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Críticas ordenadas por utilidad
9 de agosto de 2007
3 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El auténtico Corso, Lucas Corso, se nos presentó en 1993 como un mercenario de bibliofilia que ofrecía sus servicios como rastreador de rarezas editoriales al mejor postor. Cínico, desencantado con la vida -al menos hasta que en ella se cruzó Irene Adler-, apasionado por la figura de Napoleón y miembro fundador de la Hermandad de Arponeros de Nantucket junto a Flavio LaPonte, su recuerdo sigue vivo para aquellos que hayan leído El Club Dumas, de Arturo Pérez-Reverte.
En ella Reverte, aparte de reivindicar y mostrar su erudición sobre la literatura de folletín en general y sobre Alejandro Dumas padre en particular, construye una intriga basada en la búsqueda por un lado de un libro calificado como satánico en su época -De Umbrarum Regni Novem Portis- y, por otro, en la autenticación de un manuscrito original de El vino de Anjou, capítulo perteneciente a El vizconde de Bragelonne, tercera parte de Los tres mosqueteros.
Quien se sumerja en las páginas de esta obra revertiana, se verá atrapado por una trama de aventura y misterio con inagotables referencias bibliográficas, añadidas a la historia sin que en ningún momento consigan desviar la atención de ésta, más bien haciéndola más apasionante. Sus personajes, tanto protagonistas como secundarios, son perfectamente descritos en sus comportamientos, en su forma de conducirse ante el mundo y en sus relaciones con los demás, estando muy alejados de la frialdad de aquellos a los que nos tienen acostumbrados los best-sellers norteamericanos (El código Da Vinci, El enigma del cuatro...). Tienen una actitud fundada en sus propias reglas, mejores o peores, pero suyas por convencimiento y no por conveniencia. La película de Polanski, La novena puerta, dejó totalmente de lado el retrato psicológico para fabricar una cinta de acción con tintes esotéricos (la trama Dumas tampoco aparece por ninguna parte) que no conectó con el público.
Por eso me sorprende que el policía chuleta y macarra interpretado -o lo que sea- por el líder de El canto del loco haya sido bautizado de este modo en Cuenta atrás, una serie que no arriesga ni una pizca en sus planteamientos (su pretendido referente, 24, fue revolucionaria en su forma estética y, en cuanto a contenido, sus personajes deben enfrentarse a constantes disyuntivas morales, siempre están en el filo de la navaja). La serie de Cuatro se nutre de arquetipos, siempre sabemos cuál va a ser la reacción de cada uno y cómo va a acabar la cosa.
Así que si a los creadores les hace ilusión al llamar Corso al personaje central y explotar el eufónico apellido en las promociones, al menos espero que lo hagan teniendo en cuenta las abismales diferencias entre Lucas y Pablo Corso.
En ella Reverte, aparte de reivindicar y mostrar su erudición sobre la literatura de folletín en general y sobre Alejandro Dumas padre en particular, construye una intriga basada en la búsqueda por un lado de un libro calificado como satánico en su época -De Umbrarum Regni Novem Portis- y, por otro, en la autenticación de un manuscrito original de El vino de Anjou, capítulo perteneciente a El vizconde de Bragelonne, tercera parte de Los tres mosqueteros.
Quien se sumerja en las páginas de esta obra revertiana, se verá atrapado por una trama de aventura y misterio con inagotables referencias bibliográficas, añadidas a la historia sin que en ningún momento consigan desviar la atención de ésta, más bien haciéndola más apasionante. Sus personajes, tanto protagonistas como secundarios, son perfectamente descritos en sus comportamientos, en su forma de conducirse ante el mundo y en sus relaciones con los demás, estando muy alejados de la frialdad de aquellos a los que nos tienen acostumbrados los best-sellers norteamericanos (El código Da Vinci, El enigma del cuatro...). Tienen una actitud fundada en sus propias reglas, mejores o peores, pero suyas por convencimiento y no por conveniencia. La película de Polanski, La novena puerta, dejó totalmente de lado el retrato psicológico para fabricar una cinta de acción con tintes esotéricos (la trama Dumas tampoco aparece por ninguna parte) que no conectó con el público.
Por eso me sorprende que el policía chuleta y macarra interpretado -o lo que sea- por el líder de El canto del loco haya sido bautizado de este modo en Cuenta atrás, una serie que no arriesga ni una pizca en sus planteamientos (su pretendido referente, 24, fue revolucionaria en su forma estética y, en cuanto a contenido, sus personajes deben enfrentarse a constantes disyuntivas morales, siempre están en el filo de la navaja). La serie de Cuatro se nutre de arquetipos, siempre sabemos cuál va a ser la reacción de cada uno y cómo va a acabar la cosa.
Así que si a los creadores les hace ilusión al llamar Corso al personaje central y explotar el eufónico apellido en las promociones, al menos espero que lo hagan teniendo en cuenta las abismales diferencias entre Lucas y Pablo Corso.
6 de noviembre de 2007
6 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que la película cuenta, a grandes rasgos, es el casi romance salpicado de canciones entre un músico treintañero irlandés y una joven inmigrante checa que queda prendada de sus composiciones.
Está muy bien que nos cuenten los sueños de unos personajes singulares. El chico ya no es un niño, tiene sus años y se supone que un bagaje con el cual resulta extraño que continúe siendo tan idealista, rasgo que sería más propio de ella dada su juventud. Sin embargo no es así, la chica sabe perfectamente lo que es tener que ganarse la vida repartiendo flores por la calle o limpiando casas. Cuando por fin llega a su humilde hogar por la noche, la jornada no acaba para ella: aún debe cuidar a su hija y ayudar a su madre en la tareas del hogar.
La contraposición con él es, por tanto, notable. Este tipo tiene un carácter de adolescente: arregla aspiradoras en la tienda de su padre y, cuando le parece, se marcha al centro de Dublín a darle un poco a la guitarra a ver si saca unos cuartos.
Aunque la película sugiera que los sueños pueden llegar a cumplirse, me resulta ciertamente inverosímil que el protagonista masculino no haya encontrado a esas alturas otro medio de vida y se pase el día lamiéndose las heridas causadas por un amor perdido.
Quizá el retrato de personajes se haya concebido como el cruce entre el acomodo de los ciudadanos que dentro de la Unión Europea gozan de cierto nivel de bienestar y el de aquellos que, procedentes de la Europa del Este, luchan por hacerse un hueco en el marco comunitario.
Una nota positiva es la calidad de las canciones interpretadas, si bien es verdad que ya hacia el final acaban resultando ciertamente repetitivas. Es muy destacable el plano secuencia en la que la cámara retrata a Markéta Irglová mientras regresa a casa en plena noche escuchando una música a la que pone letra mentalmente.
No es un filme que haya despertado mis sentimientos más profundos ni he salido del cine con un buen rollo que no me cabía en el cuerpo. Es solo una más.
Está muy bien que nos cuenten los sueños de unos personajes singulares. El chico ya no es un niño, tiene sus años y se supone que un bagaje con el cual resulta extraño que continúe siendo tan idealista, rasgo que sería más propio de ella dada su juventud. Sin embargo no es así, la chica sabe perfectamente lo que es tener que ganarse la vida repartiendo flores por la calle o limpiando casas. Cuando por fin llega a su humilde hogar por la noche, la jornada no acaba para ella: aún debe cuidar a su hija y ayudar a su madre en la tareas del hogar.
La contraposición con él es, por tanto, notable. Este tipo tiene un carácter de adolescente: arregla aspiradoras en la tienda de su padre y, cuando le parece, se marcha al centro de Dublín a darle un poco a la guitarra a ver si saca unos cuartos.
Aunque la película sugiera que los sueños pueden llegar a cumplirse, me resulta ciertamente inverosímil que el protagonista masculino no haya encontrado a esas alturas otro medio de vida y se pase el día lamiéndose las heridas causadas por un amor perdido.
Quizá el retrato de personajes se haya concebido como el cruce entre el acomodo de los ciudadanos que dentro de la Unión Europea gozan de cierto nivel de bienestar y el de aquellos que, procedentes de la Europa del Este, luchan por hacerse un hueco en el marco comunitario.
Una nota positiva es la calidad de las canciones interpretadas, si bien es verdad que ya hacia el final acaban resultando ciertamente repetitivas. Es muy destacable el plano secuencia en la que la cámara retrata a Markéta Irglová mientras regresa a casa en plena noche escuchando una música a la que pone letra mentalmente.
No es un filme que haya despertado mis sentimientos más profundos ni he salido del cine con un buen rollo que no me cabía en el cuerpo. Es solo una más.
7 de noviembre de 2007
5 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la historia de un hombre al que desde pequeño se ha inculcado que llegaría a algo grande; al llegar a la madurez, comprueba los sinsabores que depara la vida.
Por eso no me gusta esta película. No me interesa la frustración de este hombre. Quiero que el cine me haga soñar, no que me narre la vida anodina de un tipo como muchísimos otros. Puede que sea un filme de temática necesaria para la sociedad, pero prefiero otra clase de tramas que me alejen del drama de la vida cotidiana, de las frustraciones causadas al no cumplir las expectativas marcadas por el entorno.
Por eso no me gusta esta película. No me interesa la frustración de este hombre. Quiero que el cine me haga soñar, no que me narre la vida anodina de un tipo como muchísimos otros. Puede que sea un filme de temática necesaria para la sociedad, pero prefiero otra clase de tramas que me alejen del drama de la vida cotidiana, de las frustraciones causadas al no cumplir las expectativas marcadas por el entorno.
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