Una película tan trepidante como desafiante para el intelecto. Una trama que a veces es confusa y a veces muy confusa, con decenas de subtramas confusamente desarrolladas y enigmáticamente entrecruzadas, con varios personajes principales, muchos secundarios y cientos de figurantes con nombre y apellidos que sueltan una frase que es necesario memorizar porque puede ser clave dos escenas más allá. Mentalmente agotadora hasta un final que sólo puedo calificar de críptico y parece requerir, como mínimo, un segundo visionado y puede que entrar en algún foro para entenderlo.

Con todo, como decía mi abuela, algo debe de tener el agua cuando la bendicen: no puede ser tan incomprensible si han hecho cuatro remakes de ella (desde Hollywood hasta Bollywood pasando por Bangladesh y Corea del Sur). O sí. Allá cada uno, avisados estáis.

Para mí, la menos Scott de las películas del malogrado Tony Scott y, sin embargo, de las mejores o la que, por lo menos a mí, más me ha gustado. Y no es que yo fuese un hater o que su estilo comercial me desagradara, más bien al contrario, pero se me terminó haciendo pesada su repetitiva manera de manejar los conflictos, atiborrando espacios reducidos, cargados, axfisiantes, llenos de humo o iluminados para que se viese el polvo en el ambiente, con gente y más gente gritándose o encañonándose mientras soltaban frases potentes que podrían estar firmadas por Aaron Sorkin. Mi problema con Scott (Tony) fue siempre más bien argumental, al cabo de cuatro o cinco películas, me harté de su adicción a unos finales felices que se me antojaban ridículos y rocambolescos después de tramas, generalmente, verosímiles, bien llevadas y que requerían de giros de guion casi mágicos para llegar al desenlace que tenía en la cabeza. Y, par terminar de ser sinceros, también es verdad que creí durante mucho tiempo que se limitaba a hacer una y otra vez la misma película: un personaje central al que le pasaban toda clase de desventuras que, de una forma u otra, le llevaban a ser perseguido o a enfrentarse con una o varias facciones con la que terminaba enfrentándose en memorables duelos finales de los que siempre, contra toda lógica, salía ileso.

Por eso “Imparable” me resultó una sorpresa agradable. Es verdad que la presencia de su actor fetiche Denzel Washington hacía presagiar más de lo de siempre, pero no. Esta vez no hay secuestros, mafiosos o ajustes de cuentas. Por no haber, no hay ni peleas ni persecuciones a tiros. Scott nos sorprende con un thriller en que el malo, por así decirlo, es un tren desbocado al que un conductor desmotivado y su novato ayudante deben detener. Si digo que me gustó esta película particularmente es porque Scott demuestra su talento y para convertir en una trepidante peli de acción lo que en otras manos habría sido una simple peli de catástrofes, haciendo al público partícipe de toda clase de desafíos al límite que, obviamente, están algo exagerados pero se integran de una manera razonablemente convincente en una trama general que puede pasar por verosímil.

“Imparable” presume de estar basada en hechos reales y no requiere mucho esfuerzo del espectador para aceptarla como tal, ya que sus licencias creativas y conveniencias de guion son perfectamente digeribles en un conjunto que se hace inmersivo precisamente por no forzar las cosas, por sacar lo mejor de los personajes sin diálogos eléctricos, veinte mil filtros, encuadres locos, atmósferas recargadas o giros dramáticos. Con una factura técnica bastante convencional, algo alejada de su estilo, cede el foco a la acción en sí misma y resulta una película agradablemente natural dentro de su endiablado ritmo. Una película que no me importaría volver a ver. Con tus más y tus menos, echo de menos tu cine, Tony.

El caso de Ethan Hawke es curioso. Yo creo que es el tío más desencasillado de todo el panorama cinematográfico actual. Ves que sale en una película y es imposible saber si es romántica o de acción o un drama. Tampoco es posible saber hasta el último momento si es el bueno, el malo o el regular. El protagonista o el alivio cómico. Yo creo que le sobra ese aspecto de tío permanentemente necesitado de una ducha, pero bueno, él sabrá.

“Sinister” es una de las películas de terror más efectivas que he visto y gran parte del mérito es de esa aleatoriedad de Hawke que hace que sea imposible saber si es el bueno o el malo, si va a morir o va a sobrevivir. Es más, con Hawke no se puede prever si es una cinta de terror blando que no se atreverá a ciertas cosas o por el contrario va a traspasar fronteras a las que pocos se atreven cuando se habla de familias envueltas en casas misteriosas. Así que mejor no sigo. Sólo decir que es una película de terror inteligente que se toma su tiempo para crear una atmósfera tan inquietante como intrigante en la que llega a su desenlace con las expectativas por todo lo alto porque, literalmente, cualquier cosa puede pasar. Y hace falta talento y buena mano para que el espectador acepte aguantar una hora y media de preparación: las historias de la familia y la casa son suficientemente interesantes como para no poder dejar de ver el final, más que con algún esporádico susto aquí y algún sobresalto ocasional allá.

Con el terror pasa como con el picante: todos tenemos nuestros gustos, nuestros umbrales y nuestros límites, pero, con independencia de las particularidades de cada uno y de lo mal que nos deje del cuerpo a cada uno, “Sinister” es atrevida y novedosa. Yo diría que hasta sorprendente. De las pocas películas de terror que recomiendo.

Pocas películas constituyen un ejemplo más representativo de lo caprichoso e indescifrable de los gustos del público. “Divergente” y su saga lo tenía todo, o casi todo, para afianzarse sin problemas como una rentable franquicia de películas de ciencia ficción juvenil. El tan consabido como inevitable eje central constituido por el amor imposible entre una chica llamada a hacer grandes cosas y un chico de corazón noble (legado por su antepasado cercano “Crepúsculo”) es envuelto por un misterioso cataclismo o evento apocalíptico que ha generado un futuro distópico en el que los restos de la humanidad han sido confinados a una ciudad rodeada por un muro y se han organizado a la manera Huxleyana, con castas condicionadas para constituir una parte de la sociedad sin deseo ni posibilidad de evolucionar o mejorar. Unos garantizan el orden de acuerdo a la justicia que establece otra casta y todos viven de lo que cultivan los que se dedican a eso. Hay un cuarto grupo, el más desconcertante, cuyo único fin es ayudar a los necesitados, generalmente personas que no se han adaptado a ningún estamento y malviven como parias.

Puesto así, puede sonar un poco rocambolesco y, la verdad, es que una vez escenificado no mejora: el planteamiento no es que deje numerosas lagunas que es de esperar que el desarrollo de la película vaya rellenando, sino que presenta numerosas inconsistencias sobre la viabilidad del propio sistema. Pero el guion logra distraer al espectador del fondo y focalizarlo en la protagonista y sus desventuras con unos conflictos y unas aventuras bastante bien llevadas como para hacer relucir su poderoso reparto. Como en su día “Al salir de clase”, “Divergente” ha resultado ser toda una cantera o trampolín para chavales que hoy por hoy se han hecho un nombre propio como Miles Teler, Shailene Woodley, Ansel Elgort o Jay Stevenson… por no hablar de la presencia de una Kate Winslet que no suele participar en algo si no lo ve muy claro.

A mi modo de ver, el producto funciona. Luego te puede gustar más o menos o se puede discutir sobre su calidad, pero funciona. El mayor peligro de este género es que aburra o que los protagonistas se hagan odiosos, pero no. Los chavales son majos y el ritmo general es bastante alto sin resultar alocado, todo el rato están pasando cosas y no todo gira alrededor de si el chico le pone a la chica o si la chica elige entre varios chicos. Como mínimo entretenida, con conspiraciones razonablemente inteligentes y yo creo que bastante equilibrada en lo que se refiere al balance entre información proporcionada para entender el universo y información oculta de cara a mantener el interés en futuras entregas.

Aún hoy se me antoja inexplicable el por qué de su fracaso. Por si alguien no lo sabe, es mejor que sea consciente cuanto antes de que hay una segunda parte y la primera entrega de la tercera… pero nunca se llegó a rodar el desenlace (y dudo que se haga con unos protagonistas ya creciditos y casi todos volando en producciones de más enjundia). Por lo que la única forma de conocer el final es leyendo las novelas. El caso es que no despertó gran entusiasmo ni en la crítica ni en el público. Lo de la crítica es entendible, lo mismo de siempre, que no acepta que una película sea comercial o simplemente sea entretenida. Lo del público quiero pensar que estaba saturado de trilogías juveniles, incluso entre productos distintos pero que compiten en la misma categoría como Los juegos del Hambre (LJDH) y esta Divergente. También puede ser porque LJDH, además de contar con Jennifer Lawrence, tenían un formato más cinematográfico en consonancia con su dimensión de un mundo amplio, con Distritos periféricos y rurales controlados por un Capitolio urbano, tecnificado y decadente que generaban un contexto político fácil de entender y, a decir verdad, más vistoso. Divergente tiene un formato más televisivo, más oscuro, acorde al ambiente cerrado y limitado a una ciudad ruinosa en el que se desarrolla y aunque las relaciones entre facciones pueden ser fascinantes, tienen un carácter político y cotidiano que puede desmotivar al espectador por tener los pies demasiado en la tierra y no sacar partido a todo su potencial de ciencia ficción.

No sé. Sea como sea, “Divergente” fue una película interesante pero fallida, que marcó el inicio del fin de las sagas juveniles, acostumbradas a petarlo con cualquier propuesta de chavales del futuro peleando por un mundo mejor. Yo creo que algún día habrá nuevamente demanda y volverán.

Otro ejemplo de esas comedias románticas de la primera década del siglo que pretendían ser disruptivas y vanguardistas tocando temas que, según los estándares de la época se podrían considerar escandalosos y que hoy en día ya no sonrojarían ni a una abuela. Por decirlo sin rodeos, “Sin compromiso” aborda el tema de los follamigos que, si bien en 2011 tenía algo de lejano, de provocador y de leyenda urbana, hoy en día está institucionalizado y todo el mundo asume que el que no tiene una agenda de desfogue (con independencia de su edad) es porque no quiere.

“Sin compromiso” es, en cierto modo, víctima de su tiempo y no puede dejar de plantear el tema del sexo sin más, planificado y sin afán reproductor con un enfoque conservador, casi Disney, con una pareja presentada como muy moderna, sofisticada y folladora, que no puede dejar de ser víctima de sus sentimientos. Interpretativamente Portman está por encima de la película y Kutcher algo por debajo, pero entre ellos surge cierta quimica porque sus niveles son igualados por un guion que habla del tema con muchos tapujos, casi sin conocimiento, de oídas, presentando lo que a la producción le suena que es eso de los follamigos o lo que cree que la gente entiende como tal. Así, sus personajes se ven forzados a ir por donde les dicen con toda clase de automatismos y los previsibles gags en las circunstancias más esperables y picantonas.

A pesar de ese sesgo que lleva a presentar a la pareja como dos personas perdidas moralmente en busca de redención, más que a dos chavales con ganas de disfrutar y lo que surja (o precisamente debido a ese sesgo) la película se mantiene siempre en los cauces del decoro y el razonable buen gusto… y se puede ver hoy en día con cierta indulgencia, sólo por pasar el rato viendo a dos jóvenes enfrentarse a situaciones emocionales simpáticas, pensando en cómo cambian los tiempos, Da escalofríos pensar qué habrían hecho otros con este guion o esta idea.