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España España · Palma de Mallorca
Voto de Innisfree:
9
Drama Umberto Domenico Ferrari es un jubilado que intenta sobrevivir con su miserable pensión. Sumido en la pobreza, vive en una pensión, cuya dueña lo maltrata porque no consigue reunir el dinero necesario para pagar el alquiler de su habitación. Los únicos amigos que tiene en este mundo son una joven criada y sobre todo su perro Flike. (FILMAFFINITY)
1 de noviembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alguien marcha las calles de la ciudad. La celebérrima obra maestra de De Sica, UMBERTO D., comienza con un generoso grupo de pensionistas (se cuentan por centenas, quizá) que se han echado a las calles para protestar y exigir un aumento de un 20% en sus pensiones. Son, claro está, jubilados que llevan toda una vida trabajando y que esperan pasar sus últimos años en paz, cobrando una pensión digna con la que poder mantenerse. Tras explicarles que necesitan permiso para sublevarse —reitero que es para conseguir algo que les debería ser garantizado por el Estado: una vida digna—, la masa se dispersa y nos quedamos acompañando a Umberto Domenico Ferrari, la particularización de la susodicha.

Umberto es un hombre que ha trabajado treinta años como funcionario del Estado. Vive con su ratero mil leches Flike en una pequeña habitación alquilada cuyo pago ya no puede permitirse. La casera le exige 15000 liras pagadas de una, nada de plazos. La pensión, a Umberto, no le llega. Esta premisa supone el inicio de un periplo en el que el objeto de búsqueda inicial es la vida misma, algo que a esas alturas debería reposar sobre bases firmemente constituidas, pero que por las circunstancias socioeconómicas de una Italia que todavía permanece a las puertas de un milagro económico que no se produciría hasta la década siguiente, la existencia de alguien que ha servido al pueblo italiano durante casi media vida queda pendiente de un hilo.

UMBERTO D. es una película neorrealista. Quizá, incluso, la podamos considerar su cúspide. Es algo que nos deja claro a través de esas primeras representaciones de la turba indomable que conquista las calles con un fin de protesta. Sin embargo, se nos irá planteando de forma más prístina y exhaustiva a medida que entra de lleno en las cuestiones sociopolíticas y económicas que tiene que afrontar el protagonista. Plantea una representación de la pobreza que poco tiempo tiene para embellecimientos y caprichos románticos. Al fin y al cabo, para un pobre vivir con dignidad implica de forma innegable un desposeerse constante. Un desposeerse que, curiosamente, construye un discurso de lo indigno a su alrededor. Pierde el respeto del gobierno y de sus conciudadanos, termina vendiendo aquellos recuerdos familiares que le son más preciados por unas pocas liras que puedan permitirle pagar el alquiler. Para más inri, tiene que moverse entre malas caras, gestos groseros y demás antipatías. Todo con tal de poder vivir un mes más bajo el techo de esa dirigida y visitada por una infame casta de clasistas "aporofobos". Todo con tal de subsistir.

El elenco es de una calidad exquisita. Todos interpretan su papel con mucho encanto, especialmente esa Maria Pia Casilio, en el papel de Maria, la criada embarazada de tres meses que no le queda mucho para que le den la patada. Sin embargo, el que se lleva la palma es ese Carlo Battisti, actuando en la única película en la que actuaría durante su vida. Le aporta muchísima gravedad a su personaje, ayudado por supuesto por la cánida figura de Flike, pero también trae humor a la cinta. Un humor que, como no podría ser de otra manera dadas las coordenadas en las que se mueve la película, se construye sobre una base de patetismo notable. Battisti interpreta magistralmente la dualidad de un hombre que ha vivido toda la vida en un estamento, digamos, respetable, pero que debe verse obligado, injusticia mediante, a patrullar las calles en busca de un alma caritativa que le preste dinero, pedir limosna o, incluso, plantear si su vida ha tocado fondo y ya no merece la pena luchar por ella. Hay momentos de un realismo desolador. En una determinada escena, Maria le pregunta a Umberto de qué está cansado. Umberto, tras pensárselo —o, quizá, hacer acopio de unas fuerzas que cada vez le cuesta más reunir— sentencia: "Un poco de todo". Una forma excelente de representar un desamparo que llega, y no debería, a una vida que poco recorrido le queda. Es uno de esos papeles que no se olvidan.

Técnicamente, la película juega igualmente en las más altas ligas. La cinematografía es soberbia. Más allá del accidente feliz de un blanco y negro que le añade peso a la orgánica depresión de la Italia de la época, los planos que colocan a Umberto en contra de un mundo que conoce como la palma de su mano, pero que cada vez le resulta más extraño, participan activamente en la configuración del núcleo emocional de la película. Lo mismo se podría decir de una banda sonora que no aparece como elemento enfático del dramatismo, sino más bien como acompañamiento. Se apareja con las miradas tristes, las rumiaciones nocturnas, las lágrimas caídas. Maria levantándose terriblemente pronto para preparar café con los ojos llorosos. Es casi como si estuviera llevando a cabo un monólogo físico, no-oral, puramente interpretativo. Y de fondo, la sutileza de unos instrumentos que derrochan melancolía.

Creo que es normal que haya entrado en UMBERTO D. de forma tan eminentemente orgánica. Ya no es solo que trate algunos temas que, naturalmente, te tocan el alma. Durante toda la película, no podía dejar de sorprenderme por la maravillosa actuación que estaba haciendo Flike. Sí, el perro. También es que UMBERTO D. venía con el sello de calidad que acompaña a De Sica, de quien solo había visto BICYCLE THIEVES, pero que resultó lo suficientemente impactante como para saber que en esta obra maestra habría algo, mucho que celebrar. Las expectativas han venido con recompensa: UMBERTO D. clava su puñal más hondo de lo que me imaginaba.
Innisfree
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