"Furiosa" es una precuela-secuela: es decir, es de esas películas que siguen después de otra película de éxito, pero que explican lo que pasó antes de dicha película de éxito. Como suele pasar en estos casos, a los que nos gustó una, vamos bastante predispuestos a que nos guste la siguiente y la única preocupación que nos agita es no si será mejor (ojalá) sino si al menos no será sustancialmente peor. Es decir: si al peliculón número 1 no le seguirá el bodrio número 2, cosa que no es inusual en este nuestro mundo cinéfilo.

La primera buena noticia, es que "Furiosa" no es un bodrio. Aunque no te entusiasme (y a mí me ha entusiasmado), como mínimo hay que reconocer que es una gran película de acción, adobada con los ingredientes de género más gourmet que cabe imaginarse. Entre ellos a destacar por encima de todas las cosas un trabajo de fotografía absolutamente apabullante, que lo mismo te sumerge en un atardecer glorioso en el desierto, que te hace vibrar con set pieces de acción de una teatralidad tan épica y dramática como cualquier buen montaje de la Fura del Bauls. La historia no es particularmente elaborada - tampoco hace mucha falta - y los diálogos caben en una servilleta del Starbucks, pero el carisma de la protagonista y el dramatismo que Miller consigue inyectar en sus sabrosos mejunjes visuales, consiguen hacernos partícipes de esta eléctrica odisea de venganza destinada a vapulearte desde la primera persecución automovilística hasta la última, tras las cuales saldrás con ganas de sacudirte el polvo y de tunearte la moto.

Con todo esto, ya sería una película lo suficientemente apreciable por sí misma. Pero además, forma un díptico perfecto con 'Fury Road". Si la primera narraba una aventura desértica con un enfoque más directo, presentista y urgente, "Furiosa" se alza al cielo y despliega sus alas para abarcar un historia mucho más extensa en el tiempo, logrando brindarle a la historia un trasfondo que aporta aún más épica a la historia de esta trágica heroína que pasa de los ojos de Charlize Theron a Anya Taylor-Joy sin perder un ápice de grandeza.

Por demás, la aventura sigue con los escenarios que ya conocemos, algunos personajes que bien podrían tener una historia propia (Dementus y Pretorian Jack, sin ir más lejos), mucha imaginería salvaje y muchas persecuciones, apenas interrumpidas por algún que otro pedacito de trama. El contrapunto épico me decanta por esta "Furiosa", pero aunque esto a mí me la mejore con respecto a la anterior, lo cierto es que no sabría decir con cual de las dos he disfrutado más. Por suerte, no es una competición y Miller ha facturado una extensión nada excluyente de esta gozosa experiencia palomitera que gustará incluso a aquellos que no aspiren a llegar a ningún Valhalla. A por la tercera.

Me ha desconcertado esta película. Tiene un punto de partida muy jugoso: el protagonista deja embarazada a una compañera de trabajo, mientras busca tener un hijo con su pareja oficial. Todos sus actores - en especial Julieta Zylberberg - hacen un trabajo espléndido, delicado, emocional y lleno de matices. Y a pesar de que es una película pausada y que hay escenas en las que literalmente no pasa nada relevante, tampoco es tediosa.

Todo apuntaba a una de esas películas hermosas y sutiles sobre los pequeños dramas íntimos de cada cual. Lo frustrante es que con todos esos buenos elementos, es como si faltase algo. Da la sensación de que la historia se queda a medio hacer. Apunta a varios posibles caminos narrativos, pero no se introduce del todo en ninguno de ellos, ni queda claro la relevancia de alguna subtrama en la historia (la de la jefa temible, o la de los propios protagonistas). Es difícil llegar a alguna conclusión sobre lo que se contempla sin hacer un sobreesfuerzo de imaginación que ya no pertenece a ninguna sugerencia de su guion.

Una lástima porque realmente podría ser una muy buena película y te deja el sabor un poco decepcionante de una comida muy bien preparada, pero a la que alguien se le olvidó echar suficiente sal.

La tragedia de los Andes es una de las historias más increíbles de supervivencia que almacenamos en nuestra memoria colectiva.

Muchos la conocimos por primera vez en un cine, allá por los 90, gracias a la "¡Viven!" de Frank Marshall: una adaptación del libro homónimo que estaba bastante bien y que contaba con algunas escenas verdaderamente duras e impactantes. Hubiera podido quedarse como una versión definitiva muy potable, hasta que llegó "La sociedad de la nieve". Que replica las virtudes de la película noventera e incorpora unas cuantas más de su propia cosecha, convirtiéndola en una reformulación más grande, más larga, más emocionante y aún más dramática que su predecesora.

No sé si todos los detalles que se reflejan en pantalla son verdad. Dudo mucho que se pueda replicar con exactitud todo lo que vivieron estos muchachos, dado que además los propios supervivientes habrán hecho su propia reelaboración de lo que experimentaron. Pero es incuestionable la honestidad que rezuma. El periplo de este grupo realmente cala en el corazón; da la sensación de que su conjunto de jóvenes actores canibalizó, de alguna manera, el espíritu de aquellos fantasmas de la nieve, tal es la sensación de compañerismo, amistad y solidaridad que transmiten a lo largo de toda la historia. Es gracias a ellos y a un guion que alterna sabiamente diversos climas narrativos, que la impresión que nos queda al final sea inspiradora, aunque no esquive en absoluto el dolor y el desgarro.

¿Se pueden poner objeciones? Hay comentarios que se quejan de la duración, pero a mí tampoco me resultó excesiva. Lo larga que te resulte una película es algo muy relativo: si te entretiene, difícilmente te parecerá excesiva, más bien todo lo contrario. A mí no me aburrió y aprecio, además, que se introduzcan algo más que escenas "survival". Me conecta con los personajes no sólo que hagan avíos para sobrevivir, sino que se sienten a recibir el calor del sol, que fumen cigarrillos, que compartan rimas o que charlen entre ellos. El ser humano tiene la virtud de crear cotidianeidad incluso en las situaciones más inimaginables y esto también es parte del viaje, de la vivencia.

También hay reparos por la falta de especificidad psicológica de los personajes. Es claro que el mayor desarrollo corresponde a dos de ellos (Numa y Nando) y los demás están un poco desdibujados, de hecho a veces, es fácil confundirlos. Por otro lado, me parece complicadísimo que se trace una semblanza compleja de tantas personas/personajes. Entonces, la película tendría que ser mucho más larga y ahí sí que tendríamos más motivos para quejarnos.

"La sociedad de la nieve" no es la clase de proyecto que revolucionará nada, ni determinará una nueva manera de hacer cine. Pertenece a un orden distinto de películas: la clase de grandes obras populares que invitan al público a darse un baño de masas en los cines, a vibrar al unísono, disfrutando de una de las más sociedades más plenas y viscerales que pueden establecer las pantallas con el público: la sociedad de la empatía. Si no otra cosa, la película de Bayona es el perfecto enlace visual que nos conecta emocionalmente con las vivencias de otras personas. Su espíritu, sin duda, trasciende a su carne.

Tengo un recuerdo de infancia de una caja de juegos de mesa. Creo que era de Falomir. Tenía dibujado en un lateral un cartelito que me hacía mucha gracia, porque decía que era "para niños de 8 a 88 años". Debía ser una broma, pensaba yo al intentar imaginarme a una persona de 88 años como un niño. Qué poco sabía yo.

Por supuesto, "La canción del mar" es una de esas historias para niños de 8 a 88 años.

El espectador infantil encontrará un embrujador cuento lleno de mística irlandesa, críos aventureros e imágenes de arrebatadora belleza, mientras que el espectador adulto descubrirá exactamente lo mismo y muy adentro - como si fuera una cajita secreta escondida dentro de otra cajita más vistosa- un relato melancólico y desgarrador sobre la pérdida, los estragos del duelo y el eterno misterio de cómo volver a empezar.

Tomm Moore se consolidaba como uno de los animadores más brillantes del cine europeo con esta pequeña obra maestra, un extraordinario viaje físico y alegórico que nos recuerda que - como diría Herman Hesse - somos seres humanos y "vivimos tan sólo de nuestros pobres, hermosos y magníficos sentimientos."

Sin duda, disfrutable y emotiva para todas las edades. Pero siempre que sean niños, que sigan siendo niños.

Delicia absoluta esta aventura de espada y brujería ambientada en el extenso universo "D&D". Si eres un espectador casual, te vas a encontrar con una película de fantasía muy disfrutable, pero si eres jugador de rol o echaste a perder tu adolescencia (y volverías a hacerlo) con el "Baldur's Gate" y derivados, simplemente delirarás de placer.

No es una gran obra maestra, quizás simplemente porque no necesite serlo: es perfecta en su género, en su estilo y en su entrega incondicional al público, al que no sólo brinda entretenimiento, sino la experiencia de una verdadera partida de rol de mesa transformada en película. Las risas, las pifias, las subidas de nivel, las aventuras locas buscando tesoros en castillos llenos de trampas y la increíble experiencia de caminar por otros mundos, junto a tus amigos, a través del puro poder de la imaginación compartida. Lo único que le falta son los dados de 20 caras y un par de pizzas.

La alquimia cinematográfica que ha hecho todo esto posible es tan misteriosa como un elixir de inmortalidad, pero cabe sospechar razonablemente que gran parte de la culpa es de un buen puñado de actores dispuestos a asumir la aventura con pleno carisma y entusiasmo y a las buenas artes de dos directores que saben de lo que hablan y sobre todo, saben cómo contárnoslo. Divertida, simpática y entrañable al 100%. Que hagan cincuenta más.