Dista mucho "La casa del caracol" de ser redonda o una buena película, eso lo primero. Pero me prometí a mi mismo aplaudir enérgicamente a todo aquel debutante que, en nuestro país, osara obrar una ópera prima enclavada sin pudor en el cine de género. Y Macarena Astorga lo ha hecho. Así que vayan por delante tres hurras por ella.
Ya desde sus créditos iniciales se aprecia qué obra habita en el retrovisor de la realizadora malagueña: "El resplandor" (Stanley Kubrick, 1980). Las referencias son innumerables, tanto en forma como en fondo. También se aprecia en algunos momentos ese aire folk horror a lo "The wicker man" (Robin Hardy, 1973). Pero referencias aparte, esta adaptación de la novela homónima de Sandra García Nieto, con texto de ella misma, deja mucho que desear. Sobretodo a nivel dirección y guion, aunque actoralmente no es que ande muy sobrada.
De un texto que continuamente camina por el alambre, dada su tendencia a la trampa, es muy curioso que lo más ofensivo no sea, precisamente, la verosimilitud del conjunto sino ciertas perogrulladas que acontecen de una línea de diálogo a la siguiente y sin necesidad de cambiar de personaje. Que, por ejemplo, alguien diga lo a gusto que se encuentra en tal sitio para, seguidamente, esgrimir que quiere irse, es una morcilla buena. Vale que, entre el juego psicológico que establece la cinta y la senda que escoge en su resolución de conflictos, esas cosas se pueden medio excusar. Pero vaya, que el guion podría haberse cuidado más. Y ya digo que no entro a valorar si resultan creíbles sus giros o las veredas que toma, eso lo dejo para otro día.
A nivel dirección a Macarena Astorga le faltan muchas horas de vuelo. Valoro su capacidad para huir del jumpscare y del golpe de sonido, pero es que intentar refugiarse en el drama de personajes con un guion tan fino, es arriesgar mucho. Por no citar que lo de crear atmósfera le sale a patadas.
Actoralmente no puedo con Javier Rey, estilismo a lo Lobezno cañí mediante. Fobia personal. Y su química con Paz Vega —otra que tal baila— pues ya tal. Y mira que esta le pone empeño e incluso toma más riesgos de los necesarios, pero es que hace mucho que dejé de creérmela como actriz. Al final hay más manteca en los secundarios que en los protagonistas.
En resumidas cuentas, se agradece el intento aunque se haya quedado bastante lejos del centro de la diana.