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España España · Valencia
Críticas de Carorpar
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Críticas 1,113
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
11 de diciembre de 2023
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con todos los peros que se les quieran poner, Jordan Peele, M. Night Shyamalan y Adam McKay son realizadores con una voz propia y bastante buenos en lo suyo. Sam Esmail, en cambio, se conforma con emularlos. A los tres, a la vez. En consecuencia, «Dejar el mundo atrás» remite primero a «Nosotros» («Us», 2019), a «El incidente» («The Happening», 2008) después, y a ratos a «No mires arriba» («Don't Look Up», 2021), sin llegar a decantarse por ninguna de ellas. En dicha indefinición radica el pecado, imperdonable, de esta película.
En efecto, unas premisas por demás sugestivas —que el Apocalipsis, en forma de gran apagón digital, te pille en el Airbnb— naufragan porque su desarrollo no acierta con el tono que demandaba la historia. Tímida en el componente «blaxploitation» e ineficaz en su vertiente cómica, si «Dejar el mundo atrás» pretendía erigirse en sátira de cierto preparacionismo «redneck», acaba por parecer una apología de éste, trasluciendo un subtexto «libertarian» un tanto peligroso.
Esmail se muestra capaz de planos de innegable potencia —caso del embarrancamiento del petrolero, o del atasco de teslas accidentados—, así como de crescendos de alta tensión envueltos con unos reseñables efectos sonoros. No obstante, manifiesta un equivalente y desalentador talento para cortarnos el rollo intercalando plúmbeas escenas donde los personajes se echan copazos y vapean mientras se cuentan cosas que el espectador o bien sospecha o —lo que es peor— ya sabe.
En el apartado interpretativo, uno de los a priori puntos fuertes de la película, la pareja de mediana edad integrada por Ethan Hawke y Julia Roberts funciona en gran medida por la profesionalidad de ambas estrellas. Por contra, no existe el mínimo atisbo de química entre Roberts y Mahershala Ali, prueba fehaciente —y algo bochornosa— de lo cual es el bailecito absurdo que se marcan en culminación a uno de los flirteos más aberrantes nunca filmados.
Hawke sí resulta creíble en su construcción de un arquetipo —urbanitas de sólida formación académica y, sin embargo, total y absolutamente desarmados cuando se cae el WiFi— que caracteriza con cáustica fidelidad el mundo que se nos está quedando. Mención especial merece Myha'la Herrold, vista en la última hornada de «Black Mirror» (ídem, 2011-Actualidad), quien se los lleva a todos por delante con esa naturalidad deslenguada y barriobajera a la que, definitivamente, le hubiera sentado mejor la dirección de un Jordan Peele.
Carorpar
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7
5 de diciembre de 2023
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Estupenda película de Woody Allen. Seguramente no alcance las cotas de genialidad de sus obras de la década anterior, pero en numerosos pasajes se acerca bastante.
La coral siempre es una apuesta arriesgada, habita cuenta del riesgo de irregularidad que comporta. En el caso de «Hannah y sus hermanas» sí se aprecia cierto desfase de calidad entre las escenas protagonizadas por el realizador neoyorquino y el resto. Efectivamente, su neurótico sempiterno —aquí un hipocondríaco obsesionado con la muerte y la nada— resulta lo mejor de una cinta donde, sobre todo durante su primer tercio, el maridaje entre comedia urbanita marca de la casa y el drama familiar de impronta bergmaniana —hasta Max Von Sydow figura en el reparto— no acaba de desarrollarse con total fluidez.
Ahora bien, con el paso de los minutos los personajes, al principio —insisto— un tanto desubicados, se asientan, lo mismo que las problemáticas relaciones entre ellos, ganando el conjunto del film en coherencia y consistencia. A ello ayuda sobremanera un elenco de campanillas. No recuerdo haber visto nunca a Woody Allen tan lujosamente rodeado, y eso que gusta de carteles rutilantes, especialmente en el tramo más reciente y —por paradójico que se antoje— menos acertado, salvo excepciones, de su carrera. Michael Caine entrega un trabajo de antología en la despreciable piel de ese contable adúltero y con tumefactas ínfulas intelectuales. Óscar merecidísimo.
De gran mérito es también la fotografía de Carlo Di Palma. El pantone cálido que preside sus imágenes dota a la película de un aura acogedora, como de hogar en invierno, que acentúa el (raro) optimismo existencial del desenlace. Ni que decir tiene que Central Park y cualquier calle de Nueva York, hasta la más insignificante, atesoran una fotogenia inigualable. Redondea la función una banda sonora, como siempre, excelente. La mezcla de Bach y jazz resulta sencillamente encantadora.
Carorpar
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8
2 de diciembre de 2023
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta improbable mezcla de «La visita» («The Visit», 2015) y «The Deuce» (2017-2019) funciona a las mil maravillas y definitivamente me ha supuesto un hallazgo gratísimo. Tanto es así, que ya hay precuela, «Pearl» (ídem, 2022) y una secuela, «MaXXXine» (ídem), se estrenará en 2024.
Dirige Ti West, hombre orquesta habitual del subgénero con unas tasas de actividad rayanas en lo estajanovista; habida cuenta de lo tal, y de los exiguos presupuestos que se suelen manejar en el mundillo, jalona su carrera un puñado de bodrios. Ahora bien, aquí, y contra todo pronóstico, da en el clavo… y nos lo mete por el ojo hasta el bulbo raquídeo.
El guion, muy inteligente y obra del propio West, elude todos y cada uno de los tópicos del adocenado cine de terror de las últimas décadas, haciendo avanzar la historia a golpe de genuinas sorpresas y muertes por demás ingeniosas. El humor negro con un punto caricaturesco que impregna la primera mitad de la cinta acaba tornándose una amargura sencillamente desoladora.
La fotografía a cargo de Eliot Rockett presenta unas texturas terrosas que contribuyen con suma eficacia a la ambientación setentera. Lo mismo sucede con ciertos jugueteos cromáticos, en deuda con el inefable «giallo». La panorámica que prologa la película, o el plano cenital de la protagonista nadando despreocupadamente con un gigantesco caimán detrás, constituyen dos ejemplos palmarios de que «X» atesora bastantes más quilates de lo que es de uso. El montaje, pródigo en guiños traviesos y rimas internas, también resulta digno de encomio.
Hasta Mia Goth, que nunca ha sido santo de mi devoción, entrega un trabajo de indiscutible solvencia. Algo más retraída se ve a Jenna Ortega, si bien su personaje no invitaba a las alharacas de los del resto del reparto. Todo lo contrario que Britanny Snow y, especialmente, un Martin Henderson a quien, pese a su pasaporte neozelandés, le sienta como un traje a medida el rol de productor texano de cine porno, sombrero de cowboy incluido.
Carorpar
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7
26 de noviembre de 2023
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el momento de su estreno «El hombre del norte» dejó algo fríos a los espectadores, tropezón de taquilla que cabe entender en un contexto de crisis del cine en su formato tradicional, derrotado —vapuleado— por las plataformas de contenidos, y a causa de una campaña de promoción, a mi juicio, errada, toda vez que prometía una cosa diferente a lo que la película acaba dando. En efecto, de los sucesivos avances cabía colegir una historia del estilo de «Vikingos» («Vikings», 2013-2020), con su medida combinación de violencia, polvos, intrigas de primero de maquiavelismo, dentaduras perfectas y torsos de calendario; fórmula, por otra parte, agotada, tal como viene poniendo de bochornoso manifiesto el bodrio de «Vikingos: Valhalla» («Vikings: Valhalla», 2022-Actualidad).
Encontramos, en cambio, lo más parecido a la plasmación en imágenes de una saga nórdica que habrán visto en pantalla. No en vano, adapta la «Vida de Amleth», incluida por Saxo Grammaticus en su «Gesta Danorum» y en la que se basó Shakespeare para su inmortal «Hamlet». El tempo narrativo medieval —la antología de Saxo Grammaticus data del siglo XII; el relato original, transmitido oralmente de generación en generación, de mucho antes— difiere sobremanera de los sincopados gustos actuales, y eso que el de las sagas es un género bastante pródigo en acción. Sumémosle la mórbida atracción de Robert Eggers por la recreación de los viejos usos folclóricos en su versión más turbia —«La bruja» («The Witch», 2015) constituyó una gloriosa declaración de intenciones a tal respecto—. El resultado está a años luz de la entretenida superproducción que muchos —desconocedores seguramente de la obra de Eggers— esperaban disfrutar entre puñado de palomitas y trago al refresco de litro.
Personalmente, me ha gustado mucho. Berserkers y eucaristías lisérgicas aparte, creo que Eggers capta con fidelidad el espíritu de la épica nórdica, en absoluto fácil de procesar —más allá de romantizaciones y caricaturas de raigambre wagneriana— bajo los parámetros grecolatinos y judeocristianos con que seguimos entendiendo el cosmos: Yggdrasil es un concepto sumamente extraño a los dualismos platónicos en que solemos movernos, lo mismo que la posibilidad de matar a un fantasma —¿Cómo se puede matar lo que ya está muerto?—. Hay hasta un par de «kenningar» —Rey cuervo, asesino de hombres— francamente bien traídas. Y para quienes no renuncien a una festiva tormenta de hachas —la «kenning» corre ahora de mi cuenta—, la escena del asalto a la aldea rusa y, muy especialmente, el duelo final a las puertas del Averno satisfarán con creces su sed de sangre y casquería.
Carorpar
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3
25 de noviembre de 2023
13 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el momento de su estreno, a «No tengas miedo (Cobweb)» nadie le hizo ni caso. Antaño hubiera sido carne de videoclub, pizza y porros —lo último, opcional; no se me acuse de promover el consumo de sustancias nefandas—. Hoy, coincidiendo con su inclusión en el catálogo de Prime, proliferan los artículos laudatorios en términos de joya injustamente desapercibida. Qué casualidad.
En los casi 130 años de historia del cine no faltan los ejemplos de películas en su día ignoradas y después elevadas a los altares. Ahora bien, entre ellos no se cuenta la cinta que nos ocupa. Al contrario —y digámoslo de una vez—, se trata de un bodrio sin paliativos. La verdad, no sé por qué —más allá de un masoquismo muy poco saludable— sigo dando oportunidades a los modernos perpetradores —que no cultivadores— del subgénero.
Empezando por su título, nada en «No tengas miedo (Cobweb)» presenta el más remoto rastro de originalidad —creo que está rodada en Bulgaria (!), lo único—. Así, tenemos la trillada receta de niño insomne, progenitores túrbidos, casoplón por reformar, bajantes atascadas, maestra metiche, su poquito de «bullying» y el ente maligno, malo, malérrimo y despeinada. Como a sus (i)responsables se les quedaba corto el asunto, añaden media horita y el tropo de la pandilla brutalizadora, con sus máscaras de animales y sus bates de béisbol de rigor.
En cuanto a las interpretaciones, a la mirada de Lizzy Caplan, a medio camino entre lo felino y lo alienígena, le sienta como un guante el rol de madre trastornada. A Antony Starr, en cambio, se le ha quedado por siempre jamás la cara —y los leggins— del Patriota. No puedo evitar imaginármelo tirando rayos por los ojos cada vez que se cabrea con el disruptivo chiquillo. Éste, interpretado por Woody Norman, resulta tan cargante como la mayoría de los de su edad.
En fin, sólo durante un breve pasaje que parece material descartado de la saga «Insidious» (2010, 2013, 2015, 2018, 2023 y lo que nos queda), alcanza «No tengas miedo (Cobweb)» a infundir una mínima inquietud. Supongo que con eso está todo dicho.
Carorpar
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