Nada más terminar con el libro de Alice Sebold, me preparé para darle una oportunidad a la versión cinematográfica. Lo cierto es que venía bastante entusiasmado, ya que el libro, excepto por un par de detalles, me encantó.

Peter Jackson nos mete en un drama con innecesarios adornos y, desde mi punto de vista, con un enfoque equivocado. La novela Desde mi cielo no trata de la muerte de una chica. Tampoco trata de cómo sus familiares buscan venganza, sino de cómo afecta la muerte de una persona a todos los que estaban a su alrededor, de cómo su recuerdo no llega a caer en el olvido, sino en lo cotidiano cuando hablamos o pensamos en ello; de la forma en que cambia el modo de ver el mundo para aquellos que la querían; de los detalles imborrables que forman una vida. Posiblemente se necesitase una película más larga para hablar de ello. The Lovely Bones coge el esqueleto de la trama y lo traslada a la pantalla de forma que todo pasa muy rápido, resumido y falto de conexión en dos sentidos: por un lado entre los hechos y, por otro, entre muchos de los personajes y el espectador. Los personajes de la madre (Rachel Weisz), la abuela (Susan Sarandon) y los dos hermanos se ven muy desdibujados (ya no hablemos de Ray, Ruth o Len), dejando casi todo el protagonismo a Saoirse Ronan, Mark Wahlberg, Stanley Tucci y unas secuencias digitales muy bonitas pero que no vienen a pintar nada en medio de toda esta historia.

No suelo quitar valor a una película por no adaptar con total fidelidad el libro en que se basa, pero en este caso lo que se hace es más bien una reinterpretación dejando tan solo lo básico y cambiando el tema principal por completo para convertirlo en una historia más sobre un asesinato. A su favor está el no ser una película aburrida, las actuaciones de los 3 actores principales y ciertos momentos de brillantez (sobre todo al principio). Pobre adaptación de un libro que como película juzgada aparte se las apaña pese a sufrir cierta cojera.

Quizás Peter Jackson pensó que una imagen vale más que mil palabras. El problema es que no supo qué imágenes escoger.

Casino Royale supuso para el servidor toda una sorpresa de arriba a abajo. Una apuesta por la acción bien rodada envuelta en una trama interesante y con toques de todo un poco (romance, partidas de poker, diálogos...) que la convertían en un film de lo más completo y entretenido, y si bien Craig conseguía un buen Bond, el esmoquin no le quedaba tan bien como posiblemente le habría quedado a Clive Owen. Y es que este Daniel tiene unos rasgos muy brutos.

Por desgracia, eso es lo único que supieron ver los guionistas en el actor para esta secuela. Y es que si te atreves a mirar a Bond en esta película:

Opción número uno: eres mujer, luego o eres M y tendrás una charla con él sobre la misión o eres guapa de narices y acabarás en su cama tras unos regates.

Opción número dos: eres hombre, te acercarás a Bond y unos segundos después, sin previo aviso, te llevarás un collejón de las manazas de Craig.

Por suerte o por desgracia, en la película hay más hombres que mujeres y, por tanto (y repetimos, por suerte o por desgracia), los tortazos llueven como panes. Esto resulta especialmente molesto cuando se ve que es el único recurso que encuentran los guionistas para que el protagonista salve la situación. Acaba volviéndose cargante ver la supuesta venganza de James Bond convertida en un festival de golpes, explosiones, tiros... Todo mezclado y agitado con poco gusto. Y lo peor es que, después de la fantástica Casino Royale, el sabor es aún más amargo. Quizás para la próxima...

La secuela directa de la primera Pesadilla en Elm Street no es la que lleva a continuación del título un 2, sino esta que tiene un 3. Volvemos a ver a Heather Langenkamp como Nancy, así como a al que fue su padre en la primera.

La idea de los guerreros del sueño no acaba de despegar debido a varios lastres evidentes. Uno de ellos acaba con una de las ideas principales de la primera parte: que nadie que no vea a Freddy te creerá *(1). Se crean varias situaciones que se hacen ya del todo inverosímiles y la idea introducida, como ya digo, no es bien aprovechada *(2). Eso sí, tiene momentos muy muy buenos que harán las delicias de los más goreros *(3). No deja de ser entretenida, pero en este caso la primera está claramente por encima.

Chocolate es una película de artes marciales que funciona muy bien a la hora de mostrar las peleas pero que se queda un poco (que no del todo) coja al hacer avanzar el argumento *(1). Aún así, la cinta sabe ofrecer algún que otro momento emotivo *(2) y otros simpáticos.

La primera media hora está bastante bien, mostrando de forma clara y casi sin palabras los primeros años de la vida de la chica, e incluso antes de su nacimiento. Así vemos la historia de sus padres, su problema de autismo, cómo aprende artes marciales... Aquí funciona bastante bien, pero a la hora de empezar a repartir golpes es cuando la historia se queda coja: avanza poco y mal. Pero hablando de los golpes, estos son contundentes como pocos, y da gusto ver cómo se mueve JeeJa Yanin, con una agilidad pasmosa en unas peleas resueltas con ingenio. Mención especial para la última pelea a lo largo de varios pisos de la fachada de un edificio.

No se hace pesada en ningún momento, pero no deja de dar la sensación de que podría haber quedado algo mejor de haberse cuidado más el argumento tras esa media hora inicial. Más que recomendable para ver golpes buenos y rápidos.

Pobre del que estuviera presente (y de sus oídos) cuando hojeando una revista en mi infancia me topaba con el hombre de la cara quemada y el guante con garras. El calado que una sola imagen de Freddy Krueger producía en mí fue tal que muchos años después, vi una de esas historias de Masters of Horror (El baile de los muertos), y me recorrió un escalofrío ver a uno de los actores: Robert Englund. De pequeño no había visto más que algunas secuencias de la serie de Las pesadillas de Freddy e imágenes sueltas en revistas, y la auténtica cara del actor no había pasado jamás ante mis ojos. Pero reconocí esa enfermiza mirada: era Freddy Krueger. Miré el nombre en los créditos y en cuanto volví a casa usé al amigo Google y sí, lo confirmé. Era él.

¿A qué viene todo este cuento? Pues a que el jefe Wes Craven se sacó de la manga allá por los 80 un personaje capaz de grabársele a cualquier niño en la retina de por vida. Un auténtico hombre del saco. No fue hasta bien entrado el 2010 que me decidí a ver la primera de las películas de esta saga. Y la verdad es que es una pena que todos hayamos visto ya el episodio de Los Simpson donde la homenajean, siendo este el motivo (junto con haber visto también Freddy VS Jason) de que esta no me sorprenda tanto como podría. Me gustaría haber sido un chiquillo que creció en los 80 para haber disfrutado de cosas como esta en su origen, cuando no te las ha destripado hasta la vecina.

Y ya manos a la obra con el film, Craven no solo inventó un personaje memorable (siempre con la inestimable ayuda de Englund), sino también una genial forma de que las víctimas del asesino fueran cayendo una por una: en sus sueños. Todos dicen que los personajes de las películas de terror son estúpidos: huyen en la dirección equivocada, escogen los momentos menos oportunos para todo... Pero aquí seguro que ni siquiera el más pintado es capaz de aguantar sin cerrar los ojos más allá de un límite. Y es solo entonces cuando estás perdido. En tus propias pesadillas. Además de que por supuesto, nadie del cuerdo mundo de los adultos te creerá. Por lo demás, tenemos a un grupo de 4 adolescentes que serán las presas de Fred, entre ellos Johnny Depp y Heather Langekamp (que es Nancy, personaje emblemático de la saga, junto con Freddy) y una trama que va algo más allá de ir cayendo uno por uno *(1). Por supuesto, también hay fallos como que Freddy no hace demasiadas apariciones u otros detalles que comentaré en spoiler *(2). Aunque por lo general, podemos decir que se trata de una película que mantiene buen ritmo, desvela detalles interesantes en su trama y guarda un buen puñado de imaginación *(3).

Terror con puro sabor a años 80.