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España España · Cinecittà
Críticas de Xavier Vidal
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Críticas 640
Críticas ordenadas por utilidad
7
3 de junio de 2013
28 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede que Soderbergh no deje una de las carreras más brillantes de la modernidad, pero en un tiempo donde se impone el conservadurismo es gratificante encontrar directores tan arriesgados, con gran capacidad de mutación y adaptación, con infinita curiosidad por explorar el alma humana en todas sus vertientes. Estamos ante una película que bien podría marcar la bajada del telón: Behind the Candelabra, no por casualidad, conecta con la ópera prima de Soderbergh Sexo, mentiras y cintas de vídeo por su exploración de los intrincados mundos del afecto, la mentira, la manipulación y el materialismo (el círculo se cierra); y a esa relación, el cinéfilo atento sumará otra, ya que Michael Douglas no solo realiza aquí su regreso por la puerta grande tras sufrir un cáncer de garganta sino que renueva el papel de seductor al que dio vida en infinidad de thrillers, añadiendo además una historia que se adapta a sus capacidades como intérprete y que en todos los sentidos sabe a despedida definitiva del cine (muchos mitos del séptimo arte pagarían por acabar su andadura con el estupendo y recurrente plano final de Behind the Candelabra).

Estamos ante uno de los retratos más lúcidos de la vida de una estrella de la música, el análisis minucioso de las carencias y querencias de una reinona tan virtuosa en el piano como acomplejada en lo personal. La película recorre transversalmente los diferentes estados que van del apogeo mediático a la caída a los infiernos (Douglas merece el Globo de oro), todo reflejado en el personaje del 'acompañante', ayudante, novio, alter ego y finalmente némesis del artista (espléndido Matt Damon). Behind the Candelabra narra las complejidades del maestro y la oscuridad del discípulo, nos sumerge en un mundo de lentejuelas y apariencias, de aparente pompa y enorme vacío interior. No suena a nuevo, hay que reconocerlo, pero pocos son capaces de escribir diálogos tan acertados y filmar con tanta precisión la relación de dos hombres huérfanos que no conocen la frontera entre la persona y el personaje.

El cine norteamericano, por lo general, cae en la mojigatería, pero Soderbergh nunca: ver a Douglas y a Damon sentados en el sofá con la complicidad de una pareja real es un logro inmenso, y eso es posible tanto por la trayectoria de Soderbergh como por las tablas de los actores, que repiten además con el director. Behind the Candelabra rasca la pared de la frivolidad y encuentra un tesoro: entre citas a lo kitch, hortera y recargado habita la humanidad de unos personajes confinados en un mundo cerrado de secretos, miedos y rencillas. No se dejen engañar por su apariencia de biopic o su banda de telefilm: es una gran película. Y además, puede ser la última gran creación tanto de Douglas como de Soderbergh: no la dejen escapar.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
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Xavier Vidal
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7
16 de enero de 2016
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director Tobias Lindholm y el actor Pilou Asbæk colaboran por tercera vez en Krigen (A War), la película que ha vuelto a situar la cinematografía danesa en la restringida terna del Óscar. Lindholm divide el film en dos partes muy diferenciadas: en la primera mitad, somos testigos del trabajo del militar protagonista, la relación con sus soldados y su implicación con los civiles de la zona, a la vez que asistimos al duro día a día de su esposa en Dinamarca, sola y con tres hijos pequeños a su cargo; y en el segundo tramo, el relato se unifica en un extenso juicio en el que se dirime la implicación del personaje central en un crimen de guerra. Una ficción que contrapone dos realidades muy distintas, pero que nunca cae en el maniqueísmo: prefiere ofrecer más preguntas que respuestas, sugerir antes que juzgar.

En contra de lo podría pensarse, Krigen (A War) no es una película de guerra, sino una historia sobre los problemas que surgen cuando alguien, al asumir ciertas responsabilidades (como comandante, como padre, como ciudadano), se percata de las incompatibilidades que existen entre la ética personal y la oficial, entre la realidad vivida de primerísima mano y la ley escrita en tercera persona. Por ello, resulta especialmente recurrente cómo Lindholm hace coincidir la visita al hospital de la mujer tras un accidente doméstico con la fatídica pero inevitable decisión que toma su marido en mitad de una contienda, o cómo una asociación de fotogramas (el recuerdo de las extremidades inhertes de un pequeño afgano ante la visión de los pies descalzos del hijo del protagonista) le sirve al director para cerrar la película y simbolizar el futuro incierto que le espera a su personaje. Una película perfecta para preguntarse quiénes somos y dónde vivimos, para enfrentarlos a la frustración que nos produce sentirnos tan pequeños en un mundo tan grande.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
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Xavier Vidal
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4
29 de noviembre de 2011
33 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía tiempo que no me aburría tanto en una sala oscura. Un método peligroso es una historia de lo más obvia: mezcla un duelo amoroso con otro de calado dialéctico. El psicoanalista y sus tensiones entre la paciente por la que se siente atraido sexualmente y el maestro por el que se siente atraido intelectualmente. Pero señores: eso se intuye a los diez minutos. Lo demás es una cabezadita en el reposacabezas del diván.

Michael Fassbender tiene la misma cara de palo durante una hora y media: no hay ningún matiz de alegría o cabreo en sus gafas perfectamente puestas o su rectísimo bigote (vaya, que tiene la misma cara haciendo el amor con Knightley que tomando el té con su esposa). En el lado opuesto se sitúa Keira Knightley, que juega a rizar el rizo, a exagerar su papel de loca de atar, a desencajar la mandíbula al estilo hombre lobo. Ni tan siquiera Viggo Mortensen, que al lado de Cronenberg ha logrado sus mejores interpretaciones, puede destacar con su soso Sigmund Freud por imposición de un guión torpe.

Nada de lo que sucede en Un método peligroso logra llamar mi atención o emocionarme. Es una película fría, vaciada de sentimientos, sin ningún tipo de complejidad. No hay en Un método peligroso el brío de las anteriores Promesas del este o Una historia de violencia. Me pregunto a quién va dirigida Un método peligroso o a quién le puede interesar: la trama se antoja tan lejana, su estética es tan gris, su historia de amor es tan poco apasionada, su toma y daca filosófico es tan poco atractivo, su final es tan abrupto... Me concedo cierto margen de error y a Cronenberg el beneficio de la duda, pero de momento ni les recomiendo Un método peligroso ni deseo volver a verla. En pocas palabras, un fiasco de los grandes.

Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities
Xavier Vidal
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6
18 de noviembre de 2015
29 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mustang, ópera prima de Deniz Gamza Ergüven, se ha convertido en uno de los fenómenos festivaleros de la temporada. La película cuenta la historia de ciinco hermanas huérfanas que son encerradas por su tío y su abuela en apenas cuatro paredes. Con esta premisa, el film construye un relato claustrofóbico de pulsiones juveniles que quedan coartadas por la intransigencia social y religiosa del país. Ergüven se muestra especialmente solvente a la hora de describir el universo adolescente de las protagonistas, pero pierde parte de su frescura y espontaneidad cuando se ve en la obligación de ampliar su discurso al resto de personajes: los adultos quedan descritos como bloques sin matices, dictatoriales y casi demonizados, una cuestión que sirve para dar relieve a la huida de las chicas, pero que en paralelo resta potencia a esa epopeya femenina al no encuadrar su hazaña en un discurso o contexto de mayor calado. Por ello, da la sensación de que Mustang se acontenta con ser un relato de miras cortas y objetivos más modestos: quiere y consigue que el espectador sienta en sus carnes la opresión de unos seres virginales, dejando de lado cualquier amago de polémica, sin meter el dedo en ninguna llaga y llegando al mayor número de espectadores posibles (también, visto lo visto, conquistándo los estándares que demandan los certámenes y las carteleras de hoy en día). Con todo, aun ciñéndome al microcosmos de juegos entre pícaros e inocentes de las protagonistas, uno no puede dejar de pensar que Mustang, en sus escenas aparentemente improvisadas, en cada una de las miradas cómplices de sus cabezas de cartel, esconde un poco de trampa. Porque... ¡qué difícil es contar por omisión! Y, a pesar de lo leído en distintos foros, Mustang no deja de ser una película-moda pasajera.
Xavier Vidal
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7
6 de enero de 2015
26 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reconozco que, antes de visionar P'tit Quinquin, desconocía la obra de Bruno Dumont. Obviamente sabía de su predicamento entre las élites críticas, e incluso estuve a punto de verla en San Sebastián y en Sitges, pero preferí apostar por otras opciones (al fin y al cabo, 200 minutos son muchos, demasiados cuando se está inmerso en el fragor de un festival). Y, tras ver la miniserie tal y como la concibió su autor, en cuatro episodios de 50 minutos, no puedo más que alegrarme de esa decisión, porque P'tit Quinquin es una obra singularísima que precisa un visionado atento y una digestión lenta.

Muchos han resumido P'tit Quinquin como la descripción de una investigación policial, pero en verdad el elemento criminal (unos cadáveres humanos que aparecen en las entrañas de unas vacas muertas) sirve de excusa para ofrecer algo mayor: un fresco entre humano y paródico de, intuímos, una Francia oculta, la de los ch'tis sobre los que ironizaba Danny Boon en Bienvenidos al norte, en la que casi nunca parece suceder nada remarcable. Dumont parodia unos seres marcados por el inmovilismo y unos ambientes rudos que sumen a sus habitantes en una especie de letargo vital. Pero Dumont nunca ridiculiza a sus criaturas: todos los personajes, desde los policías zarrapastrosos al grupo de chavales que comanda el 'quinquin' del título, están recorridos por un halo de humanidad inconmensurable, por una veracidad difícil de calibrar. El surrealismo del conjunto, en otras palabras, choca con la sensación de estar asistiendo a algo auténtico, por no decir ante un simulacro de documental rodado en el país del onirismo. Fuerzas que, a la postre, dotan a P'tit Quinquin de una extraña personalidad, de un atractivo bizarro; de una comicidad perversa, o de una perversión cómica, según se mire.

Sólo un aspecto me distancia de la atmósfera que consigue Dumont: la intuición de que, al apelar a cuestiones muy locales, parte del humor y de los dobles sentidos de este P'tit Quinquin pasan fácilmente desapercibidos para un público que desconozca la región donde acontece la trama (o lo que es lo mismo, para casi todos nosotros). Tal vez ese matiz ha sido la clave para que los miembros de Cahiers du cinéma valoraran P'tit Quinquin como la mejor obra del 2014. O tal vez la popularidad de la serie se debe, simplemente, a la peligrosa y cada vez más extendida tendencia al 'gafapastismo' injustificado, a premiar lo raro simplemente por su rareza (y no por su trascendencia). Sea como sea, P'tit Quinquin ha renovado mi interés por la obra de Dumont. Dibuja escenas, personajes y planos que atesoraremos durante bastante tiempo. Un producto diferente para un público arriesgado. Un título que engrandece el cine y la televisión de nuestros días.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
http://cachecine.blogspot.com.es/
Xavier Vidal
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