No será nunca un clásico de nuestro cine, pero tampoco lo necesita. Esta película es un ensayo sobre qué supone ser una lolita hoy en día. Aguilera rueda cómo se puede perder la inocencia a través de un camino que, quizás, contiene luz en demasía. Este es uno de los peros de la película: necesita más oscuridad, más perversidad, ser más retorcida, es decir, no haber pensado en un enfoque comercial. "Demonios tus ojos" navega sola por la falta de competencia, por ello mismo su valor. Otro punto a su favor son Ivana Baquero y Julio Perillán que, llenos de carisma, nos transmiten unas de las partes esenciales de los seres humanos: las vísceras de la intimidad.

Pocos directores saben captar la esencia humana mejor que Gaspar Noé. En este trabajo, en el que por supuesto no hacen falta diálogos, se basta para que con el demoledor sonido que nos ofrece nos sumerjamos, ya sin ver, en el profundo y real infierno de cómo somos nosotros, de animales y de espíritu. Si miramos encontraremos el aberrante y bello paisaje que define a gran parte de la humanidad, nos guste o no. Planos inolvidables, intensos y mordaces.

Una película que se ha hecho con las mejores intenciones, pero las mejores intenciones no bastan cuando todo suena a una cierta repetición de lo visto en otras películas. Todo resulta previsible y poco emocionante. Transmite poco atrevimiento por parte de Fernando Salem a la hora de ejecutar un estilo propio, que es lo más importante en este tipo de cine costumbrista y "delicado". Verónica Gerez hace creíble a su personaje, pero no puede salvar la película.

"Lamb" nos habla de muchas cosas importantes. El mensaje, el fondo, es interesante (eso es indudable), pero es en la manera en la que está hecha donde yo, como español, no puedo conectar de la misma manera en la que, quizás, pueda hacerlo un ciudadano islandés. La película guarda una misma estética, pero no una misma atmósfera y por esta razón no puedo entrar en ella. Tiene la triste felicidad de "La hija" (Manuel Martín Cuenca, 2021), la moral de "El planeta de los simios" (Schaffner, 1968) y la lentitud de una oruga. Si sientes que te gustan estos tres últimos ejemplos, quizás seas un fan de "Lamb", un miembro del jurado de Sitges, o un ciudadano islandés.

Lo mejor: La maternidad y la paternidad, vistas desde un filtro exterior, habitan en un lugar en el que ni la felicidad ni la tristeza tienen cabida. Es otro sentimiento. Un film que retrata la contradicción, el egoísmo y el amor que puede albergar el ser humano.

Cuando la palabra "estética" aparece en la primera línea de una crítica no dice mucho a favor de la película. Contiene verdad, en efecto, pero no es suficiente para que sea la gran película que dicen que es. A su favor cuentan lo impactante de sus escenas más dramáticas, que no son tantas, pero sí catárticas (¿y necesarias?). En una puntuación de 0 a 10 sería un 6,5, no es original, no cuenta nada extraordinario, pero sí está bien realizada. Es hija de una gran campaña de marketing, como tantas otras películas y series de la actualidad (en Madrid hay en la misma acera en que la emiten por el cine, una exposición... como si fuera una película histórica), lo cual no le hace ningún bien, pues no se la puede valorar social y correctamente, como sí lo haremos dentro de diez años. Hay que superar su primera hora y media: se puede reflejar la realidad sin ser tan lento.