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España España · Madrid
Críticas de keizz
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Críticas 241
Críticas ordenadas por utilidad
7
15 de diciembre de 2016
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director rumano Cristian Mungiu, que hace unos años nos impresionó con “4 meses, 3 semanas y 2 días”, dirige esta película que retrata la sociedad rumana lastrada por la corrupción y el amiguismo, planteándonos continuos dilemas morales sobre si el fin justifica los medios a la hora de usar chanchullos bienintencionados, y de paso otros asuntos humanos como el llegar a los cincuenta años con una vida sin ilusiones o el modo en que algunos padres se obsesionan con proyectar su vida a través de sus hijos.

Romeo es un hombre respetado, con buenos contactos, pero es una persona en pleno derrumbe anímico. Cuando era joven se produjo la caída de Ceaucescu y la ilusión por la nueva democracia en Rumanía se sumaba a su ilusión personal en su recién estrenado matrimonio. Pero veintitantos años después, Rumanía es lo que él pensaba que sería y su matrimonio languidece. Se ha echado una amante, Sandra (Malina Manovici), pero no abandona su casa por no hacer infeliz a su hija Eliza, que es lo que más le importa en el mundo.

Su obsesión es que su hija no cometa los errores que cometió él. Por eso quiere que se vaya a Inglaterra y empiece una vida nueva con todas las posibilidades, no quiere que su hija se quede a vivir en Rumanía, ni que se vaya a vivir con su novio siendo tan jóvenes. El ya ha perdido la ilusión, y sólo le queda la esperanza de que a ella no le ocurra lo mismo.

Mungiu nos refleja una Rumanía gris, adocenada, desesperanzada. Nadie parece ser feliz. Todos los personajes de la película parecen seres resignados, vencidos, como si vivir fuese un duro ejercicio para todos ellos, incluídos los más jóvenes.

El director rumano vuelve a ofrecernos una película sencilla y veraz, creando una atmósfera y una puesta en escena que aumentan la sensación de naturalidad, que aún se acrecienta más con largos planos secuencia. El guión es bueno y la trama deja muchos cabos sueltos creo que de manera intencionada. Como es habitual en Mungiu, se abstiene de juzgar y juega limpio con el espectador, que debe asumir que no todos los interrogantes planteados van a tener respuesta.

El pasado siempre está presente en la película, aunque de un modo difuso. No sabemos que el matrimonio de Romeo y Magda está muerto hasta que vemos al médico retozando con su amante. La mujer de Romeo está permanentemente triste y parece muy débil pero no sabemos cómo ha llegado hasta ahí. La amante tiene un hijo pequeño y tampoco sabemos nada del padre del niño. Las situaciones aparecen sin más, son como son, poco parece importar cómo han llegado los personajes hasta las situaciones presentes. Sabemos que el pasado ha tenido que ser duro para todos, como para la sociedad rumana, pero no nos lo explican, quizá porque eso no es lo que hay que mirar.

Donde sí pone el foco Mungiu es en el sempiterno nepotismo que padece la sociedad rumana (y yo creo que muchas otras también). Todo se consigue a base de favores que unos hacen a otros a través de otros. Si conoces a alguien importante puedes conseguir aprobar un examen o tener preferencia para que te hagan un trasplante. Y luego debes corresponder al favor, claro. Así funcionan las cosas en tantos sitios… El viejo adagio español de “quien tiene padrinos, se bautiza”.

No se hacen largas las dos horas de metraje, ya que uno se siente intrigado y es fácil entrar en la película a pesar de la agobiante situación que se nos muestra con ese hombre dispuesto a remover la Tierra con tal de ayudar a su hija, quien a su vez no quiere ser ayudada. Ahora bien, si eres de los que les gusta que todo quede resuelto y te expliquen las cosas, saldrás del cine cabreado.

Indudablemente, la película no llega al nivel de “4 meses, 3 semanas y 2 días”, pero no queda lejos. Es sobria, turbia y rezuma desencanto. A pesar de lo discutible de sus múltiples tramas inexplicadas, no me dejó insatisfecho en absoluto. Es una película honda que confirma a Mungiu como uno de los directores europeos más relevantes del momento.

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keizz
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7
9 de julio de 2015
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anna Muylaert, directora brasileña completamente desconocida para mi, firma este largometraje sencillo pero impecable, que dice mucho en favor de su creadora puesto que no tiene apenas resquicio por donde hacerle una mala crítica. Abusando un poco al principio del plano fijo, Muylaert va tejiendo lentamente, con escenas llenas de profundidad, una película que crece ante nuestros ojos sin aparentes pretensiones, con ritmo pausado, y con una naturalidad que hace que a veces nos olvidemos de que estamos viendo una película y nos transportemos realmente a la casa en que se desarrollan los acontecimientos.

Val se separó de su marido y su hija, y hace diez años que no la ve. Durante este tiempo, se ha dedicado en cuerpo y alma a atender a sus señoritos, especialmente al joven Fabinho, a quien ha criado como si fuera su propio hijo. Es un problema sentimental para Val, ya que ha criado a un hijo que no es suyo, mientras su hija se criaba sin ella.

Muylaert aborda el tema con mucho tacto y naturalidad, y nos hace sentir lo que pasa por dentro de Val, con esa maternidad compartida entre lo vivido y lo no vivido, entre haber sido la madre de quien no es tu hijo, y no haber atendido personalmente a quien sí lo es. Para ello se sirve del magnífico trabajo de la protagonista, Regina Casé, que dota de absoluta credibilidad a su personaje y consigue que la película funcione en todo momento.

La directora plantea el problema de las clases sociales, que aún existe en países como Brasil. Y lo hace del modo más difícil, con toda naturalidad. Lo fácil habría sido utilizar un lenguaje grandilocuente, hacer que los señoritos sean muy malos y traten fatal a los sirvientes, posicionando al público, pero no. Los señoritos tratan muy bien a Val, (todo lo piden por favor, siempre gracias, “eres como de la familia”, etc.) pero en los pequeños detalles es en donde se puede apreciar la tremenda distancia que en realidad ponen entre ellos y la criada. Especialmente por parte de Bárbara, la señora de la casa, que también termina mostrando ciertos celos de la relación que mantiene Val con su hijo Fabinho, que parece querer más a la criada que a su propia madre.

Como pequeña crítica (ya digo que es muy difícil encontrar puntos flojos en esta película), diría que me pareció que los personajes masculinos están un tanto maltratados y poco desarrollados en la historia. Tanto el señor de la casa, Don Carlos, como el hijo, Fabinho, son personajes infelices, muy débiles, inseguros, pero no terminamos de conocerlos, más allá de tener la certeza de estar sometidos a la voluntad de las mujeres de la película.

La película cuenta además con el atractivo añadido de saber tocar temas dramáticos con un punto de sentido del humor que hace que el espectador no sepa realmente a qué carta quedarse, de modo que estás en alerta porque sabes que puede pasar algo malo, pero te das cuenta de que tienes una sonrisa en la boca.

El foco se pone en las relaciones. El contraste que se produce cuando en una casa hay una serie de normas, unas costumbres, y aparece de repente una persona nueva que tiene otras normas, otras costumbres. La dificultad para adaptarte a unas normas ajenas. La dificultad para aceptar a un extraño dentro de tu entorno. La relación entre una madre y una hija que se reencuentran sin apenas conocerse. El papel que termina jugando Val, presionada por un lado por la casa a la que lleva tanto tiempo sirviendo con devoción y por otro por la hija que tiene unas ideas totalmente opuestas. La amenaza que supone para la estabilidad de un entorno la irrupción de alguien ajeno a ese entorno.

“Una segunda madre” es una agradable sorpresa. Pequeña, cotidiana, sin alardes, capaz de mantener el equilibro entre el drama y la comedia, que va creciendo de un modo imparable, y continúa haciéndolo después de verla. Tengo suerte con las películas brasileñas, casi todas me sorprenden para bien.

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keizz
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8
9 de abril de 2015
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirigida por J.C. Chandor, “El año más violento” es una película de estética setentera, con una magnífica fotografía en tonos ocres y azules que resaltan el invierno neoyorkino y cuya frialdad traspasa la pantalla, creando una atmósfera muy peculiar. Esos tonos cromáticos y esos silencios ásperos son los que dan a la película ese toque tan particular que hace que no la olvides fácilmente.

No se explican muchas cosas, pero el espectador no lo necesita para sentirse dentro de la historia. No sabemos cómo ha llegado Abel a esas alturas del negocio. No sabemos quién ni por qué le roban el fueloil. Hay muchas cosas que no sabemos, todo es susceptible de sospecha, todo resulta oscuro y crepuscular, tan sólo la fuerza y determinación de Abel Morales y su mujer muestran una solidez que transmiten capacidad de salir airosos entre tanto fango.

Los personajes de este curioso matrimonio son la piedra angular de la película. Abel es un hombre de principios, de firmes convicciones, que ha logrado una sólida posición a base de trabajar muy duro y ahora ha decidido dar un paso más allá en su negocio, pero es un paso arriesgado que le puede terminar de encumbrar pero también le puede llevar a la ruina. Por otra parte está su mujer, Anna, hija de un mafioso, que ejerce de perfecto contrapunto a su marido. Ella es mucho más proclive a conseguir las cosas por el medio que sea y caiga quien caiga. El dilema moral está servido. La toma de decisiones será definitiva en el devenir de la historia.

“El año más violento” evoca multitud de película. A ratos me recuerda a “Serpico”, otras a “El padrino”. Me evoca tanto a “The Wire” como a “Los Soprano” (Juraría que el abrigo marrón de Abel Morales se lo he visto llevar a alguien de los Soprano). Pero más que una película concreta, a mí me recordaba al cine americano de los años setenta, con ese Nueva York decadente en el que todo vale, y esa atmósfera urbana tan característica de aquellas películas.

Resulta enternecedor el modo en que Abel Morales trata de manejarse entre mafiosos, corruptos y delincuentes de todo tipo a través de la moralidad y la ética, intentando imponer el diálogo y el entendimiento negociador por encima de la violencia precisamente en el año más violento del siglo.

Con ritmo pausado pero tenso, Chandor nos regala un thriller atípico, en el que la violencia aparece explícitamente con cuentagotas a pesar de impregnar toda la obra, y la acción queda solapada por la sensibilidad, los diálogos y un continuo choque emocional entre Abel y todos aquellos con quienes tiene que lidiar, incluída su propia familia.

Hay que poner en valor las brillantes interpretaciones de los dos protagonistas principales del film. De un lado, Oscar Isaac, una suerte de nuevo Al Pacino que desarrolla un papel enormemente complejo con una sensacional solvencia, dotando a su personaje de gran cantidad de matices y una absoluta credibilidad. Tan sorprendente como impecable el trabajo de Isaac.

Por otra parte, la cada vez más contrastada Jessica Chastain, le da perfecta réplica con una interpretación que la define como actriz. No pude evitar acordarme de Rosanna Arquette cada vez que la veía aparecer en la pantalla, pero eso son cosas mías. Lo cierto es que Jessica Chastain lo borda componiendo un personaje que combina con admirable armonía la vulnerabilidad y la ambición.

A pesar de que no hay muchas escenas de acción, las que hay son excelentes. La persecución con el coche a uno de los camiones es una de esas escenas inolvidables. Pero los momentos de tensión superan con mucho a los momentos de acción. Momentos en que la tensión se saborea, tanto si deriva en acción como si no.

Resulta tan sorprendente como gratificante encontrarte con una película como ésta, cuando ya han pasado los Oscars y piensas que lo mejor de la cosecha del 14 ya lo has degustado, resulta que quedaban perlas como ésta esperando a ser descubiertas. Una película diferente, que evoca muchas cosas muchas veces vistas. Una película con un encanto especial que se parece a muchas cosas pero que es única.

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keizz
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8
20 de octubre de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Realtos salvajes” consta de seis episodios diferentes, totalmente independientes unos de otros. Lo único que es une, es que sus protagonistas pierden el control en algún momento y sufren arrebatos de ira y violencia.

En el primero, el pasajero de un avión (Darío Grandinetti) se da cuenta de que todos los pasajeros tienen algo en común. En el segundo, una camarera (Julieta Zylberberg) reconoce a un cliente, el hombre que le destrozó la vida a su familia. En el tercero, un conductor (Leonardo Sbaraglia) que circula por una carretera poco transitada se pica por adelantar a otro coche. En el cuarto, un ingeniero (Ricardo Darín) empieza a perder la paciencia cuando le lleva el coche la grúa, al tiempo que su mujer se quiere separar y pierde el trabajo. En el quinto, un hombre rico (Oscar Martínez) intenta evitar que su hijo vaya a la cárcel por un atropello, y se encuentra con que su abogado y todas las partes implicadas quieren sacar tajada. En el sexto, la boda entre Romina (Erica Rivas) y su novio, da un giro inesperado cuando ella descubre que él le ha sido infiel.

Es una película de bastante buen nivel y además muy comercial. Creo que gustará por igual a todo tipo de público. Repleta de referencias cinematográficas (“Cuentos asombrosos”, “El diablo sobre ruedas”, “Un día de furia”, etc.) cuenta con una baza a su favor: los espectadores, de toda condición, se sentirán identificados con las situaciones que se exponen, por lo que les resultará fácil implicarse en la película.

No es perfecta, no es una obra maestra, pero es tremendamente disfrutable. Se trata de un film muy entretenido, divertido, sarcástico y muy cercano. Pero podría haber sido mejor, sospecho. Quizá le falta algo de mala leche, creo que podría ser más violenta y retorcida. Su humor negro tiene mucho de humor y poco de negro. Me da la sensación de que la película habría ganado aún más si su director (Damián Szifrón) se hubiera atrevido a dar un par de pasos más hacia lo salvaje.

Pero es innegable que la película funciona. Szifrón logra algo que no es sencillo: ensamblar seis episodios que no tienen conexión entre sí, de diferentes duraciones y contenidos, y lograr un todo sólido de gran nivel. Las dos horas de cine se disfrutan sin paliativos y uno sale del cine satisfecho con lo que ha visto.

Lógicamente, no todas las historias son igual de buenas. Es inevitable hacer un ejercicio comparativo. En ese sentido, yo considero que la tercera es la mejor, y la segunda la más floja. La primera está muy bien como aperitivo. La cuarta sería de las mejores si no fuera por el final, innecesariamente edulcorado, que le quita muchos puntos. La quinta y sexta son excelentes, aunque la última quizá se alarga en exceso y por momentos parece que el director no sabe cómo terminarla, pero está bien resuelta.

Pero todas ellas tienen su interés, aunque su calidad sea desigual. Todas te atrapan por su forma narrativa, por su concisión y porque el espectador se siente identificado con muchos de los personajes y situaciones que aparecen. Además, Szifrón sabe ponerte en tensión con las partes dramáticas para, a continuación, desarmarte y sacarte una carcajada.

Técnicamente, la película es intachable. Buena fotografía (excepcional en la tercera historia), buena música, y sobre todo muy destacable el montaje, que es para mí el punto fuerte del film en el aspecto técnico.

“Relatos salvajes” llama a la puerta que tenemos muy dentro en la naturaleza del ser humano, esa puerta en la que se esconde la violencia. Los celos amorosos, la injusticia, el abuso, los conductores, el tráfico, la deshumanización de la administración pública, los abogados… hay muchas cosas que hacen sonar el timbre de esa puerta de la violencia que ninguno queremos abrir, pero que está ahí oculta en la personalidad de todos. Nos identificamos con las escenas, pero al estar revestidas de toques de humor se evita que nos hagan sentir mal.

Muy buenas todas las interpretaciones, sin excepción. Desde los más conocidos (Sbarablia está fantástico) a los que eran desconocidos para mí. Todos están a un nivel muy alto y dan verosimilitud a las escenas. Otro gran acierto de Szifrón, lograr este nivel interpretativo con tantos actores como aparecen.

Película recomendable para todos los públicos. La violencia y el humor nos une a todos.

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keizz
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7
12 de marzo de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
“7 cajas” cuenta la historia de Victor, un chico que se gana la vida haciendo de carretillero en el Mercado 4 de Asunción (Paraguay). Es un mercado gigantesto y caótico, con alto índice de delincuencia, y en el que los carretilleros compiten entre sí por conseguir mercancías que transportar. Victor está obsesionado y fascinado con las nuevas tecnologías, y siempre se queda embobado viendo las televisiones. Su gran sueño es tener un teléfono móvil con cámara para grabarse. De repente le ofrecen 100 dólares por transportar siete cajas, dinero con el que podría conseguir su teléfono móvil…

Se trata de un thriller un tanto sui generis. La película es trepidante y desprende adrenalina desde el primer minuto. Sin más, nos vemos envueltos en el caótico Mercado 4 de Asunción, una especie de colosal amasijo de tenderetes, contenedores y barracas, una locura que se vuelve más enrevesada aún debido a que los protagonistas hablan una mezcla de español y guaraní bastante difícil de entender (imposible, si no fuera por los subtítulos).

La sensación de caos y atropello se incrementa debido a los planos con cámara subjetiva, el ruido, todo es un poco agobiante y resulta imposible no quedar atrapado en la película, de la que no te liberas hasta que no salen los títulos de crédito y consigues por fin salir del cine y respirar.

La acción y la tensión son constantes. Las persecuciones, continuas. Tan pronto el chico persigue a otro que le ha robado una caja, como se ve perseguido por una peligrosa banda que quiere robarselas a él, y a los que a su vez persigue la policía. A pesar del alto ritmo de la película, es excelente el tratamiento que hacen del mismo, ya que no es nada fácil mantener la tensión y el ritmo narrativo durante 100 minutos. Es cierto que hay algunos errores o situaciones mal resueltas, incluso esperpénticas (¿Porqué persiguen al chico con carretillas, si correrían más si no las llevaran?), pero son pecados perdonables ante el resultado global del film.

Me ha sorprendido gratamente esta película. Es un soplo de aire fresco. De esas películas que viene muy bien ver de vez en cuando por su heterodoxia e insolencia. Me gusta como utiliza el humor negro y disfruto con tanta acción (yo, que soy un gran aficionado al cine contenido, de matices, de lo sugerido…) mezclada con costumbrismo social. Una especie de “Ciudad de Dios” desprovista de violencia, o mejor dicho, tratando la violencia de un modo más grotesco. Me parece un thriller divertido, creo que sería una buena manera de definirlo.

La película me ha gustado pese a tener todo en contra. Quiero decir, que no cumple con el tipo de cine que me gusta a mi. Teóricamente, un thriller atropellado y vertiginoso no tiene casi papeletas para que pueda gustarme. Y sin embargo, me gusta. Lo pasé muy bien viendola y creo que le pasará a más gente. Estoy casi seguro de que se hablará de esta película para bien. Además, es simpática, valiente y bienintencionada, incluso el malo de la película no lo es tanto, porque tiene el problema de que tiene que conseguir dinero para comprar medicinas para su hijo pequeño….

Creo que la mayoría de los intérpretes no son actores o son debutantes. No se nota en absoluto. Buen trabajo. Muy buena dirección. El guión es excelente, y la película tiene la garra que toda película con aspiraciones a comerse el mundo debería tener.

En definitiva, muy buena sensación me ha dejado esta película, la primera paraguaya que veo. Estaré atento a estos directores (son Juan Carlos Maneglia y Tana Schembori, que no lo había dicho) y al cine paraguayo en general.

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keizz
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