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Críticas de Peter Gabriel 77
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Críticas 235
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
26 de septiembre de 2010
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Notable gancho de Marcel Carné, un clásico reconocido cuya filmografía he ido drenando poco a poco en las últimas semanas y que precisamente me ha dado la mayor alegría con esta película, una de sus obras más olvidadas y donde su estilo resulta menos reconocible. Y ahí debe de estar el quid, por que tengo que reconocer que hay algo en Carné que me engancha, por que aunque nunca me noquee, ni siquiera en esta ocasión, donde vuelve a poderle el eau de camembert, nunca me decepciona y siempre vuelvo a por más. Por que Carné es más francés que la marsellesa, un romántico, un idealista, un croissant empedernido, pero lo lleva con garbo y su talento está fuera de toda duda. En esta ocasión, Carné, en todo un acto de humildad, vuelve su mirada al género pugilístico que Jolibud elevó a las alturas y lo hace suyo, facturando la única incursión francesa que yo recuerdo en un ring, en una historia que bebe de los referentes americanos pero que nos hace pagar el peaje del romanticismo, algo de lo que Carné no prescindiría jamás. La gran baza de la función es el eterno Jean Gabin, un tipo que con los años, a paso lento pero seguro, ha acabado por convertirse en uno de mis actores favoritos. Aquí lo vemos de nuevo reinando desde lo alto de la colina, y ni siquiera es un papel especialmente memorable, pero Gabin es mucho Gabin. Y Roland Lesaffre, un tipo al que sólo conocía por Teresa Raquín del propio Carné, da vida con cierto desparpajo y muchísimo realismo al boxeador de turno. Y he aquí un punto donde verdaderamente la película resulta memorable en su género: el realismo de los combates, o mejor dicho, del combate. Pocas veces he visto esta veracidad en una película del género. Carné adopta aquí un estilo casi documentalista y nos muestra un combate a tres asaltos en tiempo real donde vuelan los jabs, los directos y el furor del público llega hasta el propio sofá, mientras Gabin, el promotor del combate y la mujer de Gabin en la función, una espléndida Marie Daems, mantienen su propio combate de miradas a tres bandas mientras las hostias vuelan en el cuadrilátero en la que es, sin duda, la mejor secuencia de la función. En resumen, una película muy especial, donde el esquema tradicional del género resulta pervertido por unos personajes que no se ajustan a sus roles arquetípicos, como muy bien resalta mi compañero de taburete, y donde de nuevo el fatalismo romántico francés vuelve a hacer de las suyas en una recta final que no me dejó tan satisfecho como todo hacía preveer. Pero en fin. Ese era el aire de París, no cabe duda.
Peter Gabriel 77
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7
28 de agosto de 2010
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Encaré la velada con suficientes alicientes como para esperar una inesperada, siempre lo es, cariñosa bofetada del arsenal cinematográfico francés, aún tengo fresco en mi memoria el gozo que me deparó Almas Perversas de Dudivier y parecía que de nuevo pintaban bastos. Como decía, de buenas a primeras el asunto marcaba paquete: basada en una obra de Georges Simenon, clásico que sin volverme loco siempre he disfrutado, protagonizada por el gran Jean Gabin y dirigida por el director de la notable La Travesía De París, Claude Autant-Lara, película que me deparó un gran rato no hace mucho. Pues bien, finalmente mis mofletes salieron intactos pero con buen color, uno de esos casos en que los franceses te dejan pasar un buen rato sin abofetearte, ni para bien ni para mal. Es evidente que jamás tendré una historia de amor con Brigitte Bardot. Me fue completamente indiferente en la sobrevalorada El Desprecio y aquí, pese a componer un papel esforzado y meritorio, dicen algunos que uno de sus mejores, se me ha vuelto a atragantar. Epatada por su propia belleza, en un papel francamente odioso y empachada de esa típica frivolidad francesa que agudiza los tonos encabritando el final de cada frase hasta el sarpullido. Hay que reconocer que Bardot lo borda, pero yo la hubiera matado si hubiera sido mía, caramuro estaría conmigo en ésto. Por lo demás, Jean Gabin está espléndido, siempre lo está. Y la película, ya digo, se ve con agrado, pese a un metraje excesivo, veinte minutos menos le sentarían de fábula, (de hecho yo he visto la versión francesa, corre otra por ahí con 17 minutos recortados, entre ellos, supongo, el desnudo integral de espaldas que realiza Bardot y que conmocionó, ejem, a la Francia de la época) y ciertas carencias en el ritmo, por no mencionar a la Bardot. Y además, en última instancia, el entrañable y siempre efectivo fatalismo francés acude al rescate y maquilla los daños que cierto trotar somnoliento venía causando a la película. Cómo les gusta desde siempre a los franceses acabar con una buena puñalada. Y la verdad, siempre les funciona.
Peter Gabriel 77
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6
24 de agosto de 2010
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siguiendo con la filmografía de Vincent Sherman ayer le hinqué el ojo a esta Backfire, después de haber pasado un gran rato el día anterior con ese duelo de patatas bravas entre Petete y Claudio Lluvias que es El Señor Skeffington, probablemente la mejor película que filmó Sherman, una verdadera delicia con una Petete estelar. Aquí Sherman, todo un obrero del celuloide, un paleta de primera cuya carrera se vio tristemente truncada un par de años más tarde por la caza de brujas del maccarthismo, nos dejó una película solvente, que se ve con agrado, pero que no provocará manchas en la funda de ningún sofá, no. Protagonizada por un figurín con cara de zanahoria, Gordon MacRae, habitual en musicales de medio pelo de la época, rechina tanto en una película de corte negro que uno desea que aparezca La Motta en cualquier momento dispuesto a destrozar algo bonito. Y luego está Virgina Mayo pero como si no estuviera. Queda preciosa en el cartel pero su personaje está metido con calzador y aporta lo mismo a la película que a Nanuk una nevera en el polo norte. La dirección de actrices, una de las características más destacables del cine de Sherman, brilla por su ausencia. En esta ocasión es en los secundarios donde está la poca miga de este mendrugo, con Ed Begley, ese ogro con cara de troll que tanto se paseó por funciones de este tipo, aquí muy desaprovechado, o Edmond O' Brien, otro que tal. Por lo que al final nos queda no es más que un noir más, entretenido, veloz y a salto de mata, cuya media hora inicial presagia un par de pelotas botando al ritmo de Cherry Pie para quedarse finalmente en simple arrumaco, con una trama que avanza a toda costa, caiga quien caiga, como escrita por un buen guionista perdiendo el amor propio, cruzando la meta a manotazos pero dejando destellos de clase por el camino, como la del tipo que al plantearse qué negocio montar, tras pensar que no hay nada más seguro que los impuestos y la muerte, opta por una funeraria en una demostración de lógica aplastante. Y es que si a uno le gusta el tomate acaba cayendo también en el ketchup. Y en fin, hay que admitirlo, tan disfrutable como olvidable.
Peter Gabriel 77
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7
22 de agosto de 2010
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y de nuevo el mismo año que facturaron The Unfaithful, el tándem Sherman-Sheridan vuelve a unir fuerzas con resultados ligeramente inferiores, siendo generosos. Aquí no hay ningún Goodis dejando perlas en la boca de Sheridan y compañía, y se nota, y mucho. Y hablando de compañías, la verdad es que es una lástima también que no haya nadie aquí que le doble los solos a Sheridan, ni una buena base rítmica que la respalde. Me atrevería incluso a decir que eso la desluce al tiempo que la realza. Y es una lástima por que el papel, en principio, es un verdadero caramelo. Yo cuando vi el cartel y el título de la película pensaba que se me venía encima algo como una Tierney en Que El Cielo La Juzgue o una Crawford en Los Condenados No Lloran del propio Sherman, incluso, salvando lo necesario, una Hayworth en la eterna Gilda, esto es, una femme fatale de altos vuelos. Y no, ni Sheridan luce tanto ni pilota un vehículo que se lo permita. Tiene, eso sí, oportunidad para mostrar sus dotes como cantante, que por lo visto y leído, eran más que decentes, en la típica secuencia en un night club donde se pasea entre la plebe mesa por mesa calentando braguetas y rompiendo cremalleras. A esta Nora Prentiss, un casi ortodoxo noir pasional como tantos otros, le falta el gancho y la urgencia de la que hacía gala The Unfaithful, navega por aguas más conocidas y encharcadas. El guionista nos espeta, y Sherman consiente, un Applebite en mitad de la función, que rompe el ritmo, que tampoco es que viniera siendo galopante. Ni el qué ni el cómo son especialmente originales en este tramo central y encima Sherman les dedica demasiado tiempo y la película languidece, y uno empieza ya a bajar los brazos. Al menos en la recta final asoman unos platillos y uno fantasea con un Hands All Over para cerrar la velada. Y bueno, no llega a tanto, pero se aprecia la intención, y Sherman logra cerrar la función dejándonos un buen sabor de boca, con el espejismo de que hemos visto un noir especial.
Peter Gabriel 77
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8
18 de agosto de 2010
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra notable intriga perdida en el túnel del tiempo, esta vez firmada por Vincent Sherman, uno de esos directores de la época dorada que no llegó a filmar ninguna obra maestra que le permitiera escribir su nombre con letras de oro pero sí nos dejó un puñado de películas notables como La Ciudad Frente A Mí, Vieja Amistad o Los Condenados No Lloran. Esta es sin duda la mejor película que he visto de él hasta ahora. Mucha culpa la tiene David Goodis, un tipo que adoro. Goodis, al igual que otros gigantes como Thompson o Fante, se buscó la vida cual Holden en Sunset Boulevard, aprovechando el filón fichó con la Warner, y firmó novelas que desembocaron en guiones para el recuerdo como los de La Senda Tenebrosa o Al Caer La Noche. Más tarde sería el cine francés quien adaptaría sus obras, siempre reivindicando a los desheredados del otro lado del charco, con Tirad Sobre El Pianista de Truffaut a la cabeza. Incluso Fuller adaptaría, de manera más que personal, su Calle Sin Retorno, dando luz a un engendro desquiciado bastante curioso. En definitiva, hablamos de un glande, y su obra escrita se cuenta por erecciones. Y esta The Unfaithful es uno de sus trabajos en el Jolibud de la época, casi a la altura de sus cimas más prominentes, con un guión hábil, sólido e imprevisible, bastante inspirado en aquella otra maravilla de Wyler con Petete, La Carta, que va desmenuzando y ampliando las resonancias de un punto de partida aparentemente inócuo, el asesinato de un intruso en defensa propia por parte de una mujer en el salón su hogar. Esa debiera ser toda la información de que disponer antes de comenzar la función, aunque el redactor de sinopsis de la bendita licorería haga una estupenda labor a la hora de aguarle la fiesta a uno y restarle emoción al asunto. Goodis aprovecha la carrera para demostrar su buen hacer con un puñado de diálogos de altos vuelos y de paso reparte codazos en la línea de meta a la hipocresía social y al matrimonio. Vista ahora, guarda también algún que otro paralelismo con La Mujer Infiel de Chabrol, e incluso más con su remake americano, la infravalorada Infiel de Adrian Lyne, pero a mí me ha resultado mucho más lograda e interesante que ambas, aunque no tanto como la mencionada La Carta, hay que ver qué grande era Wyler, pese a sufrir unos subtítulos castrantes que merman la agudeza de Goodis y que subsané a duras penas con mi fiero y adormilado dominio del inglés. Y bien, no pondré más laureles sobre la cabeza de Goodis por que hay que decir que Sherman está a la altura del envite a los mandos, imponiendo un ritmo demoníaco desde el primer instante, con un logrado balance entre la intriga y el melodrama, y con un tono cercano al noir más pasional. Sin olvidar la labor de un magnífico reparto, encabezado por la nunca suficientemente bien ponderada Ann Sheridan, una actriz que ha ido conquistando mi corazón más y más con los años.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Peter Gabriel 77
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