El violín no es tanto una película sino un documental. No hay actores sino gente convencional, de esas que habitan tanto en México como en Latinoamérica. Los personajes son gente cotidiana que sale a la calle a vivir sus vidas y que por astucia del director y el cámara son grabadas, o mejor dicho, sorprendidas, capturadas. La historia tampoco es un guión, sino la cruel y cruda realidad de México (y otros lugares del mundo), donde la “democracia” no es sino una forma estilizada de llamar a la dictadura y al abuso del poder. Una “democracia” donde las violaciones y la persecución son la norma, por eso la película no tiene fecha, podría ser del 2007 o de 1968, lo mismo da, porque poca diferencia sustancial hay entre una fecha y otra (salvo que ahora los ricos son más ricos y los pobres más pobres, y las violadas mueren de gastritis). Un termómetro fiel de México, que muestra su cara más dura (los militares), y su rostro más noble (el violinista). El personaje principal es el mapa de México, fiel a los suyos, aceptando estoicamente la tragedia, sin protestar demasiado pero también sin doblarse, resistiendo, aguantando, con la cara y las manos surcadas de tiempo sudor y pobreza que se hace poco a poco miseria. La lucha de la guerrilla, sin esperanzas de victoria pero sin poder aguantar más la derrota cotidiana. En fin, una película que hay que ver para comprender México.

Una película sensible que logra dibujar con éxito los problemas entre los choques ideológicos, en este caso el de una chica judía más liberal y una familia de judíos ortodoxos. También retrata como algunas veces el cariño puede sobrepasar barreras tan fuertes como la religión; o dicho de otro modo, como ni siquiera la religión puede interponerse entre la afectividad de los seres humanos que deciden quererse. Película humana, sensible y afectiva. Una historia trágica que está sorprendentemente bien contada. Una crítica sutil pero eficiente a los fundamentalismos (en este caso de los judíos, pero aplicable a los demás, islámicos, católicos, protestantes...). En fin, una película para recordar que no hay nada más trascendente que lo inmanente.

La película de Reza Parsa logra mostrarnos con sencillez la compleja realidad del mundo de hoy día, un mundo que termina siendo bastante pequeño y en el que las acciones de unos terminan repercutiendo en todos. Una inteligente manera de mostrar que la mierda producida por el neoliberalismo-capitalismo (economías cuyos promotores construyeron gracias a una contundente economía de guerra) apesta por todas partes. Muestra como todo está conectado y que la mierda tiene efecto boomerang, uno no puede andar por el mundo pateando traseros sin que alguien algún día se enoje y quiera defenderse o vengarse. Contada con sobriedad y maestría hace que se rompa el mito de que las películas de corte social son pobres técnica y artísticamente. En resumen, maravilloso y comprometido guión, fantásticas actuaciones, excelente banda sonora, y un final tan precioso como contundente. Recomendada a todo aquel que quiera entender algo de los conflictos armados de hoy día, donde el terrorismo (de estado o el otro) y el libre mercado trabajan de la mano (no pudiendo existir el uno sin el otro).

No puedo entender como una adaptación tan mediocre (por no decir pésima) de la maravillosa obra de Mary Shelley puede ser considerada un clásico. A menos que se esté considerando no tanto la película sino la gran campaña mediática y de distribución de que goza el filme, que a fuerza de repetir que es una gran obra maestra parece que termina siéndolo. Un guión que utiliza pobremente un fantástico argumento, utilizando lo más superficial y eludiendo el contenido y profundidad de la obra en la que se inspira. Nada sobre la psicología del monstruo, nada sobre la historia del creador y su criatura, nada sobre el dilema moral y existencial de ambos... En cuanto actuaciones me parecen bastante mediocres comparadas con obras de esa misma época de países como Japón, Alemania, Argentina, México, Francia o la Unión Soviética. Errores de edición como el de que un molino originalmente de piedra termine siendo de madera al final (evidentemente para poderlo quemar). Escenarios reciclados en varias tomas, y un final de lo más soso... Bueno, en general una pieza más bien de masas. Fácil de entender y de ver pero sin contenido ni propuesta. Su único punto fuerte es la potente imagen de la criatura creada por el Dr. Frankenstein... pero poco más.

Considero que es imposible entender la historia del cine mexicano sin zambullirse en la obra de, Ismael Rodríguez, uno de sus directores más prolífico y original (más de 60 films); tanto que marcó todo un modo de hacer cine en México. Sus trabajos más conocidos son de la mano de su actor mancuerna Pedro Infante; sin embargo, su actor estrella se mata piloteando un avión en 1957. A los cuatro años del trágico accidente consigue colaborar con el que a mi gusto es el mejor actor de todos los tiempos: Toshiro Mifune, el actor mancuerna del director japonés Akira Kurosawa, el que a mi gusto está entre los mejores directores de todos los tiempos.
Esto me hace considerar que en México el dúo Rodríguez-Infante tiene sus similitudes al dúo japonés Kurosawa-Mifune (con todo respeto y salvando sus diferencias). No porque sus obras sean equiparables, Akira Kurosawa y Toshiro Mifune han hecho de lo mejor en el cine internacional. El símil es más bien en la idiosincrasia y estilo que le imprimieron a sus obras. En el caso mexicano se construyó la imagen del ranchero, pistolero, mujeriego, timador y cantor; mientras que en el japonés se construyó al samurai por excelencia. Al ranchero mexicano nadie lo encarna mejor que Pedro Infante, y al samurai nadie mejor que Toshiro Mifune. En ambos casos los directores crearon todo un estilo, una forma única de narrar y de representar las historias de una cultura en la pantalla, y sobre todo, de construir a sus personajes.
Ánimas Trujano es la historia de un indio macho, ladino, borracho y apostador que busca a toda costa lograr el respeto de su pueblo. Su fijación lo lleva a un largo recorrido de frustración, pleito y engaño para finalmente toparse de frente consigo mismo, o se logra ver a si mismo a través de los ojos de los otros. Una película interesante donde vemos por primera vez a Toshiro Mifune fuera del cine Japonés.