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España España · Madrid
Críticas de saberius
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
10
9 de diciembre de 2009
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los grandes dilemas de la humanidad revividos sobre el escenario de un mundo en crisis, la persistente dicotomía entre la fe y la razón, la convivencia pacífica acompasada por una heterogeneidad de pensamiento o la imposición de tendencias homogeneizantes, la religión monoteísta ante el panteísmo, el monopolio imperialista que somete a una mayoría a la sumisión o la tolerancia que promueve la diversidad; la película de Alejandro Amenábar despierta cuestiones propias de nuestra realidad convulsa que pide, ahora más que nunca, nuevas revisitaciones.
La impecable factura técnica de “Ágora” y las increíbles audacias visuales componen un sublime mosaico existencial, histórico y científico, merced a esa inusitada adecuación entre forma estética y fondo argumental: la contemplación que los seres humanos tienen de las estrellas y el plano correlativo que desde las mismas se nos ofrece del planeta, en una imagen donde se condensa la variedad de las voces que expresan múltiples ideas como backstage polifónico. Esta asombrosa metáfora es capaz de ilustrar con una panorámica cósmica la paradoja de las preocupaciones humanas, marcadas principalmente por las diferencias en su forma de pensar y la minimización de las mismas ante esta visión astral de la tierra. El original contraplano estratosférico se aproxima, mediante tomas aéreas, cenitales, para mostrar los movimientos de masas, alterando su distancia y velocidad como si la asemejara al tamaño y ritmo de los insectos, en otra hermosa parábola sobre la pequeñez de nuestras controversias si elevamos la mirada hacia la infinitud del Universo. Ésta es precisamente la constante que cruza el filme, y la permanente invitación de Hypatia...
“Ágora” es un original y arriesgado peplum que elige como protagonista absoluta a una mujer en un mundo aún androcéntrico y dominado en número por referentes de filósofos y científicos mayoritariamente masculinos. De nuevo Alejandro se adelanta a una época que aún parece reacia a aceptar e incorporar los nuevos modelos de femineidad como eje sobre el cual pivote no sólo el centro argumental de una película sino los orígenes de ese inmenso legado que pudo suponer la biblioteca de Alejandría para el desarrollo definitivo de las ciencias, el conocimiento y el pensamiento humanos. Alejandro nos descubre una realidad más cercana a nuestras pulsiones y conocimientos, hallazgos y emociones, de lo que podemos apreciar desde la propia epidermis, a ras de nuestra esfera terráquea. El fascinador brillo de la atmósfera, que asemeja nuestro hábitat a una preciada joya que debe ser conservada en su integridad, nos introduce poco a poco, a través de las nubes de la diferencia o de la controversia, en nuestra propia Historia. Después de presenciar un espectáculo tan completo le dedico mi más profunda admiración, y el más sentido respeto cinéfilo…

SABERIUS
saberius
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8
9 de marzo de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El guión trepidante, la acción incesante, los diálogos intensos y poderosos, los personajes ambivalentes, complejos, al más puro estilo del cine de investigación y denuncia social, a medio camino entre la seguridad de lo cierto y la ambigüedad de lo incierto, apenas cesan de aportar información sobre las cuestiones más trascendentales: ¿Arrojan certezas nuestras percepciones? ¿Y la interpretación del mundo exterior? ¿Y la interacción con los seres que nos rodean? ¿Se trata de un vano espejismo de nuestra propia mente? ¿Realmente “la verdad es la más engañosa de las ilusiones”?...
Pero también… ¿Hay algo al otro lado? ¿Existen las curaciones milagrosas? ¿Son eficaces los ilusionismos, la imposición de manos y otros métodos que en ocasiones parecen llenar de convicción, superación y esperanza a quienes los reciben?... ¿Se trata tan sólo de un lucrativo negocio que convoca a las masas a semejantes exhibiciones?...
Se aprecia un extremo cuidado con los pequeños detalles, en torno a los procedimientos de los investigadores de fraudes (el instrumental utilizado, la adquisición de nuevos trucos para combatir otros), en la intuición y experiencia que despliegan ante tan avezados contrincantes.
Se desarrolla una propia terminología como el reconocimiento de “luces rojas” respecto a la aparición de sujetos u objetos que no concuerdan, que están de más, o que marcan determinadas alertas (aludiendo al símbolo más universal de peligro).
Los actores abordan sus papeles en su mejor estado de gracia, con Robert De Niro encarnando a un personaje camaleónico y escurridizo que recuerda a sus mejores interpretaciones (de la mano de Coppola o del propio Scorsese), pero también a “Zelig”, con permiso de Woody Allen (en un homenaje oblicuo realizado por Cortés con su propio corto “15 días” y que aquí rubrica con la incorporación del mismo actor –Óscar Rodríguez- como “luz roja” o tipo desubicado; o hacia “Concursante”, con un Leonardo Sbaraglia ahora curtido en ciertas lides, doctorado en picardía tras el varapalo de su otrora traumática experiencia); un verdadero “encantador de serpientes” que triunfa por la influencia que ejerce sobre su público / cliente / paciente / víctima, que basa su afán de lucro en la necesidad ajena por las creencias y doctrinas; una mujer luchadora, de elevada inteligencia e independencia emocional, hecha a imagen y semejanza de la misma Sigourney Weaver, y un despierto joven con mirada de más allá, como el propio Cillian Murphy.
Rodrigo Cortés aparece tras la planificación como otro personaje más, próximo a la figura del prestidigitador (esta vez en el montaje, en la disposición de las secuencias y en la sucesión de los acontecimientos narrados). No en vano alentaba en la première, cual maestro de ceremonias, a ver la película como un viaje iniciático, “sin esperar nada, sin ponerse a favor o en contra, tan sólo dejándose llevar…”.
saberius
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9
10 de noviembre de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El actual experimento visual y narrativo de Peter Greenaway de nuevo nos deja boquiabiertos: con una forma de filmar pictórica y preciosista el realizador británico destapa de nuevo el tarro de sus esencias recreando a la manera oriental y con una agudísima intuición la intimista historia de dos amantes con un final próximo a la tragedia shakesperiana.
Como trasfondo la necesidad de escribir sobre los cuerpos en un momento en que la letra impresa sobre papel amenaza el entorno ecológico. Realizada de forma completamente artesanal The Pillow Book se desgrana mediante innovadoras imágenes superpuestas que anticipan otros momentos de la acción, acontecimientos paralelos o diferentes perspectivas, como si se tratara de ilustraciones escritas encima de otras, como un metafórico e infinito juego de espejos en este caso traslúcidos.
Sin renunciar a temas tan personales como los juegos de la infancia, las series numéricas, las estructuras repetitivas, a veces ayudadas por el talento gemelo de Michael Nyman, el cuerpo humano y las relaciones interpersonales con visos de enajenación, Peter Greenaway consigue redefinir una vez más las coordinadas de su universo privado a través de una escrupulosa ambientación escénica en la que prima un exquisito gusto por los objetos y fetiches, una fotografía capaz de combinar la diversidad de la gama cromática con los espacios habitados por las proyecciones, recortes, sombras móviles y transparencias.
La película destila a su vez un ritmo variopinto y multiforme, como si del nuevo hermanamiento entre Oriente y Occidente se tratara y su historia avanza con pulso casi frenético, en un fiel retrato de su dureza abrupta.
saberius
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8
22 de noviembre de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su nuevo filme, Chema de la Peña afianza una obra de autor compleja, con un esmerado trabajo interpretativo que ostenta elaboradas construcciones de los personajes por parte de su pareja protagonista, inconmensurables Israel Elejalde y Lidia Navarro, con cuyos encuentros y reencuentros van entretejiendo toda una serie de experiencias personales hilvanadas mediante retazos de su propia existencia, en apariencia ausentes de otro nexo salvo el que los une, dando vida a una pareja alejada de todo convencionalismo, con un hilo narrativo repleto de aristas, de hermosos instantes seguidos de vericuetos emocionales, alteraciones de la psique, separaciones y reconciliaciones al dictado del poderoso sentimiento amoroso.
Cine de autor donde lo haya, experimento narrativo y de estilo, la propuesta de Chema de la Peña se ofrece al propio espectador para reconstruir mediante hermosos y dolorosos instantes sus voces y ecos argumentales, su propia temporalidad, ya que nos podemos hallar ante una cinta de ostensible ruptura espacio/temporal para salir al encuentro de su propio pulso narrativo inspirado tan solo por ese amor que todo lo domina y gracias al que todo el filme se sustenta.
En sus inicios, Teo y Ana parecen conocerse en una noche de primavera cuando Teo (Israel Elejalde) atraviesa una crisis personal y Ana (Lidia Navarro), remisa en sus primeros devaneos, termina descubriendo el lado luminoso de su personalidad plena de entusiasmo y euforia, divertido, apasionado, exultante. A lo largo del tiempo, y en sus numerosas coincidencias, Ana trata de desentrañar una personalidad en ocasiones generosa y entregada pero en otras inmersa en profundos estados de negatividad y desconfianza. El contraste llega a hacerse tan extremo que en ocasiones reviste modos de pesadilla, hasta que finalmente Ana vislumbra la verdadera realidad de la psique de Teo y su padecimiento.
Con reminiscencias en sus numerosos y lúdicos planos narrativos a novelas como “Rayuela” de Julio Cortázar, o a filmes de arte y ensayo como los de la “Nouvelle Vague”, “El ultimo tango en París” de Bertolucci, “Dos en la carretera” de Stanley Donen, “Deseando amar” de Wong Kar Wai” o casi todo el cine de Kieslowski, el realizador salmantino logra con esta pieza de autor un acercamiento hacia las personalidades bipolares en una cinta plena de sensibilidad, en cuyo juego implica a la misma audiencia para descubrir la verdadera naturaleza de sus arrebatos y las convulsiones emocionales a las que son sometidos tanto sus víctimas como la de los compañeros con quienes deciden compartir sus vidas.
saberius
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9
10 de noviembre de 2011
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay filmes que trascienden la catalogación genérica para habitar una cima superior sólo reservada a las más ricas experiencias artísticas. Volker Schlöndorff, con su última película, se interna en el secreto y mágico territorio del cuento fantástico reconstruyendo la época que más conmocionó a la historia de la humanidad y relatando una íntima y sencilla parábola de suave lectura con visos de cuento gótico.
Cualquier cinéfilo argumentaría sobre la imposibilidad de lograr esta triple carambola sin que una de las partes resulte perjudicada. El realizador francés Louis Malle, recientemente fallecido, a quien Schlöndorff dedica su película, rubricó un extraordinario filme como Adiós muchachos, de extraña belleza y estética nostálgica, provista de una atmósfera mucho más sobria merced a una ambientación extremadamente realista. Spielberg profundizó en la temática del holocausto desde una perspectiva decididamente hiperrealista que nos transfería directamente, casi sin pudor, las imágenes que todos recordábamos, como si se tratara de una invasión a nuestra propia intimidad documental.
Schlöndorff llega repleto de fascinantes propuestas visuales que incluyen imágenes en blanco y negro para narrar la infancia del protagonista, grandiosas localizaciones, secuencias coloristas e incluso efectos visuales que acompañan al relato de la juventud y madurez del pese a todo inocente personaje protagonista.
Con el apoyo de un espléndido guión de Jean-Claude Carrière (antiguo colaborador de Luis Buñuel) sobre la novela original de Michel Tournier que trata de la admiración que un ser incomprendido siente hacia los niños, y que en realidad no es otra cosa más que la prolongación de su propia infancia, el realizador alemán coordina una coproducción polémica, debido a una voz narrativa que describe placenteramente un internado donde se prepara física e ideológicamente a las juventudes nazis, materializada por un Abel ajeno a todas aquellas realidades, forzado a su colaboración con Goering, mano derecha de Hitler, cuyas tendencias megalómanas y destructivas se manifiestan a través de las especies cazadas en un verdadero holocausto animal. De esta forma la producción se puede comprender igualmente como un auténtico canto ecológico en contra del sacrificio igualmente pernicioso de los animales que nos conduce directamente hacia una definitiva parábola: la del niño sobre los hombros de Abel, conocido como el ogro, que de esta forma terminará expiando los posibles males de su pasado cuando su inocencia e ingenuidad ya lo habían redimido de todo mal.
saberius
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