La historia del último crisantemo

135/32(24/03/09) Kenji Mizoguchi nos obsequia con una cinta que lleva su indiscutible sello, repleta de planos secuencia de enorme de enorme belleza a la par que poseedora de un ritmo agónico, que te hace sumergirte en un sopor difícil de quitarte de encima, y es que yo le pido algo más a una obra tan alabada por la crítica. El argumento gira en torno a Kikonosuke (Shotaro Hanayagi), actor mediocre, hijo adoptivo de un famoso actor, que para triunfar decide huir con una muchacha. Otoku (Kakuko Mori) niñera de su hermano pequeño, de la que está enamorado y que la familia repudia por no estar a la altura social de ellos, huye con la intención de triunfar en la escena, la verdadera protagonista es Otoku, que representa el sufrimiento y el sacrificio de la mujer japonesa, la sumisión al hombre, transmitiéndonos su declive físico a la vez que su fortaleza moral, ella es la heroína de la historia, por la que merece la pena ver el film, no por su inútil esposa. La cinta pretende que en su lenta narración adivinemos la reflexión y el mundo interior de los protagonistas, pero en mi lo que produce son bostezos y es que para cuadros maravillosos me voy al museo. Film recomendable de los que gusten de la lenta meditación de unos magníficos planos secuencias, donde el sacrificio es el protagonista. Fuerza y honor!!!

Acudí con sumo interés a esta película tras ver la sinopsis y me apetecía ver una película japonesa de antes de la guerra, pues todas las vistas hasta ahora son de después.

Los primeros treinta minutos son para justificar la sinopsis, y ocurre de forma literal, sin grandes interpretaciones. He de decir que me llama mucho la atención el escenario del teatro ambientado como debieron ser en 1888, una auténtica pasada, lo mejor de la película.

A partir de ahí, lentitud tremenda para contar prácticamente nada, pues es una historia muy sencilla que sin planos tan largos, se habría acabado enseguida. ¡Y eso que hay elipsis de uno y cinco años!

No soy muy de las películas orientales. Argumentos diferentes a lo que está acostumbrado el occidente, diálogos quizás algo simples y escenas muy rudimentarias, me tiran para atrás este tipo de cine.

Pero por la crítica me animé a verla. Y no me arrepiento. Sí que tiene diálogos muy simple y quizás algunos no acordes a lo que sería la "normalidad", pero algunos sí que son profundos. No se me ha hecho larga, ya que la historia tiene su interés, sobre todo como retrata la figura femenina, es quizás, lo mejor de la película.

La forma de filmar, es quizás lo que menos me ha gustado, aunque por eso justamente se la elogia a esta película: escenas largas, muy largas. La más larga son de 6 minutos, sin ningún corte ni primer plano ni nada. Eso sí, el travelling lo utiliza y está muy bien utilizado. Hecho de menos primeros planos. Apenas sé como son los protagonistas físicamente. No puedo ver su preocupación o la ausencia de ella por falta de esos planos cortos. Menos mal que la voz de ella es muy reconocible, una voz muy suave, siempre con un punto de lástima y pena.

Olvidando los aspectos técnicos y la importancia histórica que tuvo la película de Mizoguchi, deberíamos reivindicarla por la llamada de atención que hace sobre todos nosotros. Es un canto de libertad al cine desde el mismo cine. Uno de los más bellos ejemplos que he podido comprobar de cómo se ha de contar una historia, donde la tragedia, el amor, el honor, la valentía y la amistad tienen un lugar, ayudando a definir mejor a los personajes.

'Historia de los crisantemos tardíos' es una película pero muchas a la vez. Nos cuenta muchas historias dentro de una. Los personajes son espléndidos, consiguiendo con muy poco crear un áurea que rara vez alcanza tales cotas, las de olvidar por completo en qué momento estamos, desde dónde observamos y de la consciencia del propio yo. Es la universalidad del drama.