnica en aspectos como fotografía, música y efectos, y la dirección que se luce con planos, composiciones y movimientos de cámara talentosos siempre al servicio de la narración y particularmente de la dicotomía irresoluble entre dos bandos enfrentados.

Me quedo con escenas para el recuerdo como la del soldado atrapado en territorio enemigo al pisar una mina o la de patrullas antagonistas encontrándose bajo la nieve en el marco del hermoso paisaje asiático, momentos que se me antoja subrayan la idea subyacente a lo largo de casi dos horas de metraje de que a la destrucción mutua y la autodestrucción les separa una línea más fina que la trazada en el suelo entre dos países en guerra.
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jrcheca
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9
27 de noviembre de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película atípica e interesante que retrata con gran precisión histórica y sólidas interpretaciones del elenco de actores (masculinos, prácticamente no hay personajes femeninos) las interioridades del III Reich, su apogeo y caída, desde el punto de vista y la voz en off del particular personaje que protagoniza la cinta: Abel, un sencillo, introvertido y más bien pasivo mecánico francés, criado en un orfanato católico como nos narra un breve flashback y con cierto grado de autismo diría yo, que empatiza más con niños y animales que con personas adultas.

Esta tendencia le lleva en los primeros minutos del filme a verse en el trance de ir a la cárcel acusado de agredir a una chiquilla, sin embargo el estallido de la II Guerra Mundial torna la condena en inmediato alistamiento militar, sin que a este personaje marginal para la sociedad le mueva el más mínimo sentimiento de pertenencia y se sienta diferente a cualquier otro. A partir de ese momento comienza un periplo que convierte a Abel en testigo de excepción de la vida en el régimen nazi al más alto nivel, desde las fiestas de sus dirigentes a la educación nacionalsocialista, deslumbrado por el ambiente que le rodea y aprovechando para satisfacer sus propios intereses. El peculiar carácter de Abel permite a Volker Schlöndorff firmar una cinta impregnada de tono documental, que expone sucesivamente diversos episodios que conforman la descripción de ese microcosmos epítome del mal y destinado a desaparecer, sin por ello prescindir de pinceladas líricas propias del ensimismamiento del personaje.

El Ogro es la versión cinematográfica de la novela El rey de los alisos (Der Erlkönig, título de un poema de Goethe) escrita por Michel Tournier (París, 1924) quien en su infancia y juventud conoció de primera mano la Alemania nazi lo que explica la profusión de detalles que revela su obra. Tanto la versión literaria como en el celuloide, la historia pivota sobre la idea del adulto que busca su salvación mezclándose con la inocencia infantil a la que desde su punto de vista trata de ayudar en todo momento.
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jrcheca
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8
18 de octubre de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La segunda película del director Bong Joon-ho Memories of murders nos sitúa en un humilde pueblo de la Corea del Sur en los años 80, un país en ebullición social donde proliferan protestas callejeras contra la dictadura de Chun Doo-hwan. La historia que narra arranca cuando la rudimentaria policía local representada en el detective Park, quien se vanagloria de saber quién es o no culpable simplemente mirándolo a los ojos, encuentra el cadáver de una chica joven y atractiva maniatada y con señales de haber sido torturada. No será la primera ni la última víctima, ya que el filme recrea la historia real de la persecución policiaca del que se suele considerar el primer asesino en serie surcoreano.

Al campechano equipo de investigación inicial se suma el detective Seo llegado de Seúl, y en el contraste de caracteres entre el policía más primario y acostumbrado a arrancar confesiones a golpes y el segundo más científico y sofisticado descansa buena parte de la sinergia que hace avanzar la investigación. La buena interpretación de Song Kang-ho (memorable sargento norcoreano en Joint Security Area) y Kim Sang-kyung encarnando a ambos detectives asistidos por secundarios solventes en los papeles de policías, testigos, sospechosos y demás sostiene el argumento.

Con estos mimbres, las dos horas de metraje de Memories of murders confeccionan un thriller tradicional, más realista que efectista, al tiempo que exótico en el escenario y el contexto, rodado con solvencia y donde la interacción entre los personajes tiene tanto interés como las propias pesquisas policiales. El resultado es una pieza respetuosa con los cánones que marca el género policiaco y más concretamente el subgénero de las persecuciones de asesinos en serie, con sus pistas, falsas pistas, manteniendo la duda de quién es el culpable hasta el final y entreteniendo al espectador por el camino.
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