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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de Ozymandias_Iskander
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Críticas 136
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
11 de agosto de 2021
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El cine iraní fue inaugurado por la poeta y directora Forugh Farrojzad con una obra maestra del documental como es La casa es negra. La vida, pese a la muerte podría ser el lema de aquella cinta que recorría un poblado de leprosos, mientras veíamos su día a día y resonaban versos que llenaban de poesía la vida de estas personas marcadas por la enfermedad. Pocos países tienen el honor de tener una historia del cine que comienza con una obra maestra, firmada por una mujer y además, poeta. Esta influencia en el cine iraní a la hora de colmar las imágenes de lirismo y pintar el blanco y negro con historias extrañamente hipnóticas es una característica que ha ido volviéndose propia del séptimo arte de este país. La directora Ana Lily Amirpour toma estas características en su película A girl walks home alone at night (Una chica vuelve a casa sola de noche), una obra fílmica que bebe del elemento fantástico del vampirismo para hablarnos de algo tan humano como es la soledad.

A partir de una trabajada fotografía en blanco y negro, y un lenguaje cinematográfico que juega con la visión de los personajes y la composición, donde los silencios llegan a decir más que la música como ocurriese en el Nosferatu, el vampiro de la noche de Herzog, asistimos a una película con personajes rotos que malviven en una realidad donde las trizas de los sueños hacen que sangre y esa sangre es la que alimenta al vampirismo.

Arash es un joven que convive con su padre, adicto a las drogas, y se enfrenta al camello que ha convertido su vida en insoportable, mientras que la chica a la que ama le ignora y la vida parece ser solo una burla para él: no importa lo que trabaje, lo que se esfuerce o lo que quiera hacer, parece que solo es una rata que no puede escapar de la alcantarilla donde ha nacido, esa Ciudad Mala que ejemplifica todos los pecados de su pequeño mundo, de un microcosmo enfermizo.

Mientras, la Chica es un misterioso personaje que surge como una figura nocturna, con su velo, más tarde con un monopatín que la hace volar en la noche, y que hace tiempo que rechazó al ser humano, condenado a ser vil y decadente, igual que ella ha tenido que aceptar su propia oscuridad, la oscuridad del vampirismo.

Y, de pronto, estos dos marginados se cruzan durante la noche. Y su vida, o su muerte, cambia para siempre.

El séptimo arte nunca ha hecho ascos al vampiro, un ser que atravesó las páginas para revivir en la gran pantalla. El cine de “quirópteros” ha vivido del blanco y negro desde que uno de los pioneros del cine como fue Murnau nos presentó aquella pesadilla que fue el hijo ilegítimo de Drácula: Nosferatu,una sinfonía de horror en 1922.

El hechizo de la noche había comenzado: los primeros noctívagos, pese a rehuir la luz del día, amaron la oscuridad de la sala cinematográfica y de ahí que los viésemos en el cine mudo y en los albores del sonoro con el Drácula de Bela Lugosi, pero ahí no se detuvo su vagar por el blanco y negro; como todo arte, su posmodernidad consiste, a veces, en revisitar las concepciones originales y darles un nuevo sentido, volvería a él muchas décadas después con la sordidez intelectual de La adicción de Ferrara (donde imperaba la drogadicción y el VIH como metáfora del vampirismo; que ya había surgido en otras cintas como The Lost Boys o Near Dark).

Las influencias continúan: A girl walks home alone at night no se olvida del amor condenado de El ansia de Tony Scott, de la desolación de Entrevista con el Vampiro o Byzantium de Neil Jordan o los vampiros modernos melómanos de Solo los amantes sobreviven de Jarmush, con sus vampiros vagan por el Detroit decadente y buscan volver a sentir algo tras una inmortalidad de hastío. E incluso así, su directora, Ana Lily Amirpour, le da toques propios con su maravillosa fotografía en blanco y negro: el al-amira convertido en capa de vampiro, Drácula como un mero disfraz, los pozos de petróleo robando la sangre negra de la tierra, los planos de spaghetti western... Contemplamos una película sobre vampiros que va más allá de la premisa para hablarnos de cómo la soledad, a veces, acaba juntando a los personajes más insólitos y dañados.

i pienso en la película, siempre me viene a la cabeza lo mismo: hay una escena maravillosa en la película, donde el joven Arash está a merced de la Chica, la vampira que podría alimentarse de él. Y en ese instante, ambos se debaten entre lo que quieren ser y lo que deben ser, mientras suena la canción Death de White Lies.

A girl walks home alone at night es una cinta excepcional que se sostiene en una sola escena, pero donde no sobra ninguna otra, donde su hora y cuarenta se hace corta. A muchos nos gustaría perdernos en la oscuridad del blanco y negro de estos personajes que acaban aceptando sus defectos, su pasado, sus terrores, sus demonios y su destino. A veces, más vale transitar la negrura acompañado que hacerlo eternamente solo y, al final, es en esa poesía donde destaca el cine iraní y donde una directora como Ana Lily Amirpour reinventa al monstruo más fascinante que es el vampiro. Siempre lo ha sido y siempre lo será.
Ozymandias_Iskander
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7
7 de agosto de 2021
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de escribir el guion de El amanecer de los muertos, James Gunn se había curtido dentro de la compañía Troma, el paradigma de la serie b o z de Lloyd Kaufman que nos dio cosas (no se las puede llamar películas) como El Vengador Tóxico. Tras los guiones de Sooby-Doo llegó Slither, pura parodia del cine de invasores alienígenas, a la vez que continuaba con la sátira en cosas como PG Porn antes de saltar a Super, su primera película decente y parodia de los cómics. El trabajo de Gunn llamó la atención de Marvel como para darle la dirección de Guardianes de la Galaxia, film que lo catapultó y lo encumbró como una de las voces más potentes del Universo Marvel, dirigiendo más tarde la secuela. Sin embargo, una serie de tuits considerados políticamente incorrectos (y con casi una década desde su publicación) llevaron a su despido en verano de 2018. Pero DC, que no pasaba por su mejor momento, lejos de achantarse lo contrató para hacer una secuela con aires de reboot de Suicide Squad, película de David Ayer que falló por las diferentes visiones sobre ese proyecto que tiene el dudoso honor de ser una película de superhéroes para quinquis (junto a la bochornosa Birds of prey). Gunn aceptaría llevar a cabo la película, mientras Marvel lo volvía a contratar y no solo le daba la tercera parte de Guardianes, sino un especial de Navidad (y DC le ha dado una serie Peacemaker para HBO). El resumen de este viaje es que The Suicide Squad recoge el estilo desenfadado de James Gunn en sus primeras películas de serie b, añadiendo la espectacularidad de la segunda mitad de su carrera. Y eso es una buena señal, aunque tenga sus problemas.

¿Recuerdas cuando Masacre (Deadpool) formaba un supergrupo en su secuela y dicho supergrupo moría a los cinco minutos? Pues ese chiste lo repite Gunn con el inicio de la película y, entre saltos temporales y cartelitos que recuerdan a un cómic, tenemos una película de acción colorida, loquísima como un cómic, llena de sangre y con un humor que, a veces, encaja, y a veces es como ese macarra James Gunn de sus comienzos. Se percibe cierto aire catártico en la cinta, es como si su creador, tras ser despedido por ser políticamente incorrecto, decidiese hacer una película con el mismo propósito de sus tuits: ser ácido, incorrecto y brutal dentro de este homenaje a la serie b.

Margot Robbie, Idris Elba, Viola Davis, Sylvester Stallone, Taika Waititi, Nathan Fillion, Michael Rouker, Joel Kinnaman, Peter Capaldi, Jai Courtney… La impresión es que todo el reparto se ha juntado para pasarlo bien grabando un corto de un colega que, en realidad, es una película de dos horas con mucho de todo y que no aburre, aunque sorprende por cómo desliza todo su presupuesto hasta hacernos pensar que es una de las películas de serie b con más pasta de la historia. Aunque carece del alma de sus Guardianes de la Galaxia, también se agradece que se haya hecho un intento de dotar de cierto trasfondo a personajes como Bloodsport de Idris Elba, que es algo más que el sustituto de Deadshot, o como Ratcatcher 2 de Daniela Melchior, una supervillana del tres al cuarto que controla a las ratas como lo hacía el yonqui de su padre. En el fondo, aunque con más gore y toques de humor gruesos, volvemos a la idea que persigue a Gunn de cómo unos marginados pueden marcar la diferencia, ya sea formando una familia de desgraciados o tendiendo una quebradiza amistad.

Y pese a tantas chorradas y tantas escenas que pueden chirriar, hay un sentimiento de que todo funciona en su conjunto y con un aire in crescendo que le sienta fantásticamente a la película: dictadores, guerrilleros, amigos que se hacen enemigos, una estrella gigante alienígena, zombis... y ese presentimiento de que todo va a ir a más funciona bien con esos personajes que no se sabe bien cómo saldrán de esta, ya que, quieras o no, te caen lo suficientemente bien como para aguantarlos dos horas.

La crítica al imperialismo de Estados Unidos y su guerra fría (no tan fría) en Latinoamerica, las repúblicas bananeras, los alienígenas con forma de estrellas, los supervillanos del tres al cuarto... Todo en la película tiene un aire ridículo que le sienta extrañamente bien a su conjunto. Uno nunca se la puede tomar del todo en serio y no importa ni siquiera cuando pasa a tener escenas bochornosas como el enamoramiento de Harley y Luna (que parece un anuncio de colonias) o time lapses de GoPro. Luego, Gunn se autohomenajea con la serie b o con ese Escuadrón Suicida a cámara lenta que recuerda a sus Guardianes de la Galaxia atravesando el pasillo antes de la batalla final contra Ronan. No todo funciona en la película y la hipérbole puede llegar a sacar a más de un espectador que espere otra cosa (pobre iluso), pero si lo que se busca es un simple entretenimiento, pues está mejor que otras cosas que DC y Marvel han estrenado.

Hay que advertir a ciertos fans de DC que tengan cuidado si buscan una de sus sombrías películas, porque aquí lo que van a tener es una broma ácida de dos horas y si el espectador está dispuesto a pasar por el aro se lo pasa bien con este cómic hecho celuloide.

Puede que ese aire malote que le ha dado Gunn funcione frente al aire malote de Ayer, porque el segundo se tomaba falsamente en serio aquella película de 2016 que no se decidía entre ser "oscura" o ser paródica. Gunn lo tiene claro desde el minuto uno: va a hacer lo que le dé la gana y, quien quiera disfrutarlo, disfrutará. Quien no... pues se le hará muy largo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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8
6 de agosto de 2021
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¿Existen los superhéroes en la vida real? El documental Superheroes de Michael Barnett para HBO presentaba la vida de una serie de personas que, cada noche, decidía disfrazarse para llevar a cabo sus heroicas misiones y retrataba la psique de unos individuos que decían trasladar sus fantasías del cómic a la vida real, como si fuesen modernos Quijotes. Si algo nos demostraba este documental es que la auténtica pregunta no era si los superhéroes en la vida real existían, sino si debían existir.

En 2010, el director James Gunn estrenaba Super, una película adelantada a su tiempo, antes del auge superheroico, y que buscaba retratar el patetismo de los vigilantes enmascarados y coloridos en nuestro triste mundo cotidiano. Fue antes de que el Universo Marvel Cinematográfico (que en parte ayudó a dar más vida Gunn, años después, con Guardianes de la Galaxia). Fue un dos años después de que El Caballero Oscuro de Nolan demostrase que se podían contar otras historias. Fue un año después de que Watchmen de Zack Snyder fracasase en el intento de adaptar lo inadaptable. Fue el mismo año en que, pese a algunos aciertos, Matthew Vaughn caía en lo falsamente espectacular en ese Quijote superheroico que era Kick-Ass. Y, pese a todo, Super rezuma humanidad y búsqueda de nuevos horizontes para contarnos una historia sobre un pobre hombre que decide convertirse en superhéroe callejero para salvar a su esposa, una drogodependiente secuestrada por un capo mafioso. Como más tarde hizo el documental de Barnett, reflejó el oscurantismo y el patetismo del superhéroe.

James Gunn levanta Super en Rainn Wilson, actor que se había hecho célebre por su Dwight de la fantástica versión estadounidense de The Office. Es difícil, después de leer la complicada vida del director, no ver un transunto de él mismo en el personaje. A su esposa la encarna una vulnerable Liv Tyler, mientras que, para el malo de turno, tenemos a un Kevin Bacon pasado de vueltas y un Michael Rooker que ya era el actor fetiche de Gunn. Aparte de algún descacharrante cameo de Nathan Fillion (otro habitual de Gunn) como un superhéroe mesíanico del spandex, el rostro más conocido es el de Elliot Page como una joven que desea convertirse en superheroína, aunque sea una maldita psicótica (o quizá, más que “aunque”, “porque”). De este modo, con una troupe de personajes demasiado realistas, Gunn satiriza a nuestra sociedad bajo el pretexto de parodiar a los superhéroes, un género que, al fin y al cabo, habla de todos nosotros.

Gunn, quien había trabajado para Troma y había realizado el guion de El amanecer de los muertos de Zack Snyder, se percibe a sí mismo como un guionista que, en esta película, retrata la imperfección de nuestra sociedad, bajo las melodías de un Tyler Bates más mundano de lo habitual. Todo esto es reforzado por una fotografía de Steve Gainer que pasea desde el realismo hasta la fantasía, sin olvidar las influencias de la serie b. Y lo que destaca es ante todo algo que ha hecho de James Gunn uno de los directores más interesantes de los últimos años: sabe ser polémico, sabe ser trangresor, sabe reírse, pero, ante todo, sabe cuándo contar una historia sobre un tipo roto que busca armarse de nuevo tras una máscara, como todos los superhéroes de cómic que pillan una.

Años después, Gunn despegaría con las dos entregas de Guardianes de la Galaxia y, tras su momentáneo despido por unos tuits, acabaría en su Distinguida Competencia para salvar los muebles con Suicide Squad, a la par que Disney, comprendiendo lo que había, le entregaba de nuevo a Star Lord y compañía para un especial de Navidad y una tercera parte que marcan su despedida de Marvel y, a saber, si de las adaptaciones de cómics. Poco más tiene que demostrar Gunn con el género cuando primero lo rompió con Super y luego lo volvió a construir desde la transgresión de la space opera y el cine de acción.

Mientras, en la ficción, siempre que se cometa un crimen, habrá un pequeño y triste hombre que se pondrá una máscara ridícula y, bajo el nombre de Crimson Bolt, chillará el “shut up, crime” que nos recuerda que la realidad no está hecha de pijamas y capas, sino de lágrimas y esperanza.
Ozymandias_Iskander
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8
30 de julio de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hombre lobo es uno de los monstruos más conocidos de la historia del cine, pero, sin embargo, goza de pocas películas de auténtico interés. Una de las pocas que merece la pena es En compañía de lobos, estrenada en 1984, y dirigida por Neil Jordan, quien se ganaría con ella la oportunidad de dirigir la adaptación de la novela Entrevista con el vampiro un par de años más tarde. Igual que ocurriría con la historia de Anne Rice, En compañía de lobos es una adaptación, en este caso de los cuentos de Angela Carter, que tienen como nexo a los lobos y los cuentos de hadas.

Desde el lobo feroz que tentó a caperucita pasando por los lobos imaginarios del mentiroso Pedro, y sin olvidar a aquel lobo que soplaría contra la casa de los tres cerditos, la figura de este animal se ha convertido en un símbolo atávico sobre lo prohibido, lo salvaje y lo misterioso. El lobo ya no es solo un lobo, sino que es un símbolo, y la licantropía, deudora del mito donde Zeus condenó al rey Licaón por dar de comer carne humana a sus anfitriones, ha evolucionado hasta hablarnos de lo más profundo de nuestra psique.

Contar un cuento es abrir una puerta hacia la advertencia. La mayoría de estas historias guardan una moraleja sobre lo que debe o no debe hacerse. Si miramos atrás, nos daremos cuenta de que los cuentos originales no eran obras inofensivas para niños, eran narraciones oscuras donde las hermanastras de Cenicienta se mutilaban los dedos de los pies para poder ponerse el calzado ideal o Caperucita moría bajo los colmillos del hombre lobo. Las advertencias de los cuentos funcionaban a través del terror, de ahí que este género, en el fondo, sea la transgresión que busca el conservadurismo en muchas de sus interpretaciones: no abandones el camino, no vayas solo de noche, no confíes en extraños…

Si una afirmación puede decirse de En compañía de lobos es que Neil Jordan consigue captar el aura pesadillesca de un cuento de hadas tradicional, a lo que se suma el aura de irrealidad y fascinación de la fantasía más pura. La película funciona como un sueño dentro de un sueño y, del mismo modo que el cómic Sandman lo haría años más tarde a través de la fantasía oscura, es todo un homenaje al acto de contar historias dentro de historias.

Mientras una joven duerme, en un mundo digno de un cuento de hadas la joven Rosaleen se enfrenta al duelo por la muerte de su hermana bajo las garras de los lobos. Pronto, esta niña obsesionada con los cuentos de hadas que le cuenta su abuela piensa que en la noche se oculta algo más que una bestia, puede que se esconda uno de los seres surgidos de estos relatos: un hombre lobo.

La dirección de Neil Jordan es lo suficientemente hábil para encerrar un halo fantástico a través de toda esta reinvención de Caperucita Roja, donde, como siempre, brilla Angela Lansbury al encarnar a una abuelita que parece escapada de los cuentos traidicionales. El resto del reparto, con David Warner, Sarah Patterson o Micha Bergese, entre otros, funciona perfectamente; a ellos se suman los cameos de Stephen Rea, actor habitual de las películas de Jordan, y un mefistofélico Terence Stamp, quien sustituyó a Andy Warhol.

En compañía de lobos es recordada, precisamente, por ser una película que funciona como cazador de sueños. Todo lo que vemos nos recuerda a los sueños, a los cuentos de hadas, a la fantasía oscura. Desde los bosques colmados de árboles y niebla, hasta esas pequeñas cabañas donde se narran oscuras historias, sin olvidar el simbolismo de pequeñas estatuillas de bebés que aparecen dentro de huevos. Pese a que la transformación del licántropo ha quedado añeja, sobre todo si la comparamos con la sobresaliente metamorfosis vista en Aullidos de Joe Dante, lo que importa de la película es su ambientación, elaborada por el malogrado Anton Furst, colaborador habitual de las primeras cintas cinematográficas de Tim Burton (creó Gotham), que quebró su carrera al suicidarse.

Si bien ha envejecido en algunos aspectos, como la música o los efectos especiales, es reinvidincable que sea una de las obras sobre licántropos que realmente quiere decir algo: habla del miedo, del deseo, del crecimiento, de la muerte, del salvajismo, de los secretos. Ya querría la mayoría de filmes sobre el tema o, simplemente, la mayoría de filmes del género fantástico, hablar sobre cualquiera de estas cuestiones, en vez de limitarse al sustito de marras.

En compañía de lobos, incluso con sus problemas de ritmo, continúa siendo, décadas después de su estreno, un perfecto retrato de la fantasía oscura, de las advertencias de los cuentos, del aullido que sacude la noche para recordarnos que nunca, pero nunca, nunca, abandonemos el sendero. Quizá, si cometemos tal temeridad, podríamos encontrarnos con el monstruo. Quizá, podríamos encontrarnos con nosotros mismos.
Ozymandias_Iskander
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7
24 de julio de 2021
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¿Por qué Guy Ritchie hizo Aladdin? ¿Por qué hizo Barridos por la marea? ¿Por qué hace proyectos que se quedan en nada como Rey Arturo? ¿Por qué se notaba tanto su desgana en Sherlock Holmes 2: Juego de sombras? A Guy Ritchie lo que le gusta en realidad son sus películas que tiran del submundo londinense como en Snatch, RocknRolla o en la reciente The Gentlemen. Imagino que para costear estas últimas sobre delincuentes debe hacer su trabajo mercenario en las primeras películas, los blockbusters... Si Aladdin era la confirmación de su terrible desgaste, The Gentlemen es un signo de esperanza que ha hecho que ya esté preparando una miniserie que ampliará el tono de la película.

Como Quentin Tarantino, ese espejo donde Guy Ritchie ha querido mirarse muchas veces, intenta centrarse más en la trama, en cómo se cuenta, que en lo que cuenta. Trocea, salta para delante, vuelve para detrás, se juega con la idea del metacine… Poco se puede decir del argumento: un señor del crimen, que controla el tráfico de marihuana, quiere ceder su trono sin que antes acaben con él, mientras un investigador privado chantajea a su segundo y narra los distintos enfrentamientos que ha habido para tomar el poder.

No esperen a Shakespeare (ni siquiera a Scorsese), esperen más bien una entretenida obra de género criminal que no aburre en ningún momento, aunque tire de la brutalidad y el salvajismo hiperbólico para aparentar que la trama tiene más de lo que tiene. Es la fórmula de Guy Ritchie y le suele funcionar cuando habla de lo que le gusta.

En parte, logra eso gracias a un reparto en estado de gracia donde destacan Matthew McConaughey como el mafioso que desea retirarse Michael Pearson, Charlie Hunnam como el lugarteniente con TOC Ray, Hugh Grant como el chantajista Fletcher y, en roles más secundarios, Henry Golding como el candidato a ser el señor de la mafia china Dry Eye, Colin Farrell como el liante a nivel de barrio Coach, Jeremy Strong como el hortera señor del crimen Matthew y Michelle Dockery como la señora de Pearson, Rosalind.

Durante las casi dos horas de duración, en The Gentlemen no hay momento para el aburrimiento: hay acción, traiciones, venganzas, humor, crítica a las drogas duras y a los antiguos lores ingleses que viven de las rentas (o lo intentan), del periodismo banal y de los nuevos medios como YouTube (donde cualquiera puede hacerse famoso colgando un crimen; hasta se hace un guiño a Black Mirror).

La próxima vez que Guy Ritchie haga alguna de las suyas, tendremos confianza en que sea algo como The Gentlemen, ya sabemos que, cuando no hace de las suyas, sino de las de otros, nos sale lo que nos sale. Hasta entonces, buena suerte, rey de la selva.
Ozymandias_Iskander
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