El fenómeno ruso ya está en España.Esta superproducción (basada en el bestseller de Sergei Lukyamenko, que ha conseguido llevar a 5 millones de rusos al cine) es, cuanto menos entretenida.
Ambientada en el Moscú actual, donde entre los humildes mortales conviven sin llamar la atención entre precogns, brujas, vampiros, magos, malditos, metamorphs y hechiceros bajo la atenta mirada de los Guardianes (nocturnos y diurnos) que procuran mantener el equilibrio de ambos bandos (el Lado Oscuro y La Luz (la sombra del “Tito Georgie” es alargada)) que permanecen en una frágil tregua ante la inminencia de su ruptura. La fórmula (en la que tampoco falta un “chosen one” que traerá el equilibrio y la paz definitiva) por poco original (la eterna lucha del bien y del mal, situaciones efectistas al más puro estilo Lucas,los vampiros…) no deja de ser curiosa, tiene momentos brillantes e incluso sorprendentes aunque su diálogo y desarrollo pretendidamente apocalíptico, fatalista y pseudo filosófico nos hagan salir del cine con la sensación (agridulce) de haber visto un “batiburrillo” ultramoderno (impresionantes efectos especiales) que hará las delicias de los paladares menos exigentes convirtiéndola en la próxima obra de cabecera de cualquier “teen” con pretensiones intelectualoides elevándola a la categoría de otras “ilustres” trilogías…
Veremos si las dos restantes pelis de este tríptico apocalíptico acaban por darle forma y mayor consistencia a este proyecto.

Lo peor que le haya podido ocurrir a Hard Candy es que hayan querido venderla como cine de terror. Predicando el “ojo por ojo” David Slade nos regala una película con un “tratamiento visual especial” (en sus propias palabras) que a estas alturas ya no sorprende a nadie ni ayuda a mitigar el desarrollo del filme que se hace lento y aburrido desembocando en un final más o menos efectista dándole la puntilla a una película que pretende provocar y plantear un dilema moral violentando al espectador. Y es que ni el director ni Brian Nelson (el guionista) juegan limpio: Se supone que deberíamos empatizar con Hayley (una deliberadamente sobreactuada Ellen Page) y despreciar a Jeff (el supuesto pederasta), pero desde no muy avanzada la película el personaje de la niña se nos presenta de un modo descaradamente pretendido como una resabidilla, prejuiciosa, sádica, mentirosa y redundante (la antítesis d la inocencia) lo que hace que la odies mientras que el personaje de Jeff (increíble Patrick Wilson) se nos hace más amable… resultando ser él la parte inocente e ingenua.
“Los hombres se cuestionarán la pornografía”,dijo David Slade. Ni eso.
Como ejercicio visual es medio interesante.