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Críticas de avanti
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Críticas 313
Críticas ordenadas por utilidad
7
7 de diciembre de 2017
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con Murder by the Book (Homicidio de acuerdo con el libro) (1971) se inicia la primera temporada de Colombo, un telefilm dirigido por el joven Steven Spielberg que en décadas posteriores se convertiría en poco menos que en uno de los patriarcas más influyentes que Hollywood diera en generaciones. En el mismo año que Spielberg dirigió El diablo sobre ruedas, para la televisión y que poco después pasó al formato cinematográfico), nos da una idea del talento creativo y de puesta en escena propias de un visionario que puede ver la acción y narrarla de manera única en Murder by the Book.

Kent Franklin (Jack Cassidy), colaborador en otros episodios de la serie, y Jim Ferris (Martin Milner), son autores de una línea de novelas de misterio en las que el personaje central Mrs. Melville) ha dado grandes dividendos a ambos autores, uno escribiendo, el otro representando. Alguna desavenencia de tipo personal, fundamentalmente económica y creativa , lleva a Kent a transformar el curso de los acontecimientos, planeando la mejor forma posible de quitar de en medio a su socio y verdadero talento creativo Jim.

Como espectadores, asistimos a la complicidad en la intencionalidad y preparación por medio del engaño del asesinato perfecto, con coartadas que la propia Mrs. Melville (según el socio de Jim) hubiese firmado. La consumación de los hechos con todo lujo de preparativos y detalles en el que el teléfono tiene función principal en la trama, desemboca en la acción premeditada por Kent para que la esposa de Jim, ignorándolo todo, asista por teléfono al asesinato del novelista.

Colombo (Peter Falk) hace presencia en la escena con su habitual sentido olfativo: mira, destaca, se pregunta, deduce y resume cualquier situación en la escena del crimen por medio de la intuición en la que siempre ha creído, acompañado por los ‘pequeños detalles’ que normalmente pasan por alto, caso que no ocurre en nuestro avezado aunque distraído detective de origen italiano.

Solo su tozudez y la total dedicación en su trabajo hacen posible alterar la tranquilidad del sospechoso, ser rehuido por los investigados sin conseguirlo, mantener la coletilla de ‘una pregunta más’ como broche a cualquier escena donde todo lo que parece normal, lógico o irrefutable, convirtiendo a Colombo en el arte de la insistencia, lo cual le lleva hasta personajes clave para la solución del caso: Joanna Ferris (Rosemary Forsyth) la dolorida esposa de Jim, o Lilly La Sanka (Barbara Colby), propietaria de la tienda proveedora de alimentos.

El realizador nos muestra una ambiciosa cinta donde la utilización de primerísimos primeros planos y algunos planos detalle, agregados a los genéricos americano, general y medio, entre algunos otros, dota a Homicidio de acuerdo con el libro, un más que destacable trabajo en la serie, volcado en la historia contada donde toda la tensión se centra en saber cuándo Colombo se percatará finalmente que lo que busca, generalmente es a alguien próximo a la víctima.

Complemento genealógico: Colombo cita en tres ocasiones a su esposa.
avanti
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8
18 de febrero de 2020
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Orphée (Orfeo) es una película de Jean Cocteau del año 1950, autor además del guión, con una brillante banda sonora del gran Georges Auric y la fotografía de Nicolas Hayer. Ambientada en el París contemporáneo, la historia de la película es una variación del clásico mito griego de Orfeo. Si en La sangre de un poeta (1932) Cocteau organiza su película en diferentes apartados donde se implican el sobresalto del artista, la comunicación entre estatua, la inquietud, la poderosa influencia del simbolismo del espejo, las algarabías de jóvenes estudiantes, las acciones de tramposos jugadores, la presencia de la muerte como elemento de transito, y la presencia de público espectador indoloramente ajeno a los acontecimientos; en Orfeo, el realizador trata el tema a partir de tres elementos básicos: muerte, inmortalidad y espejos, que en mayor o menor medida se convierten en los nexos de unión en la trilogía órfica inseparable de la figura del poeta en su integridad.

Cocteau adopta necesariamente su propia visión del mito griego desde el sufrimiento de los diferentes estadios por los que ha de pasar Orfeo (Jean Marais) para transformarse en el nuevo poeta (según el realizador) conseguido a través de alguna acción específica para revocar su destino según la mitología griega visto a través del único y tortuoso sendero a través del cual Orfeo ha de enfrentarse a las diferentes contrariedades que le llevarán a descender hasta el hades.

El singular giro que el realizador aplica a la acción de Orfeo en su lucha por conseguir recuperar a Eurídice (Marie Déa), sustraída del otro lado del espejo por medio del engaño y el interés emocional de la princesa Muerte (Maria Casares), encierra el irrefrenable deseo del reencuentro con ella y su hipnótico poder respaldado irremediablemente por el servicio de Heurtebise (François Périer) y Jacques Cégeste (Edouard Dermithe) junto a la necesidad por encontrar respuesta al conflicto planteado por la princesa, Orfeo y Eurídice que, junto a otros
temas tratados complementan las acciones de nuestros protagonistas por medio de una mezcla de mitos órficos y modernos donde la iconografía del automóvil, las motos y los modernos comunicadores tecnológicos de la época, se convierten en el puente de transición, en transportador (cual barca de Caronte) de dos realidades necesarias y condenadas a entenderse.

Así pues, el mito de Orfeo, siguiendo la línea del simbolista poeta y crítico Stephane Mallarmé, y su concepto de transformación sobre la eternidad del poeta y su destino, es la consecuencia necesaria de ambos mundos condenados a coexistir en el espacio-tiempo donde se desarrollan los acontecimientos narrados dándonos la sensación deseada por Cocteau sobre la necesaria atemporalidad en su visión de la creación artística, del tiempo y del espacio donde se dilucidan finalmente el destino de nuestros protagonistas.
avanti
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10
26 de septiembre de 2020
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Avanti! (¿Qué ocurrió entre mi padre y tu madre?) es una película dirigida por Billy Wilder en 1972, guión de Billy Wilder y I.A.L. Diamond sobre la obra de teatro de Samuel Taylor, Música de Carlo Rustichelli y fotografía de Luigi Kuveiller. La comedia y Billy Wilder son sinónimos de buen cine donde el ritmo lo marcan los personajes y los resultados de sus acciones generando la rocambolesca trama de aciertos y desatinos pasto de controvertidos protagonistas al filo de la picaresca moral o de la evolución sentimental pasado por el filtro de la comedia sin fin.

Wendell Armbruster Jr. (Jack Lemmon) es un personaje vitalista que no está para aventuras ni chanzas, postura que se debilita al conocer a Pamela Piggott (Juliet Mills) que la casualidad la ha llevado hasta el mismo destino por motivos similares donde el director de hotel Carlo Carlucci (Clive Revill) deberá emplear toda su sabiduría para encontrar una salida noble a los acontecimientos que se avecinan en un metraje melodiosa y armónicamente dinámico se mire desde donde se mire acompañado por evocadoras melodías entre las cuales ‘Senza fine’ impregnando la narración de hermosas melancolías que desprende esta fluida y bella película de la que mana un rio de sentimientos incontrolados.

Estamos pues ante una excelente muestra de la mejor comedia donde la astucia como hábito se convierte en imprescindible en pro del mejor desarrollo del argumento. Wilder encuentra el equilibrio perfecto en destacados secundarios como Bruno (Gianfranco Barra) empleado en los servicios de mantenimiento y gran aficionado a la fotografía con mucho que decir y que mostrar sobre lo sucedido durante largos y veraniegos años italianos; la celosa Anna (Giselda Castrini) napolitana de pro y vigilante de sus intereses entre los cuales la tambaleante fidelidad de Bruno, tratándose de una mujer con marcado carácter expeditivo a la que debemos añadir al forense (Pippo Franco) un personaje que no pierde su cualidad poética con las viudas.

En todo este embrollo no podía faltar la familia Trotta agitadora de la situación que por una módica transacción comercial restituirá la normalidad en la actividad que les ocupa a nuestros protagonistas. Wilder aprovecha la situación para acercarnos al sigiloso mundo de la política y de cómo arreglar asuntos tan delicados como el que le ocupa a Armbruster y su difunto padre tirando de poderes diplomáticos en una muestra de interesada parcialidad aplicada según J.J. Blodgett (Edward Andrews) en beneficio del honorable fiambre.

Tanto Wilder como Diamond bordaron un guión en el que naturalizan una situación donde sus protagonistas no podía tener mejor salida en esta deliciosa comedia: Bruno consiguió lo que perseguía, al parecer su novia napolitana también, Blodgett se llevó del entuerto unos baños que le arreglaron algunas indisposiciones mientras la orquesta del hotel ameniza la situación en momentos tan delicados como en la despedida del padre y la madre de nuestros protagonistas que también consiguieron lo suyo entre olorosos ramilletes junto al inestimable ofrecimiento y la complicidad de Carlo Carlucci dispuesto a mantener la tradición en los veranos venideros: “Senza fine trascini la nostra vita, senza un attimo di respiro per sognare per potere ricordare ciò che abbiamo già vissuto senza fine”…
avanti
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7
19 de julio de 2018
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Casi un caballero es una película de José María Forqué realizada en 1964, en la que se narran las vicisitudes de unos cuantos ladronzuelos y un elegante y sofisticado ladrón de guante blanco, de cómo llegan a confraternizar ambos especímenes apropiadores de lo ajeno y de cómo resuelven sus problemas antes de ser sorprendidos por un inspector dedicado a su trabajo: encontrar pistas.

En escena Agustín (Alfredo Landa), ladronzuelo melómano, todo un padrazo que en todo momento se acuerda de su querida família, incluso cuando trabaja. Entregado a su faena no percibe la presencia de los propietarios de la casa: Susana (Concha Velasco) y Gabriel Mostazo (José Luis López Vázquez), sorprendidos por descubrir al ladronzuelo no tardan mucho tiempo en dejarse convencer para llegar a un acuerdo mediante la ñoñería ramplona del ladronzuelo, hasta que aparece un nuevo personaje en escena.

Alberto (Alberto Closas), representa a la alta clase social entre ladrones de guante blanco, que utilizan la discreción y el sofisticado disimulo en sus fechorías, combinando las relaciones amorosas con la eficacia del robo sin violencia con mínimos desperfectos. Se presenta como el propietario de la casa. Utilizando el subterfugio, les convence hasta el punto en el que han de abandonarla, pero algo inesperado ocurrirá en sus vidas.

El elegante ladrón les propone a los sorprendidos pillastres un plan meditado largo tiempo para hacerse con una obra de arte de incalculable valor. En la visita al edificio de estilo renacentista donde se custodia la pintura, Agustín, Gabriel, Susana y Alberto, se unen a un grupo de visitantes conducidos por la sin par Gracita Morales, Guia turística del museo, momento que aprovechan para conocer mejor el edificio. Con lo que no contaban los ladronzuelos es con el factor sorpresa.

Eduardo Montalbán (Alfredo Mayo), es un inspector de policía que sigue el caso de un robo, casualmente conoce a Alberto, amigo de infancia, entablándose una conversación que aclararán la situación de los pillastres Agustín y Gabriel, torpes hasta para huir; de la sensual Susana, aprendiza de ladrona que dudará hasta el último minuto sobre sus verdaderos sentimientos hacia Alberto quien, liberado de su peligrosa carga artística decide, junto a la bella ladronzuela enderezar sus destinos...

Interesante metraje de Forqué en el que el exhaustivo trabajo en la profundidad de campo aplicado a las múltiples escenas de Casi un caballero, convierte el metraje en objeto de estudio para conocer los espacios escénicos con distintos fondos de los personajes en plano fijo, a lo que colaboró la excelente fotografía del experimentado Juan Mariné que tanto hizo por su oficio junto a directores como (además de Forqué), Neville, Masó, Fernán Gómez o Sáenz de Heredia. Película de corte elegante y de notables contrastes entre sus personajes, donde lo que impera es el cerebro frío y calculador que poco puede hacer ante la bella Susana y su destacado mimetismo aplicado al personaje en el cuerpo de la genial actriz Concha Velasco.
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7
22 de mayo de 2018
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Strange bedfellows (Extraños compañeros de cama) es un telefilm dirigido por Vincent McEveety en 1995, es el primer telefilm de la decimotercera temporada y sesenta y cinco de la serie, anteriormente había dirigido Descanse en paz señora Colombo en 1990, Asesinato por la lotería en 1991, Colombo: Más vale pájaro en mano… en 1992, Todo forma parte del juego en 1993 y Colombo se disfraza en 1994. El prolífico director nos lleva al mundo de las carreras de caballos donde siempre hay mucho dinero en juego que unido a las privilegiadas informaciones sobre el estado de los equinos, hace que las apuestas fluyan sin cesar entre apostantes con distinta suerte. Diferentes escenas nos sitúa en núcleo del problema y el atrezzo necesario que lo completa.

La principal preocupación de Graham McVeigh (George Wendt) criador de caballos pura sangre, es la de mantener a flote el rancho que regenta junto a su derrochador hermano Teddy McVeigh (Jeff Yagher) quien, comprometido con las apuestas y las ayudas de algún prestamista, pone en compromiso la herencia familiar. Diferentes contra planos rodean la discusión entre hermanos. Graham solo recibe vanas y débiles promesas de Teddy presionado además por Tiffany Keene (Karen Mayo-Chandler) su pareja, lo que le hace tomar una drástica decisión sin contemplaciones en un escenario exterior noche, antes de que las peligrosas e irresponsables acciones de su hermano, le lleven a él y al rancho a la más absoluta ruina.

El atrevido ranchero planea un plan de cargos contra la mafia local para ocultar la verdad, tendiendo lo que cree una infalible trampa al prestamista Bruno Romano (Jay Acovone) del que pretende liberarse con un plan cuidadosamente planeado. McEveety sitúa al espectador ante la provocadora acción, convirtiéndolo en cómplice de la torpe acción que le acarreará problemas, muchos problemas, el primero de ellos en forma de visita y planos medios, entre otros, nos lleva hasta un plano general donde se nos muestra muestra un destartalado coche gris perla, descapotable descolorido y algún ronroneo de mal sonar, conducido por el teniente Colombo (Peter Falk) con la misión de comunicarle al criador el hallazgo del hermano asesinado que, al parecer y según las primeras palabras de Graham McVeigh, no duda en señalar culpables, primeras impresiones que a Colombo no le suelen agradar demasiado.

Con lo que no contaba McVeigh era con la inesperada aparición de Vincenzo Fortelli (Rod Steiger), empresario reformado de un pasado turbulento y socio comercial de Bruno Romano. La tozudez del autosuficiente Graham le puede ante la realidad planteada por Fortelli: o paga la deuda contraída por su difunto hermano, o pagará de otro modo, incluida la desaparición de Romano. La acción a cuatro bandas entre gran variedad de planos y algún notable picado, se instala en el caso de los caballos pura sangre entre el difunto Teddy, el temeroso Graham buscando protección en Colombo, este, llevado sin contemplaciones ante Vincenzo Fortelli y este a su vez, aclarándole a Colombo su posición: o soluciona el caso, o el redimido mafioso local lo hará a su manera. El encadenado de tales situaciones en diferentes escenografías, nos lleva inevitablemente hasta la brillante escena final.

La solución que nos plantea el guión de Lawrence Vail contempla una colaboración poco ortodoxa pero efectiva por medio de la sorpresa, la situación y el momento en el que suceden los acontecimientos que darán finalmente respuesta y satisfacción a todas las partes implicadas: bueno para unos, descorazonadores para otros; es lo que tiene el juego: se gana o se pierde.

Complemento genealógico. Colombo cita a su mujer en tres ocasiones y a un hermano suyo (de Colombo) en una ocasión).
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