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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3,333
Críticas ordenadas por utilidad
9
26 de septiembre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No encuentro razón para que esta encantadora, emotiva y aleccionadora película, haya sido ignorada durante tanto tiempo. Esta es la suerte de historia donde la vida adquiere significado, el arte se la juega en su propósito de enaltecer a la especie humana, y el amor brilla en su más alto esplendor.

Apenas logramos penetrar en sus personalidades, es imposible no enamorarse de Junie Moon, la chica a la que, un enfermizo pretendiente, le arruinara el rostro y parte del cuerpo. Cómo no sentir afecto por Arthur, el joven sensible y epiléptico cuyo corazón reboza de esperanza, siendo capaz de trascender el cuerpo de Junie para ver las cosas grandes que rebozan en su alma. Y cuán fácil es simpatizar con Warren, el discapacitado que no logra definir sus intereses sexuales.

Tres pacientes de un mismo hospital que, al salir de éste, deciden unirse para luchar juntos con sus limitaciones. Y lo que van a mostrarnos es un gran ejemplo de vida, de trascendencia y amor. Ellos se conocen, se respetan, se acogen con sus reveses y se valoran profundamente porque las condiciones están dadas para lograr la compenetración.

A los tres les queda claro que, los seres más obtusos de la sociedad, les considerarán de la manera más improcedente, pero saben también –y lo comprobarán cada día- que aún subsiste mucha gente buena en el mundo que va más más allá de la superficie y es capaz de descubrir la divinidad en cada ser humano.

La presencia en sus vidas de gente como Minnie, la anciana gravemente enferma que ocupaba la cama al lado de la de Junie; Mario, el pescadero con un corazón que se expande día a día; la señorita Gregory, la arrendadora convencida de que la voluntad todo lo puede, y entre otros, el “beach-boy” como le gusta que le llamen o “Guiles” (como prefiere llamarle Warren en recuerdo de otro amigo y por el juego asociativo que esta palabra, como la otra, permiten), traerá una inmensa luz que, muy probablemente, renueve sus vidas para siempre.

Inmensa calidez la que veremos fluir en diversos momentos de esta historia que empezó con una serie de artículos que, sobre la gente que iba conociendo en el hospital donde trabajaba, escribió la californiana Marjorie Kellogg (1922-2005), una trabajadora social que luego alcanzaría el éxito como novelista y dramaturga, y a quien sus amigos convencieron de que convirtiera en novela lo que había escrito, surgiendo así, “Dime que me amas, Junie Moon”, un bestseller en el año 1968.

Al director, Otto Preminger, lo emocionó profundamente la novela y dispuso que la señorita Kellogg escribiera ella misma el guión cinematográfico. Con su habitual olfato, escogió a unos protagonistas de oro: Liza Minnelli, Ken Howard y Robert Moore, quienes junto a James Coco, Fred Williamson y Kay Thompson, establecen una micro-humanidad adorable.

Pienso en las bellas experiencias que comparten estos personajes y llego a la conclusión de que, hay cosas que se pierden para poder ganar otras más significativas. Porque, aunque a veces resulte difícil comprenderlo, el universo es justo y está siempre procurando nuestro bien.

Título para Latinoamérica: “DIME QUE ME AMAS”
Luis Guillermo Cardona
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8
12 de agosto de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando se estrenó en Londres, “El abanico de Lady Windermere” (1892), la celebridad del escritor irlandés, Oscar Wilde, quedaba en lo más alto y era ya prácticamente reconocido en todo el mundo por la exquisitez de su prosa y la lucidez de sus historias. Con esta obra, el escritor reforzaba su punzante crítica contra la hipocresía e intolerancia de la sociedad en la que le correspondió vivir, y de nuevo, sacaba a la luz la grandeza de algunas de esas mujeres que tenían que sufrir indefinidamente la comidilla y la discriminación, por un error cometido alguna vez en sus vidas.

Era como si Wilde presintiera que, una tormenta de intolerancia social, estuviera a punto de arrojarse contra él mismo por sus particulares relaciones amorosas… y entonces se anticipaba a demostrar las horrendas injusticias que podían cometerse.

“El abanico de lady Windermere” es una obra fascinante, emotiva, sincera, mordaz y profundamente humana, en la que una mujer aspira a reencontrar un poco de su perdido pasado, y buscando redimirse, consigue entrar en el hogar que conforman Arthur Windermere y su esposa Margaret, por quienes siente un especial afecto aunque, los prejuicios, harán parecer que llega más como una intrusa.

Los diálogos, son dardos que apuntan con firmeza hacia la diana y siempre dan en el blanco:
“¿Por qué los hombres creen complacer a las mujeres cuando les dicen cosas en las que no creen?"
“Es absurdo dividir a la gente en buena o mala. La gente es tan solo encantadora o aburrida”.
“Hay momentos en que es preciso escoger entre vivir la propia vida, de manera plena, cabal y completamente... o seguir arrastrando una existencia falsa, superficial y degradante como las que pide ese mundo hipócrita”.
“No arruinamos una vida y quedamos impunes… también arruinamos la nuestra desde ese mismo momento”.

La adaptación cinematográfica que, con rodaje en Inglaterra, ha hecho el director Otto Preminger, es la quinta que se realizara de esta inolvidable obra que, todavía hoy, sigue interesando a los cineastas de todo el mundo, pues, además de las numerosas versiones televisivas que se han venido haciendo, dos nuevas películas se han estrenado en 2014 y 2015.

Preminger inicia su versión con un simpático agregado que, los guionistas Walter Reisch, Dorothy Parker y Ross Evans, le hicieran a la historia, mostrando a Mrs. Erlynne como una mujer sexagenaria que, de pronto, descubre su abanico (una suerte de leimotiv con esencial significado) en una sala de subastas a la que ha asistido. Tras encontrarse con Lord Darlington -también con grandes arrugas surcándole el rostro-, un flashback a ratos interrumpido, irá rememorando el trascendental incidente que les permitió conocerse.

Fiel a la trama y a sus mordaces diálogos, esta magnífica versión se torna tan memorable como la obra maestra que nos legara Ernst Lubitsch en 1925, y de nuevo, la obra de Wilde recupera esa vigencia que tiene ya el sello de la perennidad.

Encantadoras actuaciones de Madeleine Carroll, George Sanders, Jeanne Crain y Richard Greene… y como no mencionar a Martita Hunt en su venenoso y muy llamativo rol de la duquesa de Berwick.

Título para Latinoamérica: “EL DESLIZ DE LADY WINDERMERE”
Luis Guillermo Cardona
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6
30 de julio de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es posible que, el debate sobre la razón de ser de nuestra presencia en el mundo y sobre el origen del universo, se haya dado desde que el hombre existe, y parece ser que, nuestra pequeñez mental hará que tardemos algunos siglos más en ponernos de acuerdo sobre estas cuestiones. De aquí que, el agnosticismo (del griego α- [a-], ‘sin’; y γνώσις [gnōsis], ‘conocimiento’) sea una de las más sabias y humildes posiciones que se pueden asumir ante los magnos interrogantes que surgen en la metafísica y en las enseñanzas religiosas: “No creo en Dios, pero tampoco niego Su existencia. Me niego a creer por fe, pero mantengo una puerta abierta a cosas que presiento sin tener todavía una explicación satisfactoria”. Las posiciones extremas: Ateísmo y Fanatismo, resultan, casi siempre, tan radicales y sin sustancia, que terminan cayendo en una ingenuidad aplastante. Y así no debe ser.

“SEÑALES DEL FUTURO”, toma como punto de debate dos de las teorías que han mantenido enfrentadas a la ciencia y a la religión. Mientras aquella (en gran parte) afirma que “la vida es una cadena de accidentes y fallos fortuitos”, la religión sostiene que “todo tiene tiene un propósito y un orden perfecto”.

La primera creencia, es la que defiende el profesor de astrofísica John Koestler, personaje principal de esta película, y la segunda es la que defenderá, el director Alex Proyas, basado en un guión escrito por Ryne Douglas Pearson con la colaboración de Juliet Snowden y Stiles White. Aunque Pearson ha explicado que "no hay un mensaje predeterminado en la historia" (1), sus inclinaciones religiosas (católico romano) muy ligadas a lo que dice la Biblia, hacen evidentes sus propósitos con el público.

Como ya lo hiciera con “Dark City”, Proyas hace alarde de una eficasísima puesta en escena; las secuencias de catástrofes (idea suya con la que reemplazó lo que, para Pearson, eran simples asesinatos), logran un gran impacto y una fuerte conexión al ponernos -a todos- como posibles víctimas; y el planteamiento argumental resulta muy interesante en esa confrontación padre-hijo, mantenida con gran altura y buenas razones por el estrecho lazo que une al profesor con Caleb (nombre tomado de un personaje bíblico que, junto a Josué y por su gran fe en Dios, fue elegido por Éste para entrar en Canaán). Sin embargo, la resolución del filme -queriendo emular ideas del libro Números, Cap.14 -, luce bastante ingenua al relacionarla con la humanidad entera… y el resultado, ¡vaya si hace deslucir los impecables efectos especiales con que se logran los últimos veinte minutos!

Nicholas Cage me resulta un tanto mayor para su personaje, sin embargo logra simpatizarnos con la sincera y discreta posición que asume ante la vida y por la asertiva relación que mantiene con su hijo, muy bien interpretado éste por el pequeño Chandler Canterbury. Por su parte, a Rose Byrne (Diana) le toca la parte de la chica obstinada que deja mal parado a su género; y Lara Robinson tiene el doble papel de Lucinda y de Abby, las chicas que abren y cierran el juego de predicciones.

Estuvimos muy cerca de otra brillante película, pero a Proyas le pudo la influencia católica del escritor porque, con otra asesoría, las cosas bien que pudieron haber llegado a mejor puerto. Con todo, siento que, “SEÑALES DEL FUTURO”, es una película muy digna de verse.

(1) Dan Phillips. Blog Biblical Christianity

Título para Latinoamérica: “CUENTA REGRESIVA”
Luis Guillermo Cardona
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8
18 de junio de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al comienzo de este filme del director Richard Donner, hay un diálogo muy atractivo entre el taxista Jerry Fletcher y un pasajero al que acaba de recoger tras despedirse con un beso de una chica:
-El amor te da alas. –Dice Jerry- Él hace que puedas volar. Pero no lo llamo amor, lo llamo Gerónimo.
-¿Gerónimo? – Pregunta el pasajero.
-Sí, Gerónimo. Cuando tú realmente amas, podrías saltar desde la cima del edificio Empire State gritando Gerónimo mientras caes.
-¡Pero vas a morir! ¡Quedarás aplastado! ¿Cuál es el punto?
-No has escuchado. –Sentencia Jerry- ¡El amor te da alas!
-Debe haber alguna chica. –Murmura el pasajero.
-Me destroza. ¡Moriría por ella!

El nombre Gerónimo se deriva del griego ieros: sagrado y onoma: nombre. Así que significa Nombre sagrado. Y esta es la categoría que da Jerry a Alice, la empleada del ministerio por la que vive obsesionado.

Lo que vemos, pues, en “CONSPIRACIÓN”, es antes que nada una historia de amor entre un hombre al que un prepotente empleado del gobierno pretende usar como cobaya al servicio de sus macabros intereses, y una chica, cuyo estimado padre fue asesinado hace algún tiempo sin que haya sido resuelto el caso.

La trama está eficazmente planteada al estilo McGuffin que caracterizó ciertos filmes de Alfred Hitchcock, dejando apenas entrever las terribles maquinaciones que emanan de las altas esferas, y para que no quede duda, el guionista Brian Helgeland, recrea de nuevo la escena del teatro que ya habíamos visto en “Cortina rasgada” a manera de homenaje. Pero, el verdadero peso de la historia, está en la manera inédita (y desenfrenada) como Jerry se las ingenia para alcanzar a Alice… y en todo lo que hace hay comedia, ternura, arrojo y amor en grande. Lástima que pueda percibirse una escasa química entre Julia Roberts y Mel Gibson, pero ambos se esfuerzan cuanto pueden para que la relación resulte verosímil.

Con el hecho del hombre manipulado física y emocionalmente para convertirlo en un criminal, el filme también hace remembranza de “The manchurian candidate”, el brillante filme de John Frankenheimer que, Donner, cita en algún momento para no andarse con secreto alguno, al tiempo que amplía nuestras opciones investigativas. Con todo, la trama resulta muy entretenida, nos obliga a analizar y a estar bien atentos, y sus amplias alusiones al controvertido libro, “El guardián entre el centeno” (The catcher in the Rye, 1951) de J. D. Salinger, dan para interesantísimas asociaciones sobre la alienación que valdría la pena indagar. ¿Qué tal que descubrieras que, sin saberlo, también tú estás siendo víctima de ella?

Título para Latinoamérica: “EL COMPLOT”
Luis Guillermo Cardona
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9
3 de junio de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo ha padecido muchos Tiempos Oscuros. Tiempos en que, silenciar al arte, se asume como una forma impositiva de impedir cualquier tipo de interferencia u oposición a la ideología dominante. Se pretende que todo el mundo marche en fila hacia lo que piensa el gobierno de turno y que no haya el más mínimo disentimiento, ni por asomo, a sus “verdades absolutas”. Así comienzan las dictaduras o tiranías que llaman, y la población entera se ve abocada a guardar silencio, aunque, siempre e indefectiblemente, correrán “bajo tierra” y subrepticiamente, voces de rebeldía y ríos de tinta que crecen y crecen y que es imposible acallar. Porque, los dictadores, nunca entenderán que, la rígida censura, es el suelo nutricio donde de inmediato crecen las más férreas semillas de la oposición.

Roma y su incendiaria destrucción de bibliotecas, más la falsificación, adulteración y desfiguración de la literatura clásica; La “santa” inquisición, que inmoló a un sinnúmero de intelectuales y líderes, al tiempo que censuró a incontados autores. La Alemania nazi y sus quemas de libros de grandes escritores… son algunas de las más infames acciones del hombre contra el hombre y contra el arte, y a todo esto se suma la Era macchartista (1947-1951), uno de los episodios más vergonzosos de la historia americana, ocurrido precisamente en la nación que más se ha ufanado de asegurar la libertad.

Sobre la manera como, durante esta "caza de brujas", los escritores perseguidos y puestos en la llamada Lista Negra, se valieron para poder seguir sacando a la luz sus obras, el talentoso guionista Walter Bernstein (L.N.) escribió un cáustico, dramático y sin embargo divertido guión que, el comprometido director Martin Ritt (L.N.), convirtió en una impecable tragicomedia que demuestra las sutiles maneras como el arte, al final y siempre, termina ganando la partida… aunque en el camino, para el escarnio histórico de los promotores de aquellos hechos, quedará una larga lista de víctimas de sus desafueros.

Lo que más me gusta de “LA TAPADERA” es que, en ningún momento, los escritores Miller, Delaney o Phelps (inspirados en Walter Bernstein, Abraham Polonsky y Arnold Manoff) y ni siquiera el testaferro Howard Prince, lucen como víctimas, sino que dan la pelea y agudizan su ingenio para burlarse del eterno, cruel y deplorable ridículo que realizan los censores. Ritt logra acciones muy sutiles para contar el drama sin emitir juicios; los diálogos son mesurados y de una precisión absoluta en su radiografía de los hechos; y la puesta en escena es bastante sobria, abundando los tonos cálidos para dar cuenta de lo álgido del proceso.

En la actuación, Woody Allen nos brinda un personaje entrañable puesto en la piel del testaferro Howard Prince, y es seguro que aportó a los diálogos porque, algunas frases, son muy de su estilo. Por su parte, Zero Mostel, logra una impactante y conmovedora caracterización de Hecky Brown (personaje inspirado en Philip Loeb, un actor amigo de Mostel que se suicidó tras haber sido puesto en la Lista Negra), ejemplo de las atroces infamias que promovían los miembros de la HUAC.

“Es bueno cuando a alguien bueno le sucede algo bueno”, dice en algún momento Hecky Brown, y también es bueno que puedan hacerse y verse esta suerte de filmes que, con objetividad y sin afanes de revancha, dan cuenta de episodios que jamás, nunca jamás, deberían repetirse.

El arte es sagrado, pues, es en él, donde se asientan las ideas que pueden llevar a la Cumbre a cualquier sociedad del mundo. Silenciarlo, desconocerlo o ignorarlo, son actitudes tan solo posibles entre los dirigentes más necios y obtusos... y ésta, es la más contundente señal de su incompetencia.

Título para Latinoamérica: “EL TESTAFERRO”
Luis Guillermo Cardona
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