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Críticas ordenadas por fecha (desc.)
29 de diciembre de 2018
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este año el Oscar que más me va a interesar será el que premia a la mejor película de habla no inglesa. En 2018 las producciones no anglosajonas están demostrando un nivel sobresaliente, superando en numerosos aspectos a las de la todopoderosa industria norteamericana. A la polaca “Cold War”, la mexicana “Roma”, la surcoreana “Burning” y la danesa “The Guilty” se suma ahora la japonesa “Un asunto de familia”, formando un quinteto magistral y configurando un magnífico elenco de candidatas al preciado galardón. Por desgracia, esta cinta no se exhibirá en tantas salas de proyección como los grandes títulos navideños de las productoras estadounidenses (“Aquaman”, “El regreso de Mary Poppins”). De hecho, varias ciudades ni siquiera dispondrán de una copia para su visionado. Sin embargo, sus innegables méritos deben ser destacados.
El director japonés Hirokazu Koreeda, autor de “Nadie sabe”, “De tal padre, tal hijo” y “Nuestra hermana pequeña”, se coloca detrás de la cámara. Ganador de festivales tan prestigiosos como los de Venecia y Cannes, comienza a ser un realizador conocido y respetado en todo el mundo. Se trata de un artesano de la sensibilidad y el drama, capaz de moldear las historias con sus propias manos para hacerlas llegar al corazón de los espectadores proclives a la emotividad y a la empatía con los personajes. Su éxito le ha abierto las puertas de la cinematografía mundial y ya se ha anunciado que para su próximo proyecto contará con un reparto europeo formado por conocidas actrices como Catherine Deneuve, Juliette Binoche o Ludivine Sagnier, circunstancia hasta ahora inusual en su filmografía.
“Un asunto de familia” retrata la vida de una humilde familia japonesa cuyos miembros subsisten a base de pequeños hurtos y trapicheos. Cuando Osamu y su hijo regresan tras ejecutar uno de esos trabajos, se encuentran en la calle a una niña pequeña, sin techo y abandonada. Aunque ellos no tienen casi nada, le ofrecen cobijo, por más que la esposa de Osamu desconfía de la pequeña y considera inapropiado que pase la noche en su hogar. Poco a poco todos aceptan a la menor y continúan con sus vidas. Sin embargo, su rutina termina por romperse, aflorando secretos imprevistos que zarandearán sus lazos de unión.
Sobre la base de un acertado guion, Koreeda construye un tratado de ética y filosofía que trasciende a la clara crítica social y que debería ser de obligada visión en los colegios. El cineasta prescinde de artificios y se afana por resultar creíble y realista, un objetivo que logra absolutamente. Combina con maestría la narración cinematográfica con la sensibilidad y la reflexión y, al igual que en otras de sus anteriores obras, se sustenta sobre los pilares básicos de la niñez y la familia.
El film ganó la Palma de Oro en el último Festival de Cannes y ha sido nominado como mejor película de habla no inglesa en los Globos de Oro, en los Critics Choice Awards y en los Satellite Awards. Ha obtenido asimismo el premio al mejor largometraje extranjero concedido por la Asociación de Críticos de Los Ángeles y la Asociación de Críticos de Boston la ha elegido como la segunda mejor cinta de 2018. Tanto en los British Independent Film Awards como en los Independent Spirit Awards, opta también al galardón a la mejor película extranjera. Y, sin haberse hecho todavía públicas las candidaturas a los Oscars de Hollywood, me aventuro a afirmar que figurará entre las seleccionadas, confirmándose de ese modo como uno de los grandes títulos del presente año.
El equipo artístico está compuesto por actores desconocidos para el gran público, entre ellos Lily Franky (quien ya colaboró con Hirokazu Koreeda en “De tal padre, tal hijo”), Sakura Andô, Miyu Sasaki y Mayu Matsuoka. Todos ellos llevan a cabo unas acertadas interpretaciones que, sin duda alguna, aportan valor al relato.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
El director japonés Hirokazu Koreeda, autor de “Nadie sabe”, “De tal padre, tal hijo” y “Nuestra hermana pequeña”, se coloca detrás de la cámara. Ganador de festivales tan prestigiosos como los de Venecia y Cannes, comienza a ser un realizador conocido y respetado en todo el mundo. Se trata de un artesano de la sensibilidad y el drama, capaz de moldear las historias con sus propias manos para hacerlas llegar al corazón de los espectadores proclives a la emotividad y a la empatía con los personajes. Su éxito le ha abierto las puertas de la cinematografía mundial y ya se ha anunciado que para su próximo proyecto contará con un reparto europeo formado por conocidas actrices como Catherine Deneuve, Juliette Binoche o Ludivine Sagnier, circunstancia hasta ahora inusual en su filmografía.
“Un asunto de familia” retrata la vida de una humilde familia japonesa cuyos miembros subsisten a base de pequeños hurtos y trapicheos. Cuando Osamu y su hijo regresan tras ejecutar uno de esos trabajos, se encuentran en la calle a una niña pequeña, sin techo y abandonada. Aunque ellos no tienen casi nada, le ofrecen cobijo, por más que la esposa de Osamu desconfía de la pequeña y considera inapropiado que pase la noche en su hogar. Poco a poco todos aceptan a la menor y continúan con sus vidas. Sin embargo, su rutina termina por romperse, aflorando secretos imprevistos que zarandearán sus lazos de unión.
Sobre la base de un acertado guion, Koreeda construye un tratado de ética y filosofía que trasciende a la clara crítica social y que debería ser de obligada visión en los colegios. El cineasta prescinde de artificios y se afana por resultar creíble y realista, un objetivo que logra absolutamente. Combina con maestría la narración cinematográfica con la sensibilidad y la reflexión y, al igual que en otras de sus anteriores obras, se sustenta sobre los pilares básicos de la niñez y la familia.
El film ganó la Palma de Oro en el último Festival de Cannes y ha sido nominado como mejor película de habla no inglesa en los Globos de Oro, en los Critics Choice Awards y en los Satellite Awards. Ha obtenido asimismo el premio al mejor largometraje extranjero concedido por la Asociación de Críticos de Los Ángeles y la Asociación de Críticos de Boston la ha elegido como la segunda mejor cinta de 2018. Tanto en los British Independent Film Awards como en los Independent Spirit Awards, opta también al galardón a la mejor película extranjera. Y, sin haberse hecho todavía públicas las candidaturas a los Oscars de Hollywood, me aventuro a afirmar que figurará entre las seleccionadas, confirmándose de ese modo como uno de los grandes títulos del presente año.
El equipo artístico está compuesto por actores desconocidos para el gran público, entre ellos Lily Franky (quien ya colaboró con Hirokazu Koreeda en “De tal padre, tal hijo”), Sakura Andô, Miyu Sasaki y Mayu Matsuoka. Todos ellos llevan a cabo unas acertadas interpretaciones que, sin duda alguna, aportan valor al relato.
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@gerardo_perez_s
22 de diciembre de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mayor cumplido que se le puede hacer a la película “Roma” es que rezuma veracidad en cada fotograma, ya que se trata del ejercicio de plasmación visual de una historia auténtica. Con cuerpo de largometraje y alma de documental, nos introduce en el devenir cotidiano de un grupo de personas de la mano de sus rutinas, sus miserias y sus bondades, todas propias de la naturaleza humana. Es probable que, precisamente dicha descripción, suponga para algunos espectadores el principal defecto del largometraje, si al menos buscan en la ficción una vía para alejarse de la realidad o, sobre todo, una forma de entretenimiento y no una serie de espejos que reflejen el mundo que nos rodea. Yo, sin embargo, considero que es preciso alabar la valentía y la creatividad de un cineasta que, a contracorriente y ajeno a modas y tendencias, crea una obra cuya conexión directa con sus vivencias personales se despliega por las salas de proyección.
Ese hombre es el realizador mexicano Alfonso Cuarón, ganador de dos Oscars por “Gravity” y responsable de títulos tan dispares como “Y tu mamá también”, “Grandes esperanzas”, “Hijo de los hombres” o “Harry Potter y el prisionero de Azkaban”. Su demostrada versatilidad y su evidente habilidad para narrar en los más diversos géneros cinematográficos están fuera de toda duda. En esta cinta, rodada en blanco y negro, dedica pacientemente numerosos minutos del metraje a la mera contemplación, situándose en las antípodas de los estereotipos estéticos y dedicando tiempo a unos personajes que resultarían insignificantes para otros proyectos cinematográficos.
Ambientada en los años setenta en una colonia denominada “Roma”, próxima al centro de Ciudad de México, muestra a una familia de clase media alta compuesta por un matrimonio con cuatro hijos, a quienes acompañan dos sirvientas nativas. Su, en apariencia, acomodada y armónica existencia esconde no pocas grietas y debilidades que terminan por zarandear a cada uno de sus miembros.
Cuarón describe con maestría el universo infantil y su relación con el, a menudo, hipócrita mundo de los adultos. Descubre también la distancia (en ocasiones, larga y a veces, corta) que separa las vidas de las criadas y de la pareja que las contrata. La soledad de las mujeres, la mezquindad de los hombres, la inocencia de los niños, la crueldad de la vida, la ternura, el amor… terminan plasmándose en la pantalla con aparente facilidad cuando, realmente, constituye un difícil ejercicio de originalidad. Los diálogos más corrientes, unidos a las situaciones más habituales, van conformando a medida que avanza la proyección el impecable análisis de una época y una sociedad. No cuenta nada, pero lo cuenta todo. Ahí estriba su magia.
La cinta ha recibido ya tres nominaciones a los Globos de Oro (película, dirección y guion) y obtenido dos premios en el último Festival de Cine de Venecia. Ha sido reconocida como la mejor película del año por las Asociaciones de Críticos de Washington, Philadelphia, Chicago, Nueva York y Los Ángeles y cosechado una mención especial por el American Film Institute y por el National Board of Review norteamericano. Ciertamente, sorprende que una trama netamente latina protagonizada por actores indígenas haya cautivado de tal manera a la poderosa industria estadounidense. De hecho, a falta tan sólo de conocer las candidaturas a los próximos Oscars de Hollywood, se puede afirmar con contundencia que nos hallamos ante uno de los largometrajes del año.
La debutante Yalitza Aparicio encabeza un reparto que, pese a contar con intérpretes de mayor experiencia, resulta desconocido para el gran público (entre ellos, Marina de Tavira y Jorge Antonio Guerrero, que poseen unas trayectorias más consolidadas dentro de un elenco de principiantes). En cualquier caso, ningún reparo cabe hacer al apartado interpretativo.
www.cineenpantallarande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
Ese hombre es el realizador mexicano Alfonso Cuarón, ganador de dos Oscars por “Gravity” y responsable de títulos tan dispares como “Y tu mamá también”, “Grandes esperanzas”, “Hijo de los hombres” o “Harry Potter y el prisionero de Azkaban”. Su demostrada versatilidad y su evidente habilidad para narrar en los más diversos géneros cinematográficos están fuera de toda duda. En esta cinta, rodada en blanco y negro, dedica pacientemente numerosos minutos del metraje a la mera contemplación, situándose en las antípodas de los estereotipos estéticos y dedicando tiempo a unos personajes que resultarían insignificantes para otros proyectos cinematográficos.
Ambientada en los años setenta en una colonia denominada “Roma”, próxima al centro de Ciudad de México, muestra a una familia de clase media alta compuesta por un matrimonio con cuatro hijos, a quienes acompañan dos sirvientas nativas. Su, en apariencia, acomodada y armónica existencia esconde no pocas grietas y debilidades que terminan por zarandear a cada uno de sus miembros.
Cuarón describe con maestría el universo infantil y su relación con el, a menudo, hipócrita mundo de los adultos. Descubre también la distancia (en ocasiones, larga y a veces, corta) que separa las vidas de las criadas y de la pareja que las contrata. La soledad de las mujeres, la mezquindad de los hombres, la inocencia de los niños, la crueldad de la vida, la ternura, el amor… terminan plasmándose en la pantalla con aparente facilidad cuando, realmente, constituye un difícil ejercicio de originalidad. Los diálogos más corrientes, unidos a las situaciones más habituales, van conformando a medida que avanza la proyección el impecable análisis de una época y una sociedad. No cuenta nada, pero lo cuenta todo. Ahí estriba su magia.
La cinta ha recibido ya tres nominaciones a los Globos de Oro (película, dirección y guion) y obtenido dos premios en el último Festival de Cine de Venecia. Ha sido reconocida como la mejor película del año por las Asociaciones de Críticos de Washington, Philadelphia, Chicago, Nueva York y Los Ángeles y cosechado una mención especial por el American Film Institute y por el National Board of Review norteamericano. Ciertamente, sorprende que una trama netamente latina protagonizada por actores indígenas haya cautivado de tal manera a la poderosa industria estadounidense. De hecho, a falta tan sólo de conocer las candidaturas a los próximos Oscars de Hollywood, se puede afirmar con contundencia que nos hallamos ante uno de los largometrajes del año.
La debutante Yalitza Aparicio encabeza un reparto que, pese a contar con intérpretes de mayor experiencia, resulta desconocido para el gran público (entre ellos, Marina de Tavira y Jorge Antonio Guerrero, que poseen unas trayectorias más consolidadas dentro de un elenco de principiantes). En cualquier caso, ningún reparo cabe hacer al apartado interpretativo.
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@gerardo_perez_s
6 de diciembre de 2018
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el punto de vista cinematográfico, los dramas familiares suelen constituir un terreno abonado para la sensiblería prefabricada y la lágrima fácil. Numerosos realizadores, conscientes del talón de Aquiles de esos espectadores a quienes mayoritariamente dirigen sus películas, se dedican a tocar sus fibras sensibles más básicas para engancharles. Sin embargo, de cuando en cuando, llega a las salas de proyección algún título más original y arriesgado sustentado en este asunto tan común de las complicadas e intensas relaciones dentro de una familia. “El regreso de Ben” puede ser calificado de modo injusto y precipitado como un típico film de temática navideña, encuentros entre madre e hijo y trama tópica y blanda. Y, aunque parte de un presupuesto habitual, con personajes corrientes y situaciones ordinarias, logra desmarcarse de lo previsible para ofrecer unas excelentes interpretaciones y una visión detallada y minuciosa de los nexos materno filiales.
Incluso cabría afirmar que existen ciertos tramos del metraje en los que se desarrolla una narración tensa cercana al thriller, mientras que en otros se coquetea con la comedia. No obstante, es imposible ocultar que nos hallamos ante un drama en toda regla, tanto en el cuerpo como en el alma del proyecto. Se trata de una de esas disecciones de las relaciones humanas y de las entrañas de quienes las protagonizan propias tan solo de esos directores que arriesgan. Detrás de la cámara se sitúa Peter Hedges, cuyo debut en la gran pantalla (“Retrato de April”) me agradó. Anteriormente ya me había gustado también su guion de “Un niño grande”, que le reportó una nominación al Oscar. Bien es cierto que después me desilusionó en sus siguientes incursiones como realizador (“Como la vida misma” y “La extraña vida de Timothy Green”) pero, en todo caso, considero que “El regreso de Ben” es, sin duda, su mejor trabajo hasta la fecha.
Ben es un joven que consigue a partes iguales agradar y desagradar a todos los que le rodean. Cuando vuelve a casa por sorpresa la víspera de Navidad, su madre parece ser la única que se alegra realmente con su llegada, pero la feliz bienvenida no dura mucho. Pronto se entera de que su hijo padece serios problemas, por lo que decide tomar partido, asumir la realidad y enfrentarse a la situación.
Destacan sobremanera las actuaciones de sus dos protagonistas, ambos en estado de gracia y desempeñando unas efectivas y creíbles interpretaciones. Si a ello se añade la notable sensación de verosimilitud y autenticidad del relato, el resultado final es una cinta honesta que hará las delicias de los incondicionales del género y aumentará el número de admiradores de sus intérpretes.
La actriz Julia Roberts da vida a la madre de Ben, a mi juicio en un papel muy superior al de Erin Brockovich (con el que ganó la estatuilla dorada de Hollywood). Con ello no estoy diciendo que merezca obtenerlo en la próxima entrega de estos emblemáticos galardones, si no que, comparativamente, aquí acumula méritos superiores que en el largometraje de Steven Soderbergh. Es una artista que con el paso del tiempo ha sabido elegir muy bien sus proyectos. “Closer” o “Agosto” demuestran el tino de una estrella que en algún momento de su carrera flirteó con el desastre. Por su parte, Lucas Hedges no sólo asombra con su actuación sino, además, por la racha de aciertos profesionales que acumula pese a su juventud. A “Manchester frente al mar”, que le brindó una candidatura al Oscar con veinte años, le han sucedido “Lady Bird” y “Tres anuncios en las afueras”, obras reiteradamente elogiadas en las que muchos de los aplausos han recaído sobre su persona. En esta ocasión demuestra de nuevo tener madera de sobra para confiar en su brillante futuro artístico. Les acompañan Kathryn Newton (otra partícipe de las ya mencionadas “Lady Bird” y “Tres anuncios en las afueras”) y Courtney B. Vance (“La caza del Octubre Rojo”).
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Incluso cabría afirmar que existen ciertos tramos del metraje en los que se desarrolla una narración tensa cercana al thriller, mientras que en otros se coquetea con la comedia. No obstante, es imposible ocultar que nos hallamos ante un drama en toda regla, tanto en el cuerpo como en el alma del proyecto. Se trata de una de esas disecciones de las relaciones humanas y de las entrañas de quienes las protagonizan propias tan solo de esos directores que arriesgan. Detrás de la cámara se sitúa Peter Hedges, cuyo debut en la gran pantalla (“Retrato de April”) me agradó. Anteriormente ya me había gustado también su guion de “Un niño grande”, que le reportó una nominación al Oscar. Bien es cierto que después me desilusionó en sus siguientes incursiones como realizador (“Como la vida misma” y “La extraña vida de Timothy Green”) pero, en todo caso, considero que “El regreso de Ben” es, sin duda, su mejor trabajo hasta la fecha.
Ben es un joven que consigue a partes iguales agradar y desagradar a todos los que le rodean. Cuando vuelve a casa por sorpresa la víspera de Navidad, su madre parece ser la única que se alegra realmente con su llegada, pero la feliz bienvenida no dura mucho. Pronto se entera de que su hijo padece serios problemas, por lo que decide tomar partido, asumir la realidad y enfrentarse a la situación.
Destacan sobremanera las actuaciones de sus dos protagonistas, ambos en estado de gracia y desempeñando unas efectivas y creíbles interpretaciones. Si a ello se añade la notable sensación de verosimilitud y autenticidad del relato, el resultado final es una cinta honesta que hará las delicias de los incondicionales del género y aumentará el número de admiradores de sus intérpretes.
La actriz Julia Roberts da vida a la madre de Ben, a mi juicio en un papel muy superior al de Erin Brockovich (con el que ganó la estatuilla dorada de Hollywood). Con ello no estoy diciendo que merezca obtenerlo en la próxima entrega de estos emblemáticos galardones, si no que, comparativamente, aquí acumula méritos superiores que en el largometraje de Steven Soderbergh. Es una artista que con el paso del tiempo ha sabido elegir muy bien sus proyectos. “Closer” o “Agosto” demuestran el tino de una estrella que en algún momento de su carrera flirteó con el desastre. Por su parte, Lucas Hedges no sólo asombra con su actuación sino, además, por la racha de aciertos profesionales que acumula pese a su juventud. A “Manchester frente al mar”, que le brindó una candidatura al Oscar con veinte años, le han sucedido “Lady Bird” y “Tres anuncios en las afueras”, obras reiteradamente elogiadas en las que muchos de los aplausos han recaído sobre su persona. En esta ocasión demuestra de nuevo tener madera de sobra para confiar en su brillante futuro artístico. Les acompañan Kathryn Newton (otra partícipe de las ya mencionadas “Lady Bird” y “Tres anuncios en las afueras”) y Courtney B. Vance (“La caza del Octubre Rojo”).
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30 de noviembre de 2018
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El interesante cineasta británico Steve McQueen (nada que ver, obviamente, con el famoso actor norteamericano cuyo nombre comparte) ya ha demostrado un sorprendente poderío narrativo, pese a que su filmografía todavía es reducida. Debutó en 2009 con el largometraje “Hunter”, obteniendo el premio BAFTA al mejor director relevación y varios premios en el prestigioso Festival de Cannes. Después filmó la corrosiva, contundente e impactante cinta “Shame”, que arrasó en la Mostra de Venecia de 2011, ofreciendo un brillante conjunto de interpretaciones sobresalientes. Y con la demoledora “12 años de esclavitud” obtuvo tres Oscars en 2014, entre ellos el de mejor película. Por tanto, cabe afirmar que todos sus proyectos pueden contarse como aciertos y muestran que McQueen no es el típico realizador que se limita a contentar a productores y a espectadores. Muy al contrario, se afana en remover las entrañas del público poniendo el dedo sobre incómodas llagas para, desde ahí, ofrecer una obra compleja y reflexiva. Posee la extraña habilidad de, pese a incomodar con sus propuestas, lograr que las personas salgan satisfechas de la sala de proyección. Por ello, le considero uno de los directores de cine más atrayentes en la actualidad.
Ahora llega a las pantallas con el estreno de su cuarto título, “Viudas”, un thriller que pretende responder a los tradicionales cánones del género, pero aportando esa carga adicional de análisis sociológico. McQueen arrastra al tradicional protagonista de las cintas de acción hasta posicionarle en el rol de tipo normal a cargo de una vida ordinaria, aunque desordenada. No puede negarse que en esta ocasión se ha dejado llevar por un mayor número de convencionalismos que en anteriores trabajos. En ese sentido, se aprecian algunos tópicos y se intuyen ciertas rendiciones esporádicas a fórmulas más habituales, con el fin de conseguir un espectáculo más efectivo. No obstante, sólo es posible llegar a esta conclusión comparando “Viudas” con sus obras anteriores, por más que tanto su energía narrativa como su estilo singular se mantienen. El londinense atesora suficiente categoría como para imprimir su personal sello artístico a todas sus filmaciones, siendo capaz de transformar una historia insulsa y repetitiva en un ejercicio cinematográfico de alto nivel.
El relato está basado en una miniserie británica de 1983 donde los personajes centrales son cuatro mujeres cuyo único punto en común es la deuda que han heredado como consecuencia las actividades criminales de sus difuntos esposos. La existencia de cada una de ellas es completamente diferente pero, dadas las circunstancias, deciden tomar las riendas de su destino y conspirar para forjarse un futuro con reglas propias en el que no se vean arrastradas por ese destino tan poco propicio que les aguarda.
Tal vez no nos hallemos ante el mejor trabajo de Steve McQueen. Sin embargo, le sirve para consolidarse como uno de los referentes del moderno Séptimo Arte. Su tendencia a dotar de intensidad cada plano lo eleva por encima de muchos de sus colegas de profesión y este último film destaca sin apenas dificultad sobre el resto de thrillers de la presente temporada.
El reparto está encabezado por la siempre acertada Viola Davis, actriz todo terreno con una inmensa virtud para abordar los más diversos papeles en géneros de todo tipo. Ganadora de la estatuilla dorada de Hollywood gracias a su extraordinaria interpretación en “Fences”, cuenta en su haber con un ramillete de emblemáticos papeles y de secuencias memorables, lo que la convierte en una apuesta segura dentro de cualquier elenco. En esta ocasión, su actuación constituye uno de los motores de la narración, mientras que el resto de viudas -Elizabeth Debicki, Michelle Rodriguez y Cynthia Erivo- le van a la zaga. Dentro del apartado masculino figuran algunos nombres muy destacados que, pese a su participación secundaria dentro la trama, iluminan cualquier cartel y culminan este casting de lujo. Se trata de Liam Neeson, Robert Duvall y Colin Farrell.
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@gerardo_perez_s
Ahora llega a las pantallas con el estreno de su cuarto título, “Viudas”, un thriller que pretende responder a los tradicionales cánones del género, pero aportando esa carga adicional de análisis sociológico. McQueen arrastra al tradicional protagonista de las cintas de acción hasta posicionarle en el rol de tipo normal a cargo de una vida ordinaria, aunque desordenada. No puede negarse que en esta ocasión se ha dejado llevar por un mayor número de convencionalismos que en anteriores trabajos. En ese sentido, se aprecian algunos tópicos y se intuyen ciertas rendiciones esporádicas a fórmulas más habituales, con el fin de conseguir un espectáculo más efectivo. No obstante, sólo es posible llegar a esta conclusión comparando “Viudas” con sus obras anteriores, por más que tanto su energía narrativa como su estilo singular se mantienen. El londinense atesora suficiente categoría como para imprimir su personal sello artístico a todas sus filmaciones, siendo capaz de transformar una historia insulsa y repetitiva en un ejercicio cinematográfico de alto nivel.
El relato está basado en una miniserie británica de 1983 donde los personajes centrales son cuatro mujeres cuyo único punto en común es la deuda que han heredado como consecuencia las actividades criminales de sus difuntos esposos. La existencia de cada una de ellas es completamente diferente pero, dadas las circunstancias, deciden tomar las riendas de su destino y conspirar para forjarse un futuro con reglas propias en el que no se vean arrastradas por ese destino tan poco propicio que les aguarda.
Tal vez no nos hallemos ante el mejor trabajo de Steve McQueen. Sin embargo, le sirve para consolidarse como uno de los referentes del moderno Séptimo Arte. Su tendencia a dotar de intensidad cada plano lo eleva por encima de muchos de sus colegas de profesión y este último film destaca sin apenas dificultad sobre el resto de thrillers de la presente temporada.
El reparto está encabezado por la siempre acertada Viola Davis, actriz todo terreno con una inmensa virtud para abordar los más diversos papeles en géneros de todo tipo. Ganadora de la estatuilla dorada de Hollywood gracias a su extraordinaria interpretación en “Fences”, cuenta en su haber con un ramillete de emblemáticos papeles y de secuencias memorables, lo que la convierte en una apuesta segura dentro de cualquier elenco. En esta ocasión, su actuación constituye uno de los motores de la narración, mientras que el resto de viudas -Elizabeth Debicki, Michelle Rodriguez y Cynthia Erivo- le van a la zaga. Dentro del apartado masculino figuran algunos nombres muy destacados que, pese a su participación secundaria dentro la trama, iluminan cualquier cartel y culminan este casting de lujo. Se trata de Liam Neeson, Robert Duvall y Colin Farrell.
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@gerardo_perez_s
17 de noviembre de 2018
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que se anunció el estreno de “Colette”, muchos e interesantes alicientes me llamaron poderosamente la atención. A la sugestión que de por sí suscitaba un personaje histórico tan fascinante, se añadía un elenco de actores muy capacitados y una producción diseñada para destacar claramente. En ese sentido, la película responde sin ninguna duda a las expectativas generadas. Incluso me atrevería a decir que se trata de un largometraje de necesaria visión, en el que los elementos clásicos de la trama se entremezclan con una sorprendente modernidad. Lo que cuenta no pierde vigencia pese al transcurso de las décadas entre los hechos relatados y el momento del estreno. Se trata de un correcto ejercicio de narración cinematográfica cimentado sobre la base de sólidas y efervescentes interpretaciones, revestido en su conjunto con un acertado guion. El resto de complementos (vestuario, decorados, ambientación...) cumplen asimismo su función, proponiendo al espectador un elegante y, al mismo tiempo, erudito entretenimiento.
Gabrielle Sidonie Colette, una mujer llena de habilidades pero, de entrada, desprovista de posibilidades, termina casada con un hombre intelectual y egocéntrico mucho mayor que ella. De ese modo se adentrará en la comunidad artística de París, lo que le llevará a desarrollar su propia faceta creativa. Al comprobar su talento literario, su marido le permitirá publicar pero sin que aparezca el nombre de la verdadera autora, atribuyéndose él el mérito. El éxito de sus libros les proporcionará fama, pero el engaño sobre la autoría terminará por separar al matrimonio, ya de por sí maltrecho por las infidelidades del esposo y el creciente interés de Colette por las mujeres. En la vida real la escritora publicó la obra “Gigi” (llevada al cine por Vincente Minnelli en 1958) y llegó a ser miembro y presidenta de la Academia Goncourt.
Wash Westmoreland, cineasta británico con cierta experiencia en explotar el talento femenino y transformarlo en grandes actuaciones, ha resultado el elegido para trasladar a la pantalla grande este relato. Fue el responsable de “Siempre Alice”, que reportó a Julianne Moore el Oscar a la mejor actriz protagonista. Con Rebecca Lenkiewicz (responsable del oscarizado film polaco “Ida” y de “Disobedience”) colaborando en el guion y con unos productores de reputadas trayectorias a sus espaldas (Elizabeth Karlsen y Stephen Woolley con “Carol” y “Juego de lágrimas”, y Michel Litvak con “Drive” y “Whiplash”) ha sabido conformar un equipo artístico con suficiente destreza como para sacar adelante el proyecto.
“Colette” posee la especial habilidad de abordar la filmación tanto desde un punto de vista lúdico y sensorial -incluso con algún toque frívolo y divertido- como desde un prisma más intelectual y reivindicativo, ofreciendo como resultado final una interesante y entretenida visión de un personaje real no suficientemente conocido. Aunque todavía no se han dado a conocer las nominaciones a la mayoría de los más prestigiosos premios cinematográficos, se han anunciado ya las candidaturas a los “British Independent Film Awards”, donde “Colette” opta a cuatro galardones.
Destaca de manera muy relevante la actriz Keira Knightley, que atesora un ramillete de interpretaciones de personajes de época a cual más significativo. A “Expiación”, “Descifrando Enigma”, “Orgullo y prejuicio”, “La duquesa” o “Anna Karenina” suma ahora esta Colette, constatando una vez más su pericia para encandilar a cámara y público con esta clase de papeles. Sobre ella recae el peso máximo de la película, si bien se le aprecia ligera y ágil en cada plano. Le acompañan Dominic West (visto en “Chicago” y en la serie televisiva “The Wire”), Eleanor Tomlinson (“El ilusionista”) y Fiona Shaw (“Harry Potter y la Orden del Fénix”).
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@gerardo_perez_s
Gabrielle Sidonie Colette, una mujer llena de habilidades pero, de entrada, desprovista de posibilidades, termina casada con un hombre intelectual y egocéntrico mucho mayor que ella. De ese modo se adentrará en la comunidad artística de París, lo que le llevará a desarrollar su propia faceta creativa. Al comprobar su talento literario, su marido le permitirá publicar pero sin que aparezca el nombre de la verdadera autora, atribuyéndose él el mérito. El éxito de sus libros les proporcionará fama, pero el engaño sobre la autoría terminará por separar al matrimonio, ya de por sí maltrecho por las infidelidades del esposo y el creciente interés de Colette por las mujeres. En la vida real la escritora publicó la obra “Gigi” (llevada al cine por Vincente Minnelli en 1958) y llegó a ser miembro y presidenta de la Academia Goncourt.
Wash Westmoreland, cineasta británico con cierta experiencia en explotar el talento femenino y transformarlo en grandes actuaciones, ha resultado el elegido para trasladar a la pantalla grande este relato. Fue el responsable de “Siempre Alice”, que reportó a Julianne Moore el Oscar a la mejor actriz protagonista. Con Rebecca Lenkiewicz (responsable del oscarizado film polaco “Ida” y de “Disobedience”) colaborando en el guion y con unos productores de reputadas trayectorias a sus espaldas (Elizabeth Karlsen y Stephen Woolley con “Carol” y “Juego de lágrimas”, y Michel Litvak con “Drive” y “Whiplash”) ha sabido conformar un equipo artístico con suficiente destreza como para sacar adelante el proyecto.
“Colette” posee la especial habilidad de abordar la filmación tanto desde un punto de vista lúdico y sensorial -incluso con algún toque frívolo y divertido- como desde un prisma más intelectual y reivindicativo, ofreciendo como resultado final una interesante y entretenida visión de un personaje real no suficientemente conocido. Aunque todavía no se han dado a conocer las nominaciones a la mayoría de los más prestigiosos premios cinematográficos, se han anunciado ya las candidaturas a los “British Independent Film Awards”, donde “Colette” opta a cuatro galardones.
Destaca de manera muy relevante la actriz Keira Knightley, que atesora un ramillete de interpretaciones de personajes de época a cual más significativo. A “Expiación”, “Descifrando Enigma”, “Orgullo y prejuicio”, “La duquesa” o “Anna Karenina” suma ahora esta Colette, constatando una vez más su pericia para encandilar a cámara y público con esta clase de papeles. Sobre ella recae el peso máximo de la película, si bien se le aprecia ligera y ágil en cada plano. Le acompañan Dominic West (visto en “Chicago” y en la serie televisiva “The Wire”), Eleanor Tomlinson (“El ilusionista”) y Fiona Shaw (“Harry Potter y la Orden del Fénix”).
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