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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de Ozymandias_Iskander
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Críticas 136
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
30 de julio de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando eres adolescente, a veces, la muerte parece tan lejana, que la buscas a través del cine de terror. No es extraño que sean los más jóvenes los que abarrotan las salas cuando se estrena la película de miedo de rigor. Por mala que sea. Allí están, dispuestos a pegar un grito, soltar alguna gracieta para reafirmar que lo que ven es ficción y saldrán de esta, o pendiente de los desgraciados que mueren en la gran pantalla. ¡Son tan duros! ¡Son tan adultos! ¡Son tan fuertes! Y... es irónico, porque, en diez años, salvo contadas excepciones, seguramente cuando vean algo realmente sangriento o la muerte de alguien cercano les toque, hasta la visión mínima de la idea de decir adiós para siempre le resultará desagradable. Lo sé, porque yo fui uno de aquellos adolescentes y vi casi todas las películas de la saga de Saw en el cine para años más tarde preguntarme: en serio, ¿veía esto con tal entusiasmo?

Saw (todas juntas en ultramontaje rayante) es una de las mayores películas educativas de la historia del cine. Si haces algo malo (cualquier cosa, que igual matas a alguien o te saltas un ceda el paso), acabas siendo torturado en un brutal juego donde lo más seguro es que acabes reducido a un guiñapo sanguinolento. Si así no aprendes, no sé cómo aprenderás. Se ve que John Kramer, alias Jigsaw, hubiese sido un gran profesor.

Bromas aparte, recuerdo que si algo me gustaba de la saga original era como retorcía sin parar el guion, buscando engañar al espectador como fuera y, aunque, a veces, se volvía previsible, al menos cumplía con la labor de entretener. Ahora, no encuentro casi nada de eso en una continuación que me suena a greatest hits (pero con el bueno de Charlie Clouser) y poco más.

El problema, a medida que se ha alargado la saga (recordemos que fue una por año desde el estreno de la primera en 2004 hasta el «capítulo-final-ya-no-tan-final» de 2010), es que se ha transformado en un 1000 maneras de morir: si eres una mala persona, acabarás muerto y no merecerás ni un atisbo de compasión. Y eso hace que el juego, por rocambolesco que quiera ser, se vuelva tedioso e incluso repetitivo. Nada nuevo en la carnicería.

Jigsaw (hermanos Spiering, 2017) cambia el título (al principio iba a ser Saw Legacy, porque se ve que Saw VIII solo podía ser el título en España) y busca transformar la estética, los personajes y jugar con la idea del regreso del villano al que vimos morir en Saw III (y practicarle la autopsia en el IV; puro naturismo del gore). Parece que los directores y guionistas de esta nueva película buscan olvidarse de Hoffmann, Gordon y otros seguidores de Jigsaw y centrarse en nuevos personajes por medio de la muy recurrida retrocontinuidad, que plaga esta saga de flashbacks.

Olvidándose de los giros de cámara y el montaje videoclipero que era, en parte, la clave del mareo de algunos en las escenas de tortura, con una fotografía que reduce el uso de los tonos verdosos o incluso oscuros, nos encontramos, a fin de cuentas, con un capítulo más, que lejos de lograr hacer borrón y cuenta nueva, lo que hace es repetir claves de las anteriores películas: un final que recuerda al del baño de Saw I, un previsible juego temporal de Saw II, los juegos interconectados de Saw III, las autopsias del IV, los policías corruptos de Saw V, VI y VII… Es como colocarse una especie de vídeo tribute de la saga con nuevos personajes, que nos dan un poco igual, porque todos son igual de asquerosos. Si este es el nuevo puzle, más vale ir buscando piezas en otro lugar, uno que pueda sorprendernos y traernos un par de escalofríos como la película original de James Wan, que tanto bebió de Se7en (David Fincher, 1995).

Con trampas menos ingeniosas y dispuestas en busca del puro impacto, más allá de la reflexión (pantallas planas casi en HD en 2003… con un Jigsaw que siempre prefirió algo más anticuado), con un juego del despiste esperable (y menos mal que no han metido resurrecciones) y con unos huecos de guion más bien olvidables, uno que se ha vuelto mayor (y esta saga, pese a su revival, también) solo encuentra aspectos ya vistos en una trama de villanos, polis corruptos y un Jigsaw omnipresente, con ese lapsus entre películas, que deja fuera de lugar a actores que no han sido llamados o no han querido volver. Eso sí, regresa Tobin Bell como John Kramer, aunque uno se imagine el giro de guion y de lado quede un poco la filosofía del personaje en la segunda entrega. Uno no se aburre demasiado (por suerte) con esta "nueva" propuesta, pero tampoco se queda ojiplático con lo que te están contando.

Tras siete películas y un mar de duras críticas a esta nueva entrega, Jigsaw puede que no sea un bochorno espeluznante, pero quien espere más que lo que espera un adolescente con el gore y la casquería de la saga, no se llevará más que esta especie de reboot de viejas ideas, quizás, demasiado viejas. O puede que el problema sea mío.

Publicado originalmente en: https://bit.ly/2OrZQQo
Ozymandias_Iskander
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7
7 de julio de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Simpática y entretenida son dos adjetivos que vienen a la perfección para describir Ant-Man y The Wasp (o Ant-Man y la Avispa, tal y como se ha medio traducido en España), la secuela de Ant-Man (Peyton Reed, 2015) y última película del Universo Marvel Cinematográfico de este 2018. Otros adjetivos, algo esnobs, que se podrían añadir a la lista son: intrascendental o errática. Y, pese a como queramos calificarla, seguramente estemos ante otro éxito comercial de Marvel, aunque arriesgue lo justo para ser una película más dentro de la franquicia iniciada en 2008 por Iron Man.

Casi cualquiera que conozca las películas de Marvel o los cómics, podría completar el argumento de esta secuela casi sin verla, ya que cae en los lugares comunes, sin ofrecer excesivos giros de guion, hecho que conduce a un tercer acto de explosiones y persecuciones que, por desgracia, jamás se siente como una amenaza tremenda, como un gran desenlace y deja con la sensación de que falta más para cerrar este capítulo de la historia de Lang, Hope y compañía. No hay auténtico peligro y el espectador habitual ya se imagina lo que está por pasar, y, pese a todo, no se aburre. Es más, la escena que hay tras los créditos se asienta más como un verdadero cliffhanger del que seguramente puede partir una película con más intrígulis que esta (y esa no será una secuela directa, sino la cuarta película de los Vengadores).

¿Estamos, por tanto, ante un fracaso para Marvel? Ni por asomo. Ant-Man y la Avispa consigue caer simpática en todo momento; es una película de "buen rollo", que nunca se toma excesivamente en serio y decide concebir una cinta de superhéroes, llena de comedia, sin tropezar en el toque de palabrotas porque sí de la macarra Deadpool (Tim Miller, 2016). Seguramente, esto se consigue por tener de protagonista a un Paul Rudd acostumbrado al género, que controla bien los tiempos y la improvisación, y que resulta gracioso por ser tan fracasado como uno mismo. No obstante, Evangeline Lilly escala posiciones y se convierte en coprotagonista, más allá de personaje de apoyo de la primera parte, y eso se agradece. Del mismo modo, en el último tercio, Hank Pym hace (por fin) algo, sin tener que ser la voz de un auricular, con un Michael Douglas que se lo pasa bien, y encaja con una Michelle Pfeiffer que, aunque aparece poco, es el punto de partida del film y siempre es bienvenida al género, tras su incursión ya lejana como la mejor Catwoman del cine (y sí, también muy particular, al estilo Burton). En cuanto a secundarios, brilla Abby Ryder Fortson como una Cassie que ya apunta a maneras como futura superheroína (se rumorea de una actriz adulta que la encarne en la cuarta de Los Vengadores) y un "robaescenas" como Michael Peña en el rol del parlanchín Luis, siempre acompañado de Dave (T.I.) y Kurt (David Dastmalchian).

Puede que la nueva incorporación de Lawrence Fishburne en el rol de Bill Foster aporte lo justo, que es mejor que lo poco que suma una olvidable sabandija de tercera como Sonny (Walton Goggins), perfecto hijo de la era Trump, hermanado con el Justin Hammer de Sam Rockwell. En cambio, con Ava/Fantasma, la actriz Hannah John-Kamen intenta dar todo de su parte en un rol que rememora al Vanko de Iron Man 2 y procura ser una especie de Soldado de Invierno, que no llega tan lejos como el llevado a la pantalla por los Russo. Puede que su gran hora no sea en solitario, sino con unos Thunderbolts.

La película abraza la locura de los cómics, como en esta secuencia donde Ant-Man no es tan hormiga... Fuente.
Por fortuna, el guion se libera del lastre del proyecto nunca llevado a cabo por Edgar Wright y rematado por Reed en la primera parte de 2015 (que se sentía muy remendada en algunos aspectos), y nos ofrecen una historia más uniforme, pese a los ya citados problemas.

Uno de los aspectos interesantes está en las escenas de acción, bien realizadas y con unos efectos especiales que cumplen con unos recursos particulares bastante interesantes (o, simplemente, divertidos): coches que se reducen, saleros gigantes, Scott que no sabe controlar su traje prototipo, hormigas gigantes que tocan la batería… Todo es tan loco como en un cómic y eso significa que la adaptación de un medio a otro no se desvirtúa completamente, pese a los cambios que haya en los personajes frente a su contrapartida de las viñetas. Y una vez más, los programas para rejuvenecer a los actores llaman la atención por cómo logran que Michael Douglas o Michelle Pfeiffer vuelvan a los años ochenta.

Pese a que la cinta decida tomar aspectos visuales ya vistos en la primera película o se opte por el mundo cuántico ya vislumbrada en esa y en Doctor Strange, continúa siendo interesante, al igual que la banda sonora de Christophe Beck, que vuelve a su primera banda sonora, pero añadiendo algunos toques nuevos, que resultan tan extravagantes como el propio personaje al que otorga de un reconocible leitmotiv.

En definitiva, queda claro que todo el equipo detrás de la película ofrece lo que deseaba ofrecer con Ant-Man y la Avispa. Salvo la escena tras los créditos, no hay ninguna sorpresa ni ningún sobresalto, para bien y para mal, lo que hace de la cinta una rueda más del mecanismo de Marvel. Después del infierno que fue la producción de la primera parte, con un proyecto que se deseaba llevar a cabo desde Iron Man 1, con un director y un reparto que abandonó casi por completo, con un guion reescrito hasta la saciedad, fue un milagro que la primera saliese bien y que haya una segunda que apuesta por lo mismo, pero intentando hacerla un poco mayor, aún con ciertos problemas, es otro milagro más.

Ant-Man y la Avispa es otro paso en el Universo Marvel Cinematográfico, capaz de entretener a su público, optando por la acción y la comedia familiar, aunque añada lo justo a una macrohistoria que lleva ya diez años trayendo a los superhéroes de los cómics a la gran pantalla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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7
7 de junio de 2018
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dicen que Stanley Kubrick era un director frío, que le importaban tanto las emociones humanas como a su HAL, pero cualquiera que haya visto el final de Senderos de gloria, sabe que detrás del director había alguien humano. Puede que ahora, con otra película más reciente, pero también sobre el horror de la guerra, titulada Dunkerque nos cuestionemos, hasta cierto punto, a un Nolan más centrado en las sensaciones del espectador que en los propios personajes.

En los últimos años, Nolan ha protagonizado alguna que otra polémica al hablar de cómo es solo cine para él aquello que se estrena en la gran pantalla y su punto de vista, discutible o no, es enteramente comprensible tras ver su última película Dunkerque, un film que más que una cinta cinematográfica en sí, es una experiencia sobre la guerra.

En Dunkerque, Christopher Nolan nos sumerge en el campo de batalla por tierra, mar y aire de los soldados aliados que intentan ser evacuados, mientras el enemigo avanza en la Segunda Guerra Mundial. Es una película desde el punto de vista de los aliados, una recreación histórica que, salvo algún toque más humano como ese pequeño barco que va a buscar a los soldados, busca ser un cúmulo de piezas más que una cinta con personajes de los que sepamos más, como el Bolton encarnado por Kenneth Branagh (quizás el que sale ganando es el personaje de Mark Rylance, frente a papeles más breves como el de Cillian Murphy o cameos como el de Tom Hardy). A cambio de sacrificar en estas tramas, la película gana en tensión, pero pierde en otros aspectos que hacen de la película un ejercicio corto donde el propio Nolan sabe a qué juega tras otras películas más largas como Interstellar. Nolan ha comentado su "obsesión" con el cine mudo antes de hacer la película y, más allá de la escasez de diálogos, esto se nota en su tratamiento de la trama.

Nuevamente, Nolan opta por un juego con el montaje que busca concebir la batalla desde diferentes momentos y planos, pero una vez más se centra más en las situaciones que en los propios personajes, de los que poco sabemos, como seguramente ocurriría en una guerra auténtica. Puede que sea lo que redondea la película para muchos: tener poco que contar, pero contarlo de un modo particular.

En este film, sin duda, el director sabe qué contar y cómo contarlo mediante la narrativa cinematográfica. Sabe buscar el realismo. No hay duda de ello. Omite muchos de los aspectos de los que los críticos se quejan de sus filmes y se centra en la creación de sensaciones a través de un conflicto bélico, y no se puede negar que la recreación del frente es abrumadora. El enemigo nazi permanece, casi todo el tiempo, en la sombra, como una fuerza cercana a los hados, un final inexorable. Por su parte, la música de Hans Zimmer y el diseño de sonido atronadores, con un uso de la fotografía y un diseño de producción que nos conduce a plena lucha.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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7
1 de junio de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de todo el drama que parece haberse vivido tras las cámaras, con cambio de directores incluido y con rumores sobre la habilidad interpretativa de su protagonista, uno esperaba que Han Solo, una historia de Star Wars fuese un aborto fílmico inimaginable, pero como ya pasó con Rogue One, una historia de Star Wars (que también sufrió lo suyo durante su rodaje… y sus reshoots), con Han Solo tenemos una película que, aunque no alcanza del todo el nivel de Rogue One, no deja de ser una interesante y entretenida pieza del nuevo universo expandido de la saga creada (pese a quien le pese) por George Lucas.

Si bien ya se empieza a acusar a Disney de exprimir Star Wars en muy poco tiempo (aunque cuatro películas desde 2015 se antojan pocas frente a Marvel Studios, por ejemplo) y los datos de taquilla y crítica parecen menos favorables que en otros de sus títulos, Han Solo no deja de ser una película de aventuras, un western galáctico con leves toques bélicos y de cine de aventuras, que se alimenta de aquella mezcla que hizo de Una nueva esperanza todo un referente cultural en 1977.

¿Y qué tiene que contar esta nueva aventura galáctica? Los inicios de uno de los personajes más carismáticos de una galaxia muy, muy lejana: Han Solo. Y la sombra de Harrison Ford es alargada incluso para un Alden Ehrenreich que intenta copiar los gestos y las expresiones de aquel contrabandista que ha encandilado a generaciones. Quizás por su propio papel de tunante amante del vestuario, Lando es uno de los personajes revelación (aunque pilote bastante poco y su función sea la justa), interpretado por el siempre genial Donald Glover. Por su parte, Woody Harrelson como Beckett se acaba ganando más de una escena como mentor de Solo. Y ahí tenemos a Joonas Suotano, de nuevo, como Chewbacca, tras el retino de Peter Mayhew.

Más relegada a lo que se espera de su personaje (y aunque no se sale tanto de este como le ocurre con otros roles) está Emilia Clarke como una Qi’ra que nos prometen que es interesante, pero que nunca nos fascina del todo pese a los toques de vestuario y fotografía que la hacen salida del cine negro de principios y mediados del siglo XX. Lo mismo se puede decir de otros personajes con los minutos contados como la revolucionaria L3-37 (Phoebe Waller-Bridge), Rio (Jon Favreau), Val (Thandie Newton) o Enfys Nest (Erin Kellyman).

No obstante, muchos pueden parar a pensarse si no será mejor imaginar el pasado, que verlo, pero el director Ron Howard se las arregla para que las diferentes piezas: las ya rodadas, las rodadas de nuevo y las rodadas por primera vez encajen en un film que vivió la marcha de sus primeros directores con gran parte de la fotografía terminada. Vaya, un rompecabezas.

El guion de Lawrence Kasdan y Jonathan Kasdan, aquel que tanto cambiaron los directores Phil Lord y Chris Miller antes de abandonar el proyecto por diferencias creativas, se mueve por los lugares comunes de las películas del oeste y los filmes clásicos de piratas, pero los presenta en un mundo de space opera para una nueva generación de espectadores. Asistimos a los puntos previsibles, a los momentos esperados, a los giros de guion (aunque ya nos acostumbramos con Los Últimos Jedi) y los giros noir de la femme fatale que se ven venir a la legua… Y quizás el gran problema es que, más allá del aire autoconclusivo de Rogue One, Han Solo parece iniciar una especie de saga para él solo, si es que no deciden continuar con algunos de sus elementos en los esperados spin-off dedicados a Boba Fett u Obi-Wan. Ahora tocará explicar el arco de Han, de cómo pasa de ladronzuelo a delincuente amoral con cierto buen corazón para convertirse de nuevo en un contrabandista cínico que conecte con el de Star Wars. Una nueva esperanza.

Quizás los problemas del rodaje, donde más se notan, es al principio con un montaje atropellado que no nos deja ver cómo fue el tiempo de Han dentro de la academia imperial, lo que quizás nos explicase un poco más su modo de ser y cómo no ha cambiando durante tres años. ¿Qué es esto? ¿Otro hueco para más futuras precuelas dentro de precuelas?

La película tiene buenas intenciones, aunque no las logre superar en todo momento. Es la historia de ese chico que sueña con cruzar las estrellas, pero también intenta ser un relato de amor, traiciones, aventuras, robos y demás intrigas que intentan dar trasfondo a simples menciones de Solo, como el Kessel Run o cómo ganó el Halcón Milenario. Quizás, lo mejor son los pequeños momentos en los que Howard decide relatarnos cómo Han se enamora del espacio y de su fantástica nave cuando cruzan Kessell y se convierte en el piloto que siempre ha querido ser. Ahí noto más "sinceridad", por así decirlo, o, tal vez, solo humanidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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Samurai Champloo (Serie de TV)
SerieAnimación
Japón2004
7.8
8,194
Animación
9
19 de mayo de 2018
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
"I think I've found what I was looking for all this time. I, who was always alone, found friends for the first time. You two were my first friends".

Hoy he dicho adiós a unos amigos y, como todas las despedidas que merecen la pena, ha dolido. Terminar de ver Samurai Champloo es, ante todo, decir adiós a la joven Fuu, el samurai errante Jin y el despiadado antihéroe Mugen en su viaje en pos del Samurái de los Girasoles, la redención, el pasado y un par de elementos más que hacen de este anime de veintiséis capítulos una joya del mundo de la animación japonesa.

Si alguien me pidiese que definiera Samurai Champloo con una palabra escogería "ritmo": el ritmo que hace que cada capítulo se pase rápidamente y que también impulsa la mezcla de música de cada capítulo y es que "mezcla" es otra palabra perfecta (champloo significa "algo mezclado"), porque también tenemos la mezcla de géneros que convierte esta aventura de dos samuráis y una muchacha en busca de un personaje casi mítico en una alocada suma de humor, drama, hip hop, rap y muchos otros toques que la convierten en una serie única.

Samurai Champloo sabe cuándo ser descarada y cuándo ser seria, cuándo balancearse por el terreno del drama y cuándo jugar con la sátira social, cuándo probar con juegos narrativos exagerados y cuándo permitir que la animación transmita ese halo de gran leyenda perdida que acompaña esta obra.

Dirigida por Shinichirō Watanabe (el hombre tras la magistral Cowboy Bebop) en 2004, estamos ante uno de esos animes que, pese a tener algunos capítulos de relleno como la historia del béisbol o los zombis o que inciden en los mismos temas (prostitución, delincuencia, secuestros, temas de honor...), siempre sabe qué movimiento realizar o qué giro dar, como Jin y Mugen en medio de un duelo.

Y es que quizás, más allá de cómo está contada, Samurai Champloo es estupenda por su uso de unos personajes carismáticos, como la pequeña Fuu, que debe aprender a crecer durante su viaje, el atormentado Jin (que mató a su maestro) y el delincuente que escapó de los piratas Mugen. Los tres acaban cayendo bien debido a su imperfección, su orgullo y su modo de ver el mundo. A su alrededor se juntan seres variopintos que nos dan algunas historias que realzan una visión desmitificada y, a veces, extravagante de Japón.

Los últimos tres capítulos de Samurai Champloo se entregan a duelos épicos, momentos de tensión y reencuentros que arrancan más de una lágrima; quizás son la definición perfecta de encontrarse con unos amigos por última vez, pero ¿qué es: "por última vez"? En ese camino que se separa, uno nunca sabe si volveremos a vernos de nuevo. Lo que sí estoy seguro es que, tarde o temprano, volveremos a cruzarnos con ellos.

Publicada originalmente en https://bit.ly/2rU9hi5
Ozymandias_Iskander
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