Esta película, en poco rato alcanza alta intensidad, unos quince minutos le bastan para captar la atención. La primera parte es entretenida, amena y lineal, la segunda (cuando Hunter emprende el viaje con su papa) es mucho más intima y simbólica.
El director juega con los colores de las vestimentas, las tomas y las imágenes, para crecer en intensidad y llegar al crudo final.

Burda, predecible, sin creatividad y poco elegante. Solo se basa en un par de testimonios delirantes, de personas medias absurdas y poco creíbles. Los autores dirán: son una realidad. Pero sin duda son una realidad que conocemos y la obra son puros clichés.

Nada nuevo, nada que aportar

Siempre los seres nobles tendrán fantasmas contra los cuales luchar. Amores del pasado que se interponen en el porvenir.

Son esos fantasmas cuyos rostros no hay que esconder, sino sacar a la luz.

Gran película del maestro, para disfrutar.

Anderson trata de hacer una antítesis a la obra Kipling, de ahí el nombre de la película. Si bien comparto con Anderson el motor de los sueños y lo intangible, me rehusó a compartir que los sueños y anhelos que nos hacen revelarnos son parte de un inconsciente carente de sentido. Como si la rebelión fuese una razón en si misma, anarquica y sin fin. Quizás, esa razón hace que la película se me haga pesada, difícil de tragar e intrascendente. e aburrí viéndola, debo decirlo.

Lo que destaco es el tratamiento al hoy llamado fenómeno del Bulling.

Quiero explicitar solo 3 puntos:
1) no me gusta la música, demasiado gringa. La historia también.
2) no me gusta que sea tan explicita, la escena donde alojan por primera noche cuando Lion le explica a Max su visión de los espantapájaros, deja demasiado en evidencia la trama. Es tan explicito que pone a la película al borde del precipicio. La posterior transferencia del espantapájaros de Lion a Max se hace con poca sutileza.
3) pese a lo anterior, véanla, no es fenomenal, pero se justifica