Una de las peores películas jamás rodadas por Pedro Lazaga, en parte por la horripilante interpretación de los protagonistas. Pocas veces se denigró en una pantalla aún más un mundo ya de por si denigrante como es el mundo del toreo. El argumento es nefasto, y la construcción narrativa completamente deforme. Los personajes representan tópicos sin interés. Lazaga rodó este film en el mismo año en el que vieron la luz dos de sus mayores éxitos "Sor Citroën" y "Los chicos del Preu", y fue la única vez en el período comprendido entre 1966 y 1969 que dirigió un film ajeno a la productora de Masó. Pero el resultado fue desagradable, careciendo la película del toque especial habitual en el director porque viendo la película se nota que fue dirigida y planteada con desgana, casi como si se tratara de un simple encargo. Las figuras veteranas ya entonces del reparto estuvieron desaprovechadas y el sentido de lo trágico parece enfocado de cara a hacer una apología de la mal llamada fiesta nacional. Lo único que se salva es la fotografía que sin duda debió ser aprovechada para un producto más sólido que pudiera agradar minímamente al espectador. Mala película, sin nada que ver con logros anteriores y posteriores de su director.

Un sucedáneo de las películas clásicas de James Bond, que revela habilidad técnica en la persona de Alfonso Balcázar y que resulta patente ese buen pulso técnico sobre todo en las escenas con acrobacias automovilísticas que resultan espectaculares, y animan mucho la acción. Rodada con más holgura de medios de lo habitual en las producciones de la marca Balcázar, la película permite al espectador hacer turismo desde el sofá de su casa porque hasta tal punto se aprovechan bien las localizaciones ofreciendo una sensación viva de dinamismo y de velocidad narrativa. Hay que destacar también el excelente color que tiene el film, que fue debido al talento del operador Víctor Monreal quien falleció en accidente de tráfico siendo muy joven. Rosalba Neri era una presencia habitual en todo tipo de coproducciones de esta época, desde las intimistas como "Noche de verano" hasta las puramente comerciales. El protagonista es George Martín, que tras destacar como deportista conoció una trayectoria cinematográfica pintoresca que no se limitó a la de ser actor. Y como actor propiamente aquí en "Con la muerte a la espalda" está incluso más inspirado y eficaz que en los westerns. El film funciona en general, por lo que representa un entretenimiento saludable. Es un buen ejemplo de un cine comercial pero concebido con ingredientes de cierta calidad.

Una mezcla entre gore, intriga, turismo y romanticismo que resulta simpática y entretenida aunque la caracterización del monstruo no resulte muy agradable, entre otras cosas también porque para aterrar de verdad no podía dejar de ser desagradable. Los fondos musicales son muy bonitos tanto los eminentemente rítmicos como los que parecen impregnados de poesía. La película tiene cierta potencia visual y Amando de Ossorio se muestra capacitado agitando bien los sugestivos ingredientes de los que parte. Lo que más perjudicaría a esta cinta se fundamenta en la parte sangrienta, pues el monstruo arranca los corazones a sus víctimas, pero también es verdad que Ossorio se recrea lo justo en la ejecución de los crímenes corrigiendo a continuación de cada uno de ellos lo mostrado con planos estéticamente bellos y casi poéticos como ya decía. La película está dominada también por las majestuosas bellezas de Silvia Tortosa y Helga Liné, ambas con el poder de sugestión posiblemente más acentuado que nunca. Tony Kendall era un actor habitual de las coproducciones europeas de la época, y su interpretación nada deja que desear tampoco. El cóctel que se genera a partir de los elementos mencionados llama sin duda la atención del espectador. Se rodó con muchos más medios materiales de los que eran habituales en películas de la misma época y parecido corte.

Comedia con rasgos melodramáticos, uno de los títulos que componen la simpática filmografía de las gemelas Pili y Mili, figuras fundamentales a la hora de referirse al cine "Kitsch" español. Aquí reencontraron al responsable del lanzamiento cinematográfico de ellas Luis César Amadori, verdadero experto en películas de ambientes refinados y distinguidos. La película promete en los primeros momentos, con agradables panorámicas urbanas y un automóvil blanco descapotable que conduce el personaje de Fernando Luján, actor merecidamente muy considerado en México. Pili y Mili cumplen correctamente como era habitual en ellas y la película tiene un ritmo lento pero bien controlado, por lo que los aficionados a esta facción del cine "camp" pueden sentirse a gusto durante la proyección. A las protagonistas las acompañan todo un plantel de actores reconocidos en tierras aztecas, como Garasa y Cordero que están muy acertados también o Sara García, a quien los cinéfilos recordaran como la protagonista de la inolvidable película de Juan G. Atienza "Los dinamiteros". Es una película refinada y aunque no pueda poner de acuerdo a todos los espectadores resulta muy aceptable, a nadie estorba y tiene en su conjunto un tono peculiar. Se puede ver tranquilamente.

Una de las más aceptables películas de aquellas que componen el antiguo fenómeno conocido como el "Landismo", y que resulta ser preferible y superior a otras dos del mismo autor y protagonista que son "No desearás la mujer del vecino" y "Los días de Cabirio" que son francamente mediocres. La trama dentro de su intrascendencia y superficialidad esta bien llevada, con un ritmo equilibrado y por ello la película resulta discretamente destacable dentro de la filmografía del muy irregular Merino, que aquí sacó cierto partido del talento de Lola Gaos, quien encarnando a la madre del protagonista de la historia que queda contenta cuando nota ruidos en la cama del hijo y dice que en ella sólo notaran el calor de sus cuerpos él y la que en principio parece su novia compone un personaje entrañable y malicioso a la vez. En cambio Gracita Morales queda algo desplazada por no estar definido su personaje con la suficiente consistencia. Alfredo Landa está aquí mucho mejor que en "Los guardiamarinas" o que en "Novios 68", e incluso tiene momentos brillantes. Concha Velasco canta esa canción que dice cosas como "Evaristo no seas listo que te han visto" o "Venimos de Las Vegas y también de Nueva York", y desempeña el papel con soltura y dándole además todos los matices que requiere para que no resulte un personaje de una sola pieza. Es Concha Velasco quien anima más el desarrollo de este simpático producto.