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España España · Badajoz
Críticas de Shikigami
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Críticas 27
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
2 de abril de 2018
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George Méliès tuvo unos inicios de prestidigitador que le sirvieron mucho para su trabajo cinematográfico. Por lo visto, también le ayudó la práctica mecánica en la zapatería heredada de su padre y su experiencia teatral.
Trucos visuales, stop motions, transparencias, sobreimpresiones, desapariciones, travelling inverso (como la cámara era pesada, se movía la “luna” hacia la cámara), y mucho humor e imaginación.
Las aventuras lunares del astrónomo Barbenfouillis —interpretado por el propio Méliès— nos llevan por alucinantes escenas que tendremos que contemplar con total ingenuidad y apertura de mente para disfrutar completamente de ellas. No cabe sólo valorarlas en base a la dificultad técnica y el coste que supuso realizarlas en su día, porque la creatividad y originalidad son incuestionables. Hoy en día se puede seguir viendo con pleno disfrute.
Lo que hoy es un corto de escasa duración tuvo problemas de distribución fuera de Francia por su excesivo metraje (las películas se vendían por metros). Finalmente, debido a su éxito, se consiguió distribuir. A Estados Unidos llegaron cinco copias, que fueron pirateadas por cientos. Thomas Alva Edison copió sin permiso un rollo que multiplicó descaradamente, ganando cantidades millonarias, sin que Méliès viera un céntimo de todas esas ganancias. Siegmund Lubin también distribuyó ilegalmente en Estados Unidos copias de la cinta, a la que posteriormente le añadió más metraje producido por él, o incluso de otras películas, sacando un inmenso rendimiento económico del que tampoco Méliès participó.
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Shikigami
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Building Up and Demolishing the Star Theatre (C)
CortometrajeDocumental
Estados Unidos1901
6.6
150
Documental
8
30 de marzo de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que en unos segundos contemplemos como se suceden días enteros hoy nos puede resultar normal. Eso sí, siempre nos agrada. El grado de asombro depende mucho del lugar que contemplemos ante nuestros ojos, del punto de vista, y de la relevancia o impacto de los sucesos que tengan lugar.
En esta pequeña película de los primeros tiempos del cine, el escenario es la esquina de la avenida de Broadway y la Calle 13, en Manhattan. El prolífico e innovador Frederick S. Armitage filmó imágenes de una belleza fuera de discusión, pero además con mucho significado.
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Shikigami
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Sherlock Holmes Baffled (C)
Cortometraje
Estados Unidos1900
4.5
300
4
29 de marzo de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se hizo mucho de esperar en el primerizo cine un personaje de una impronta tan seductora como Sherlock Holmes. En 1900, el 26 de abril, entraba en la pantalla el mítico investigador creado apenas trece años antes, y por aquel entonces de fama incontestable.
Lo hizo para ser reproducida en el mutoscopio, un rival del quinetoscopio, también como éste para visionado individual y accionado por una moneda. La produjo American Mutoscope & Biograph, la misma empresa que unos años después daría inicio a la carrera de uno de los más grandes directores estadounidenses del cine mudo, David Wark Griffith (para quien trabajaría frecuentemente como cámara Arthur Marvin, el director de este Sherlock Holmes Baffled).
¿Cómo irrumpe Sherlock Holmes en la historia del cine? Pues de una manera atípica, alejada del canon holmesiano. Ello debido a que el tiempo narrativo cuenta. Y una historia de misterio necesita crear un clímax adecuado, necesita tiempo. Un desarrollo en el que navegar por los laberintos de la sospecha y la falsedad. Y un atinado e intrincado final en el que se descubra la verdad. O una nueva mentira y más dudas, en el peor de los casos. Y el cine para mutoscopio, por cuestiones técnicas, debía ser breve. Muy breve.
Menos de un minuto parece que nunca dará para crear esa atmósfera. Puede. Algún genio lo pudiera intentar. Arthur Marvin, desde luego, optó más por la burla hacia Holmes y el espectador, creando una comicidad extraña. No es mal resultado. Desde luego que lo de Sherlock Holmes puede parecer aquí más un reclamo publicitario que otra cosa. Pero tiene su aquel y principia una serie de apariciones que irían engrandeciendo al personaje, literaria y cinematográficamente.
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Shikigami
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5
28 de marzo de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una mujer con apariencia de geisha baila con un abanico. Al fondo, un otoñal paisaje japonés. La mujer es un hombre travestido. No se permiten mujeres en la escenificación del kabuki. En cambio, hace siglos sólo se permitían mujeres. Los dos actores que interpretaban la obra Momijigari en los escenarios, Ichikawa Danjūrō IX y Onoe Kikugorō V, la vuelven a interpretar en 1899 con la misma maestría en la película, que no es más que una filmación del kabuki.
La acción transcurre en el siglo XII. La princesa Sarashina quiere seducir al comandante Taira no Koremori. Después ocurrirán cosas terribles.
Como la película es muda, no se pueden apreciar los timbres característicos de las cuerdas del shamisen ni los ritmos del nagauta. Como es en blanco y negro, no podemos apreciar el colorido y la expresividad de las vestimentas y maquillajes, ni los ocres, rojizos y dorados de la escenografía.
¿Entonces? Todo fue un experimento, una prolongación de la fama de los actores, que despertaban auténticas pasiones. La cuestión era capturar la magia y la espectacularidad del teatro japonés. Cuestión difícil. Porque cine es cine y kabuki es kabuki. Es ficción lo que se representa, y realidad lo que se filma. Porque lo que vemos es una representación real de un kabuki. Ni los actores quisieron que se exhibiera la película mientras ellos vivían. Finalmente Danjūrō accedió, cuatro años después, ya que él estaba enfermo y no podía actuar, y Kikugorō había fallecido.
Aunque es un kabuki “descafeinado” por las razones mencionadas, nos abre una puerta, nos consigue transportar, nos desenreda la imaginación: podemos también nosotros blandir una catana Kogarasumaru, de mágicos poderes.
Se queda la filmación incompleta, no ya por las carencias técnicas, sino por lo que se ha perdido, que deshilvana el argumento. Y por lo mal conservado de lo que pervive.
Es la primera película japonesa que se conserva. Parece que hay otra, rodada muy poco antes, que se perdió. Qué mejor que un documento sobre el ancestral arte escénico japonés para iniciar la maravillosa carrera del cine en aquél país.
Así y todo, cuando los arces y los ginkgos se mezan con el aire de las primeras brisas de septiembre, y Kioto y todo Japón se tiña con el momiji —las hojas que se doran en las ramas—, podremos acordarnos del rodaje de la primera película japonesa, en la que curiosamente un fuerte viento otoñal se levantó durante la obra, representada al aire libre.
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Shikigami
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6
27 de marzo de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡El esfuerzo que costaría hacer esta pequeña historia en 1898! Sin embargo, mereció la pena, ya que, tanto tiempo después, sigue conservando la magia, la capacidad de narrar y la claridad en el mensaje que se transmite.
George Albert Smith perteneció a la llamada “Escuela de Brighton”. Más que una escuela, era un grupo de pioneros del quinetoscopio o cinematógrafo a los que la luminosidad especial de Brighton les inspiró de forma individual, según sus diferentes temperamentos. A diferencia de los Lumière, tomaban parte activa moviendo la cámara, narrando, fijando planos, desarrollando puntos de vista y creando “géneros” variados. Son los que iniciaron el actual lenguaje cinematográfico.
Los “trucos” son visibles. Pero no les resta expresividad ni eficacia. Seguimos toda la historia sin perder de vista a los niños. La oscuridad irrumpe, y vemos que están ahí. Decorados, montaje, atrezo, actuaciones siguiendo un guión, efectos especiales… Un Santa Claus que es creíble, desde el punto de vista de los niños, que es nuestro punto de vista.
Lo que ha decaído este personaje a lo largo de los años. Y lo que ha engordado. Ya nada es lo mismo.
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Shikigami
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