En este telefilm todo es amor, todo es sufrimiento, todo es fe, todo es redención. Se deja ver con cierta complacencia sensiblera.

Por lo demás, las actuaciones son discretas. También es discreto el guión, la dirección, los escenarios, el vestuario, etc., dentro de su amilbaramiento.

Resulta un poco incomprensible que usen actores completamente diferentes para representar a los mismos presonajes en diferentes épocas de sus vidas. En algunos casos hubiesen bastado algunos toques de maquillaje más acentuado.

Este telefilme pasa sin pena ni gloria. Está suficientemente dirigido y los actores también actúan de una manera correcta.

La trama es convencional, pero se deja ver. Dentro de su línea trallada de acción no contiene, gracias a Dios, escenas excesivamente inverosímiles o violentas.

Sirve para pasar un rato, si es que no se tiene otra cosa que hacer.

No sólo es en blanco y negro, que eso es lo de menos, sino que rezuma por todas partes un tufo apolillado casi como si el director se hubiese anquilosado en los esquemas arcaicos del cine mudo.

Las situaciones ambientales son tan tópicas que llegas a dudar de si lo que estás viendo es una comedia, aunque sin gracia. Todos los personajes son caricaturas de una posible realidad. Hasta la mitad de la película no sabes si se trata de una película de costumbres paletas mil veces vistas, o una cinta muy pobre de terror ingenuo. Luego cambia casi de golpe y parece un misterio parapsicológico. Y el final, queriendo dar sentido a todo el barullo mental del guionista, se intenta resolver con una secuencia larguísima que es como un monólogo inesperado del protagonista. Por cierto, la actuación de Carlos Larrañaga en este monólogo es bien pobre, tan pobre como todo el conjunto de la película.

Es una película en la que el espectador siente vergüenza ajena pensando en el pobre contenido del cine español.

He picado. Leí la crítica de Carlos y me animó a ver la película creyendo que iba a pasar un buen rato. Hasta valoré su crítica positivamente indicando que me había parecido útil. Pues no, no conseguí esbozar ni una sola sonrisa. A los diez minutos ya estaba pensando en apagar el televisor. Aguanté a pesar de todo hasta los tres cuartos de hora, momento en que mi masoquismo ya se sintió desbordado.

No sé si la película pretende ser una comedia, pero, en cualquier caso, no tiene ninguna gracia. Los personajes son planos. Las situaciones son tan estereotipadas que parecen de cartón piedra. Los pobres actores se las ven y se las desean para intentar dar algo de vida a unos caracteres en los que se nota que no pueden creer. Quizá lo único que sí aparece en la película, y de una manera innecesaria, es un exceso de violencia.

Volviendo a la crítica de Carlos, creo que bajo su psedónimo se debe esconder el propio Kevin Spacey intentando que algún incauto como yo vea su peli.

No sé si en 1971, año en que se produjo, esta peli tendría algún sentido. Ahora desde luego no lo tiene.

El argumento es una especie de cuento para niños o, mejor dicho, para adultos con retraso mental. Los actores se esfuerzan en parecer idiotas para intentar asimilar sus personajes maniqueos. En fin, que es una pena dedicar el esfuerzo de los cieneastas y de los espectadores a producir y contemplar esta simpleza.