Futbolero empedernido, la mezcla de dos cosas que me encantan como este deporte, y el cine, no podía ser del todo mala. Así es como desde el pitazo inicial, en un bus repleto de estandartes rojos y verdes y fans expectantes y luego en los alrededores de un estadio -un ambiente en el cual se distingue a leguas el olor a pólvora característico de los partidos trascendentales-, el film se desenrosca con fluidez. La cámara está ávida de acciones y reacciones, los personajes aparecen uno atrás del otro en pocos minutos.
Es ahí, en el costado externo de las gradas y con pinceladas indiscretas de comedia cuando los personajes reciben la bocha y comienza el verdadero manejo: las muchachas, ansiosas, con algo de impotencia pero no del todo resignadas y todavía reservando algo de entusiasmo. Los guardias, con algunas "precauciones" que rozan el ridículo y parecen indiferentes ante el suceso que hace hervir el cemento a solo unos metros. Ambos equipos juegan sobre aquel asfalto con algo de desfachatez, pero no terminan de acomodarse.
Está claro que el auténtico motivo de esta crónica es una denuncia social agresiva sobre una comunidad todavía abiertamente machista y sin vueltas. El film entretiene y experimenta, pero no renuncia a querer señalar, con sarcasmo y determinación, aquellos aspectos contra los que el director apunta y valiéndose de un arma como el fútbol, el deporte más global que existe.
Anota con sobriedad y oportunismo en escenas como la caminata al baño, no así en las actuaciones, esta vez no tan buenas: en varias se distingue algo de tensión, o falta de firmeza, en varios casos la performance no termina de cerrar -y se les escapa alguna que otra miradita a la cámara-. Rescatado, tal vez, por la forma en la que confluyeron unos con otros -sobre todo me gustó la chica fumadora-, los noventa minutos, lo mismo que dura un partido, cierran con buen gusto.
¿Realmente esta película se grabó el mismo día del partido?

A Irán no le fue muy bien en Alemania. ¿Es eso un spoiler?

Empecemos por el principio: Suzanne Flon se roba toda la película. Imposible no comenzar mencionando una formidable interpretación a los ochenta y cinco años, una demostración de entereza artística que tras aquella pacífica sonrisa esconde un toque perturbador, bien orquestado por Claude Chabrol al crear el climax exacto para dejar esos momentos turbios, inquietantes, con las secas cadencias de la música de fondo puliendo aquel escenario.
Con aquellos momentos como puntos de quiebre, todo lo que se construye a su alrededor se mueve, no tan ágilmente a veces, pero sí sin dejar de inquietar. Ese es otro punto a favor: nunca deja de estar latente esa sensación de que el shock está por llegar (no por nada hay tantos primeros planes sobre puertas o umbrales, siempre dejando algo a punto de pasar), pero además, dejando una base tan sólida que incluso en algunos momentos se permiten unos raptos de humor negro, macabro, que encaja perfectamente sobre un aura tan densa y oscura.
Como siempre, en las fotos de familia hay mucho más de lo que el ojo puede ver.

Vi los primeros treinta minutos de esta película de pie, con las manos aferradas al asiento, esperando alerta el momento en el que se desencadenaría la tensión insoportable y perturbadora de la que tanto hablaban en este film.
Como vi que se demoraba, me senté.
Luego miré mi reloj, a ver cuánto más se demoraba.
Pero no, al final no llegó. Nunca llegó. Pero qué cosa, che.
Este film no me fue perturbador en absoluto, fue simplemente aburrido y absurdo, pero no absurdo en un buen sentido sino de forma ridícula, infantil. No encuentro nada allá que me moleste, me ponga la piel de gallina o siquiera me haga dar algún respingo sobre el asiento, solo encuentro una sucesión de momentos interminable, densa, tediosa (esa es la mejor palabra para describir el film: tedioso), sin chiste y sin gusto a nada.
A primera vista tiene una premisa atractiva. Pero esto de abusar demasiado de la tensión en la escena misma (tomar una escena incómoda y estirarla, y estirarla, y estirarla…) solo consigue volverla exasperante al principio, soporífera más adelante. Llegó un punto en el que ya ni me importaba lo que le sucediera a los burgueses de la casa de campo, ni a los pajarillos infelices que se quisieron divertir a costa suya. Creo además que abundan las fallas conceptuales y hay varias las escenas que dejan sin credibilidad el accionar macabro de los personajes (¿cómo es que nadie sabe el número de la policía? ¿Cómo es que teniendo numerosas chances de escapar nadie lo hace, y se quedan ahí parados esperando a que esos dos enfermos continúen con lo que hacen?) En un punto este laissez faire se vuelve francamente irritante y la película pasa a ser simplemente burda, y como dije antes, pesada.
A lo mejor sea una gran película. A mí me pasó de costado, con la más impoluta indiferencia. De Haneke además vi La Pianista y La Cinta Blanca, y curiosamente ambas me deslumbraron, pero en esta simplemente no encontré nada: nada macabro o sardónico, nada memorable ni inquietante, simplemente dos idiotas tomándose libertades y tres idiotas que así se lo permiten.

Esta película fue francamente una decepción. Bastante grande.
Suelo disfrutrar de aquellos films yanquis que se animan a hablar sin filtros de las miserias escondidas detrás de brillante fachada del sueño americano y bla bla bla, desnudando las contradicciones, las fricciones y las acciones que realmente ocurren lejos de los flashes y las luces de los grandes estudios, y en especial, claro, cuando se trata de películas sobre la adolescencia, tal vez cuando más críticos y más arteros se han mostrado (pienso en Welcome to the Dollhouse, Kids, Gummo, Mean Creek, todas imprimen una mirada en la cual se entreve una narración comprometida, es decir, se sacaron la careta).
Pero esta no. La historia en sí no me gustó en absoluto. Si bien puede sonar algo convincente su mensaje sobre el anhelo de aceptación, la necesidad de tener amigos, de ocupar un rol “aceptable” en una comunidad tan arisca como lo es una escuela secundaria, lo que sea que transmiten sus personajes principales (si es que transmiten algo) es basura. El personaje principal (ya ni me acuerdo cómo se llama) comete una estupidez atrás de la otra y nunca aprende de sus errores ni aún cuando parecen arrastrarla por la pendiente y ella pretende permanecer naive, ignorante, y seguir con su rumbo cuesta abajo. No veo nada de honestidad en sus personajes, al menos en los que el film se centra, todo se maneja bajo la hipocresía, el negar lo que realmente ocurre, la aceptación de las miserias propias y ajenas. Esto nos lleva a una suma de situaciones entre desagradables, malogradas, poco inteligentes, o que no fueron ni un décimo de todo lo que podrían ser. Cada personaje se hunde en sus propias limitaciones y lo que hay es una construcción de inhibiciones y palabras reprimidas que en otros momentos, tampoco satisfactorios para mí, se dan rienda suelta todo de una vez, logrando que todo estalle, pero ni siquiera dejando cimientos para una mejor reelaboración.
En el final no nos queda ningún mensaje alentador, pero, ay, esto no es porque la vida es cruel y no ofrece oportunidades, porque las hay, sino porque tal vez son realmente unos idiotas y no se dan cuenta de que las tienen y siguen empecinados en seguir estrellándose contra el suelo. Nadie hace una lectura correctiva. Da la sensación de que nunca van a pensar en lo que hacen.
Uno de los ejercicios que más me gusta hacer cuando veo una película de adolescencia es cómo siguió la vida de cada uno cuando la historia termina. En este caso ni me interesó. Debe ser la convicción de que sería más de lo mismo.

La primera película que vi de Vinterberg fue "Celebración", y me voló la cabeza. Hace poco emprendí nuevamente una búsqueda por material de este hombre y lo único disponible era este particular film que (creo yo) vuelve a arremeter -como en la nombrada más arriba-, aunque esta vez con mucha más frialdad y madurez, contra la compleja sociedad que se desenvuelve en ese frio país.
"Submarino" habla de dos hermanos que de pequeños compartieron una desgracia que marcó sus vidas en adelante. Nosotros empezamos recién a conocerlos varios años después, cuando uno está obcecado al alcohol y otro a las drogas.
La trama se me hizo inclasificable: tal vez sea un drama, tal vez no lo sea. Cierto es que los elementos de la película pueden empujar a pensar eso, pero todo avanza de una forma tan plomiza, y fría, que es difícil discernir.
Por esto mismo es que este film es mucho menos interesante (para mí) y entretenido que lo primero que vi de este director. Me gustó la interpretación de Nik, pero no mucho más que resaltar. Me pasó el pensar que el dramatismo seco no se encauzaba hacia ningún lado y en ningún momento se profundizaba más allá de lo que veíamos, aunque sobre el final la extraña decisión tomada por uno de los personajes lo remonta un poco más, dejando algo que pensar sobre convicciones y decisiones.
La historia transcurre en un complejo escenario de días cortos, noches hostiles, cercado por las nubes y la nieve, el frío y el viento, y las caras que vemos deambulan entre la multitud, confundiéndose con lo gris.