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España España · Valladolid
Críticas de Marcos B
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Críticas 76
Críticas ordenadas por utilidad
2
6 de julio de 2012
57 de 101 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de ver mi pase a través de Ono Videoclub. La he visto con mi familia y no me ha gustado. Me gusta Paco León, me cae bien, apoyo su propuesta de democratizar el cine y dar una sonora bofetada a la decimonónica Academia del cine. Me encanta María León, adoro a la hermana "del Luisma" y ha sido una razón de peso para ver la película.

Pero si tengo que hablar de las bondades de la película, solo me quedo con el cante flamenco de María León. Que sea una película low-cost, no quiere decir que la película tenga que estar tan descuidada cinematográficamente, dándose esos aires cool. Hacer algo barato no significa hacerlo mal, porque he visto cortos y películas low-cost (que poco me gusta esta palabra) que son extraordinarios.

Todo mi apoyo a Paco León, ya cuenta con mi soporte y mi dinero; pero también con un claro suspenso, porque no siento que la película sea sincera y sí que sea muy cuestionable en las formas propiamente hablando.
Marcos B
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6
21 de noviembre de 2021
19 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es muy posible que la principal baza del nuevo trabajo de Edgar Wright sea ser sincero y respetuoso con sus referentes. Ofrecer una película con un aspecto renovado y revitalizador, es otro de los ases en la manga con los que juega ‘Last Night in Soho’; aunque sería extremadamente rácano no reconocer las virtudes propias con las que cuenta la película. No poner en valía el estilizado sentido visual de Wright para insuflar vida al relato, mezclado con el acertado sentido de la musicalidad de los años 60, es un error de base a evitar a toda costa. El film está concebido como un gran espectáculo audiovisual que se nutre, no sólo del propio cine, sino de las artes escénicas, la moda y el vestuario, y cierta corriente literaria rayana en el thriller psicológico, en la que la mente de la protagonista configura un caleidoscopio que da vida a dos épocas muy distintas dentro de un mismo monolito.

Se trata de una forma de pensar, con acento vintage, que se funde entre dos tiempos. No son más ni mejores los 60 que la actualidad, ni es menos la actualidad o peor si lo medimos con los 60. Se trata pues de un estado mental. De un trauma anterior con viaje iniciático y aprendizaje posterior, que quiere moverse entre diversos géneros y remanentes anteriores con un objetivo sanador. Podemos distinguir los géneros de forma separada: drama, thriller, terror, o musical, cuando lo más cautivador sería que dentro de un globo dramático no pudiéramos hacer la división de géneros. ‘Last Night in Soho’ se mueve con soltura en todos ellos de forma honesta aunque, con cierta simplicidad que provoca una reiteración de elementos y recursos que se repiten a lo largo del metraje.

Los puntales más potentes se encuentran en el dúo interpretativo entre Eloise (Thomasin McKenzie) y Sandie (Anya Taylor-Joy), dos almas, cada una en un lado del espejo, con sus particulares ilusiones y demonios. La frescura y rotunda presencia de Thomasin Mckenzie, suman con el magnetismo natural al que nos tiene acostumbrados últimamente Anya Taylor-Joy. De obligada mención son los papeles que nos reservan Diana Rigg, dentro de su póstumo papel, y un impresionante e intrigante Terence Stamp que se adueña de la película durante sus apariciones.

El deslumbrante diseño de producción se convierte en un protagonista más. Esas calles en la nocturnidad de Londres, esas tiendas, clubs, pubs, performers, y la música que inunda cada recodo del film para intentar hablar con voz propia. Impresionante la fusión de música e imagen con mensaje durante los compases del ‘Eloise’ de Barry Ryan en la secuencia del pub. Sobresaliente el diseño de vestuario con vestidos y trajes confeccionados con rigor y pasión supina. La partitura de Steven Price, aunque acertada e inspirada, se ve eclipsada por las omnipresentes canciones.

Edgar Wright gira las tuercas a conceptos preexistentes, y los envuelve en un efectivo papel brillante. Abusa insistiendo con momentos que pesan en la duración del film, y desborda el conjunto con demasiados personajes sin un verdadero aporte. Me hipnotiza con sus arrebatos y deudas con el giallo italiano. Además su reinvención le honra apuntando directamente a ellos con resultados muy interesantes.

Y recuerden, ni cualquier tiempo pasado y futuro fueron ni serán mejores. El tiempo y la vida son los que son. You can always go Downtown.


Publicado originalmente en: https://cinemiamor.wordpress.com/2021/11/21/eloise-eloise-ultima-noche-en-el-soho-2021-edgar-wright/
Marcos B
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9
28 de octubre de 2021
19 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuantas veces hemos emprendido un viaje y de repente alguien, por el motivo que sea, nos llama poderosa e irresistiblemente la atención sin dirigirnos palabra. Son en esas ocasiones cuando muy pocas veces surgen las palabras y el magnetismo empieza a fluir de forma instantánea ¿Qué se oculta tras la otra persona?, ¿qué estará pensando?, ¿siente lo mismo hacia mí? Son algunas de las preguntas que pueden presentarse durante el encuentro. La duración de esa magia depende del tiempo que nos encontremos uno frente al otro, y por descontado del punto indeterminado al que esté uno dispuesto a llegar.

Ahora imagina un viaje. Eres una estudiante (Seidi Haarla) que vive entre fiestas, risas y novia. Llegado cierto momento de la relación decidís hacer un viaje, y tu motivación pasa por ver unos petroglifos en la región ártica de Múrsmank. Tu compañera decide no hacer el viaje por estar ocupada, pero tú haces el viaje igualmente porque crees que vale la pena hacerlo y nada te puede parar. De ti no se sabe apenas nada, más allá de provenir de Finlandia y que amas el arte y la arqueología.

Piensa ahora que eres ruso (Yuriy Borisov). Te hallas de viaje en un tren de largo recorrido, y te ves obligado a compartir estancia en el tren con una chica finesa. Viajas a Múrsmank en busca de trabajo en el sector de la minería. Tampoco sabemos casi nada de ti, aunque decides abrir la boca, y entre vaciles y cachondeo empiezas a retratarte.

Dos desconocidos, muy distintos entre sí, que se empiezan a conocer a bordo del compartimento que les une. Dos personas solitarias que empiezan a entenderse, pese a sus diferencias; unidos por el azar durante un segmento de sus vidas. Un largo viaje en tren que parte desde Moscú hacia las costas más septentrionales de Rusia. Un viaje con paradas, en el que cada apeo significa un nuevo descubrimiento personal y sentimental, que irá cambiando las piezas del tablero de forma determinante.

El tren, metáfora de la melancolía. La cámara de vídeo, que remite a los recuerdos pasados. La cinta de cassette, repleta de melodías pasadas. La temporada invernal invita al recogimiento y a socializar. Ni ella es tan borde ni él tan canalla.

‘Compartimento N. 6’ está dirigida por el cineasta finés Juho Kuosmanen. La película está impresa en un tono misterioso y enigmático, que la hacen tan atractiva como la relación que surge entre nuestros dos protagonistas. Las paradas del tren son los apéndices que, con sutileza y elegancia, van modelando el discurso cinematográfico de forma natural, dejando al descubierto los acontecimientos que provocan el cambio. Los personajes, repletos de una química innata, se van desnudando dejando al descubierto sus debilidades y la terrible soledad que les acompaña. El film está lleno de momentos divertidos, a veces tiernos; pero siempre con esa pátina de tristeza que nos inunda de principio a fin. Nos acoge como a un personaje más del compartimento y nos sentimos identificados con ellos.

La película cuenta con una fotografía variada. Paleta cálida en los interiores del tren, y un tono más frío e invernal en los exteriores. De esa forma manipula con bello disimulo nuestro ánimo y hace que nos acerquemos más al trabajo de los actores. Además sabe insertar con absoluta precisión temas de grupos musicales que van desde Wet, Wet, Wet hasta Desireless con su inmortal “Voyage, voyage”, y que tanto tiene en común con lo que nos cuenta.

La película se alzó con el Gran Premio del Jurado de Cannes, dónde recibió una de las más grandes ovaciones recientes que se recuerdan. La historia triunfa porque hace del viaje un medio y no un fin. Cuando llegamos al final nos damos cuenta de lo poco que nos importaba y lo mucho que hemos ganado durante el trayecto. Su halo misterioso seduce y perdura según pasa el tiempo después de verla. Sin duda nos encontramos con uno de los grandes trabajos de la temporada. Con dos interpretaciones memorables deja poso. Nunca un Haista Vittu había adquirido un significado tan hermoso. La sonrisa de Laura leyendo las palabras de Ljoha nos hacen cómplices y emocionan. Voyage.


Publicado originalmente en: https://cinemiamor.wordpress.com/2021/10/28/66-seminci-cuando-tu-viaje-es-mi-viaje-compartimento-n-6-juho-kuosmanen-2021/
Marcos B
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8
13 de julio de 2022
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece ser un hecho que la vida personal de Ingmar Bergman no fue precisamente un camino de rosas. Detrás del genio, del símbolo, del dramaturgo y del director, ardía un infierno personal en el que la propia vida y la existencia, cohabitaban en un perpetuo duelo de titanes, que sumía en profundos pesares al icono sueco. El dilema de la fe desde su infancia; el trabajo sobrepuesto a la vida familiar, en la que pesaban más sus películas que el equilibrio en la conciliación familiar, fueron los topes de raíl que le llevaron a, en apariencia, ser un hombre huraño y torturado por sus propios demonios, fantasmas reales o irreales, y un descorazonador e insalvable miedo a la muerte. Su traslado a la Isla de Fårö, destino final del realizador, se convertiría en el escenario del rodaje de varias de sus películas, así como de su domicilio permanente. Un lugar que desde su fallecimiento tiene mucho de parque temático y cada vez menos de Bergman, pese a que su efigie fantasmal no deje de rondar por cada uno de sus rincones.

La directora francesa, Mia Hansen-Løve, ubica la práctica totalidad de su última película, ‘La Isla de Bergman’ (2020), dentro de las localizaciones reales de Fårö, para proponer un juego metacinematográfico a varias bandas y distintas miradas. Se rodea de nombres tan interesantes en el reparto como Tim Roth, Vicky Krieps o Mia Wasikowska, para narrar la estancia de dos cineastas en la isla; interpretados por los dos primeros, en busca de la inspiración y el aliento para crear un nuevo proyecto cinematográfico. Pronto se verán inmersos dentro del territorio Bergman, empapándose de los lugares por los que se movió, las localizaciones que utilizó, o los libros que leyó. Rápidamente los caminos de Tony (Tim Roth) y Chris (Vicky Krieps) toman distintas sendas, a pesar de compartir una vivencia común. Él, demasiado atareado en vivir lo evidente: clases magistrales, proyecciones en la Bergman Week, o acudir a los milimétricos tours de la Fundación Bergman. Ella, sorteando lo convenido, saltando muros más allá de decorados desaparecidos; seducida por un ambiente fantasmal, en el que, Bergman, vigila desde su palco privado para toda la eternidad. Un guion que se escribe a escondidas, una idea inspirada en hechos que no necesariamente irán por derroteros puramente bergmanianos. Es la libertad del creador que no copia, sino que construye alrededor de un espíritu invisible.

Es la película dentro de la película: Mia Wasikowska, dentro de un juego de reflejos; en el interior de un libreto con epílogo en blanco. Son los fantasmas de Chris, son su proyección de deseos, realidades y demonios las que llevan a la historia interior. El punto en el que confluyen realidad y ficción para terminar dándose la mano, a la vista de un demiurgo invisible: Bergman. Sin apretar ni ahogar, fluyendo la imaginación por el filo de la creatividad; fundiendo y confundiendo personajes. Hechos que pudieron o no pudieron suceder, porque ningún entorno marcado fija plenamente los designios.

Nos alejamos del feudo del sueco. Su presencia influye, no condena. Es el libre albedrío asomándose en una nueva vida, más allá de fantasmas y miedos. Lejos de tener una o 42 películas; en ausencia de varios matrimonios e hijos alejados por la profesión del padre. No importan tanto los escarceos ni aventuras amorosas. Es el retorno, el abrazo de una madre y una hija dentro de un guion que culmina. Son proyecciones cinematográficas desde distintas direcciones que se transforman en un material totalmente nuevo. El demiurgo sigue observando desde el palco. Esto no son 'El Séptimo Sello', 'Persona' ni 'El Manantial de la Doncella'. Folio nuevo, película nueva: the winner takes it all.



https://cinemiamor.wordpress.com/2022/07/13/the-winner-takes-it-all-la-isla-de-bergman-2021-mia-hansen-love/
Marcos B
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6
28 de octubre de 2021
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son muchas las veces en las que la inteligencia artificial ha dado el salto a la gran pantalla. Algunas veces con formato asesino, 'Terminator' (James Cameron, 1984), otras como amo de casa, 'El Hombre Bicentenario' (Chris Colombus, 1999), y a veces como niño e hijo, 'Inteligencia Artificial' (Steven Spielberg, 2001). El nexo común de todos ellos es el semblante antropomorfo de la “criatura” y los sentimientos que pueden generar y despiertan en los seres humanos que les rodean. Son máquinas, sí, pero su aspecto exterior es humano y no son pocos los dilemas morales que plantean a una sociedad cada vez más automatizada y solitaria, que se asoma con incertidumbre a la robótica durante los últimos años. Por lo tanto no es descabellado pensar que en los próximos años pueda darse la singularidad de tener que convivir con esos robots que sienten, padecen, y aprenden.

Maria Schrader, actriz y directora alemana, que ha trabajado con nombres tan importantes como Doris Dörrie, Peter Greenaway o conseguido un premio Emmy, debutó en el año 2007 con Love Life y su trayectoria ha pasado por contar la vida en el exilio de Stefan Zweig en Stefan Zweig: Adiós Europa, llegando a la actualidad con el film que nos compete, mirando bajo su prisma personal a la ciencia ficción y drama con toques de comedia romántica en Ich bin dein Mesnch (2021).

Maria Schrader dirige este film que se asoma a un mundo cercano. En él, Alma, científica en el Museo de Pérgamo de Berlín, se ve obligada a convivir con un robot programado según sus recuerdos y vivencias durante un periodo de tres semanas. Un androide encantador, llamado Tom, que pese a su condición no humana, consigue poco a poco conquistar a Alma y su soledad en un futuro cercano que nos resulta extremadamente familiar. Rodada en un Berlín “actual” en el que podemos contemplar la Torre de Televisión o El Pérgamo por poner dos ejemplos. El romance no se hace esperar y surge una profunda amistad entre los dos, que eleva la moral y saca a Alma de la rutina pasada, consiguiendo suplir dolores pretéritos y deteniendo angustias futuras, sintiéndose querida y respetada por una mente poblada de ceros y unos.

La película corre el riesgo de tratar un tema algo manido, pero son las formas y el método empleados los que convierten a Ich bin dein Mensch en un proyecto refrescante y revitalizador. Dan Stevens (Tom) y Alma (Maren Eggert) transmiten una química natural casi instantánea con el espectador, que hace que se vea reflejado en varias de las situaciones. El resto del reparto cumple con creces y completa el discurso de la pareja protagonista, destacando una estupenda Sandra Hüller (Toni Erdmann, 2016) que sabe ganarse a la cámara con sus apariciones. Preciosas localizaciones con abundancia de planos largos muy cuidados. Fotografía de predominancia cálida y suavizada que invita a un ambiente acogedor y familiar. Mesura en la utilización de VFX con resultados muy satisfactorios respecto a la utilización de hologramas. Refinada partitura de Tobias Wagner que compone bellas melodías de cuerda, reforzando lo mostrado en el encuadre.

La inteligencia artificial parte en este caso de una clara premisa: ¿puede un ser síntetico eclipsar al factor humano sentimentalmente? La película no quiere responder a esa pregunta, prefiriendo que surja la reflexión a través de una serie de pasajes costumbristas y cercanos. Es posible que sea agradable que un diseño robótico pueda colmar nuestras satisfacciones a la carta siguiendo nuestra impronta, aunque lo más probable es que a la larga echemos en falta los errores y equívocos que nos hacen netamente humanos. Muchas veces puede ser infinitamente más cautivador calcular con nuestra mente orgánica, a que nos faciliten demasiado el trabajo. No obstante, nuestras memorias son difícilmente sustituibles y la mecánica artificial no puede alcanzar a comprender este límite. Terreno puramente humano en el interior de una interesante película que intuyo pueda ganar con revisionados posteriores. Recomendable como poco.


Publicado originalmente en: https://cinemiamor.wordpress.com/2021/10/28/66-seminci-alma-robotica-ich-bin-dein-mensch-maria-schrader-2021/
Marcos B
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