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Críticas de Henry Morrison
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
2
25 de octubre de 2009
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si las dos primeras entregas de "Mad Max" eran piezas de acción y de la ciencia ficción moderna indiscutibles, piezas de obligada parada para cualquier aficionado o profesional del cine fantástico, sencillas, pero extremadamente efectivas y entretenidas, esta tercera parte se convierte en todo lo que una saga de estas características NO debe ser. Un producto comercial, creado para ensalzar la gloria de las estrellas que participan en él, y desde luego, por motivos económicos y publicitarios. Mel Gibson ha dicho en varias ocasiones que no deseaba participar en esta entrega, pero lo hizo por amistad hacia Miller, y nosotros le entendemos. Estamos ante una violación de las reglas internas de la saga, una perversión de la cruel filosofía de supervivencia. Aquí Max no es ya un anti héroe sanguinario, cruel, que se rige por sus propias normas de justicia inflexible, sino que es un héroe (de pacotilla) que debe salvar a unos niños indefensos y explotados de un mundo horrible, y llevarlos hacia la salvación.

Desde el look desfasado de Tina Turner, a la banda sonora, muy de los ochenta en la peor expresión del término, a los ridículos parches en el guión, simplemente creados para convertir a Max en lo que nunca fue, el salvador del pueblo. El loco Max era la figura envuelta en sombras que llegaba, mataba a todo aquel que consideraba culpable y huía. Su papel nunca fue el de salvador, alguien a quien víctimas indefensas puedan abrazar y agradecer su ayuda, sino el de un asesino de asesinos. Aquí se pervierte dicha filosofía, en aras de lograr llegar a un público más amplio y comercial. Todo elemento políticamente incorrecto, que trufaban las dos anteriores cintas, han sido aquí injustamente eliminados. Se trata de un pobre colofón, de lo que pudo haber sido y no fue, pero siempre nos quedará el maravilloso díptico precedente. Una pena.
Henry Morrison
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7
12 de octubre de 2010
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los ochenta, con toda su mítica (en ocasiones, más falsa que un duro de madera) se ensalzan como obras de culto películas muy simpáticas, y absolutos bodrios. Hay de todo, pero sorprende que esta película sea bastante desconocida, pues supera de largo varios de esos títulos que los treinteañeros de hoy tienen en un altar. Sin mayor pretensión que la de ofrecer un rato divertido al espectador, la película resulta ser bastante más fresca y divertida de lo que en principio pueda parecer, toda una oda a la libertad individual, a la anarquía personal.

El señor Shoob (encarnado por el siempre simpático Mark Harmon) se ve obligado a suspender sus vacaciones en Hawai para dar curso de verano en la escuela en la que ejerce normalmente como profesor de gimnasio, cuando al profesor inicialmente previsto le toca la lotería. Por supuesto la clase de recuperación está compuesta por un grupo de auténticos engendros, de niñatos egoístas en los que ya nadie tiene esperanza, a los que todo el mundo considera retrasados, o delincuentes en potencia. El profesor Shoob, un tipejo simpático, descarado y bastante vago, conecta con los alumnos, y decide dejar que estos vayan a su aire y pasar él el rato entre tanto. Pero al final acabará tomándose la clase medio en serio, aunque solo sea para impresionar a la muy seria profesora que da clase a niños superdotados en el aula de al lado (Kirsty Alley, cuando aún no parecía un zeppelin). Para intentar que sus monstruos aprueben en septiembre, el señor Shoob tendrá que pasar por un auténtico infierno, demostrando en el camino que tiene más paciencia que el santo Job...

Entretenida, y mucho más competente que otras de su misma década, posee ese espíritu de absoluta locura lúdica argumental, de personajes secundarios entrañables en los que podía identificarse muy fácilmente el público de la época, y de perros con gafas de sol. ¿Y porqué no? A reivindicar con urgencia.
Henry Morrison
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6
8 de junio de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El primer film comercial de David Cronenberg no podría haber sido menos transgresor de lo que fue. Un científico que crea un parásito de alto nivel de contagio, que provoca una fiebre sexual sin miramientos entre los contagiados. Es un curioso detalle que estos "zombies" no sean locos sin más, sino que son seres hasta cierto punto racionales, capaces de hablar, recordar su vida anterior, fingir normalidad, e incluso llevar a cabo actividades complejas, como conducir, un detalle que rara vez se ha visto en el subgénero.
Por desgracia, las interesantísimas propuestas del canadiense se pierden en un estilo formal de cine serie Z, pésimamente rodado y sobre todo, interpretado. La fría fotografía, y algunos encuadres, junto con el correcto guión (con un final que además es puro Cronenberg) se bastan para aprobarla y recomendarla como los inicios, ya fieles a si mismo, de un genio del cine.
Henry Morrison
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8
25 de octubre de 2009
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde "El planeta de los simios" y "2001" en 1968, a lo largo de los años setenta, el cine de ciencia ficción ofreció parábolas desoladoras sobre el destino de la raza humana: Rollerball, Cuando el destino nos alcance, La carrera de la muerte del año 2000, La fuga de Logan, El último hombre vivo... sin embargo, todo eso se acabó con la irrupción de La guerra de las galaxias, y Encuentros en la tercera fase: a partir de entonces en el cine de ciencia ficción iban a primar los colorines, las navecitas con luces y las batallitas intergalacticas. Pero dos títulos, a mi entender, claves del género, hicieron posible la reaparición de un cine de ciencia ficción pesimista y duro, lejos de las blandas aventuras que se primaban por la época: Mad Max, y Alien, el octavo pasajero. Luego en los ochenta se sumarían un par de títulos más (Blade Runner y Rescate en Nueva York) que lograrían mantener la balanza equilibrada entre las aventurillas de Lucas y el cine de ciencia ficción más o menos hard.

Mad Max representa el fin de la sociedad, como pocas lo han hecho. Una civilización que se descompone lentamente, con un cuerpo de seguridad ineficaz y excesivamente burocratizado que simplemente, recibe unas órdenes que vienen de no se sabe donde, y las ejecutan, la mayor parte de las veces, incorrectamente. Mientras tanto, los delincuentes se convierten en bandas jerarquizadas, pero a la vez, anárquicas, que van donde quieren, toman lo que desean y causan la destrucción a su paso sin que nadie les pueda detener. En un marco tan desolador, caldo de cultivo ideal para que surjan justicieros, dictadores y salvapatrias, va a nacer "el loco Max", un policía joven e impulsivo, que acata las reglas que se le dictan con cada vez mayor disgusto, y que no se siente a salvo en el mundo en el que vive. Una serie de circunstancias desafortunadas harán que dé la espalda definitivamente a la ley de la civilización, que antes había representado, e inunde la pantalla con una violencia febril y salvaje, una orgía de fuego y venganza cuyos métodos son incluso más crueles de los que utilizan los villanos a los que persigue y destruye.

Eficaz cinta, con una energía que ya quisieran para si muchas superproducciones desangeladas, y que arrastra al espectador al centro de la pantalla, ultrajado por las injusticias, de tal manera que cuando llegue la cruel venganza, no podamos hacer otra cosa que aplaudirla, por muy cruel y sanguinaria que sea. Un clásico del cine de auténtica ciencia ficción.
Henry Morrison
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10
7 de junio de 2009
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El pistoletazo de salida para el realizador John Carpenter llegó con este, su tercer filme (para salas de cine) un slasher discutible y realizado casi sin medios, cuyas ventajas, además de un director capaz y ya curtido en las artes formales del cine, un plano secuencia en el prólogo que ha hecho las delicias de los aficionados desde 1978, unos personajes que, dentro de su simpleza, marcaron arquetipos (Jamie Lee Curtis es la chica introvertida que a la postre hará frente al enemigo, Donald Pleaseance, el moderno Van Helsing obsesionado por cazar al ser que para él, es menos que humano, es la representación del Mal en un cuerpo físico, y ese ente abstracto que es Michael Myers, un ser más allá de la comprensión, imposibilitado para ejercer la comunicación, su razón de ser es matar, y sus víctimas son totalmente aleatorias, escogidas al azar.

A diferencia de futuras secuelas e imitaciones, este villano no es una mole de carne que mate porque si, o por motivos ridículos, sino que parece actuar poseyendo dotes sobrenaturales y motivaciones inexistentes, estando realmente más allá del Bien o del Mal, desconociendo totalmente esos términos.

El resto de secundarios apoyan con solidez al trío principal, narrando una noche de muerte (que mejor noche que la noche de difuntos) en un pequeño pueblecito del Medio Oeste, que se ve perturbado por algo ajeno a sus simples esquemas de vida. La banda sonora forma ya parte de los recuerdos de cualquier espectador que la haya visionado, tan importante como la tonadilla del exorcista o la canción de nana de La semilla del Diablo; por supuesto, compuesta por el propio Carpenter.
Henry Morrison
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