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Críticas ordenadas por utilidad
6 de diciembre de 2008
115 de 152 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la primera vez que me acerco al cine del húngaro Bela Tarr.
Muy bien me habían hablado de esta cinta, pero siempre me advertían que hay que tener con ella paciencia y una mente, digamos, abierta.
Y es que reconozcámoslo: esta película es muy, muy irregular. Tiene unas cuantas escenas de un lirismo y una belleza sobrecogedoras (la constelación de borrachos, el asalto al hospital, el protagonista en el trailer por primera vez, el final, etc) adornadas con una música deliciosa, pero por desgracia estas se encuentran desperdigadas entre un montón de escenas, de una densidad tal, que te dan ganas de pasarlas a doble velocidad.
Seamos honestos: una cosa es tener un ritmo pausado, contemplativo, o como se quiera llamar, y otra muy distinta poner una cámara a rodar durante 3 minutos como un tío va caminando hacia un horizonte lejano, o viene de el. Y más cuando estas escenas no aportan nada y expresan mucho menos.
Y no me vale la excusa de que esta película es simbólica: acepto que la historia no tenga, para que vamos a engañarnos, demasiado sentido. Acepto que se trata de una metáfora cuyo epicentro y explicación se encuentra en el monologo del tio Etzer sobre el error de Werckmeister. Acepto la indeterminación espacio-temporal y los comportamientos absurdos de los protagonistas. Lo acepto porque la historia tiene su punto de interés, de intriga, y por esas escenas geniales que he mencionado.
Lo que no acepto es que, con la excusa de que esto es metafórico y poético, tenga que mostrarme entusiasmado contemplando a un helicóptero dando vueltas y aterrizando durante nosecuantos minutos, o ver a una turba andando por la calle durante otros tantos, o la cara de dos tipos dirigiéndose en silencio a nosedonde durante otros (muchos) mas.
Me sorprenden estas puntuaciones de 9 o 10 que veo le han adjudicado a esta película. No niego, insisto, sus meritos y el talento desplegado en ella. Pero como me niego a ser deshonesto y dejarme cegar por los mitos que perpetúan los cinefagos de hoy y de siempre, le pongo un 6, y creo que ya es bastante.
Muy bien me habían hablado de esta cinta, pero siempre me advertían que hay que tener con ella paciencia y una mente, digamos, abierta.
Y es que reconozcámoslo: esta película es muy, muy irregular. Tiene unas cuantas escenas de un lirismo y una belleza sobrecogedoras (la constelación de borrachos, el asalto al hospital, el protagonista en el trailer por primera vez, el final, etc) adornadas con una música deliciosa, pero por desgracia estas se encuentran desperdigadas entre un montón de escenas, de una densidad tal, que te dan ganas de pasarlas a doble velocidad.
Seamos honestos: una cosa es tener un ritmo pausado, contemplativo, o como se quiera llamar, y otra muy distinta poner una cámara a rodar durante 3 minutos como un tío va caminando hacia un horizonte lejano, o viene de el. Y más cuando estas escenas no aportan nada y expresan mucho menos.
Y no me vale la excusa de que esta película es simbólica: acepto que la historia no tenga, para que vamos a engañarnos, demasiado sentido. Acepto que se trata de una metáfora cuyo epicentro y explicación se encuentra en el monologo del tio Etzer sobre el error de Werckmeister. Acepto la indeterminación espacio-temporal y los comportamientos absurdos de los protagonistas. Lo acepto porque la historia tiene su punto de interés, de intriga, y por esas escenas geniales que he mencionado.
Lo que no acepto es que, con la excusa de que esto es metafórico y poético, tenga que mostrarme entusiasmado contemplando a un helicóptero dando vueltas y aterrizando durante nosecuantos minutos, o ver a una turba andando por la calle durante otros tantos, o la cara de dos tipos dirigiéndose en silencio a nosedonde durante otros (muchos) mas.
Me sorprenden estas puntuaciones de 9 o 10 que veo le han adjudicado a esta película. No niego, insisto, sus meritos y el talento desplegado en ella. Pero como me niego a ser deshonesto y dejarme cegar por los mitos que perpetúan los cinefagos de hoy y de siempre, le pongo un 6, y creo que ya es bastante.
8 de julio de 2009
41 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apunté el nombre de esta cinta cuando hace unos meses los inefables informativos de Antena 3, siempre en busca de lo más estupido y morboso que exista en ese momento, fabricaron una noticia sobre la polémica en Sitges ante la proyección de la película (ambulancias en la puerta y todo eso).
Solo era puro marketing, evidentemente, pero me llamo la atención. Y mi curiosidad ante el cine violento y salvaje (soy de los 80, con eso lo digo todo) hizo el resto.
La verdad es que he quedado satisfecho. La película capta el interés desde el primer momento y avanza con fuerza y rapidez. La violencia, que es permanente y explicita, no me parece gratuita ni llega al nivel de desagrado que te hace apartar la mirada.
Laugier parece listo y construye la narración de forma que no se entere uno de casi nada durante un buen tramo (¿fantasmas?¿pedófilos?¿gore sin argumento?), pero cuando a los tres cuartos de hora la película parece haber entrado en vía muerta, un giro inesperado y correcto parece dar explicación a todo y sumergirnos en una especia de “segunda parte”, distinta e incluso diría que mas interesante que la exhibicionista y alocada primera.
Da gusto comprobar que la fotografía es sobria y no hace uso de la moda videoclip (50 cortes por minuto y la cámara temblando todo el tiempo), lo que ayuda a disfrutar le visionado incluso ante la mas brutal de las escenas.
Solo era puro marketing, evidentemente, pero me llamo la atención. Y mi curiosidad ante el cine violento y salvaje (soy de los 80, con eso lo digo todo) hizo el resto.
La verdad es que he quedado satisfecho. La película capta el interés desde el primer momento y avanza con fuerza y rapidez. La violencia, que es permanente y explicita, no me parece gratuita ni llega al nivel de desagrado que te hace apartar la mirada.
Laugier parece listo y construye la narración de forma que no se entere uno de casi nada durante un buen tramo (¿fantasmas?¿pedófilos?¿gore sin argumento?), pero cuando a los tres cuartos de hora la película parece haber entrado en vía muerta, un giro inesperado y correcto parece dar explicación a todo y sumergirnos en una especia de “segunda parte”, distinta e incluso diría que mas interesante que la exhibicionista y alocada primera.
Da gusto comprobar que la fotografía es sobria y no hace uso de la moda videoclip (50 cortes por minuto y la cámara temblando todo el tiempo), lo que ayuda a disfrutar le visionado incluso ante la mas brutal de las escenas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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8 de julio de 2009
28 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encanta Walter Hill. Al ver sus películas captas una aroma a “tiempos pasados siempre mejores”, a cine comercial pero arriesgado y nunca prefabricado.
En esta ocasión me llama la atención las críticas negativas de esta cinta, que si bien no es redonda, me parece un estupendo y modesto thriller que recuerda inevitablemente a Melville y Peckinpah.
Estamos ante un clásico duelo “ladrón contra detective” pero con una variante notable: ni el malo es tan malo ni el bueno tan bueno.
El detective es arrogante, abusa de compañeros y ladronzuelos. Pero no deja de ser un tipo listo y curtido que se arriesga, y pese a tomarse la caza del “cowboy” como un juego, no deja de ser un policía que tiene la ley de su parte.
Por otro lado el “driver” es un ladrón pero no un malvado criminal (“hasta puede que devuelva el dinero” llega a decir). Vive modestamente, no le gustan las armas,….¿que le motiva? ¿quien debe ganar el “juego”?. Los personajes están solidamente construidos pese a su complejidad y los secundarios no están de más. Súmale a eso el habitual buen pulso de Hill, una historia sencilla pero efectiva, sonoros disparos, giros argumentales y unas persecuciones de coches que solo en las cintas de esa época se pueden encontrar (y que dicho sea de paso, le dan mil vueltas a las caóticas y siempre idénticas persecuciones rodadas por los Scott, Bay y compañía). ¿Qué más se puede pedir?
En esta ocasión me llama la atención las críticas negativas de esta cinta, que si bien no es redonda, me parece un estupendo y modesto thriller que recuerda inevitablemente a Melville y Peckinpah.
Estamos ante un clásico duelo “ladrón contra detective” pero con una variante notable: ni el malo es tan malo ni el bueno tan bueno.
El detective es arrogante, abusa de compañeros y ladronzuelos. Pero no deja de ser un tipo listo y curtido que se arriesga, y pese a tomarse la caza del “cowboy” como un juego, no deja de ser un policía que tiene la ley de su parte.
Por otro lado el “driver” es un ladrón pero no un malvado criminal (“hasta puede que devuelva el dinero” llega a decir). Vive modestamente, no le gustan las armas,….¿que le motiva? ¿quien debe ganar el “juego”?. Los personajes están solidamente construidos pese a su complejidad y los secundarios no están de más. Súmale a eso el habitual buen pulso de Hill, una historia sencilla pero efectiva, sonoros disparos, giros argumentales y unas persecuciones de coches que solo en las cintas de esa época se pueden encontrar (y que dicho sea de paso, le dan mil vueltas a las caóticas y siempre idénticas persecuciones rodadas por los Scott, Bay y compañía). ¿Qué más se puede pedir?
8 de agosto de 2009
28 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
La segunda cinta de Boorman introdujo la que iba a ser una constante en su cine: sentido del ritmo, excelente fotografía, escenarios naturales, riesgo con cada nuevo proyecto, y también una tendencia a lo reivindicativo y pretencioso que no siempre le salió bien.
En esta ocasión Boorman contó de nuevo con su amigo Lee Marvin (el hombre que le abrió las puertas de Hollywood) para contar el drama de dos soldados de bandos (y culturas) opuestos obligados a convivir en una isla desierta.
Es innegable la originalidad y las posibilidades del planteamiento, y a mi juicio Boorman pasa la prueba con un resultado más que digno.
“Infierno en el Pacifico” ha ganado muchos enteros desde que se estrenó. Posee una plasticidad admirable (buenos encuadres y fotografía en general, obra de Conrad Hall, que supo extraer toda la hermosura de las Islas Palau) y, pese a tener bajones de ritmo, contar con una estructura lineal y clara, de gran amenidad, y apoyada en las sólidas interpretaciones de Mifune y Marvin consiguen hacer el resto, configurando un relato delicioso que posee escenas que se gravan en la retina a fuego (la carga bajo la lluvia, por ejemplo).
Hay que añadir el que final (impuesto por los productores) es abrupto, torpe y desmejora el conjunto. Ya se puede ver el final original pensado por el director, igual de devastador pero menos efectista.
Ya me gustaría que las películas de hoy día fuesen la mitad de buenas que ésta.
En esta ocasión Boorman contó de nuevo con su amigo Lee Marvin (el hombre que le abrió las puertas de Hollywood) para contar el drama de dos soldados de bandos (y culturas) opuestos obligados a convivir en una isla desierta.
Es innegable la originalidad y las posibilidades del planteamiento, y a mi juicio Boorman pasa la prueba con un resultado más que digno.
“Infierno en el Pacifico” ha ganado muchos enteros desde que se estrenó. Posee una plasticidad admirable (buenos encuadres y fotografía en general, obra de Conrad Hall, que supo extraer toda la hermosura de las Islas Palau) y, pese a tener bajones de ritmo, contar con una estructura lineal y clara, de gran amenidad, y apoyada en las sólidas interpretaciones de Mifune y Marvin consiguen hacer el resto, configurando un relato delicioso que posee escenas que se gravan en la retina a fuego (la carga bajo la lluvia, por ejemplo).
Hay que añadir el que final (impuesto por los productores) es abrupto, torpe y desmejora el conjunto. Ya se puede ver el final original pensado por el director, igual de devastador pero menos efectista.
Ya me gustaría que las películas de hoy día fuesen la mitad de buenas que ésta.
14 de agosto de 2009
36 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después del incontestable éxito de “Deliverance”, Boorman podría haberse embarcado en cualquier producción hollywoodiense de alto presupuesto. Sin embargo, fiel a su estilo, prefirió rodar una rocambolesca historia de ciencia ficción, escrita y producida por el mismo, al lado de su casa en Irlanda y por cuatro duros.
Lo primero que llama la atención de “Zardoz” es lo mal que la ha tratado el tiempo: si “Infierno en el Pacifico” a ganado con el paso de los años, esta claro que “Zardoz” fue sobrevalorada en su día.
En su búsqueda de “autoria” Boorman pergeñó una historia complicadísima, llena de matices y de una imaginación apabullante. Casi nadie la entendió en su día y hoy por hoy tampoco es nada fácil de comprender, aunque probablemente resulte más fácil por elementos “adelantados” como la idea de un ente “ordenador” que conecta a todos los humanos (el Tabernáculo) o la reproducción genética.
Tras unos primeros 20 minutos realmente fascinantes y misteriosos (los títulos de crédito son de lo mas turbadores que soy capaz de recordar) la historia se detiene dentro del Vortex y Boorman se explaya contándonos la vida y costumbres de los inmortales. Y aquí la cosa empieza a encallar: los decorados, vestidos y amaneramientos de los inmortales podrían ser muy interesantes en los años 70, pero a día de hoy resultan petulantes, ridículos y groseramente ambiguos. Hasta el punto de que la carga de profundidad que Boorman suelta a modo de crítica a la sociedad queda soterrada a los ojos del espectador contemporáneo. Y es una lastima porque la trama tiene miga y lecturas muy interesantes.
Para la fotografía Boorman contó (otra constante en su cine) con uno de los grandes: Geoffrey Unsworth, y el uso de la 7ª Sinfonía de Beethoven es un gran acierto (seria usada después, en un plagio torpe, por Alex Proyas en esa cinta con Nicolas Cage cuyo nombre ni recuerdo).
Lo primero que llama la atención de “Zardoz” es lo mal que la ha tratado el tiempo: si “Infierno en el Pacifico” a ganado con el paso de los años, esta claro que “Zardoz” fue sobrevalorada en su día.
En su búsqueda de “autoria” Boorman pergeñó una historia complicadísima, llena de matices y de una imaginación apabullante. Casi nadie la entendió en su día y hoy por hoy tampoco es nada fácil de comprender, aunque probablemente resulte más fácil por elementos “adelantados” como la idea de un ente “ordenador” que conecta a todos los humanos (el Tabernáculo) o la reproducción genética.
Tras unos primeros 20 minutos realmente fascinantes y misteriosos (los títulos de crédito son de lo mas turbadores que soy capaz de recordar) la historia se detiene dentro del Vortex y Boorman se explaya contándonos la vida y costumbres de los inmortales. Y aquí la cosa empieza a encallar: los decorados, vestidos y amaneramientos de los inmortales podrían ser muy interesantes en los años 70, pero a día de hoy resultan petulantes, ridículos y groseramente ambiguos. Hasta el punto de que la carga de profundidad que Boorman suelta a modo de crítica a la sociedad queda soterrada a los ojos del espectador contemporáneo. Y es una lastima porque la trama tiene miga y lecturas muy interesantes.
Para la fotografía Boorman contó (otra constante en su cine) con uno de los grandes: Geoffrey Unsworth, y el uso de la 7ª Sinfonía de Beethoven es un gran acierto (seria usada después, en un plagio torpe, por Alex Proyas en esa cinta con Nicolas Cage cuyo nombre ni recuerdo).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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