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España España · Madrid
Críticas de keizz
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Críticas 241
Críticas ordenadas por utilidad
7
12 de marzo de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
“7 cajas” cuenta la historia de Victor, un chico que se gana la vida haciendo de carretillero en el Mercado 4 de Asunción (Paraguay). Es un mercado gigantesto y caótico, con alto índice de delincuencia, y en el que los carretilleros compiten entre sí por conseguir mercancías que transportar. Victor está obsesionado y fascinado con las nuevas tecnologías, y siempre se queda embobado viendo las televisiones. Su gran sueño es tener un teléfono móvil con cámara para grabarse. De repente le ofrecen 100 dólares por transportar siete cajas, dinero con el que podría conseguir su teléfono móvil…

Se trata de un thriller un tanto sui generis. La película es trepidante y desprende adrenalina desde el primer minuto. Sin más, nos vemos envueltos en el caótico Mercado 4 de Asunción, una especie de colosal amasijo de tenderetes, contenedores y barracas, una locura que se vuelve más enrevesada aún debido a que los protagonistas hablan una mezcla de español y guaraní bastante difícil de entender (imposible, si no fuera por los subtítulos).

La sensación de caos y atropello se incrementa debido a los planos con cámara subjetiva, el ruido, todo es un poco agobiante y resulta imposible no quedar atrapado en la película, de la que no te liberas hasta que no salen los títulos de crédito y consigues por fin salir del cine y respirar.

La acción y la tensión son constantes. Las persecuciones, continuas. Tan pronto el chico persigue a otro que le ha robado una caja, como se ve perseguido por una peligrosa banda que quiere robarselas a él, y a los que a su vez persigue la policía. A pesar del alto ritmo de la película, es excelente el tratamiento que hacen del mismo, ya que no es nada fácil mantener la tensión y el ritmo narrativo durante 100 minutos. Es cierto que hay algunos errores o situaciones mal resueltas, incluso esperpénticas (¿Porqué persiguen al chico con carretillas, si correrían más si no las llevaran?), pero son pecados perdonables ante el resultado global del film.

Me ha sorprendido gratamente esta película. Es un soplo de aire fresco. De esas películas que viene muy bien ver de vez en cuando por su heterodoxia e insolencia. Me gusta como utiliza el humor negro y disfruto con tanta acción (yo, que soy un gran aficionado al cine contenido, de matices, de lo sugerido…) mezclada con costumbrismo social. Una especie de “Ciudad de Dios” desprovista de violencia, o mejor dicho, tratando la violencia de un modo más grotesco. Me parece un thriller divertido, creo que sería una buena manera de definirlo.

La película me ha gustado pese a tener todo en contra. Quiero decir, que no cumple con el tipo de cine que me gusta a mi. Teóricamente, un thriller atropellado y vertiginoso no tiene casi papeletas para que pueda gustarme. Y sin embargo, me gusta. Lo pasé muy bien viendola y creo que le pasará a más gente. Estoy casi seguro de que se hablará de esta película para bien. Además, es simpática, valiente y bienintencionada, incluso el malo de la película no lo es tanto, porque tiene el problema de que tiene que conseguir dinero para comprar medicinas para su hijo pequeño….

Creo que la mayoría de los intérpretes no son actores o son debutantes. No se nota en absoluto. Buen trabajo. Muy buena dirección. El guión es excelente, y la película tiene la garra que toda película con aspiraciones a comerse el mundo debería tener.

En definitiva, muy buena sensación me ha dejado esta película, la primera paraguaya que veo. Estaré atento a estos directores (son Juan Carlos Maneglia y Tana Schembori, que no lo había dicho) y al cine paraguayo en general.

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keizz
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8
9 de mayo de 2019
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Luis Buñuel cosecha un estrepitoso fracaso con su primer largometraje (“La edad de oro”), que hace que se le cierren todas las puertas y nadie quiera producir su siguiente proyecto, un documental sobre Las Hurdes. Su buen amigo Ramón Acín compra un billete de lotería y le promete que si le toca el premio, lo invertirá en su película. Increíblemente, el número de dicho billete resulta agraciado con el gordo de Navidad, y Ramón Acín mantiene su promesa y llama a Buñuel para viajar juntos a Las Hurdes a rodar el documental.

Salvador Simó dirige este documental de animación, basado en el comic homónimo de Fermín Solís, y resulta un potente y emocionante relato de lo que fue el polémico rodaje de una de las películas más renombradas del legendario director aragonés, “Las Hurdes, tierra sin pan”.

La película es magnífica en cuanto a estética, y sobrecogedora por la crudeza de lo que cuenta. Para añadirle fuerza y dramatismo, este documental de animación se adereza con imágenes reales de la película de Buñuel que retrató con brutal realismo una de las zonas más desoladas de España en los años treinta.

Hay escenas realmente impactantes, como el despeñamiento de la cabra, la niña enferma que se tumba a un lado de la calle para morir, la decapitación del gallo o la muerte de un burro por las picaduras de las abejas que transportaba. Pero todo esto era la realidad de Las Hurdes en aquella época, y es lo que Buñuel reveló con su película. Pero junto a esas escenas terriblemente duras también impacta el rodaje en la escuela, cuando un niño se lanza a Buñuel para que le dé un abrazo, y los demás niños se unen también buscando ese gesto cariñoso, algo que es tan necesario a esa edad. En aquella zona tan pobre, los niños no tenían de nada, ni siquiera abrazos.

Por otra parte, en la película se nos muestra un Buñuel torturado por sus visiones oníricas y por los traumas de su infancia. El cineasta tenía una relación difícil con su padre, un hombre estricto cuya falta de cariño hacia su hijo le marcó para siempre. Otra relación difícil es la que mantiene con Dalí, con quien realiza su famoso corto “Un perro andaluz”, y la gente le da la mayor parte del mérito al de Cadaqués. Esa rivalidad entre genios del surrealismo queda patente cuando se ve a Buñuel enfadarse cuando un admirador le pregunta, tras ver “La edad de oro”, por unas escenas dalinianas, dejándole claro Buñuel de malas maneras que Dalí no tuvo nada que ver en esa película.

Otro aspecto muy interesante del film es el contraste que nos muestra entre las figuras de Buñuel y Acín. Dos íntimos amigos con personalidades radicalmente opuestas. El escultor era un hombre sensato, comprometido, que quiere hacer la película para denunciar la situación en que vivía la gente de Las Hurdes, mientras que Buñuel tenía un punto de vista diferente y anteponía la parte artística a la social, estaba más interesado en la obra que estaba creando que en mejorar la vida de la gente a la que filmaba. Pero a pesar de sus diferencias, su amistad estaba por encima de todo y el proyecto terminó por cristalizar.

La pregunta que percibe el público en el mensaje de la película es si en el arte el fin justifica los medios. Buñuel quiere realizar un documental de un modo realista, pero si la realidad no se adecua a lo que él quiere, no tiene inconveniente en retorcerla hasta que pasen las cosas que cree que tienen que pasar. Y si para que se despeñe una cabra, hay que dispararle, se le dispara. Para Buñuel evidentemente el fin justuficaba los medios sin ninguna duda, y si las imágenes no tenían la crudeza que él quería mostrar de un modo natural, no dudaba en forzarlas.

La parte menos lograda de la película, en mi opinión, es es desarrollo de la personalidad de Buñuel. El retrato psicológico del artista se queda a mitad de camino, no se profundiza realmente en ello. Tampoco se nos muestra con la claridad y la profundidad necesaria el proceso creativo de Buñuel, me habría gustado conocer más las interioridades profesionales del talentoso director. Y otro punto ligeramente decepcionante es lo corto que resulta la película. Cuando ví que se terminaba no me lo podía creer. Te quedas con la sensación de que te tenían que haber contado más cosas.

Una película muy recomendable. Cine dentro del cine, que además sirve para revisitar esa película sobre las Hurdes que retrataba una situación que avergüenza ver, de hace menos de cien años y que parece de la época medieval. Además, es un homenaje a uno de los artistas españoles más importantes del siglo XX, pero sin endulzarle sino más bien al contrario, mostrando sus miserias como ser humano. Ningún cinéfilo debería perderse esta película.

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keizz
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7
9 de mayo de 2019
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Thomas Stuber dirige esta película que se afana por mostrarnos las interioridades del alma de personas necesitadas de cariño. Christian, que ha vivido siempre en un entorno desolador, que tiene el cuerpo lleno de tatuajes a modo de coraza en la que ocultar un enorme y vulnerable corazón; Marion, que a pesar de estar casada no ha tenido el afecto que necesita, y Bruno, un hombre agotado, de vuelta de todo y absolutamente desencantado con la vida.

El guión es bueno, pero lo mejora la magnífica dirección de Thomas Stuber, que nos introduce con maestría en las vidas de esos reponedores de supermercado, que vemos siempre de reojo, sin prestar atención. Stuber plasma unos personajes complicados, que aparentemente llevan vidas sencillas pero todos ocultan secretos y un alma repleta de resquemor.

Hay que dejar claro que la película es alemana. Los alemanes son gente de pocas palabras y fuertes convicciones. Allí suelen ir al grano, mientras que aquí el silencio nos incomoda mucho y solemos ponerle muchas florituras a las conversaciones. Lo digo porque desde el punto de vista mediterráneo la película puede parecer lenta o sosa, con pocos diálogos y no demasiado explícita. Lo digo porque hay que entender el contexto a la hora de valorar lo que vemos.

Hay ratos en los que la trama parece no existir. Ver la cotidianidad de los trabajadores reponiendo género en los estantes y manejando las máquinas por los pasillos no es muy emocionante que digamos, y la película sería realmente anodina de no ser por los tres personajes principales, cuya sensibilidad y fragilidad nos conmueve y nos hace querer saber más de ellos.

La película comienza con el supermercado en penumbra y la música del “Danubio azul”, de Strauss, mientras la cámara se mueve por los pasillos entre estanterías, palés y carretillas elevadoras, como una introducción a lo que será el escenario principal en que se desarrollará el film.

Ese supermercado parece ser una metáfora del alma humana. Un sinfín de pasillos con un montón de productos que se van quitando y poniendo cada día, en un tedioso ritual que nunca termina. Pasillos que no conducen a ninguna parte, salvo a otros pasillos, como sucede con los laberintos que son las almas de las personas, lo que dificulta el conocimiento real de la gente que, por mucho que nos importe, nunca es sencillo encontrar el camino correcto que nos lleve a su interior.

La interpretación es formidable por parte de todos, especialmente los tres protagonistas principales. Franz Rogowski, a quien conocía de la última de Haneke y no me pareció gran cosa, está soberbio en esta ocasión. En un papel bastante complicado, logra transmitir la soledad, la vulnerabilidad y el enamoramiento adolescente que siente por Marion, todo ello sin apenas palabras. Sandra Hüller, a la que descubrí en la extraordinaria “Toni Erdmann”, está sobresaliente representando a Marion, una mujer con un aire misterioso, seductora, rebosante de ironía, que se sirve del sentido del humor para sobrellevar un matrimonio tedioso. Por último, el veterano Peter Kurtz también realiza un trabajo excelente, con un personaje que va ganando peso en la película a medida que avanza la historia, hasta el punto de convertirse en el más destacado en la parte final de la misma.

El empleo de la voz en off por parte del protagonista no queda mal. Añade cosas interesantes y no se usa para hacer el film más explícito, que es el error que suelen cometer los que usan la voz en off, sino que aquí se hace para completar, mediante el pensamiento, las pocas palabras del tímido Christian.

Tal vez la película podría haber sido un poco más corta (dura poco más de dos horas) para lo poco que cuenta, y quizá habría sido más comercial si se centrase más en la historia de amor entre Christian y Marion, un cuento romántico en el escenario menos romántico posible, un amor que no puede ser. Y se supone que para eso están las películas, para hacer posible lo imposible. Pero no, esta película es alemana, insisto en ello. Aquí no se trata de hacer una película entretenida, eso queda en otra ventanilla. Se trata de dar prioridad a lo espiritual, de hacerte pensar, de alinear tus sentimientos con los de los protagonistas. Una película poco convencional y decididamente lírica.

“A la vuelta de la esquina” es una película que rezuma compasión por sus personajes, sencillez, honestidad. Una obra que no está hecha para todo el mundo, pues esconde poesía en las cosas más cotidianas, que busca la belleza dentro del color gris que invade toda la puesta en escena. Conmovedor retrato de perdedores, de personas grises con corazones lacerados, de soledades compartidas.

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keizz
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8
28 de marzo de 2019
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirigida por Jon S. Baird, del que no recuerdo haber visto ninguna otra película, “El gordo y el flaco” es un biopic un tanto peculiar ya que no nos cuenta la historia de sus protagonistas sino que se centra exclusivamente en esa última gira, aunque a partir de ahí se ahonda en la personalidad de ambos actores, la química que tenían y las circunstancias que les llevaron primero al triunfo y posteriormente a su declive profesional.

Con una espectacular puesta en escena, Baird rinde un entrañable homenaje a la figura de una de las parejas de cómicos más importantes de la historia del cine. Y lo hace del modo menos complaciente, apoyándose en los años más difíciles del grupo, cuando los días de vino y rosas ya habían terminado, en la etapa más dura, cuando se encontraban en el crepúsculo de la fama.

Baird nos muestra a Stan y Ollie en sus horas bajas, cuando no tienen más remedio que malvivir gracias al recuerdo que aún queda en alguna gente de lo que fueron. Y lo hace alejándose de la autocompasión, dotando al film de una gran carga dramática a pesar de las inevitables dosis de comedia que necesariamente jalonan la película, y que terminan por conformar una obra excelente, llena de ternura y buen gusto.

Y no puedo esperar un minuto más para decir que la película es lo que es gracias a los actores principales. Los dos están inmensos. No voy a buscar un adjetivo que los defina porque me quedaría corto, así que ni lo intento. John C. Reilly y Steve Coogan se convierten en Laurel y Hardy, literalmente. Y no sólo por la caracterización, el maquillaje, etc. sino por todo. Son ellos. Por ejemplo, Rami Malek está muy bien haciendo de Freddie Mercury, pero a pesar de su buen trabajo siempre eres consciente de que está interpretando. Pero Reilly y Coogan se convierten en Stan y Ollie hasta el punto de que te olvidas de que no son ellos en realidad. Se mueven y hablan exactamente igual que El gordo y el flaco, exactamente igual. Las miradas, los movimientos de las manos, los gestos faciales, todo es convincente y cala en el espectador.

En el caso de Reilly, no me sorprende demasiado. Es un actor maravilloso, que lleva toda la vida interpretando tan fantásticamente que ha conseguido que sus personajes sean más conocidos que él. En el caso de Coogan me impresiona más porque no me esperaba este nivel interpretativo. Pero en definitiva, ambos están soberbios.

La película indaga bastante en la relación personal que mantenían Stan y Ollie. Parece ser que eran más compañeros de trabajo que amigos, y que ambos estaban bastante influenciados por sus respectivas mujeres, aunque esto en el film se caricaturiza un tanto. Aunque siempre se llevaron bien, no fue hasta que empezaron a hacer este tipo de giras, que les obligaban a vivir juntos cotidianamente, cuando se hicieron tan amigos como lo eran dentro de la pantalla.

Pero la película sobre todo plasma las personalidades del dúo, tanto por separado como juntos. Es capaz de mostrarnos de un modo magistral los sentimientos de cada uno de ellos, sus inseguridades, sus miserias, la forma en que se relacionan con sus mujeres, y el modo en que dependen profesionalmente el uno del otro. Podemos ver claramente como estos dos genios se convertían en un único ente, mucho más brillante aún cuando actuaban juntos.

Baird nos hace entender la nostalgia de los protagonistas llevándonos a los años treinta, mostrándonos una secuencia de la grabación de una película de la pareja, haciéndonos ver cómo eran las cosas en los tiempos de gloria. También nos hace ver el modo en que tuvieron que separarse profesionalmente, cuando estaban en la cima, por un tema contractual que hizo que Hardy hiciera una película con otro compañero. Esto dejó una cicatriz que no terminó de curarse hasta los sucesos que vemos en la película.

Me gusta el tono atrevido del biopic, mostrando la vida de dos genios de la comedia desde el prisma del drama. A pesar de lo cual, la película está repleta de momentos graciosos (especialmente la recreación de sus gags, incluso alguna vez fuera de los escenarios como en el caso del timbre del hotel), pero siempre con un punto de tristeza. Es bonito presenciar que la pareja de actores envejece, conoce el fracaso, sufre enfrentamientos, pero nunca termina de desaparecer la magia entre ellos. El hilo invisible que los une, es irrompible.

Película conmovedora, que se encarga de poner en valor a dos genios posiblemente poco valorados en comparación con otros de su generación. Film mucho más que digno, con dos sobresalientes e inolvidables trabajos de actores interpretando a otros actores. Una obra que hace que salgas del cine inevitablemente nostálgico pues es una película de recuerdos, un canto a la complicidad, a la amistad y a la ternura.

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8
8 de noviembre de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Thierry Fremaux dirige y narra este documental en el que se nos muestran de manera sucesiva 108 películas, de menos de un minuto de duración cada una, de los hermanos Lumière. Fueron las primeras películas de la historia, por lo que se trata de un viaje a los orígenes del cine, además de una interesante mirada al mundo tal y como era justo antes de empezar el siglo XX.

Estas pequeñas joyas del incipiente cine van desfilando por la pantalla sorprendentemente bien restauradas, y a través de ellas Fremaux va tejiendo un apasionante documental, tan estético como pedagógico, aderezando las imágenes con comentarios que el propio director hace de las mismas, para que el espectador conozca cómo era el mundo en la época en que los hermanos Lumière y sus colaboradores se dedicaban a grabar las primeras escenas cinematográficas de la historia.

En este documental se pone de manifiesto que los Lumière ya hacían cine. No se limitaban a poner la cámara y grabar. Hacían cine tal y como lo entendemos ahora. Sus pequeñas grabaciones tenían su guión, sus actores (terribles, pero actores al fin y al cabo), buscaban las localizaciones precisas, ponían mucho esmero en los encuadres y hasta iniciaron los trucos cinematográficos. Eran ya pequeñas películas intencionadamente, no simples grabaciones sin más.

Además de eso, sus cintas retrataron la sociedad de entonces, y lo hicieron con una herramienta completamente nueva. Nadie antes había hecho películas. Ellos fueron los primeros. No tenían referentes ni nadie de quién aprender, a quien copiar, a quien intentar mejorar. Estaban creando un lenguaje artístico completamente nuevo. Un modo de expresión que hoy en día sigue vigente como vehículo artístico mediante el cual crear universos de los cuales disfrutamos millones de espectadores.

No es un documental al uso. No hay entrevistas ni un guión que seguir. Es una sucesión de pequeñas películas, una detrás de otra, con las explicaciones didácticas y humorísticas del director. Es algo tan simple como elegir 108 cortos de los Lumière, hacer el montaje y narrar un texto sobre esas imágenes. Así de simple y así de hermoso. A un tiempo divertido e histórico.

Impresiona el uso que hacían los Lumière de la cámara. Impresiona la profundidad de campo, algo que apenas se usa hoy en día, ya que siempre se tiende a centrar la atención en la acción principal desdeñando el resto. Usaban casi siempre la cámara fija, pero ya hicieron sus pinitos con el travelling, algo que llama muchísimo la atención tratándose de aquella época en que no había prácticamente máquinas relacionadas con el cine.

Los cortometrajes de los Lumière no se limitan a mostrarnos la vida en su Lyon, ni siquiera en Francia. Sus operadores viajan por todo el mundo y se nos muestran grabaciones realizadas en Barcelona, Ginebra, Biarritz, Jerusalem, Berlin, Chicago, Japón, África… un montón de sitios que quedaron registrados para siempre en sus cámaras.

Otra curiosidad. La famosa “Salida de los obreros de la fábrica” tiene tres versiones diferentes. Es muy curiosa la explicación que da Fremaux sobre esa película, a la primera versión que hicieron le faltaba el coche de caballos, que sí aparece posteriormente. En las tres son las mismas puertas (una grande y otra pequeña) y el mismo modo de salir. Primero las mujeres, luego un pequeño grupo de hombres, luego más mujeres, y al final varios hombres, algunos en bicicleta. Y por ahí en medio un perro. En las tres es más o menos igual, con el añadido final del coche de caballos. Sin darse cuenta, los Lumière habían inventado también el remake.

Se nota mucho que a Fremaux le encanta el cine y le apasionan las imágenes antiguas. El documental está hecho con mucho cariño. Esa pasión que pone el director traspasa la pantalla y llega al espectador, que disfruta aprendiendo, o aprende disfrutando, que es como nos decían en el colegio que era la mejor forma de aprender.

Para el público de cine de pasar el rato no la recomiendo, pero para los cinéfilos es toda una gozada. Es impagable contemplar los primeros gags de la historia del cine, actores que miran a la cámara, figurantes que se ríen de manera desmedida para subrayar que la escena es cómica, o planos increíblemente espectaculares para la época como el de las mujeres lavando ropa y los hombres fumando en un plano superior. De verdad, una gozada.

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