Qué precioso y perturbador encanto tienen las cosas fallidas, los fracasos que casi tocaron la victoria. a mí me pasa lo mismo con las películas, esas que pudieron serlo todo pero que tienen fallas, grietas pero, a pesar de todo, se sostienen por un milagroso ápice gravitatorio que podría ser, simplemente, el talento o la ilusión de quienes la hicieron. En el caso de "The adventures of iron pussy", probablemente ambos factores contribuyen a hacer que su visionado, desde el principio, se convierta en un agradable aunque intermitente placer. La serie B, la voluntad de trasguedir, el buenismo, las múltiples referencias al cine clásico, y, también, lo innovador, el pulso de un cineasta, de nombre impronunciable, Apichatpong Weerasethakul, que ha creado algunos de los minutos más gloriosos de los últimos años.

Como era de esperar, el trozo dirigido (y protagonizado) por Fassbinder es lo mejor de esta película, que gustará, y mucho, a los amantes del cine político/histórico. Al resto, les recomiendo que vean la primera media hora, la de Rainer, porque es la que tiene el tuétano del director maldito.

Si has visto la primera versión, en dibujos animados, no puedes evitar estar todo el rato pensando en ella y en cuánto más de imaginación, valentía, magia y diversión se respiraba en aquella. La nueva de Burton es un torpe batiburrillo de efectos especiales, gags que por repetidos no adquieren gracia, algún fogonazo de brillantez -visual sobre todo- y muchos, muchos minutos en que te preguntas, entre un arranque interesante y un final decente, qué coño haces en el cine.

Tremenda decepción la última de Dolan. Una historia que ya sabría a rancia en los años 90, en pleno siglo XXI y viniendo del genial autor canadiense, sabe a fracaso estrepitoso. No hay drama, no hay arco emocional, no hay sorpresas. No hay necesidad de ver dos horas de metraje, aunque Dolan sepa rodar con belleza y elija bien la música de piano. No hay película. Solo un videoclip alargado de manera artificiosa y con el propio director como actor protagonista. El plano final parece una burla al espectador.
Habrá quien la disfrute. Tiene actores muy guapos, tiene planos bellísimos, pero todo es vacío, hueco y, aún peor, pretencioso.

Si AHS 1984 fuera un queso, sería de Gruyère. Cuánto agujero en el guión, cuánto diálogo penoso y cuánto giro absurdo, que no lleva sino a un punto muerto; muerto no del modo interesante para un slasher, sino del peor: el aburrimiento. La temporada de 1984 arranca con un primer episodio estupendo y una cabecera alucinante, para irse desinflando y luego, a partir del episodio 4, colapsar. El capítulo final logra cerrar la temporada con algo de dignidad, pero los personajes ya son mera parodia en la que el terror no hace mella -pero la comedia tampoco. Una pena.