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Críticas de Peter Gabriel 77
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Críticas 235
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
24 de julio de 2010
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eloy se vino arriba con esta película hace poco y yo esperaba hacer lo propio esta tarde pero no, no pude arrancarla, Eloy, maldito borracho. Y es una pena, por que la película tiene algo, no hay duda, empezando por un guión basado en una obra de Nathaniel West, el tipo que inspiró también Como Plaga De Langosta, película capital del subgénero "fallidas con finales memorables". Lonelyhearts pasa por ser su obra maestra pero dudo que esta película ejerza una buena defensa. Hay una trama original, sí, buenos díálogos y buenos personajes, sí, sí, pero no. Y el máximo imputado aquí es el tal Vincent J. Donehue, el tipo que la dirige como quien filma el spot de una aspiradora. Hacía tiempo que no veía una buena trama y unos actores notables aplastados de esta manera bajo una mirada tan aséptica y tan terriblemente funcional. Incluso dentro de lo funcional hablamos de una mirada ausente, inoperante, aniquiladora. El tal Vicente podría haber optado a protagonizar El Hombre Que Nunca Estuvo Allí pero seguramente el papel le hubiera venido grande. Ni el guión ni los esfuerzos de Clift y Ryan pueden hacer nada ante la mirada perdida de Vicente. Esta fue la primera película que Clift rodó tras el desgraciado accidente que acabaría por llevarle lentamente a la tumba y, curiosamente, aquí realizó, a su juicio, una de sus mejores interpretaciones. No hay que subestimar la mirada mortuoria del tal Vicente y los daños causados a este proyecto, pero es evidente que el trabajo de Clift dista de la calidad de sus papeles más memorables y que Clift espetó esas palabras con un corazón desangrado en la mano, esta experiencia debió ser todo un Everest para él, dadas las circunstancias. Pobre Clift. Uno contempla la nómina de directores con los que había trabajado hasta ese momento y se pregunta si realmente verse obligado a despegar de nuevo en el debut del temible Vicente, un don nadie que llevaba una década fogueándose en la televisión, fue una prueba de fuego demasiado dura, incluso para Jolibud, incluso para el bulevar de los sueños rotos. Pero Clift la superó, y aún tuvo tiempo de regalarnos varios papeles memorables, como el alma torturada de El Baile De Los Malditos, su papel favorito, y, especialmente, el vaquero de Vidas Rebeldes y su impactante irrupción en Vencedores O Vencidos. Por su parte, Ryan está perfecto en su papel de cabrón borracho de cinismo pero también con él Vicente impuso su ley, al igual que con el resto de secundarios. Todos sucumben. Jamás conoció la piedad, Vicente.
Peter Gabriel 77
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7
21 de julio de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entretenido y adrenalínico, como no podía ser de otra manera tratándose de Walsh en los 40, thriller de espionaje, agentes dobles, esvásticas y todo el aliño que uno espera cuando se sienta a la mesa ante una de estas ensaladas. Tres buenos tomates presiden el banquete; Raft, Greenstreet y Lorre. Raft nunca pasó de tomate cherry, para mi gusto. Manejaba, quizás, uno o dos registros más que, pongamos por caso, el gran Mature, y tenía ese halo turbio y malencarado, cierto carisma, también, que le proporcionó grandes dividendos en el cine negro, antes de que llegara el gorras y, entre dientes y a punta de pistola, le enseñara el camino de la serie B. De todos modos, es un sombrero calado que siempre congratula encontrarse en pantalla. Esta fue su tercera colaboración consecutiva con Walsh, y seguramente la menos brillante del lote, tras La Pasión Ciega y esa otra olvidada oda al speed titulada Alta Tensión, donde daba lo mejor de sí con Edward G. Robinson como compañero de fatigas. Luego están M y el tipo que finalmente averiguó que el material del que están realmente hechos los sueños no es otro que el plomo, ese orondo y entrañabilísimo duo sacapuntas que prolongaron aquí con su reguero de colaboraciones. Siempre he sospechado que compartían agente, que alguien confirme este dato. Sea como sea, ambos están espléndidos, especialmente Lorre, con una de sus típicas y peculiares actuaciones en las que bascula entre la esquizofrenia y la borrachera. Pero aquí, de nuevo, el director es la estrella. Y es que Walsh en los 40 y 50 se armó hasta los dientes de metanfetamina y dejó un legado al mundo francamente memorable. Repasando ahora mismo su filmografía acabo de comprobar que entre finales del 40 y principios del 42 rodó seis películas, con las fosas nasales obturadas, y en ese espacio de tiempo firmó Murieron Con Las Botas Puestas, La Pasión Ciega, Alta Tensión, Gentleman Jim y El Ultimo Refugio. Escalofriante lo de Walsh. Por lo visto dio también muchas puntadas al aire en su carrera pero la mayor parte todavía no he tenido tiempo de devorarlas. Aquí, en una obra que yo situaría en la tabla media de su obra, da de nuevo una clase de frenesí, urgencia narrativa y saber hacer, con uno de esos clásicos arranques de Walsh en los que te sumerge en la acción mientras uno no ha acabado todavía encontrar la postura en el sofá, y alguna que otra secuencia involuntariamente cómica que debió filmar la segunda unidad, como unos tipos saltando de un tren en marcha pero con el tren inmóvil, o la de otro retrocediendo, pistola en mano, ante un Lorre desarmado que amenaza con abalanzarse sobre él. Quizás fuera un guiño cómico a la Walsh porque, a tenor de Big Brown Eyes, película que he visto también esta tarde, una de las pocas comedias que filmó y la única que he visto hasta ahora, entonar Coronel Tejero nunca fue lo suyo. Glande Walsh.
Peter Gabriel 77
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7
17 de mayo de 2010
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Está siendo triste contemplar el declive que está sufriendo Axlyan esta úLtima década. Después de comprobar recientemente que ya en Ararat su discurso, a pesar de seguir contando con su impronta y unas intenciones intachables, ya empezaba a dejar muestras de fatiga, tras ese memorable trío de maravillas que colocó su paquete en el candelero en los 90 (esa década), y asistir entre compungido, Where The Truth Lies, y mínimamente esperanzado, Adoration, a sus últimos estertores me topé, en efecto, con un cineasta que agoniza, es innegable ya, en esa montaña de bracitos, ese horror, esa bajada de pantalones absurda, caricaturesca y vergonzosa llamada Chloe. Y en este contexto de melancolía y perdición ha sido más que grato reencontrarse con el Axlyan que amé en ésta, su segunda película, un fascinante bosquejo que aglutina lo que de original e intransferible tendría su propuesta poco después y donde ya asoman los kilates, los huevos, la hipnosis y esa mirada turbia al núcleo familiar, la pérdida, la perversión soterrada, sus personajes deliciosamente disfuncionales, todo ello desparramado aquí prescindiendo de carambolas y telarañas, en una trama líneal, pero no por ello menos sugerente que otras cabriolas, aunque sí menos redonda y lograda que el tridente antes mencionado. Y una luminosidad, rebuscada pero ahí está, presente tanto en el concepto como en su personaje principal, convierten esta vida en vídeo en, quizás, su particular arco iris en la oscuridad.
Por que nos estamos quedando solos, sí, como un arco iris en la oscuridad...
Peter Gabriel 77
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6
22 de abril de 2010
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apurando la filmografía de los 60 y 70 del comediante favorito del fundador de Ikea, ayer por fin me decidí a ver esta película, presumible farolillo rojo de la etapa más fructífera y abrumadora de su carrera junto a Esas Mujeres, delirio tan fallido como nefastamente memorable, por otra parte. Y a falta de ver El Rito, en la que no parecen pintar bastos, así es, sin duda alguna. Qué coño le dio a Bergman para lanzarse a rodar en los USA? Yo debiera recordarlo por que leí su atobiografía hace poco más de un año pero que me aspen si lo recuerdo. Sí recuerdo algo de una lucha encarnizada con el fisco sueco, quizás fue algo de eso, y no recuerdo más. Sea como sea, el resultado de la incursión fue esta obra, de una realización singular, con mucha cámara al hombro, poca serenidad y mucho barrido y encimamiento a los actores, demasiado incluso para Bergman, que le da un aspecto un tanto trasnochado vista a día de hoy. Un poco aguada y liviana, también, tratándose del corista de ABBA, la película se me antoja como la más abiertamente romántica del sueco, a su retorcida manera. La sospecha de que Bergman limó asperezas por tratarse de su primera, y a la postre última, experiencia americana queda ahí en el aire, pero parece algo impropio de un tipo tan enfermo y desconsiderado como él. De todos modos, se quitó de encima cualquier posible apolillamiento en su siguiente proyecto, Culés Y Colchoneros, casi su comedia de situación por antonomasia. Elliott Gould, un tipo que sorprende ver capitaneando el desfile, consigue no desentonar en demasía entre dos colosos como Andersson y Sydow, que son las dos razones por las cuales vale la pena ver este pequeño desliz, especialmente Andersson, arrebatadora, bellísima. Por lo demás, el conjunto peca de una falta de intensidad evidente. Uno espera sentarse en la silla eléctrica cuando se dispone a ver uno de los Bergman de esta época pero aquí el sueco se limita a cogernos gentilmente el índice para introducirlo por un instante en el enchufe de la cocina, y el resultado es un Bergman de andar por casa. Pero se disfruta, la verdad, incluso las pantuflas le sentaban bien a nuestro viva la vida favorito.
Peter Gabriel 77
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8
19 de abril de 2010
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Notable film de la primera época de Sayles que, no sé muy bien por qué, no es muy recordado a día de hoy. Lo cierto es que no he visto sus películas anteriores a ésta pero tampoco hace falta para deducir que con esta obra Sayles se hizo, digamos, mayor, y empezó a madurar ese estilo que tan buenos dividendos le daría años después. Y aunque aquí sus constantes ya están presentes, sobre todo ese idealismo rabioso del que siempre ha hecho gala, todavía no estamos ante una obra puramente Sayles. Ateniéndose a los hechos de un acontecimiento real, el nacimiento de los sindicatos en la industria minera americana de los años 20, Sayles factura una obra que rebosa clasicismo, y que trae a la memoria la también más que notable Arde Mississipi de Alan Parker. De factura impecable y con un ritmo que no decae, pese a sus 130 minutos, se le puede achacar a Sayles que transite por veredas ya conocidas, aunque quizás no tanto en 1987, ese año, y que el conjunto no tenga la fuerte personalidad de su obra posterior. Supongo que ceñir el guión a los hechos reales dio lugar a un Sayles más contenido, aunque de todos modos la película lleva su firma de cabo a rabo. Y es grande volver a encontrarse, aquí por vez primera, con todas esas caras: Chris Cooper, David Strathairn o Mary McDonnell, que luego colaborarían en sus películas más memorables. Pero se echan en falta esas gotas de azufre en los diálogos y algo más de aliño a la Sayles. Por contra, Sayles alecciona, entretiene, pincha el Get Up, Stand Up de Marley e incita a rebanar los pescuezos de los tipos de arriba, en el utópico caso de que tuviéramos los brazos tan desorbitadamente largos. Y también da la justa medida, de refilón, de la rueda más del engranaje en que se han convertido los sindicatos a día de hoy. Pero sigue reconfortando, el idealismo de Sayles, aunque cada vez más se sienta como la niebla, etéreo y evanescente. En fin. Get Up...
Peter Gabriel 77
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