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Críticas de Natxo Borràs
Críticas 2,192
Críticas ordenadas por utilidad
8
7 de junio de 2008
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Frank Vincent Serpico existe realmente. En los setenta denunció ante la Comisión Knapp los tratos de favor por parte de algunos de sus compañeros de la División de Narcóticos que disfrutaban de un sueldo "extra" a raíz de su trabajo para restablecer la ley y el orden en las calles. Y Serpico pagó por ello. No por delator sinó por reaccionario, fruto de su romántica visión post-hippie de vivir en un mundo justo y mejor. Incluso se quejó que todo aquel aroma de corrupción provenia de unas mensualidades mal pagadas en el si del Departamento de Policía.
El brillantemente inexpresivo Al Pacino que conocemos de la saga de "El Padrino" se mueve aquí con nervio y genio en un relato que Lumet tejió nada más saber el caso real acaecido un año antes. En suma, un trabajo vertiginoso.
Natxo Borràs
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6
20 de agosto de 2008
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que echarle un vistazo a esta parodia que intenta ridiculizar al sedentarismo de butaca, cerveza, cuenco de palomitas y tele. Nos puede costar sacar una sonrisita de los labios porque ya os garantizo que carcajada no la hay, dependiendo de como sea el nivel de humor de cada uno. Es una americanada de tomo y lomo.

Lo interesante viene en su planteamiento y ejercicio de estilo. Un director tan "serio" como Peter Hyams que ha cultivado cualquier género (del fantástico al policíaco) nos presenta una comedia con un John Ritter enganchado al televisor y que después de adquirir una antena de proporciones gigantescas acaba siendo engullido, ignorando que acaba de hacer un pacto con el Diablo viajando en una programación tan infernal que haría arder las revistas de teleprogramas de todo el mundo. El infeliz teleaddicto llega a convertirse en dibujo animado en un Tom y Jerry malignamente invertido (aquí el gato se lleva casi la palma) o es partícipe en un violento torneo de "pressing catch", en un concurso llamado "El Precio Injusto" a ser entrevistado en "Saturday Nite Dead".

En la película no faltan parodias de películas tan populares como "Tres Solteros y el bebé de Rosemary"; "Atropellando a Miss Daisy" o en forma de spot publicitario de un bozal llamado "El Silenciador de los Corderos". Séries como "Sobreexposición en el Norte" (clara alusión a "Doctor en Alaska"), "La Familia Manson" (La Familia Monster) o "De Treinta y Tantos a Perpetua".

Leyendo esta programación a uno se le hace la boca agua de pensar que ocuparía su tiempo libre como el personaje de Ritter (que ya de paso "se cuela" en la serie que le hizo famoso, "Apartamento para Tres"). Comparando dicha programación con el de algunos canales de aquí, prefiero pactar con el Diablo.
Me gusta ser crítico y prefiero morir en el intento de hacerlo tan bien como pueda. No soy teleadicto ni zapeo. Solamente utilizo dicho aparato para mirar cine en DVD cuando no me apetece calentar el vídeo de viejas películas grabadas años atrás.

Esta película advierte sobre los excesos de mirar la tele. Habría que añadir otro mensaje por delante: buscad una perla entre tanta basura. ¡Lo que daría para que pusieran algunos programas como los que salen en este film! Comparados con lo que ponen ahora bien valen su peso en oro.
Natxo Borràs
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6
6 de octubre de 2011
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Libby (Ashley Judd) es una mujer afortunada que ama todo lo que posee: un pretencioso marido rico, Nick Parsons (Bruce Greenwood) que le ha dado el más valeroso de sus tesoros: su hijo Matty (Benjamin Weir) y una bonita mansión con vistas al mar. Una noche, navegando y después de hacer el amor, Libby descubre que su marido ha desaparecido dejando huellas de sangre hasta el mar por lo que es acusada del asesinato y desaparición del cuerpo de su esposo. Condenada injustamente a seis años de presidio, Libby descubrirá una red de mentirás y dobles identidades en la que se verá involucrada su mejor amiga Angie (Annabeth Gish) y en el que el agente de la incondicional (Tommy Lee Jones) tomará un papel importante cuando descubra que Libby intenta escapar de la Justicia, solamente para volver en brazos de su hijo.

El argumento ya se entrevé como una película de sobremesa (de esas que emiten o en mediodía o a media tarde de fin de semana en algunos canales televisivos destinados a un consumo destinado para matar tardes aborrecidas). Pero Bruce Beresford (Paseando a Miss Daisy; Un Buen Hombre en Africa) le dio un cierto clímax interesante. Un giro argumental que desencadena una trama en que participa una madre coraje, un anti-héroe reprimido por el alcohol con un forzado empleo que aborrece (excelente Tommy Lee Jones en un papel algo crepuscular al de su rol de policía Samuel Gerard en “El Fugitivo” y “U.S. Marshals”) con distintos escenarios que van desde Colorado a Nueva Orleans. Entretenida a su pesar.
Natxo Borràs
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9
23 de mayo de 2009
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Docudrama ganador del León de Oro en el Festival de Venecia. Gillo Pontecorvo es todo un profesional en lo referente a cine de idearios políticos, con un conflicto como eje vertebrador. Un ejemplo claro fue su posterior "Operación Ogro" retirada del Festival de San Sebastián y en el que reconstruía minuciosamente los preparativos del atentado contra Carrero Blanco.

"La Batalla de Argel" destaca por tratarse de un histórico documento sobre unos hechos que precipitaron la independencia de Argelia, que llevaba más de ciento treinta años anexionada a Francia; una colonia multicultural que en su agonía colonial la administración gala realizó todos los esfuerzos posibles (y opresivos) para evitar que la FLN (Frente de Liberación Nacional) alcanzase sus objetivos. El martillo de la justicia francesa se aplicaba allí, con ejecuciones a la guillotina, hasta que una gran mayoría árabe, que provenía de la Casbah, inició la revuelta prolongada por varios años, atacando desde la clandestinidad los intereses establecidos en este país del Norte de África.

La FLN en un intento desesperado para organizar sus revueltas, perpetró atentados en la denominada "ciudad europea" acribillando a gendarmes y atentando a cafeterías. Declarado el estado de sitio y con la casbah aislada, mujeres árabes militantes de la organización eludieron los controles con bonitos trajes y bolsos que nunca habían llevado y que una vez cerca de la playa los depositaban con su bomba a punto de estallar. Los Paracaidistas intervinieron en un asunto que, para el resto del mundo así como Francia, preveía negociaciones por ambas partes. La difícil situación opresora en la que vivía la población árabe fue denunciada por el escritor Jean-Paul Sartre en sus innumerables artículos periodísticos mientras la Nación callaba. Incluso el coronel paracaidista que organiza el que debía ser el aplastamiento final contra los insurrectos se refiere al autor de "La Nausea" con una extraño gesto de animadversión y admiración a la vez cuando es preguntado por la prensa en lo referente a sus tácticas militares; "¿Le gusta Sartre Coronel? No, pero me gusta menos como adversario".
Natxo Borràs
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8
3 de junio de 2010
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los estudios Ealing produjeron comedias marcadas de una carga social en los años de posguerra (década de los cuarenta y cincuenta) cuando Inglaterra se asomaba a una reconstrucción lenta, en vista a unos años económicamente crecientes pero muy lentos. Se retrataba como un país frío, gris, de habitantes con pocos recursos pero que vivían alegres. Y ése era el decorado adecuado para la Ealing, creadora de magistrales piezas como “Oro en Barras” (1951) de Charles Crichton o “El Quinteto de la Muerte” (1955) de Alexander MacKendrick, ambas interpretadas por el gran Sir Alec Guinnes, actor que, desgraciadamente cuando pasó a mejor vida, le asociaron siempre con el Obi Wan Kenobi de “Starwars”.

Pero es mejor emparentar a Guinness con la Ealing y algunos de los films más destacables de la productora que interpretó con sobercia maestría. Pero tampoco emparentemos tanto la Ealing con el actor. “Pasaporte para Pimlico”, es una de las comedias más tempranas y desconocidas de los estudios, ofrecida en bandeja (con unos actores poco conocidos para el gran público de ayer y hoy) como una provocación socio-política vista en su momento por los estragos de un país como Inglaterra y una gran ciudad como lo es Londres, que intenta apaciguar los denominados “años del hambre” con una sonrisa costumbrista en los labios y un hecho trascendental que cambiará la vida de los vecinos de un distrito de la capital inglesa para siempre.

Un día de cada día dónde todo el mundo se saluda para ir a trabajar, abrir la pescadería del barrio o desenterrar las pocas bombas que quedan como quien va a podar en el jardín, entre solares y algún edificio medio derrumbado como disimulada secuela de una triste guerra, se convierte en una jornada particular cuando al estallar accidentalmente un artefacto, descubren estupefactos el hallazgo de un tesoro medieval; el hallazgo de las propiedades de un caballero francés que alegó en sus tiempos estar en posesión de esas tierras, ahora en pleno corazón londinense. Así que los vecinos, con su sentido del humor celebrándolo por todo lo alto, muy a lo “british” en el “pub” más próximo, constituyen Pilmico en un Estado.

Pilmico es una nación en medio de tanto bullicio, bajo un sol abrasador, fenómeno poco usual en una tierra tan nublada y lluviosa que es Inglaterra. Dejan de pagar con cupones de racionamiento. El estraperlo intenta entrar en lo que promete ser un paraíso fiscal para sus ganancias clandestinas. Los vecinos imponen su parlamento en la tienda cuyo propietario, el amable Arthur Pemberton (Stanley Holloway) es proclamado unánimemente Primer Ministro. Berlanga se lo pasaría en grande si intentase rodar una adaptación a la española de tanto despiece territorial. Aunque para ello supusiera el tener que herir a sensibilidades nacionalistas de horizontes amplios o, desde el otro extremo, insignificantemente limitados.
Natxo Borràs
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