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La pasión de Ana

Drama. Romance Andreas, un hombre desconectado del mundo después de su divorcio, se retira a vivir a una pequeña isla del Báltico. Allí conoce a una pareja de artistas que está en plena desintegración, y a una joven e inestable viuda. Unidos por el dolor de la pérdida y la desconexión emocional, ella y Andreas inician una relación. Mientras tanto, alguien recorre la comunidad de la isla cometiendo actos de crueldad con animales. (FILMAFFINITY)
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
14 de mayo de 2023
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Violencia. Es lo que queda en el cuenco de leche arrojado contra el suelo, en el cadáver del vecino apaleado, en la madera cortada, en el fuego del establo, en cada arruga del rostro de los personajes.
Sólo violencia. Pero incluso la violencia encierra su pasión.

Se arrastra por todo lo que impregna, será la última vez que lo haga en Fårö. Después de rodar su pequeña obra cinematográfica de cámara "El Rito" para la televisión sueca, Bergman considera aprovechar parte de los decorados de "La Vergüenza" para extender las terribles experiencias de su pareja protagonista y llevarlas a un nuevo nivel. A este punto ya casi ha pasado una década desde que hizo de la isla su santuario personal y profesional, lo que se halla paralelo a la búsqueda de la perfección en su cine, visual, estética y temáticamente hablando; una década en la que ha descendido a lo más recóndito de su alma y su arte.
Prosigue el desafío con la última mutación de su obra que será "Pasión", creada en el caos, sin un guión, ni programación reales, ni demasiado presupuesto, muy afectado él por la úlcera y ciertos problemas con el equipo, en especial su colaborador Nykvist, con quien mantendrá grandes discusiones debido a la filmación en color, que parece empujar nuestras retinas desde las primeras imágenes, bañadas con los tonos amarillos del sol de la mañana. Un sol que asciende en una tierra congelada e inhóspita, la misma que se abrasó en "La Vergüenza"; la rigurosa narración del propio director nos presenta a Andreas, solitario, apartado de todo, en su pequeña morada en el bosque.

Antes de conocer al álter-ego de Liv Ullmann se nos da un tiempo para que los olores de esta atmósfera se nos alojen en los pulmones: olor a desolación, a desafección, a muerte, a enfermedad. Una carta, usual dispositivo "bergmaniano", desata la tensión; carta de Anna olvidada y devuelta bajo la mirada de un matrimonio compuesto por Elis (Erland Josephson) y Eva (Bibi Andersson), presagio de los Egerman de "Secretos de un Matrimonio" o versión disimulada de los monstruos aristócratas de "La Hora del Lobo", ya que éstos arrastran a Andreas a un mundo nuevo pese a no distanciarse del suyo.
El esquema narrativo sigue las interacciones de este extraño grupo de individuos en lo que es una obra de Bergman en su más estricta concepción. La narración a veces incluso se rompe y habitamos, en un audaz ejercicio de metacine moldeado desde los días de "Prisión", el set de rodaje donde se entrevista a los actores sobre sus papeles, catapultándonos al otro lado de la ficción y subrayándose así la importancia de la mentira y la apariencia. "Pasión" es más una obra de estados anímicos, esferas sugerentes dominadas por las sensaciones de los personajes, que son el verdadero motor de un argumento donde asistimos al intento de establecer un vínculo amoroso entre Andreas y Anna.

No lo conseguirán, por supuesto, ya que dicho vínculo se ve amenazado por un tremendo vacío interior y perseguido por los fantasmas de ambos, tal como les sucedía a sus homólogos predecesores, los Rosenberg y, en especial, los Borg. Antes de su unión y vida juntos, que será mostrada a través de grandes elipsis, la estructura cede la atención en su primera parte a Josephson y Andersson, la pareja en quiebra marcada por el hastío, la infidelidad, la falta de comprensión y una obsesión enfermiza por la violencia, que inevitablemente se "contagia" a la pareja de Von Sydow y Ullmann.
Pero en el dolor de sus interacciones se aprecia dentro el film, por ese paso definitivo al color que da pie a unas poderosas imágenes de paleta impresionista, por la asombrosa libertad narrativa, por su distanciamiento respecto a sí mismo, una belleza elegíaca tal que pareciera sublevarse contra la tentación nihilista que lo habita. A veces la cámara de Bergman sale de la rigidez del encuadre y abre resquicios en la realidad, extrapolando en el mismo escenario los miedos de los protagonistas, o deslizándose por pesadillas en cuyos rincones viscosos emergen los sentimientos de muerte, culpa, soledad perpetua e imposibilidad de hacer las paces con uno mismo.

A veces los personajes tienen oportunidad de plasmar las imágenes de su pasado únicamente por medio de la fuerza de sus confesiones, filmadas en preciosos primeros planos (destaca la de Ullmann, cuya mirada lanzada desde sus hipnóticos ojos azules le atraviesa a uno hasta más allá del cerebelo, sobre su vida anterior con el otro Andreas). Todo agolpado en una tensión humana insoportable por el afán de hipocresía, revelando finalmente ese cáncer de alma que le es anunciado al protagonista con total aspereza. ¿Pero qué protagonista?, ¿el personaje, el actor, el espectador sustituto o aquél que sujeta la cámara, es decir, el director?
La desnudez de Bergman en "Pasión" es absoluta y transversal. De fondo, la historia de un asesino local que acrecienta la sensación de angustia y desconfianza, siendo sospechoso un vecino de Andreas (magistral Erik Hell); subtrama de transfondo confuso pues no se revela la verdad, tan sólo recalca la idea de ver al ser humano como el único animal de maldad pura y arbitraria, sin justificación ni sentido. Asimismo no se llega a una verdad concreta sobre el pasado de los protagonistas y sus desastres matrimoniales; de ese Andreas receloso a desenterrar sus demonios, de esa Anna a la que conocemos primero por las palabras de otros, aumentando el misterio a su alrededor.

La disgregación última y remota del protagonista en la imagen que lo constituye es toda una premonición de que nada podrá reconstruirse en una tierra devastada. "Pasión" queda como el signo de un fin de trayecto, de una preparación elegíaca del adiós.
Quedan también las emociones sentidas con auténtica pasión; la del amor enfermizo, la del odio recalcitrante, la de la mentira y la de la violencia física y psicológica. Queda la tierra solitaria. Se apagan en Fårö los gritos y susurros; a partir de entonces Bergman reduciría su nivel trabajo en el cine...
Chris Jiménez
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23 de diciembre de 2009
6 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ritmo de las películas no sólo se mide en la amplitud de la historia o en la cantidad de detalles que puede contener, o en la velocidad con que cambian las escenas. El ritmo es un asunto de potencia, que la entiendo como la capacidad de mantener en quien ve el film, la posibilidad de fluidas comprensiones, casi asombrándose del plano, o del diálogo, la puesta en escena, el color, el gesto (...). De lo que he visto de Bergman esta es la película que menos logra decir cosas, la película menos potente. Se rescatan algunos diálogos, que casi siempre son monólogos sobre todo uno de Andreas (Max von Sydow) en el que logra exponer el problema de su cadencia, si se quiere, metafísica. También sentí que "pasión" no podría ser el título de esta película, justamente por su ausencia. Casi todo es una apología a la inexpresividad. En sintesis siento que "pasión" de Bergman no logró comunicarme algo. La vi, pero no diálogue con ella.
Pessoa F
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26 de diciembre de 2018
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encantan las películas de Ingmar Bergman, pero ésta me ha dejado desconcertada. Sobre la incomunicación entre las personas, la propia película comunica explicitamente muy poco. Déjalo todo a la interpretación del público y, por eso, es incómoda. Es agradable ver los cuatro protagonistas -- que he encontrado en varios otros filmes del director sueco --, tan jóvenes y fuertes. Merece la pena verla, aunque sea porque es una película de Bergman.
Helga Maria Saboia Bezerra
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