Cuando ves un documental siempre piensas que se han dejado cosas por contar. Que lo más triste, gracioso, íntimo ó comprometido no se cuenta.
En este caso, lo que se cuenta es, a grandes rasgos, la vida de una familia, en los ojos de la madre, mujer y protagonista absoluta de este cuento moral, divertido y mordaz. Y Salmerón lo hace con inteligencia. Siendo actor, ofrece protagonismo a la actriz principal, que reconoce que puede dar mucjo juego. Y lo hace. Siempre con una sonrisa, es un documental que se disfruta de principio a fin. Toda una joya que nos descubre a una heroína de la vida: Julita Salmerón.

He dado un 10 a este documental. Otra de las rarezas de este singular realizador, donde se unen (con una belleza pasmosa), la relación de la pintura y el cine. El pasdo y el presente, y todo aquello que se le ocurra a alguno cuando vea sus 24 estampas.
Pero no es un 10 sino dos.
10 por la inabarcable preciosidad de estas postales. Unas secuencias que deberían seguir todos los directores de fotografía del mundo; y en las escuelas de cine.
Y otro 10 porque es casi insoportable aguantar sus 120 minutos de metraje. Por esa lentitud extrema y el esfuerzo que requiere por parte del espectador. Yo sólo he sido capaz de soportar 10 escenas de las 24. No podía más. Una cosa será la belleza y otro mi preciado tiempo. Yo no he podido más. Y ese 10 se lo gana por tener el valor de hacer una obra que reta a cualquiera a perder la paciencia y largarse. Como he hecho yo.

Malévola comedia negra, con unos concisos puntos de realismo social y de imaginación muy notables. Varios giros de su buen guión consiguen mantener el suspense hacia un final contundente. Me sobra el personaje de Antonio de la Torre (como siempre, muy bien en su papel), porque lo noto exagerado, en un par de situaciones que se pasan de lo creíble. El pesonaje de María León también me pareció un tanto flojo. Pero Javier Gutiérrez está excelente en su papel y cubre la pantalla de incertidumbre. Es una película inteligente que merece la pena ver.

Será estéticamente impecable, con un cuidado en la producción sobresaliente y por querer homenajear la original, ofreciendo un enfoque diferente. Pero Villeneuve no ha sabido plasmar la melancolía neo-punk que desprendía la obra maestra de Ridley Scott; y sus personajes son vacíos, huecos en diálogos y acciones. No se transmite nada. Y la acción es nula. Se supone que un Blade Runner mata replicantes; y aquí sólo se subraya hasta el exceso el pasado sin ninguna acción. Es una película larga y aburrida. Plagada de hologramas para dar ese enfoque mucho más estético que profundo. Y la película se diluye, se esfuma rápidamente. Y, encima, dejan la opción a seguir con la saga. Con lo bien que harían dejando en paz a la Blade Runner original. Pues se empeñan en entregarnos estas que dicen son "obras maestras" de la estética y el enfoque espacial. Innecesario esfuerzo.

Soberbias y veraces interpretaciones, que lo son todo, en una película axfisiante, lacerante; con un final que, por mucho que lo esperes, resulta un pozo sin esperanza, lleno de dolor. Proceso de malformación de una relación de pareja destrozada por la enfermedad, donde la mujer carga con el peso mayor de un presente doloroso y un inminente futuro sin salida. Y un hombre que cae mal. Egoísta y solitario. Por eso, la película habla no sólo del amor sino de las consecuencias del mismo.