Casi dos horas de metraje dan para profundizar en ciertos temas, es una pena cuando no se aprovechan demasiado. Esta es de esas películas que parecen complacerse amontonando una serie de postales, de momentos de una vida, y al ser vistos en unión parece que se sumergen en un tema, en este caso el de la fe. Pero en el fondo eso tiene algo de trampa. La seriedad formal de esta película no acaba de estar al servicio de una historia, que a veces patina en lo desproporcionado o incoherente, que peca de esquemática, de austera. Aun así, el mensaje se percibe con claridad, y hay momentos muy degustables.

Busqué ver Babadook pensando que sería un tipo de terror elegante, sugerente e innovador. Eso es lo que decían las críticas. Y de verdad que si no hubiera sido por leer tantas y tan buenas opiniones, no habría termiando de verla.

El comienzo es sugerente. Todo aquel que tenga hijos hoy en día probablemente ha vivido situaciones parecidas leyédoles un libro o viendo una película, a mi el inicio me sugestionó como buena peli de terror que parecía ser. Pero pasados esos primeros 10 minutos de peli todo se cae.

Sólo agradezco una cosa: que no potencien los sustos gratuitos, que ya estamos muy saturados en el cine de terror del susto facil a golpe de sonido. Pero una cosa es no dar los sustos gratuitos, y otra acabar siendo una peli que más que de terror parece de locura: sobre crisis mental en el sentido clásico del término.

Es cierto que la peli bebe de El Resplandor (por la paranoia paterna), de El Exorcista (por algo turbio que se te mete dentro) e incluso hay algo del estilo de The Ring (estilísticamente). Pero no le llega ni a rozarlas. Porque todo lo paranormal de la peli se esfuma durante el tramo central del metraje, y sólo nos quedamos con desequilibrio y maltrato.

Como buena ópera prima, el autor se permite jugar y plantear el metraje de forma diferente a lo que estamos acostumbrados. Son pequeños detalles respecto a su tono y ritmo, pero constituyen un sello personal refresca la mirada del espectador.

Me ha tenido en vilo casi hasta el final intentando catalogarla en un género o en un estilo. Puro espíritu indie, aire fresco. El guión es sencillo, y está bien contado. No se le puede pedir más.

Un documental de 90 minutos que debería durar 30. Pocas cosas que decir, y las valiosas serían mejor aprovechadas en un reportaje breve (al estilo Vice) que en un supuesto largometraje exhaustivo.

Una vez presentados los personajes tienes la sensación de estar viendo la casa de Gran Hermano en una noche cualquiera: no ocurre gran cosa, no más de lo que ya te imaginas o de lo que ya te han mostrado.

Se queda en la superficie, porque no explora las razones que mueven a estas chicas a dedicarse al porno, ni se analiza el drama que puede suponer sentirse utilizadas por una industria de niñas de usar y tirar, ni se avanza en conocer el negocio que hay detrás.

Me gustan las películas que se toman su tiempo para empatizar con los personajes, y cuando crees que estás viendo a uno seres vivos (casi) reales, se gira el puzle al completo y el género se transforma en algo dañino para ellos.

En "La señal" tenemos un comienzo llamativo, bien contado, y con las suficientes dosis de misterio para querer saber más. Pero esos 20 minutos de metraje iniciales se desperdician por lo que vendrá a continuación. Un planteamiento inicial muy bien contado que se desdibuja hasta lo grotesco, incoherente y desesperante, porque se percibe como han intentado alargar una historia que no daba para más. Y podría haberlo lado, pero faltan demasiadas respuestas, y las que se dan: no encajan.