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México México · Puebla
Críticas de wraparty
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Críticas 208
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
4 de febrero de 2019
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el mundo del cine, existen películas emblemáticas, aquellas que dejan un legado reconocible incluso por quienes nacieron muchísimos años después de su estreno. De hecho, prácticamente todo el mundo conoce el significado de la palabra Supercalifragilisticexpialidocious, término con el cual la afamada Julie Andrews sorprendió a propios y extraños encarnando a Mary Poppins en el año de 1964, personaje cuya simpatía ha perdurado durante más de cuatro décadas.

Considerando lo anterior, la prudencia debería dictar que existen casos en los cuales las historias deben quedar intactas, ya que “retocar” a personajes emblemáticos puede ser una apuesta demasiado arriesgada, sobre todo cuando se tiene un pabellón tan alto. Incluso en el año 2013, Walt Disney Pictures tuvo el acierto de presentar Saving Mr. Banks, cinta que tuvo una excelente recepción por tratar acerca de cómo fue que el mismo Walt Disney consiguió convencer a la escritora Pamela “P.L.” Travers para adaptar sus afamados cuentos a la pantalla grande.

De esta forma, durante más de cinco décadas Mary Poppins ha sido un emblema de Disney, por lo que las noticias acerca de su regreso causaron incertidumbre más que expectación. En esta ocasión, la niñera más famosa del mundo regresa a Londres para ocuparse de los pequeños Anabel, John y Georgie Banks, hijos de Michael y sobrinos de Jane, de quienes se encargó hace bastantes años. De la misma forma en como sucedió en la ocasión anterior, su aparición llega en un momento difícil para los adultos, quienes están a punto de perder la casa que heredaron de sus padres. Así, la magia regresará a la familia Banks, maravillando a los niños y recuperando la ilusión para aquellos que la perdieron con el paso de los años.

Dirigida por Rob Marshall (Chicago, Into the Woods), la cinta cuenta con todos los elementos que se pueden esperar de un clásico de Disney, un magnífico montaje, vestuario impecable, números musicales ejecutados de forma excelente y una historia que resulta ser bastante entretenida. Asimismo, Emily Blunt (Into the Woods, A Quiet Place) hace un extraordinario trabajo interpretando a Mary Poppins, demostrando que su talento no se limita a la actuación sino también al canto. Por otra parte, el músico Lin-Manuel Miranda se acopla a la perfección con el reparto y cumple con creces como Jack, un farolero que aprendió el oficio del mismísimo Bert, el gran amigo de Poppins y los Banks conocido en la película anterior. Destacan también las apariciones de Colin Firth (A Single Man, The King’s Speech) como el avaricioso Wilkins y Meryl Streep (Into the Woods, The Post) como la prima Topsy, además de los cameos de Angela Lansbury (Bedknobs and Broomsticks) y del mismísimo Dick Van Dyke, aunque en esta ocasión no como Bert.

No obstante lo anterior, un gran reparto actoral y una excelente ejecución no son suficientes para llenar ese vacío que la secuela del que aún sigue siendo el gran clásico de Disney deja en el espectador cuando abandona la sala. De este modo, las nuevas generaciones no se identifican con los personajes, mientras que los asiduos fanáticos sentirán irremediablemente que Blunt y compañía les quedaron a deber, no por su trabajo sino porque simplemente no son Julie Andrews ni Dick Van Dyke. Asimismo, no existen canciones memorables ni momentos entrañables capaces de generar la empatía que los números musicales de 1964 lograron con el público; por lo que, a pesar de su gran calidad, el filme de Marshall tristemente parece estar condenado a quedar desapercibido como una película más dentro del extenso catálogo de Disney.

Calificación: TÚ DECIDES.
wraparty
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9
25 de enero de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corría la década de los sesenta y, en plena Guerra Fría, el gobierno de Estados Unidos estaba urgido por dar un golpe sobre la mesa y demostrar que podían superar a los soviéticos en la carrera espacial. En el marco de la competencia entre superpotencias, un ingeniero aeronáutico intentaba superar la trágica pérdida de su hija mientras era seleccionado para participar en el proyecto Gemini. Su incursión en la NASA lo llevaría no solo a ser el primer civil en volar al espacio, sino a liderar el Apollo 11 para convertirse en el primer ser humano en pisar la Luna. Así, el 20 de julio de 1969 se convertiría en un hito de la historia universal por ser el día en que Neil Armstrong ponía un pie sobre el único satélite natural de la Tierra mientras pronunciaba las célebres palabras “un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”.

Basándose en la biografía escrita por James R. Hansen, el director Damien Chazelle (Whiplash, La La Land) deja atrás la ficción musical y humaniza al célebre héroe estadounidense. De esta forma, Neil Armstrong es presentado como un hombre abstraído de su entorno y un tanto trastornado por heridas que el tiempo no fue capaz de cerrar del todo. Inexpresivo y taciturno en su forma de ser, el astronauta demuestra que, aunque es un profesional en toda la extensión de la palabra, dista mucho de ser un hombre de familia ejemplar, a pesar de contar en todo momento con el apoyo incondicional de su esposa. Así, mientras Chazelle cuenta la vida íntima de su personaje, se apoya de la cinematografía de Linus Sandgren (La La Land) y utiliza distintos formatos de filmación para transportar al público a la década de la carrera espacial y ponerlo como un espectador de primera fila en todos los intentos que precedieron a la misión del Apollo 11.

El enfoque del protagonista resultó el idóneo para que Ryan Gosling (Half Nelson, La La Land) imprimiera su estilo en la interpretación, encarnando de forma excelente el viaje introspectivo y espacial de Neil Armstrong. Por otra parte, Claire Foy (The Girl in the Spider’s Web) hace un espléndido trabajo como Janet, la abnegada esposa que tiene que hacer frente a una situación familiar que paulatinamente se agrava con el abandono de su marido.

Es así como, con un estilo que recuerda al utilizado por Kubrick en 2001: A Space Odyssey (la cual coincidentemente se estrenó un año antes del alunizaje) que se acopla a un magnífico trabajo en la banda sonora, la experiencia cinematográfica creada por el joven director es completa. De este modo, Chazelle entrega una película que lo confirma como uno de los mejores cineastas del momento y demuestra su versatilidad al trabajar en esta ocasión con un género distinto, en el cual mezcla biografía con ciencia ficción. Vale muchísimo la pena ver esta cinta en pantalla IMAX.

Calificación: TÚ DECIDES.
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wraparty
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8
19 de enero de 2019
13 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin lugar a dudas, Rocky es una de las franquicias más exitosas y emblemáticas del cine. Dejando de lado las alzas y bajas en cuanto a la calidad de las ahora ocho películas que integran la saga inspirada en el mítico boxeador, es incuestionable que se trata de un producto que además de rentable resulta ser uno de los más queridos por todo el público. Así, propios y extraños reconocen en instantes la melodía de “Gonna Fly Now”, mientras que en automático llega a su mente la imagen del imbatible atleta corriendo a más no poder dispuesto a abatir al rival el turno.

Lo que en 1976 inició con el sueño de un actor de medio pelo por llevar su guion a la pantalla grande, es ahora un hito cinematográfico que ha perdurado por más de cuarenta años, llevando incluso a Sylvester Stallone a convertirse en el 2015 en el sexto actor en ser nominado en dos películas diferentes por interpretar al mismo personaje. Precisamente en ese año fue cuando se estrenó Creed, una apuesta que parecía arriesgada para darle un nuevo giro la historia del boxeador, presentándolo ahora como el entrenador del hijo de aquel peleador que pasó de ser su acérrimo rival a convertirse en su mejor amigo. Dirigida por Ryan Coogler, la cinta fue todo un suceso y superó con creces cualquier expectativa; tres años después llegó la esperada segunda parte, siendo en esta ocasión el debutante Steven Caple Jr. el encargado de sacar adelante el nuevo proyecto.

Para superar la prueba, el director se valió del guionista Cheo Hodari Coker, y con la colaboración del propio Stallone, decidieron reincorporar a otro personaje emblemático: Ivan Drago. Así, la trama se centra nuevamente en Adonis Johnson, quien después de alcanzar la cima de su carrera, decide aceptar el desafío del boxeador que dio muerte a su padre, aunque no directamente, sino a través de su hijo Viktor Drago, un pugilista implacable. Así, el telón se abre nuevamente para dar lugar a otro encuentro épico que tendrá consecuencias inesperadas para todos los involucrados.

A pesar de que la cinta se desarrolla con buen ritmo y las secuencias tanto de entrenamiento como de pelea son de buena calidad, la realidad es que Caple evitó asumir cualquier tipo de riesgo y decidió no salirse de la secuencia lineal “auge-caída-entrenamiento-batalla final” para esta nueva entrega. Así, la aportación de este filme resulta ser más bien de carácter emotivo por el hecho de poner nuevamente a Rocky y Drago cara a cara para avivar una de las rivalidades más populares en la historia del cine. Asimismo, los fanáticos podrán conocer más acerca de lo que sucedió con el villano después de su estrepitosa derrota a manos del “semental italiano”, logrando incluso generar cierta empatía con el mismo.

En cuanto al elenco, Michael B. Jordan, Tessa Thompson y Phylicia Rashad repiten convincentemente como Adonis, Bianca y Mary Anne Creed, mientras que Stallone y Dolph Lundgren vuelven a interpretar a sus legendarios personajes, siendo sin lugar a dudas la aparición de este último lo más destacado del filme no tanto por sus cualidades histriónicas sino por lo que él mismo representa dentro del “universo Rocky”. Así, el único agregado es el boxeador Florian Munteanu, a quien su imponente físico le bastó para encarnar debidamente al temible Viktor Drago.

Es así como el pasado es más que suficiente para que Creed II logre obtener buenos réditos dentro del gusto del público. De hecho, si se tratara del mismo argumento contado con otros nombres es probable que la cinta pasara sin pena ni gloria. Así, no esta nueva entrega sirve para constatar que el “efecto Rocky” sigue teniendo un peso específico en la industria del cine, lo cual permite que una historia llevada con cierto ritmo y sin salirse de una probada zona de confort sea capaz de dejar a un espectador feliz y ávido de seguir disfrutando de como estos héroes con guantes se baten en el ring en cada película. Por lo tanto, el filme cumple sus objetivos y es capaz de dejar un grato sabor de boca en su audiencia.

Calificación: TÚ DECIDES.

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3
4 de enero de 2019
25 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde su debut como cineasta, el danés Lars von Trier se ha caracterizado por salirse de los cánones y realizar cintas que distan mucho de ser convencionales. Como fundador del movimiento Dogma 95, el cual abogaba por el regreso de historias más creíbles en el cine minimizando el uso de efectos especiales, ha entregado cintas tan relevantes como Dogville y Melancholia y otras más controvertidas como Antichrist y Nynphomaniac. En esta ocasión, el realizador pretende sumergir al espectador en la retorcida mente de un asesino en serie, con resultados que, como suele suceder cuando se trata de las películas que siguen esta línea, son bastante discutibles.

La cinta es una especie de viaje introspectivo de Jack, quien le cuenta a un ser misterioso los pormenores de su vida criminal. Dividida en cinco “incidentes”, el multiasesino relata (y von Trier demuestra) con lujo de detalle las motivaciones y métodos que lo llevaron a cometer atrocidades que incluyen mutilaciones, fusilamientos, experimentos militares de exterminio e incluso taxidermia humana. Inducido por su trastorno obsesivo compulsivo, el personaje descarga sus frustraciones como arquitecto mediocre en cada una de sus víctimas para denominarse a sí mismo como Mr. Sophistication, buscando en todo momento perfeccionar sus sádicos sistemas para matar.

De forma demasiado explícita, von Trier no tiene reparo en mostrar con exceso de violencia cada uno de los asesinatos que comete su personaje. Durante más de dos horas de tormento visual, el también guionista pretende justificarse introduciendo elementos filosóficos relacionados con las relaciones familiares, la naturaleza del ser humano, el papel de la mujer en la sociedad, ideologías políticas e incluso la esencia del arte. Así, el cineasta utiliza a Jack como su portavoz para intentar convencer al público de que este frenesí sin sentido en realidad tiene un trasfondo ideológico, el cual no es evidente para el ojo común.

No obstante, la realidad es que von Trier solo busca impactar a su audiencia con escenas violentas mientras lo engaña haciéndole creer que debe de pensar más para entender su obra. Sin embargo, la realidad es que toda la retórica que maneja no es más que un sinsentido, una fallida pretensión de mostrar que el baño de sangre es un analogía de lo que pasa en el mundo. Ni siquiera el buen trabajo de Manuel Alberto Caro (Antichrist, Nynphomaniac) en la fotografía, ni la excelente actuación de Matt Dillon (Crash) interpretando a Jack, hacen que valga la pena dedicar tiempo para ver este filme.

Es así como von Trier triunfa una vez más, pero no como cineasta, sino como un personaje curioso que goza de crear controversias, si bien una vez se ganó el repudio general en Cannes por declararse como un admirador del nazismo, en esta ocasión logró sacar a un gran número de espectadores en el mismo evento, los cuales de inmediato adivinaron su gastada estrategia y decidieron no volver a caer en su juego provocador.

Calificación: TÚ DECIDES.

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10
22 de diciembre de 2018
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año 2013, Alfonso Cuarón rompió esquemas al recrear de manera milimétrica los viajes al espacio con Gravity, cinta que le valió, entre muchos otros reconocimientos, el Oscar como mejor director. Cinco años después, el cineasta aterriza su ingenio en el planeta Tierra, específicamente en la colonia Roma, ubicada en el entonces “De Efe” del México setentero, lugar en el cual él mismo pasó su infancia. Titulando su obra precisamente con el nombre de aquel asentamiento de la capital mexicana, el filme es una crónica íntima de la vida de una familia clasemediera en el año 1970 a través de los ojos de Cleo, una empleada doméstica de origen indígena que dejó su pueblo natal para trabajar “de planta” en la casa de la señora Sofía, el señor Antonio y sus cuatro hijos. Así, la joven intentará insertarse en una complicada dinámica familiar y lidiar al mismo tiempo con sus propios problemas personales. Mientras tanto, en las calles la represión y el oficialismo siguen siendo una constante en el país.

Filmada en un moderno blanco y negro de 65 mm en formato digital, la recreación de la vida cotidiana de la familia se realiza de manera artesanal, desde la primera escena el espectador sabe que está a punto de presenciar algo especial, una cinta diferente. De esta forma, el proyecto personalísimo de Cuarón lleva su impronta en todos sentidos siendo el mismo director, guionista, fotógrafo y productor de la que quizás será su película más relevante. La película inicia con un ritmo pausado y en su mayoría contemplativo que permite al espectador conocer casi a cuenta gotas la dinámica laboral y sentimental de Cleo, la cual en realidad no tiene nada fuera de lo común: limpiar la casa, lavar trastes, cuidar a los niños y salir a pasear en domingo. No obstante, la historia adquiere velocidad cuando la aparición de un pretendiente y la misteriosa ausencia del señor de la casa cambian completamente la vida de la protagonista. Después de eso, el filme alcanza un clímax vertiginoso que culminará con dos partes: una trágica y otra cuasi heroica.

Es así como todo lo relacionado con Roma es romanticismo puro, incluso la exclusividad impuesta por Netflix que obligó a buscar su exhibición en funciones independientes hizo que el trabajo de Cuarón se pudiera observar en salas más íntimas, precisamente como aquellas que existían hace décadas, antes de que llegaran los grandes multiplex para apropiarse del mercado. Por otra parte, el dejar todo el peso histriónico en un elenco que en su mayoría no son actores profesionales fue una apuesta arriesgada que dejó excelentes réditos para aumentar el realismo y emotividad de la historia, destacando en este punto el trabajo de Yalitza Aparicio, una mujer de ascendencia mixteca que supo interpretar de buena manera a Cleo a pesar de no contar con experiencia como actriz.

Tomando en cuenta el cúmulo de momentos y sensaciones que este filme logran despertar en el espectador, la realidad es que resulta muy difícil explicarla una vez que se abandona la sala. Si bien el argumento resulta ser bastante simple, la manufactura de Cuarón es impresionante, con planos secuenciales espectaculares y con un par de escenas que llegan de forma tan trepidante que son capaces de tocar las fibras más sensibles de todo el público. La narrativa tampoco se queda atrás, puesto que desde el ámbito micro (el seno de una familia en plena crisis), el cineasta logra contextualizar el macro de la sociedad mexicana de los setentas: la llegada de Echeverría al poder, la propaganda política, la represión, abusos del gobierno, despojo de tierras tanto por particulares y el mismo estado. Así, Roma no pretende ser una reivindicación de derechos un estrato social, ni mucho menos justificar relaciones clientelistas, sino más bien la descripción de una realidad desde un punto de vista muy personal realizada con tal maestría que permite evocar imágenes y sonidos de un pasado que de manera casi inadvertida se ha ido desvaneciendo.

Aunque ha dividido opiniones y causado controversias en relación a si el “fenómeno” es real o fabricado, Roma tiene un mérito que nadie puede discutir: por fin el cine mexicano está dando algo bueno y relevante de qué hablar dentro y fuera de sus fronteras. Así, a pesar de no tratarse de una película “entretenida” en sentido convencional, ha logrado fijar la atención de muchísima gente que en condiciones normales no se tomaría la molestaría de salirse de su cine preferido para poder verla en la pantalla grande, o que ni siquiera consideraría elegirla como una opción para pasar un par de horas en la sala de su casa a través de la plataforma de Netflix. Por lo tanto, ya quedará bajo el criterio de cada espectador realizar su propia valoración de la cinta, tomando en cuenta que la mejor forma de sacar conclusiones será viéndola, de preferencia en una pantalla de cine, solo así la experiencia será completa.

Calificación: TÚ DECIDES.
wraparty
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